“En conclusión, para todos los sofistas las normas morales vigentes son convencionales, pero mientras que para algunos (Protágoras) son producto del acuerdo, pero no antinaturales, para otros (Calicles y Trasímaco) además de convencionales son antinaturales.”
Esto es necesario que sea comentado porque mucho tiene que ver con la actualidad. Para los sofistas las normas morales son convencionales, efectivamente, así es. Son producto del acuerdo. Pero convencional no implica ni arbitraria ni trivial. Hay que distinguir entre la alta sofística y la demagogia. Los sofistas hicieron posible la democracia, porque no creían en verdades absolutas, sino en verdades consensuadas. Las normas morales y políticas proceden del nomos, no del logos. El segundo es universal y necesario, el primero es convencional y fruto del acuerdo. Pero, ni arbitrario, ni subjetivo, en tal caso estamos en la demagogia que no es más que el poder absoluto, la tiranía de la palabra o sofística o retórica. Es decir lo que hoy es la propaganda que nos inunda y nos convence desde nuestra ignorancia. Por su puesto, si las normas proceden del hombre no son naturales, y en eso estamos, no existe el derecho natural, las normas morales no están inscritas por naturaleza en el hombre. Ahora bien, no son antinaturales, porque en el hombre se da la base natural, etológica, de la conducta moral. Y esa base es el altruismo recíproco o egoísmo recíproco, según los gustos o tendencias, pero dicen lo mismo y tienen que ver con la ineludible (necesidad del logos) sociabilidad del hombre. Así pues la verdad ético-política es provisional y objetiva, pero no relativa ni subjetiva.
Y todo esto es muy actual porque lo que al poder le interesa es el relativismo, de esa forma nos quedamos sin verdad. En la actualidad, si no hay verdad y el individuo está preso de su propio placer egoísta-hedonista, pues el poder tiene las manos libres. Y eso es lo que ocurre. Cuando no hay verdad, y me refiero a la verdad consensuada, democrática, provisional, etc, la verdad es la del más fuerte. Por eso desde hace unas décadas vivimos en un fascismo económico del que ahora nos damos cuenta y los que contribuyeron a ello, entre estos la izquierda europea y el PSOE, por su puesto, pues se llevan ahora las manos a la cabeza. En el 73 hubo una doble posibilidad, o neoliberalismo o seguir el consejo del informe del club de Roma sobre Los límites del crecimiento. Se hizo lo primero y ello llevaba aparejada la idea de que existía como un determinismo económico al que se le sumó un pensamiento único a nivel ético y político. Ésta es la teoría de la muerte de las ideologías y el fin de la historia. Las dos cosas constituyeron el final de la democracia que es donde hoy estamos. Pero también estamos en el principio del fin del capitalismo.
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