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Filosofía desde la trinchera

La verdad.

 

Vamos a ver. El tema de la verdad es uno de los temas más importantes de la filosofía y de la ciencia. Por eso no se puede abordar a la ligera. Yo sólo voy a hacer un esquema de lo que, desde mi filosofía (visión general del mundo que procede de una generalización del saber científico, en primer lugar y, en segundo, un saber ético político, una praxis, una acción), podemos entender como verdad.

La verdad absoluta forma parte del ámbito de las religiones, fundamentalmente de las religiones monoteístas. Esto no nos interesa aquí, salvo cuando la política, la ciencia o la filosofía se endiosan. El peligro de esta verdad es el dogmatismo que degenera en fanatismo y éste acaba en violencia y exterminio, siempre que tengamos el poder, del que piensa de otra manera, hereje o disidente, que es lo que viene a significar lo primero. Por eso hay que vigilar constantemente que nuestras verdades políticas y filosóficas, también las científicas, no se conviertan en la Verdad. Por eso es necesario siempre un sano escepticismo, una duda perpetua o la docta ignorancia.

Las verdades formales son las de la matemática y la lógica. Éstas si suelen ser verdades necesarias pero, en principio no hablan del mundo, no son empíricas, aunque la matemática es el lenguaje de la ciencia, pero esto es otra cosa. Por tanto aquí si encontramos verdades necesarias, pero incluso aquí tenemos un límite, el teorema de incompletad de Gödel…pero eso lo dejamos.

Luego tenemos las verdades de las ciencias naturales. Estas son verdades altamente probables surgen de la huida del error hacia la verdad, pero ésta, por nuestra propia estructura cognitiva es inaccesible. Lo único que nos es dado saber con certeza es la falsedad de algo. Lo que llamamos verdad en ciencia es lo que es altamente probable que sea verdad, pero puede que un día no lo sea.

Las verdades ético-políticas y prácticas. Éstas dependen de la teoría pero también de la acción, sin la praxis no es posible saber el grado de verosimilitud. Estas verdades no persiguen un conocimiento, parten de él, la naturaleza humana, sino que persiguen una acción. El objetivo de esa acción es: la felicidad, el bien, la virtud, la libertad y la justicia. Estas verdades, además de ser prácticas, están dentro de lo opinable. Todo hombre, por el hecho de serlo es capaz de emitir juicios sobre el bien, el mal, la justicia, la felicidad, etc. es algo común. Ahora bien, aquí hay dos niveles, el de la mera opinión, que es el saber común que todo el mundo tiene sobre estos temas y que procede de sus circunstancias de las que es, en la mayoría de los casos, ignorante, y el saber ético, político y filosófico, que pretende ir más allá de la opinión común. Utiliza dos instrumentos fundamentales: el conocimiento científico de la naturaleza humana y la historia de las ideas. En este caso la opinión es conjetura. Es un saber más universal, más autoconsciente de las circunstancias y más fructífero, pero nunca verdad y menos, Verdad Absoluta; porque si lo consideramos así caemos en los totalitarismos políticos. En resumen, las verdades ético-políticas son teorico-prácticas, no son relativas, sino objetivas porque parten del saber sobre la naturaleza humana, pero no son absolutas y, además, hay que vigilar que nadie las tome como tales. El sistema de organización político que coincide y salvaguarda esta forma de concebir la verdad ético-política es la democracia. La democracia estaría constituida por la comunidad de hablantes que son los ciudadanos, sujetos libres capaces de pensar por sí mismos y llegar a verdades objetivas consensuadas a través del diálogo.

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