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Filosofía desde la trinchera

 

Muchos monos quedaron en los árboles y otros devinieron por azar, no olvidar nunca, y necesidad en Homo sapiens sapiens. Lo que yo he señalado es la naturaleza humana. No he hecho un juicio de valor. Sólo he dicho que esa naturaleza humana es contradictoria. De ahí la última apostilla de la sociable insociabilidad. O, si quieres, más modernamente y con ese espíritu triunfal de la ciencia el altruismo recíproco, por no llamarlo, como se hizo en un principio, el egoísmo recíproco. Puedes poner una gran lista de grandes cosas que se hacen al salir de la habitación, y poner otra igual de estupideces o, peor, masacres y catástrofes de origen humano. El peso es el mismo. Ya he dicho que depende de la naturaleza humana. De todas formas al final del artículo defiendo una salida de la habitación en pro de la libertad. No hay que tomarse las metáforas tan a pecho. (Te recomiendo un libro que reseñé hace un año en el digital de la Gaceta Independiente de Jorge Riechmann “La habitación de Pascal”, forma parte de una pentalogía de escritos y ensayos sobre la autocontención ecológica) Por un lado el tedio y, por otro, esa curiosidad que nos lleva a llenar el vacío que realmente somos. Y lo que somos es pura biología (que se podría reducir a una física emergente, como lo es la biología hacia la psicología y la cultura) y esa biología está sometida a un imperativo, sobrevivir. Filosóficamente lo llamamos, desde los principios, pero en terminología de mi apreciado Spinoza “conatus”, la pretensión del ser de permanecer en su ser. De modo que, creo que tu error es que has tomado mi artículo como un juicio de valor, que en realidad se desprende y lo dejo al lector, pero mi artículo no es más que una descripción de la naturaleza humana a partir del señor Pascal, que sin salir de su habitación hizo grandes contribuciones a la matemática, sobre todo, y también a la filosofía y la teología. No hay mucho registrado de lo que hiciese fuera de su habitación. Probablemente lo que hacemos todos, entretenernos, “matar” el tiempo, el lenguaje es sabio. Si yo no mato al tiempo éste me ahoga. Además de que me hace tomar conciencia de mi propia finitud; es decir, de ser un ser para la muerte: angustia existencial, no de la otra que tratamos con pastillas. Un saludo y muy buena apreciación.

 

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