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Filosofía desde la trinchera

El declive y el resurgir de la religión.

                Esta mañana en clase un alumno me preguntaba que por qué en occidente la religión se iba apagando y en oriente y otras zonas del mundo había una emergencia. La pregunta es de calado, aunque muy general y exige matizaciones. Pero es una buena observación en principio. Para empezar no podemos distinguir entre oriente y occidente a secas. Hay zonas de occidente donde la religión es un factor importantísimo y, además, ha experimentado un gran auge en la dirección del fanatismo. Es el caso de los EEUU. No podemos entender, a pesar de su constitución laica, los EEUU. sin la religión. Nunca, de momento, habrá un presidente de los EEUU. ateo. Por otro lado en este país se ha experimentado un auge de los movimientos cristianos de base en una dirección fundamentalista. En oriente y en los países islámicos las cosas funcionan de otra manera. Oriente sigue sumido en su religiones ancestrales, salvo los países, como China, convertidos al comunismo. Ahora bien, la modernización, a través del proceso de colonización y, después, con la mundialización los ha occidentalizado con lo que la religión pasa a un segundo plano. El caso de Europa es el que representa más claramente a occidente. El fin de la religión en Europa, cuna de la civilización occidental, es un síntoma de la decadencia de occidente. En los países islámicos tenemos también los dos procesos. A medida que se van modernizando, ilustrando y democratizando, la religión pasa a ocupar un lugar privado, un segundo plano en la sociedad. Pero, por otro lado, el fenómeno del imperialismo y el choque contra los EEUU y occidente en general da lugar a la radicalización de movimientos religiosos fanáticos llegando hasta el terrorismo. Es una cuestión de búsqueda de identidad y de reafirmación. El caso europeo es el caso del agotamiento civilizatorio. La pérdida de la religión en Europa y ciertas zonas de los Estados Unidos y otras regiones de occidente es fruto de la posmodernidad, una perversión de la Ilustración, o una consecuencia perversa de la Ilustración. Lo que ha ocurrido es que el proceso de secularización ha relegado a la religión al ámbito de lo privado, las explicaciones científicas han sustituido a la superstición. La religión ha quedado como una cáscara hueca, sin contenido. Como mero ritual. Pero es aquí donde nos encontramos con un problema. El hombre es un animal religioso y mítico. Tiene una dimensión trascendente, necesita de una explicación del sentido de su existencia y del sentido de la humanidad. Y lo que ha ocurrido es que ese sentido es el que nos aportaba la religión, pero la religión ha dejado de practicarse. La actitud del occidental no es la del ateísmo, actitud seria, reflexiva, compleja y comprometida, sino la de la indiferencia. En el mejor de los casos la religión queda como mero ritual de los momentos fundamentales de la existencia. Ante esto y sumado al individualismo egocéntrico y hedonista del posmodernismo lo que ha ocurrido es que el hombre occidental se ha encontrado con su propia nada, con su contingencia y busca desesperadamente un sentido de su existencia. Y esto ha dado lugar a dos fenómenos. En primer lugar la huida hacia las religiones orientales, de carácter místico e individualistas y, por otro lado, el fenómeno de la autoayuda. Con ello, el hombre occidental pretende llenar su vacío. Porque con el posmodernismo también ha echado por la borda el discurso ilustrado. Esto es un problema. No podemos vivir estas religiones porque caen fuera de nuestro ámbito cultural, en primer lugar y, en segundo lugar, los libros de autoayuda no son mas que un popurrí de consejos desordenados y sin fundamento. Son escritos oportunistas. Lo que yo creo es que si occidente y sus valores quieren sobrevivir y tender a la universalización a la formación de una sociedad cosmopolita, debemos recuperar nuestros orígenes. Y nuestros orígenes son la emergencia de la tradición racional y crítica, la aparición del diálogo y, con él, la posibilidad de la democracia. Y la aparición de la tolerancia como fundamento de las reglas democráticas y condición de posibilidad del diálogo basado en el respeto. Y la recuperación de la Ilustración que conlleva lo dicho anteriormente y la conquista de las idea de persona como fin en sí mismo, como un sujeto de dignidad que nos lleva a la formulación de una declaración de los derechos universales del ciudadano basados en tres grandes valores universales: igualdad, libertad y fraternidad. Es decir, lo que yo propongo es la recuperación del gran proyecto ético y político de occidente que nació en Grecia y que se impulsa en el Renacimiento y la Ilustración. Y este proyecto no elimina la religión, ni pretende convertirse en una religión, es un marco de convivencia y de posibilidad de vida. Recuperar este gran proyecto ético de la humanidad y globalizarlo es la esperanza de la humanidad. Si no lo conseguimos estamos abocados al fracaso. Porque insisto una vez más, nuestra crisis no es una crisis económica, sino filosófica, esto es, de visión del mundo, de cómo lo valoramos y nos valoramos. Y, tampoco es una crisis, sino una quiebra del capitalismo global que se apoya en una falsa visión del mundo, en una falsa filosofía. El sentido de nuestra vida y de la historia es una construcción siempre provisional e integradora que debe dirigirse a lo universal sin eliminar lo particular; porque en la condición humana existe lo que nos hace iguales, nuestra universalidad y lo que nos hace distintos, nuestra cultura, religión y, en última instancia, nuestras decisiones libres que obedecen a un proyecto de vida irrepetible y único.

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