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Filosofía desde la trinchera

Un gran ejercicio de autoanálisis. Cuando nos miramos a nosotros mismos encontramos todas las explicaciones del horror de la historia. Esta mañana he sentido una vergüenza infinita, ya ni siquiera rabia. Dónde estaban esos veinte mil interinos menos. Esto explica el mal radical. Piensan esos del sueldecito seguro que la barbarie del genocidio nazi se hizo con unas pocas cabezas pensantes y unos cuantos ejecutores. Pues no, fue un mal consentido y todo fue legal, absolutamente legal y votado democráticamente. El mal radical fue un mal y siempre lo es, como ahora, un mal consentido. Lo que está ocurriendo ahora mismo es todo legal, justificado por las mayorías democráticas. Pero, paradójicamente, esas democracias están secuestradas por el poder no democrático. El poder económico, que no son entes abstractos, sino gente con nombre y apellidos. Los nuevos amos del mundo. Los causantes del genocidio que se está estableciendo por todo el mundo. Primero el capital acabó con el tercer mundo heredero del orden colonial, ahora se está autodevorando tragándose el estado del bienestar. Porque el fin del capitalismo es el crecimiento. Y el crecimiento ya es imposible. Se ha crecido todo lo que se podía, pero de forma desigual, creando muerte y miseria alrededor de los grandes ricos. Y ahora se trata de devorar al estado y de convertir al ciudadano en esclavo, más aún. Ese es el fin. Y los del sueldecito, esos funcionarios insolidarios, que precisamente son los representantes del estado, son el próximo alimento del gran capital. Sus sueldecitos están en peligro. Nada está seguro. Esos acomodados, inconscientes y consentidores del suledecito deben espabilar nadie habrá detrás que les saque las castañas del fuego. En fin, la triste condición humana, la servidumbre humana voluntaria…

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