Sutilezas como ésta, o hablar del sexo de los ángeles, es lo que impide el desarrollo ético-político en la historia. Lo siento, pero en tu exposición lo que se ve es el paradigma político que se está viniendo abajo, el sistema de democracia tutelada y marcada al ritmo de los partidos políticos y los oligarcas que, a su vez, los dirigen. También fue un golpe de estado la revolución francesa. En lo que estamos de acuerdo es en que no podemos hablar porque no sabemos la deriva del ejército. Y en que técnicamente es un golpe de estado, pero desde el nivel de los hechos o de la historia es la culminación de un proceso de rebeldía civil. Andrés, incluso la ONU se resiste a hablar de golpe de estado. Y nuestras democracias no pueden hablar demasiado, desde una posición de justicia y éticamente sostenible, cuando no dejan pasar a un jefe de estado por su espacio aéreo por intereses meramente económicos, pero sí dejaron pasar a los aviones con presos de Guantánamo. Ya lo hemos hablado, el tiempo de la política como la entiendes tú se ha terminado. Tenemos dos opciones una refundación de la democracia en el sentido de república (virtud y ejemplaridad pública) o el fascismo, o totalitarismo si lo prefieres, en el que nos estamos adentrando y del que los partidos políticos son copartícipes. Un saludo y gracias por tu crítica y reflexión.
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Muy necesario hoy en día la vuelta a Maquiavelo si queremos entender la política y sus límites. Y también es necesario situar el pensamiento político de Maquiavelo en pleno Renacimiento. Y el problema que se planteaba, una vez el paradigma medieval, fundado sobre la filosofía y la religión cristiana, se había venido abajo, era el de la legitimidad. Es decir, qué garantiza la verdad, qué garantiza lo que es bueno y qué garantiza lo que es justo. Antes, en el pensamiento cristiano la garantía de todo esto, a lo que se les llama los trascendentales residía en dios, puesto que dios era el ser absoluto, por tanto, el absoluto bien, la absoluta justicia y la verdad absoluta. Pero esto ya no nos sirve en todos estos ámbitos hay que buscar otra legitimidad, una legitimidad mundana, por supuesto, no trascendental o divina. En el caso de la política de lo que se trata, ni más ni menos, es de la legitimación del poder. Y así nace la modernidad en política, con el principio del realismo político de Maquiavelo. Al político, sede de la legitimidad, en su caso era el príncipe, le está todo permitido, siempre y cuando sea en bien de la república. Incluso si es necesario la inmoralidad ante los ciudadanos y sobre los ciudadanos. Es la separación entre ética y política. La modernidad en política se ha desarrollado bajo este principio. La cuestión que nos podemos plantear hoy en día es si hay un límite a la acción política. Las democracias, con su división de poderes, pesos y contrapesos, lo cumplen en la teoría. Pero, ¿realmente se cumple? Cuando se habla de razón de estado no se está cayendo en el más brutal realismo político de Maquiavelo. Sin olvidar que en Maquiavelo hay dos grandes virtudes, el responsable, la legitimidad del poder reside en el político, en su acción (hoy en día en las democracias la legitimidad del poder la da el pueblo, otra cosa es que se respete) y la necesidad de preservar la república. El problema es que no se puede separar totalmente la ética de la política. Es decir, que los límites de la acción política son precisamente los derechos éticos individuales que fundamentan la dignidad del ciudadano.
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