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Filosofía desde la trinchera

Efectivamente, señor García, usted está planteando un problema difícil que es el del multiculturalismo frente al etnocentrismo. Saltándome absolutamente toda la argumentación le diré que la solución es el interculturalismo objetivo. Y de esto es de lo que quiero hablar un poco. No existen derechos naturales, es decir, por naturaleza no tenemos ningún derecho, todos son artificiales, son tecnología, por decirlo de alguna manera, técnica, que diría Ortega. Porque el hombre es animal cultural y su animalidad la construye culturalmente y su cultura la construye por la base animal que tiene. Naturaleza y cultura en el hombre son indisolubles. Dicho esto habría que decir lo siguiente. No existe ninguna fundamentación de los derechos humanos, me refiero a fundamentación ontológica. Los derechos tienen su base en la propia naturaleza biológica del hombre, pero surgen culturalmente, son una conquista histórica. Y desarrollo estos dos puntos. Siguiendo a los etólogos los sentimientos básicos del homo sapiens son iguales, aquí y en Pekín, ahora o hace 50.000 años. La alegría o la tristeza, el odio y el rencor. La empatía, que es la base de todo lo demás y que tiene su base neurológica en las famosas neuronas espejo. Esto es lo que permite al niño sonreír a la madre, encontrarse a gusto y seguro en sus brazos, llorar frente al extraño o lo desconocido. Son estos sentimientos los que hacen posible la sociabilidad humana. Pero el problema es que esta sociabilidad debe estar regulada, aquí entra la ética, la religión y la norma jurídica. Y, por ello, de estos sentimientos es de donde surgen las diferentes regulaciones ético-jurídicas de la historia desde el neolítico para acá. Y han sido diferentes e incluso contrarias. Pero en lo que se llama época axial, tuvimos la aparición de un concepto de persona similar que se desarrolló de diferentes modos en la historia. Es la época de Sócrates, Jesucristo y Buda. Aquí emerge el concepto de persona y de dignidad, la ética, en definitiva. Y todo ello con ansia de universalidad, pero no por imposición, no estamos en el nivel político.

Culturalmente los derechos universales se desarrollan en occidente y hay muchos factores que lo explican, empezando por la religión, siguiendo por la filosofía y terminando por el arte. Me voy a referir a este último porque es curioso y es una tesis que defiende una historiadora americana. Y dice que los derechos humanos pudieron surgir en Francia, con la revolución, no sólo por el desarrollo filosófico, también teológico, no olvidemos a fray Bartolomé de las Casas cuando defendía que el indio era también humano; sino también gracias al arte, concretamente la pintura y, en especial, la novela. Aparecen los retratos y autorretratos y esto nos permite vernos desde fuera, como otro, lo cual hace posible, o más fácil dar el paso a considerar al otro, otro como yo, que es la base de los derechos. Si el otro no es otro yo, por qué va a ser digno de respeto. Hasta que no dotamos de humanidad al otro no lo respetamos y esta es la base de los derechos humanos. Pero el ciudadano tuvo que conquistar este sentimiento para el que biológicamente estaba preparado, pero sólo funcionaba a nivel de tribu, no de sociedad. En definitiva es lo que nos señalaba la parábola del buen samaritano. La novela fue fundamental porque permitió describir los sentimientos ajenos: de dolor, de alegría, de tristeza…y el lector pudo descentrarse y verse reflejado en ellos. Por ejemplo, la tortura era la forma normal de tratar a un presunto culpable, que todos lo eran, no había presunción de inocencia. Y la sociedad estaba acostumbrada a ver la tortura y las ejecuciones posteriores como un espectáculo. Ahora bien, cuando a través de la novela siente el dolor del otro, se siente identificado con otro que no le es nada y entonces empieza a tener repugnancia de la tortura como si la ejerciesen contra su hijo. Y es este paso cultural, sumado, como he dicho, a la argumentación filosófica y a la situación política la que hace que surjan los derechos del hombre y del ciudadano. Y es curioso que al principio no son universales, no entra la mujer, ni los negros…todo ha de ser conquistado poco a poco.

Pasamos a otro punto. Los derechos, como hemos dicho, no son naturales, son inventados, son artificiales. Artificios que nos permiten vivir mejor que antes de la Ilustración o que en cualquier parte donde no se respeten. No hay fundamentación dije antes. Lo que tenemos es un argumento histórico-pragmático que los justifica y los hace ético-políticamente deseables. Es mejor la libertad que la esclavitud, la igualdad, que el dominio del más fuerte, la justicia, a la venganza. Y todo esto es universal y no interfiere en las distintas culturas, es objetivo. Cuando interfiere hay que ver si esa cultura se salta la dignidad humana, es decir, si trata al hombre como un objeto o no. Si es lo primero esa forma cultural no es deseable. Como por ejemplo la discriminación de la mujer en muchas culturas, también ha sido así siempre en la nuestra, la esclavitud de los niños…y esto es la base del interculturalismo objetivo que nos lleva al cosmopolitismo y que tiene su principio filosófico en la siguiente sentencia de Terencio, “Hombre soy y nada de lo humano me es extraño” Es decir, que todos somos iguales y anhelamos igualmente la libertad y la felicidad y esto constituye la comunidad universal que es la fraternidad, la gran olvidada de la Ilustración y que hoy se entiende como un sucedáneo, la solidaridad.

Ahora bien, otra cosa muy distinta es que esto, políticamente, se ha utilizado por el poder imperialista y etnocentrista para someter a los países y esquilmar sus riquezas y sus culturas en nombre de la democracia y la libertad. Esto no, esto es una farsa del poder. Un engaño para justificar el propio poder. Y es lo que occidente ha hecho. De ahí la reticencia ante la universalidad de los derechos humanos. Los derechos humanos no es que sean una conquista, sino conquistables. Estamos en ello, son una guía ético-política de acción y de regulación, incluyente y no excluyente y en pleno desarrollo. Pero esta es la teoría. La práctica es el imperialismo y el poder. Pero por eso los derechos humanos nos pueden ayudar a ir contra ese imperialismo y ese poder. En la sociedad neoliberal en la que vivimos hemos dejado de ser sujetos paras convertirnos en objetos, concretamente, mercancías. Es decir, el poder nos instrumentaliza, otra forma de vasallaje. Y, por eso, es necesaria la lucha contra ese poder que, de momento, nos va ganando la partida.

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