El fascismo y la xenofobia se extienden. Y se extiende entre los jóvenes y soy testigo de ello, como cualquier ciudadano, y como profesor de ética y educación para la ciudadanía. El problema es la crisis y las medidas de austeridad y recortes a la ciudadanía en beneficio del gran capital. Los ciudadanos empiezan a echar las culpas a los inmigrantes. Si no hay trabajo para nosotros, que se vayan los inmigrantes que ocupan nuestros puestos de trabajo, argumentan desde la ignorancia y el odio. Eso es xenofobia e inicio de fascismo. Curiosamente, también, esta posición se da entre los menos cultivados y los más domesticados. A aquellos que les queda capacidad crítica son capaces de ver que eso no es el problema; sino uno de los síntomas y de las consecuencias del problema. Y hay que tener conciencia histórica y humanismo. Primero hay que ser capaz de ponerse en el lugar del otro y pensar que todos somos personas. Y llegar a pensar en el libre tránsito de personas, porque por desgracia, en la globalización económica, que es lo que hay, lo que se ha globalizado es el capital y las transacciones financieras. En segundo lugar hay que tomar conciencia de que hemos sido un pueblo de inmigrantes, lo fuimos especialmente en la conquista de América, lo fuimos, desgraciadamente en el régimen tiránico nacionalcatólico del franquismo y, lo somos ahora. Encima, en este momento, nuestros emigrantes son los más cualificados. Nos estamos quedando sin la intelectualidad que sostenga el estado. Y, mientras, triunfa el discurso xenófobo en el que se demoniza al otro, el inmigrante, el pobre y se le acusa de ser el malvado, el criminal, el ladrón, el violador… Como si todos esos crímenes no se diesen también entre el común de los españoles, por no decir entre los ricos y poderosos, los ladrones de guante blanco, los estafadores del estado que llevan sus riquezas a paraísos fiscales ahorrándose la fiscalidad española, por un lado y, por otro, explotando al obrero, cuando no, contratándolo ilegalmente. Además de favorecerse de una reforma laboral hecha a la carta, para ellos, se entiende. Ni siquiera para el pequeño y mediano empresario, para el Ibex 35, por lo menos. Se avecina un peligro que acecha a toda Europa, a la vez que las democracias se descomponen y las instituciones, los que las encarnan, se corrompen, surge el discurso mesiánico de los nacionalismos, la xenofobia y el fascismo. Como he señalado muchas veces, el fascismo económico es la antesala del fascismo político. Y esta reflexión, y cierto miedo, han salido de los comentarios en una clase de educación para la ciudadanía. Verdaderamente estamos en peligro.
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