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Filosofía desde la trinchera

No estoy de acuerdo con tu discurso sobre la libertad. En el sentido en el que tú hablas de libertad, pues claro que no la hay. Para empezar porque la libertad ni es ilimitada, ni absoluta, ni consiste en hacer lo que uno quiere. Esto último es mero capricho y, por tanto, esclavitud de las pasiones. Yo me refiero a la única libertad posible, aquella que está condicionada, desde lo biológico hasta lo social y familiar. Pero mi concepto de libertad es y se refiere al ámbito de lo político y consiste en dos cosas, libertad de expresión y de acción, que hay muy poca, aunque se nos dice que vivimos en libertad. Pero ése es el discurso dominante para esclavizarnos y adormecernos. Y la libertad como cumplimiento del deber, de las leyes. Es lo que se llama la paradoja de la libertad. La libertad política se consigue por medio del cumplimiento de las leyes. El hecho de cumplir la ley nos hace libres porque en la medida en la que todos nos comprometamos al cumplimiento de la ley, entonces todos estamos amparados por la ley. Vivimos fuera del miedo que nos esclaviza. Si no se cumplen las leyes es la desigualdad máxima y la guerra de todos contra todos. Pues bien, la lucha por la conquista de esta libertad política es la lucha por la dignidad humana. Después también tenemos la libertad individual que es la capacidad de forjarnos un proyecto de vida propio a partir de nuestras circunstancias y condicionantes. Si estamos por encima de las circunstancias somos libres, autónomos, nos damos la ley a nosotros mismos, si las circunstancias y los condicionantes nos superan, pues somos esclavos.

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El mal radical nos acecha.

Vivimos un momento tremendamente peligroso. Estamos sentados sobre una bomba de relojería. El fascismo económico da paso al fascismo político. Da miedo ver la cantidad de jóvenes, absolutamente indocumentados e ignorantes, que se aferran a un discurso fascista porque en el fondo, ante la ausencia de los grandes relatos que daban sentido a la existencia, los estragos de la crisis, el consumismo, el posmodernismo, pues lo que nos queda es el discurso fácil. Y esto no se ve sólo en los jóvenes que han fracasado en el sistema educativo, sino que en las aulas empiezan a abundar los que defienden el fascismo y el franquismo. Los que defienden la violencia como el modo de resolver los problemas. Aquellos que no atienden al diálogo, a las razones, porque en el fondo no tienen capacidad de comprender, sólo de ser adoctrinados porque viven en un estado de perpetua ignorancia y lo que quieren son creencias que le den un asidero. No quieren el camino difícil, el de las ideas, que son todas discutibles y que hay que conquistarlas por medio del esfuerzo que conlleva el estudio y de la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Estos jóvenes indocumentados carecen del conocimiento del pasado, de la historia, para poder juzgar, del conocimiento filosófico y ético para entender el significado de las consignas y las máximas fascistas. Se regodean en el poder de la fuerza. Reclaman venganza frente a la justicia. Y, la verdad, es que la sociedad no es precisamente ejemplar, sino, todo lo contrario. Y se escudan en el supuesto respeto de las opiniones. ¡Cuánto daño ha hecho esta confusión en la democracia, que, a la larga, como he dicho muchas veces, se ha convertido en violencia! Y es ésta la bomba sobre la que estamos sentados y sobre la que los políticos simplemente hacen demagogia sobre problemas ficticios que en el fondo siguen alimentando a la bestia. Sí, estos jóvenes fascistas, cuando los acorralas con algo de información y conocimientos, saltan como resortes y dicen que esa es su opinión. Que por qué ellos no pueden defender el fascismo y decirlo públicamente. Ellos no acaban de comprender que el fascismo no es defendible dentro de la democracia, y menos hacer proselitismo dentro de un aula, esto es un acto delictivo. El fascismo lleva aparejada la violencia y el mal radical, la eliminación del disidente: el genocidio. Es la privación del estado de derecho y, por tanto, de la libertad. Y, por todo esto, estas opiniones, en primer lugar no son respetables y, en segundo lugar, no es legal que se haga proselitismo de ellas. Pero la progresía nos ha hecho confundir la libertad de expresión con la libertad de opinión. Una dimensión de la libertad es la libertad de expresión, que ha de ser respetada, pero lo que se expresa no tiene por qué ser respetado, debe ser discutido. Y más en el caso de ideas fascistas que atentan contra el orden democrático, el estado de derecho y, por ello, contra la libertad y la igualdad.

Y me temo que el tema o problema catalán, tal y como lo están llevando por uno y otro lado, está despertando a este monstruo que estaba en duermevela, y las circunstancias que nos rodean, el paro, la miseria, la corrupción política e institucional, la ignorancia generalizada auspiciada por los medios de control y desinformación de masas, favorecen el desencanto y la huida por el camino más fácil, el de las creencias que solucionan los problemas por medio de la violencia. Créanme, creo que tenemos motivos para estar asustados. La educación es la vía para corregir esto. Pero hay dos problemas, el primero es que el alumno se ha transformado en un ser caprichoso al que todo se le ha dado, el nivel de conocimiento ha bajado. Lo que ahora importa son las llamadas competencias. Porque en realidad no se pretende educar a ciudadanos, sino a objetos empleables. El objetivo de la educación es la empleabilidad, dice Wert, los otros decían la adaptación al mundo cambiante en el que vivimos. En resumen, lo mismo. La despersonalización y objetivación del alumno que deja de ser ciudadano para convertirse en mercancía. Y, el segundo problema, es el que está por llegar. El ministro se ha encargado, siguiendo su ideología, de eliminar las asignaturas (El 75% del curriculum de filosofía) en la que todo este elenco de problemas se podían tratar y discutir e intentar, aunque generalmente se fracasa en los casos agudos, porque de las creencias no se sale fácilmente, pasar al diálogo, al uso de la razón y a la búsqueda de conocimientos que fundamentaran nuestras ideas, por supuesto, siempre abiertas al cambio y la crítica. La nueva edad media se acerca, pero no llegaremos a ella sin dolor y sufrimiento…y esperemos que no se vuelva a repetir el genocidio. Ya va siendo hora de que nuestros políticos tomen las riendas del poder y no que estén al servicio del mercado. Y si no, ya va siendo hora de que la ciudadanía se movilice antes de que caigamos en las fauces del nacionalismo fanático, del fascismo genocida y exterminador y mejor no seguir…

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