Sobre todo lo del mito rouseauniano del buen salvaje, que, ni si quiera el mismo Rousseau defendió. Los nuevos pedagogos deberían leer de nuevo el Emilio de Rouseau. El objetivo de la educación es alcanzar la virtud y si se educa en ella es porque la tendencia natural es el vicio y es de lo que partimos. Lo del buen salvaje no está en el Emilio sino en el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres. Y el mismo Rouseau, cuando habla del estado primitivo, nos dice que éste nunca existió, que está contando un cuento, una alegoría para que entendamos en qué consiste la bondad y la virtud hacia la que debemos caminar. De nuevo partimos del vicio o de la tendencia al mal. Los niños no son ni enteramente inmaculados ni perversos demonios. Son animales sociales que se construyen a través de sus relaciones. Y son éstas las que los convierten en una cosa o la otra o, lo más normal, una mezcla en perpetua lucha interior. Los pedagogos se inspiran en Rousseau, pero éste habló metafóricamente. Su intención era la crítica del progreso. Es decir la unión de progreso científico técnico y bondad ético-política. Fue el primero que se dio cuenta de este error ilustrado que ahora los pedagogos, como los economistas ortodoxos repiten. Y así nos va.
Percibimos más el acoso simplemente porque se ha amplificado, como se ha amplificado todo en esta sociedad del desbordamiento total.
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