El periodismo, como todo en este mundo del tardocapitalismo y de la nueva religión de la tecnociencia y su mediadora, las nuevas tecnologías de la información, está llamado a desaparecer. Y a ser sustituido por la vulgaridad, la ramplonería, la mentira, la superficialidad, el engaño, la equivalencia de las opiniones y el relativismo más burdo. Es el sino de nuestro tiempo. La superficialidad, la ligereza y la prisa… Todo ello ha sustituido a la lentitud, el sosiego, el reposo, la lectura pausada y meditada, la contrastación, el criterio de autoridad, la validez imperturbable de los clásicos. Es un mundo que agoniza y que se adentra, alegre, contento, engañado, sumiso, persuadido, en la barbarie más oscura en la que todo es gris y en la que se acaba el pensamiento y la libertad.
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