Es insoportable la actitud moral paternalista y acusadora de la iglesia en España. No es de recibo que una organización religiosa, sostenida con dinero público, casi absolutamente, quiera marcar las reglas morales de toda una sociedad éticamente plural, o, lo que es lo mismo, democrática. Es, simplemente, un acto de cara dura, de sinvergüenza, en el sentido moral de la palabra. Es decir, aquel que no siente vergüenza de las consecuencias de los actos. La iglesia debería callar. O, mejor, pedir perdón a toda la sociedad española por sus crímenes, no sólo del pasado de la inquisición, centro europeo del terror, sino de su connivencia con el franquismo, absolutamente demostrada por los historiadores. Su último gran crimen fue la participación activa en el genocidio franquista y su plan de exterminio. La iglesia no tiene vergüenza. Tenía que asumir que se debe autofinanciar y no chupar de la teta del estado y luego pretender, habiendo sido una organización absolutamente criminal, dar lecciones de moral. Esto es de juzgado de guardia. Y no se deberían permitir estos discursos que atentan contra la libertad de acción y de pensamiento de todos los españoles. Para empezar hay que cortarles el grifo del dinero a estos señores, en segundo lugar hay que desalojarlos de la escuela pública y en tercer lugar, hay que aclararles qué lugar ocupan, en pie de igualdad, con el resto de españoles y organizaciones no gubernamentales y religiosas. Y, por último, deberían pedir perdón por los crímenes del genocidio franquista de los que fueron, no sólo consentidores, sino personal muy activo y comprometido.
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