Es absolutamente necesario que el problema del cambio climático sea un problema, además de científico-técnico y político, estrictamente moral. Es un problema de responsabilidad de nuestros actos. De las consecuencias catastróficas que tienen nuestros actos basados en un modo de vida. Lo que hacemos hoy afecta al presente en otros lugares y al futuro. A las siguientes generaciones. De ahí, el principio de responsabilidad que proponía Hans Jonas. Si no se inicia un diálogo desde este principio, imperativo podríamos decir, ético no vamos a ninguna parte. Sólo le daremos vueltas al problema y no nos implicaremos. Sin embargo, como seres morales que somos este problema requiere de nuestra implicación porque afecta a los otros. Y nos construimos como personas, seres inevitablemente morales, en relación con los demás.
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