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Filosofía desde la trinchera

                                   20 de octubre de 2009

 

            Es increíble lo que hay que soportar en la prensa políticamente correcta. Ahora abundan los artículos de opinión de grandes catedráticos de economía de la universidad que piden y sugieren la idea del nuevo keynesianismo, la intervención del estado. Que hablan de los límites del crecimiento, del problema del agotamiento de los recursos fósiles. Desde luego, cuando esto se viene pensado desde hace más de cuarenta años y tenemos las bases teóricas para la acción. Ahora todos se rasgan las vestiduras y quieren poner límites al crecimiento. No son más que intelectuales orgánicos aprovechados; esto es, ideólogos del sistema. Hasta hace poco sólo existía un pensamiento único, políticamente correcto, cualquier heterodoxia era una disidencia y una locuta y declarado anatema. Hoy en día, todos se suben al carro de la sostenibilidad. Antes todos defendían como única viabilidad de la democracia el sistema neoliberal, desregulación absoluta, estado mínimo, el mercado corrige errores y produce justicia social. Una gran mentira donde las haya. Ahora resulta que ya no está tan claro para los ideólogos del poder. Pero me temo que estos ideólogos juegan a despistar, porque en definitiva, el sistema de producción que tenemos sigue siendo el mismo. No sabemos si hay un final de la crisis, pero si hay un repunte, seguirá el neoliberalismo. Las propuestas no han llegado a la radicalidad que se requiere. Mientras los intelectuales orgánicos cacarean, el poder económico sigue en sus trece.

 

            La viñeta de El roto de hoy es tremendamente esclarecedora. La realidad social y política es un caos. Interesa ese caos y que no se toque. Es decir, no se admite la racionalidad. Leí un libro hace muchísimos años que me impactó, La locura organizada, de Billy Brand. La conclusión es clara, el desorden, caos, del mundo está absolutamente organizado de forma racional. Responde a razones de interés. El hambre en e mundo, la pobreza, las guerras, la carrera armamentística, el problema ecológico, todo está racionalmente pensado. Pero esto implica que está en contra de la racionalidad ético política. La globalización, que es un fenómeno absolutamente inevitable debe estar regida por ésta última racionalidad.

 

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