26 de octubre de 2009
Se nos viene hablando últimamente desde las autoridades académicas de un plan de fomento de la lectura. Quieren estos señores agarrados a la poltrona y a la lucha por el poder políticos, que probablemente no han tocado un libro en su vida, fomentar en los centros de enseñanza la lectura. Me parece muy bien, pero cuando esta iniciativa viene del poder y, creo, que éste es, por lo que muestran, tremendamente inculto me parece poco menos que sospechoso. Desde luego que en mi centro educativo hay que agradecer la gran labor que un puñado de profesores han realizado con la biblioteca, la han ordenado, catalogado e informatizado. Esto supone muchísimas horas de trabajo y esfuerzo, desde aquí se lo agradezco. Antes la biblioteca estaba relegada al olvido, hoy es una realidad que puede ser perfectamente utilizada y con un gran fondo de libros. Pero no es sólo esto la idea del plan de fomento de la lectura.
Vamos por parte. Considero la lectura como una de las actividades más importante que pueda realizar el hombre. Ahora bien, lo que ocurre es que hay que matizar muchas cosas en el tema de la lectura. La lectura, no es meramente entretenimiento, aunque sólo el acto físico de leer sea un placer, sino que la lectura tiene que ir más allá. La lectura tiene que ir dirigida al conocimiento. Y este conocimiento es el conocimiento del mundo y de uno mismo. La lectura es diálogo, de ahí que la lectura sea pensamiento y autoconocimiento. La lectura pone en contacto a la humanidad entera, en el presente y en el pasado. La lectura es el instrumento que tenemos para acceder al mundo del conocimiento y de la belleza. La lectura, meramente como entretenimiento, creo que es dispersión, pan y circo, de lo que se trata es de tener entretenidos al personal. Curiosamente los libros que triunfan y que se venden más son todos estos que tienen como fin entretener a los ciudadanos y llenar su vacío interior. De ahí que proliferen las noveles de misterios, religiosas mezcladas con novelas negras, etc. Son pocos los títulos que encontramos en las librerías. Los libros se exponen como cajas de detergentes, es la cultura mediatizada por el mercado. Pues bien, muy lejos para mí está el tema del fomento de la lectura. Para empezar hay gente que lee, y no pueden concebir la vida sin la lectura –siempre dirigida a la búsqueda de la verdad y la contemplación de la belleza- y otros que no leen, de entre ellos la mayoría no lo harán nunca, por mucho fomento que haya, otros sí. Pero la lectura es una cuestión elitista, de unos pocos. No quiero decir con esto que sean los mejores, sino sólo unos pocos.
¿Por qué sospecho de un plan institucional de fomento de la lectura? Es muy sencillo. Después de muchos años de insistirles a mis alumnos de la necesidad y el bien moral e intelectual que puede hacerles la lectura, he claudicado. Mi mensaje ahora es que no lean, que leer es peligroso, pero, sobre todo, peligroso para el poder. También es peligroso para ellos porque pondrá en entredicho sus ideas y creencia. El conocimiento que la lectura genera, produce duda, y esto es pensar. De alguna manera esto también es peligroso. En la medida en la que uno empieza a leer entra en lo que he llamado la conversación de la humanidad, digamos que entonces ya ha mordido la manzana, ya no hay vuelta atrás. El mundo y nuestra vida ya siempre serán de otra manera. Nos habremos dado cuenta de nuestra ignorancia y de que vivimos en un mundo de apariencias, por eso las cosas no son lo que parecen, el mundo interpretado empieza a carecer de sentido. Llegamos al desencanto del mundo, o desacralización de lo real. Se instala para siempre en nosotros la duda y la indignación contra el poder que intenta imponernos un mundo a su medida. Por eso no puedo creer, de ninguna manera, en la bondad de ese fomento cuando viene de las instituciones ocupadas por el poder. La lectura está relacionada con la libertad, con la rebeldía, y esto es lo que menos le interesa a las distintas formas de poder. La cosa está muy clara desde el mito del génesis, se nos prohíbe comer del árbol del conocimiento. El conocimiento produce la heterodoxia, la disidencia, por eso siempre ha sido sospechoso para el poder, ha sido declarado anatema. Cuando cualquier forma de poder se hace autoritaria tiende a eliminar todas las formas de conocimiento que no coincidan con la ideología del poder. Por eso, insisto, déjenme que sospeche de la bondad de este plan institucional de fomento de la lectura, máxime cuando viene de la institución que se ha cargado la enseñanza. Esa medida queda muy bonita sobre el papel, pero no es más que propaganda, autobombo y engaño. Y luego tiene a todos los sociatas que hayan escrito cuatro líneas dando charlas por los centros educativos, eso también tiene tela,…¡qué mundo ha creado esta perpetuación del poder! ¡cuántos intereses!, en fin.
He leído últimamente una frase de M. Kundera que es tremenda y con la que coincido plenamente, dice lo siguiente, la lucha contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido. ¡Cuánto contenido encierra esta frase! ¡Y cuánto de lo que venimos diciendo en estos pensamientos está contenido en ella! La lectura como forma de conocimiento es una forma de recuperar la memoria, de hacerse autoconsciente y, por lo mismo, una forma de lucha contra el poder, el olvido y el engaño.
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