04 de noviembre de 2009
Leí hace unos días un artículo sobre el ascenso de la izquierda en Europa. Imagino que esto debe ser un efecto de la crisis, lo que sospecho es que es un efecto transitorio y, además, con los datos que se manejaban en verdad que es algo tímido. Nuestras democracias han ido cuajando en una democracia bipartidista con lo que ello conlleva de empobrecimiento de la pluralidad democrática. La cosa es compleja. Desde la propia estructura del poder es interesante que se llegue a un bipartidismo y, además, los mecanismos que se arbitran en las leyes electorales favorecen el mismo. El interés del poder en este sentido es el de eliminar en lo más posible la discusión de ideas para de esta forma tener controlado a la ciudadanía. Si las ideas se acercan todas a un mismo centro, se diluye la cuestión ideológica de fondo. En realidad no existen diferencias entre los partidos de la derecha y de la izquierda. Todos habitan un mismo centro con diferencias circunstanciales en lo meramente periférico o epidérmico. La cuestión sustancial de cómo hemos de ordenar la sociedad, cuál debe ser el sistema de producción y las relaciones entre los hombres y de estos con la naturaleza, no tienen lugar. Ambos partidos, la derecha y la izquierda con capacidad de gobernar, vienen a decir lo mismo. Y esto, como digo, es lo que al poder le interesa, la ausencia de un pensamiento crítico y alternativo. Esto produce, a su vez, un desencanto en los ciudadanos que llegan a decir que todos hacen lo mismo, estando bastante en lo cierto. Otro problema es de origen psicológico que es, a su vez, aprovechado por el poder. El hombre tiende a huir de los extremos, tiende a ser conformista, tiene miedo al cambio. Incluso prefiere mantenerse en una situación altamente peligrosa, como es el caso de la crisis actual, a cambiar. El hombre es temeros de lo desconocido, reacio a abrir nuevos caminos. De ahí que tienda, por todos los medios a una postura intermedia. Por eso es bienvenido este asunto de un aumento de la izquierda de verdad, la otra es el centro y además defiende el mismo modelo productivo. Pero sospecho que no irá muy lejos. No nos atrevemos a dar el paso. Siento que mi pesimismo y escepticismo me superan. El cambio a otro sistema de producción se hará por la fuerza, cuando hayamos sobrepasado en mucho los límites de producción del planeta. Esto implicará un nuevo colapso civilizatorio, como ocurrió en anteriores civilizaciones. Lo que sucede es que nuestra civilización es global. Pero siempre hay que estar abiertos a la esperanza. Quizás seamos capaces de crear cierta conciencia colectiva, lo que está ocurriendo en las negociaciones sobre el protocolo de Kyoto es interesante, África y la India se han plantado, han echado cara a los EEUU. y a Europa. Quieren que estén todas las cartas sobre la mesa. Y esto es importante, porque estamos hablando de un problema global, no hay subsistencia de la civilización si todos no colaboramos. Esperemos que los países ricos tomen conciencia de ello.
0 comentarios