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Filosofía desde la trinchera

            13 de noviembre de 2009

 

            La actitud de la iglesia es impresionante desde una perspectiva de las apariencias. Se diría que da palos de ciego, que es atemporal, que está fuera de onda. Pero no es así de ninguna de las maneras. Las reivindicaciones de la iglesia tiene una lógica interna sólida y un fundamento filosófico-teológico y político absolutamente coherentes, si bien, también equivocados. Lo que también es cierto es que la postura de la iglesia con respecto a diversos temas es irritante en su superficie, pero estas posturas no son más que la punta del iceberg del pensamiento que se cuece en la cabeza del teólogo Ratszinger. En verdad que es irritante la postura de la iglesia contra el aborto, contra los preservativos, ni siquiera se admiten estos como un mal menor, para evitar muertes por sida. La iglesia actual ha abandonado el camino de apertura del concilio Vaticano II que se planteó la apertura a la modernidad, el replanteamiento de las relaciones entre el trono y el altar, las relaciones con la ciencia, con los problemas de la sociedad civil. Parecía que el concilio abría una nueva era en la iglesia, que intentaba engancharse a la modernidad afrontando sus retos desde la ética cristiana, pero evitando los fundamentalismos. Pero las cosas desde Juan Pablo II han cambiado y con el Papa actual se han radicalizado. Como digo, la iglesia no da palos de ciego, es todo un plan que obedece a una vieja doctrina teológica y filosófica que el actual Papa quiere reactualizar aprovechando las debilidades del mundo contemporáneo en el que nos encontramos. Su enemigo fundamental es la modernidad y lo que esto significa ético-políticamente: la autonomía y la democracia. Si bien es cierto que su actitud nos parece indignante, y para una gran mayoría les resulta indiferentes por extemporáneas, lo que es cierto es que la iglesia sigue persiguiendo el poder y con la debilidad democrática en la que hemos caído, junto con el pensamiento posmoderno triunfante y el relativismo ramplón que lo justifica todo, son un caldo de cultivo peligroso para que cale la ideología oscurantista de la iglesia actual. No comento las ingerencias de la iglesia en el poder público, que me parecen bochornosas, como esto de querer excomulgar a los diputados católicos que voten a favor del aborto, es tremendo, qué amenaza, con qué facilidad te quieren privar del reino de los cielos, ¡con lo difícil que es, paradójicamente, intentar apostatar! Aquí todo son trabas. La iglesia se cree dueña y señora de la moral, no acepta la pluralidad, sólo la verdad absoluta, que no es más que la interpretación que ella tiene de la verdad. A la iglesia le ha preocupado siempre el sexto mandamiento, ha hecho caso omiso al más importante, el quinto. Ha justificado las guerras, ha elaborado la doctrina de la guerra justa, actualizada en el nuevo catecismo de la iglesia católica. Ha abanderado las cruzadas, el exterminio de los indios de América, el genocidio del franquismo: el dictador bajo palio. Y ahora, que los mantenemos económicamente, se atreven a amenazar. Esto es de un cinismo extremo que sólo se explica porque tienen veinte siglos detrás de corrupción. Pero, en fin, decía, que no iba a comentar estos casos que no son más que el resultado de la doctrina de fondo que es la que aquí nos interesa. Pero la indignación y el bochorno que uno siente ante este poder, todavía demasiado fáctico, y su cinismo, propio de un Herodes, me hace señalar ciertos excesos.

 

            Pero vamos con el fondo de la cuestión. Lo que la actual doctrina de la iglesia pretende es eliminar, como decía, la libertad (autos-nomia) y la democracia (pluralismo, diferentes verdades, dialogo). Es decir, lo que la doctrina oficial de la iglesia dirigida por Benedicto XVI pretende es la reconquista y la cruzada. La iglesia, aprovechando la actual coyuntura política: debilidad de la democracia, relativismo, corrupción, nacionalismos, desencantamiento generalizado, lo que pretende es enmascarar su doctrina oscurantista como una nueva fe e ideología salvadora de toda la humanidad. Quiere aprovechar el supuesto fracaso de la ilustración, la debilidad de la democracia y sustituir toda esta filosofía por un nuevo mensaje que cale en las conciencias de un ciudadano despistado, desorientado, desencantado, egoísta e individualista, dado al consumo y al placer efímero, un ciudadano profundamente descontento. Lo que la iglesia nos viene a proponer, refugiándose para ello en las críticas que se le pueden hacer a los grandes relatos de la humanidad desde la ilustración para acá, desde las filosofías posmodernas, es un pensamiento, ya arcaico, en el que se basó la reconquista y las cruzadas. Un pensamiento totalitario y oscurantista. La filosofía del actual Papa, no va desencaminada, es profundamente inteligente, lo que sucede es que sus intenciones son nefastas. Lo que persigue, en definitiva, es la universalización de la verdad de la iglesia católica, apostólica y romana como única forma de pensar que debe regir la ética y los derechos (sistema legal) de los estados. A esto se le llama teocracia, sin rodeos. Porque no tiene poder físico, si no, nos íbamos a enterar. En esa cruzada quiere ir acompañada de otras religiones, el enemigo a batir son las sociedades democráticas contemporáneas a las que se considera absolutamente corruptas. Como decía, la doctrina de la iglesia aprovecha los análisis que hacen una crítica a la democracia, al capitalismo que crea una mentalidad de consumo, individualista, antisolidario, que vive el placer efímero del momento, para proponer una solución totalitaria, aprovechando el vacío y el desencanto de las conciencias. La cosas es más grave de lo que parece, porque se adueña de discursos que no le pertenecen, los hace suyos para sacar después conclusiones que se enfrentan directamente contra la modernidad (libertad y democracia). Por eso la primera crítica que hacen es al laicismo y encima, el cinismo de la iglesia, lo consideran intolerante. Y nos hacen distinguir entre laicismo y laicidad. El laicismo es la separación absoluta entre la iglesia y el estado dentro de un estado democrático que debe respetar la pluralidad de ideas y creencias y el dialogo entre ellas. El laicismo no es intolerante, al contrario, es una base absolutamente necesaria para la democracia que pone a todo el mundo en pié de igualdad. Las ideas y creencias se peden discutir esta es la base de la democracia, el diálogo. No es posible que una creencia se establezca en norma universal. Aquí lo que se intenta restaurar de nuevo es el falso derecho natural: la ley natural que dios ha puesto en el corazón de los hombres. La única ley que tenemos en nuestro corazón, o, mejor, en el ADN del núcleo de nuestras células, son las de la evolución. Y desde esta perspectiva el hombre es un depredador, por tanto agresivo, pero también animal social: tribal. Y con estos mimbres biológicos hemos creado la sociedad que tenemos. Por eso la historia de la humanidad es una historia de guerras y de exterminios, incluidos los que se han hecho y se siguen haciendo en nombre de la religión. Pero también la historia es la lucha por la conquista de la dignidad humana que se asienta en la libertad humana y en la conquista de la democracia –que se apoya en el laicismo- como forma de preservar esta libertad. Recordemos que las guerras de religión que asolaron Europa no tuvieron fin hasta que no hubo una separación entre el trono y el altar: secularización, y en esto consistió la paz de Wesfalia. No tenemos que olvidar la historia, y estos cínicos con sotana son especialistas en la tergiversación, en la doble verdad y el doble lenguaje, en fin, en la hipocresía que toda forma de poder conlleva.

 

            El enemigo a batir es la democracia y la libertad, los productos más floridos de la ilustración. Muchos son los que consideran que el discurso ilustrado está agotado, por mi parte, considero que el discruso ilustrado no ha sido realizado, independientemente de errores, excesos y todo lo que queramos. Pero la alternativa a la libertad y la democracia, no es el totalitarismo teocrático. Desde luego que la democracia vive momentos bajos, corrupción, desengaño,…que el capitalismo es una ideología que corrompe las conciencias de los ciudadanos: consumismo, individualismo, para en última instancia domesticarlos. Que el relativismo radical: todo vale, es la justificación de que la opinión más válida es la del más fuerte. Toda esta crítica que incansablemente podemos hacer, no desde el posmodernismo, sino desde el racionalismo crítico, desde la creencia en las verdades y en los valores de la libertad y la justicia y en que la razón debe ser la guía son de los que se apropia la iglesia y los tergiversa, haciendo un auténtico malabarismo intelectual oscurantista, que si no es desenmascarado a tiempo puede ser peligroso. Puede ser la ideología que fomente una lucha de civilizaciones, primero contra el capitalismo, aliado al resto de religiones monoteístas en sí fanáticas e igualmente intolerantes, y, luego, contra estas otras religiones. Una auténtica cruzada, que, a mi manera de ver, es una huida hacia delante, teniendo en cuenta la situación terminal (religión terciaria: solo ritual, que diría Gustavo Bueno) en la que se encuentra la iglesia católica.

 

            No podemos permitir que la iglesia se apropie del discurso crítico, porque la iglesia no es crítica, es dogmática. El discurso crítico tiene a la base el hecho de que las democracias son formas de gobiernos perfectibles, de la misma manera que se acepta el principio de imperfectibilidad de toda forma de gobierno. Pero por ello no se renuncia a los valores que dan vida a la democracia: la libertad, la igualdad, la dignidad, la solidaridad, el respeto, el diálogo,…de lo que se trata es que de la crítica surja una profundización en la democracia, no una eliminación. Hay que tener cuidado y estar avisados. En más de una ocasión las críticas a la democracia, unidas al desencanto de los ciudadanos, han acabado en las peores formas de gobiernos totalitarios, genocidas y etnocidas. La historia del siglo XX, empezando por nuestro propio país, está plagada de ellos. (En el nº 197 de la revista Claves Paolo Flores D¨Arcais, azote de la religión y los dogmatismos de la falsa democracia, escribe un interesante artículo sobre estos temas.)

 

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