05 de enero de 2010
Vamos a ver. Hay dos ideas fundamentales que han salido en la discusión. La primera es la de la igualdad y la segunda la de la autoridad. Con respecto a la igualdad se viene a decir que es, más o menos, un mito. Que es el origen de los males de nuestra mal entendida democracia y de la educación. Estoy con ello de acuerdo. Lo que sucede es que hay que matizar mucho en este asunto. Pero aquí hay que ser breve para no cansar. Habría que escribir un artículo sobre igualdad y democracia. Precisamente sugiero la lectura de dos obras que tengo ahora entremanos que son “El odio a la democracia” de Jacques Rancière y “Ejemplaridad pública” de Javier Gomá. Estas lecturas sustituirían mi argumentación. No obstante pretendo escribir un artículo sobre estos libros en mi blog. La igualdad es una entelequia. Quiere esto decir, que no existe ninguna igualdad ontológica o natural. La igualdad es una idea adaptativa, de orden social y político, que permite un modo de vivir. Los que confunden la igualdad de oportunidades, invento técnico-jurídico y político, con la igualdad natural-ontológica están tergiversando interesadamente el concepto para obtener beneficios; y, en el caso de la educación, defender una ideología que enmascara una educación que sólo genera mediocracia, sino algo peor. En ese sentido la igualdad es un mito. Pero ya en el mismo comienza de la democracia en Grecia, y me refiero a la oración fúnebre de Pericles, se viene a decir, que la igualdad no puede ser el menoscabo de que el gobierno esté encarnados por los mejores. Es decir, que la misma democracia defiende una educación en la meritocracia. De ahí lo de las virtudes públicas y la ejemplaridad del ciudadano. La igualdad no puede eliminar las diferencias del mejor. La igualdad es de oportunidades para eliminar las diferencias de poderes, que, en definitiva, se reducen a las de la riqueza, enmascarada de lo que sea: aristocracia, timocracia… Así, coincido con aquellos que atacan a la igualdad, pero sólo en lo que se refiere al mito de la igualdad. La democracia, por muy deficitaria que sea y muy en desarrollo que pueda estar, lo que hace es darle la vuelta al poder. El poder reside en el pueblo, aquel que no tiene nada para erigirse con el poder. Ya sé que esto es iluso en tanto que teórico, pero quién ha dicho que la democracia sea algo dado. La gobernanza humana es siempre imperfecta, pero la democracia es el único gobierno perceptible.
En cuanto a la autoridad quiero hacer dos observaciones. La primera es que yo no tengo que defender al señor Mariana, él se podrá defender sólo. Tampoco voy a atacar a Gustavo Bueno. A los dos autores los he leído y he sacado lo mejor que he podido de ellos. Pero a ninguno se me ha ocurrido endiosarlo, con perdón, como hacen los “buenistas”. Coincido absolutamente en que la autoridad viene dada por la situación social. Pero la situación social se consigue. Un problema de hoy en día es el de la falta de reconocimiento de la autoridad: médicos, jueces, fuerzas de orden público, profesor…es cierto, y la educación tiene que garantizar el respeto a esta autoridad. Y el respeto es la obediencia al mérito adquirido partiendo todos desde el principio de igualdad. Pero para que se cumpla este cambio de percepción en la realidad, es necesario, como decía, un cambio de paradigma. Por eso no estamos en una situación sin salida, sólo que nuestro paradigma está agotado. No sabemos cómo se saldrá de él. Pero eso es otra historia. Considero que la educación tiene que basarse en la autoridad, y frente a la autoridad lo que tenemos es la obediencia y la disciplina. El niño tiene que hacer sus deberes, como se ha dicho, porque es su deber y punto. Todo lo demás son paños calientes y pérdida de autoridad. Lo que a mi me parece que ocurre es que la crítica que se hace a la autoridad desde la política es porque el político es un camaleón que quiere asemejarse a la sociedad para ganar votos; en definitiva, para mantener su poder. Esto, por un lado, por otro, la ideología pseudocientífica de los pedagogos se apoya en la eliminación de la autoridad y de la educación de la voluntad, porque no caben en su marco científico. Recuerdo que el primero que señaló en España que la educación iba errada porque se basaba en la educación a través de la motivación y no de la voluntad fue Marina, en su libro “En busca de la voluntad perdida”. Y auguraba, como así ha sido, un fracaso absoluto educativo, con emergencia incluso de la violencia, si no se recuperaba la educación de la voluntad, la cual es imposible sin la autoridad y la disciplina. El niño tiene que aprender a obedecer porque así aprenderá a obedecerse. Y ésta es la única manera de ser libres. Nos hacemos libres en la medida en la que somos capaces de obedecer leyes. Lo contrario es caer en el capricho y el vicio, que es lo que fomenta nuestro sistema educativo.
0 comentarios