01 de mayo de 2010
Día del trabajo. Los obreros, los trabajadores están de vacaciones. Más de cuatro millones de parados y tan tranquilos. La inconsciencia social es tremenda. Con estos mimbres es imposible una revolución, un cambio de sistema. Los individuos estamos perfectamente domesticados por el lujo y el hedonismo. Primero se nos dividió, después se nos cebó como a cerdos y así se nos extirpo la capacidad de pensar y, con ella, la de disentir. Una democracia que no defiende los derechos de los trabajadores, que se va de excursión el día del trabajo, un día en que los jóvenes se quedan hasta las tantas en el botellón, destrozando su cerebro y anulando la conciencia, es una democracia profundamente enferma. Es una puñetera pantomima. Estamos en manos del poder económico y del pensamiento único. A los disidentes sólo nos queda la capacidad de cabrearnos: indignarse; esto es, abogar por la dignidad humana.
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