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Filosofía desde la trinchera

Estoy de acuerdo, Arturo, y, a veces, el academicismo hay que dejarlo porque lo que hace es encubrir la rabia y la indignación. Tu frase me gusta y procede precisamente de la indignación. Esa postura es muy legítima y respetable, no es estrictamente la comodidad, sino el abandono, pero sin claudicar. Porque, quizás, desde otros ámbitos, por ejemplo el arte, se puede hacer felices y satisfacer a las personas y uno ser más creativo y no estar todo el día cabreado. Existen múltiples caminos particulares y personales para hacer nuestra vida y la de los demás más dignas y felices y cada uno elige en el que se siente más identificado. Esto es importante en la pluralidad de las democracias, si éstas existen. Pero, hagamos lo que hagamos, no debemos claudicar. Un retiro indignado para crear desde otro ámbito es buenísimo, ofrece optimismo y vitalidad, pero claudicar, nunca. Ayer decían de Saramago lo siguiente: dedicó sus últimos esfuerzos a "quien no baja la cabeza, quien ha oído los gritos del mundo y no se encoge de hombros". Muy interesante y, además, hizo arte, y del sublime. Y también decía sobre la democracia, refiriéndose a las últimas actuaciones de ésta, como el caso juez Garzón: "El gran problema de la democracia es que permite hacer cosas nada democráticas democráticamente". Disculpa mis parrafadas, pero los filósofos somos pedagogos impenitentes o impertinentes, como cada cuál lo quiera ver. Un abrazo, amigo Arturo.

 

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            Las ideas, cuando se materializan, llevan a la humanidad al cielo o a los infiernos. Hay que estar vigilantes.

 

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            Clarividente de nuevo Vicenç Navarro. Los nacionalismos de derecha en su guerra van a ocupar el espacio político de la lucha de clases, que es internacional. Si no recuperamos la conciencia de clase caeremos en las ideologías reaccionarias de la derecha que empiezan por las pseudoterías de la identidad y acaban en el fascismo, como hemos visto ya en el siglo XX. De todas formas, los políticos no son tontos, quieren mantener a la clase más débil, pero mayoritaria, adormecida. Y el nacionalismo es un mito, una religión, una ideología que seduce a la mayoría y da sentido al vacío y miseria de su existencia.

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