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Filosofía desde la trinchera

Le doy la razón a Joaquín Araújo y a ti. La destrucción del planeta camina infinitamente más rápido que la sensibilización medioambiental. Lo de esa sensibilización es, además, mentira, si no, cambiaríamos todos inmediatamente de forma de vida y no lo hacemos. De ahí tu pesimismo rotundo. Yo vario, simplemente, en que podemos cambiar, pero a la fuerza. La naturaleza humana es la adaptabilidad en sentido de plasticidad, nos podremos adaptar a lo que venga –siempre que sea posible vivir- lo que no puede ser es seguir viviendo de esta manera, excede los límites del planeta. La sensibilidad medioambiental de la ciudadanía es como el desarrollo sostenible en boca de los políticos, o sus políticas verdes, mera cascarilla. Cuando digo que ha habido un avance ético político no quiero decir que sea definitivo. Los progresos del hombre dependen de su voluntad y esfuerzo, no vienen determinados por leyes de la historia, ni por un destino y son contingentes, pueden desaparecer. Además, estos progresos no cambian la naturaleza humana. Y ésta es o consiste en que somos animales tribales y gregarios. Vivimos en pequeños grupos fuertemente jerarquizados (propio de los primates) que cooperan entre sí para su subsistencia, pero que luchan con otros clanes o tribus. Hoy en día, por muy globalizados que estemos, esto persiste. Y esta naturaleza es la que se muestra en las luchas por los recursos energéticos y alimenticios que ya están en marcha. Y es esta naturaleza la que alimenta la ideología del choque de civilizaciones. Todo este proceso empezó con el neolítico y es irreversible. Estamos muy lejos de una ética y una justicia universal, pero, por lo menos hoy en día se puede pensar en algo así. Lástima que pueda ser demasiado tarde. Una cosa está clara, no soy catastrofista, tenemos las predicciones científicas de nuestro lado. Los catastrofistas son los que piensan que aquí no pasa nada, que todo se podrá arreglar con más tecnología. Esos son los catastrofistas porque su utopía nos lleva al caos civilizatorio y al ecocidio. La trampa de los políticos y sus políticas verdes y de la sensibilización medioambiental es que nos da un barniz de optimismo que nubla la realidad, como le ocurría, según cuentas, al entrevistador. Estas políticas y esta “sensibilización” se convierten en ideologías y creencias que nos narcotizan y paralizan. Mientras tanto, el camino hacia la destrucción es inexorable. Tampoco soy catastrofista, aunque nuestros enemigos no se lo crean, porque lo que más me gustaría es estar equivocado…pero nadie me lo demuestra. Es más, ayer el presidente del banco de Europa seguía hablando de no sé qué medidas para reactivar una economía de crecimiento sostenible. ¡Pero si esto es imposible! El problema es precisamente el crecimiento, que no puede ser ilimitado. La única apuesta es la del decrecimiento sostenible. Y si no somos capaces de realizar ésta, la del decrecimiento forzoso…Gracias, Manolo por tus comentarios…

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