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Filosofía desde la trinchera

Excelente debate el que estáis manteniendo. A pesar de que la primera entrada es la mía, no tenía conocimiento de la polémica, porque fue Manolo el que puso mi comentario aquí, pero no presté atención y no lo consulté. Me enteré el viernes nueve de la polémica. Así que la he leído y, me reafirmo, me parece excelente. Miguel, tú y yo hemos discutido sobre este tema en más de una ocasión y volveremos a hacerlo. Estoy de acuerdo con bastantes de tus argumentos, pero, en lo esencial discrepo y estoy de acuerdo con Manolo que ha aportado un base científica sólida y una gran capacidad de argumentación filosófica; a pesar de la falacia que tu, Miguel, le achacas en el último comentario, que creo que no es cierto, simplemente estás confundiendo dos niveles.

La discusión se ha hecho muy compleja y tiene multitud de derivaciones. Mi intervención va a ser más básica, volviendo un poco a los principios. Creo, Miguel, que tu preocupación, como señalas en el último comentario, es que la visión del gen egoísta y del individuo, sumado a la selección por competencia genera una ideología de derechas reaccionaria que derivaría en la defensa del exterminio del otro, porque en definitiva, si el otro cae, es que es más débil. Así mismo, tiene una deriva económica, el neoliberalismo. Estoy absolutamente de acuerdo con esto y es necesario desenmascarar esa falsa visión de la teoría de la evolución que no es más que una ideología interesada del poder político y económico. Cierto, todo ello es cierto. Pero sólo hasta aquí te doy la razón. Creo que tienes dos visiones de la evolución, que son caricaturas de la teoría de la evolución, que es mucho más compleja. La interpretación de la competencia y la interpretación de la cooperación. Pues hay competencia y hay, cooperación, pero además hay muchas más cosas: deriva genética, equilibrio puntuado, neutralismo y una de las más actuales teorías de la evolución que deconstruyen a Darwin y no centran la evolución en la selección es la teoría modular de la evolución a nivel genético. Si tenemos en cuenta todo ello, resulta que ya no podemos echar mano de las interpretaciones maniqueas: competitividad-cooperación

, hay mucho más. Por tanto las interpretaciones ideológicas huelgan. Cuidado que las hay por ambas partes. Tanto interés ideológico tiene la teoría de la competencia en la que sobrevive el más fuerte, como la de la cooperación: la teoría del buen salvaje en la que la naturaleza y el hombre son un hogar tranquilo y exento de violencia y el hombre está en armonía con el hombre y con la naturaleza. Esto alimenta el comunitarismo que, a su vez elimina la libertad. Ambas concepciones son falsas e ideológicas, además de malinterpretar la evolución. De momento no quiero entrar en el análisis de diferentes teorías de la evolución, con lo que he dicho, creo que es suficiente para darse cuenta de que no hay consenso sobre el hecho de que la selección natural, más el azar, sean los únicos mecanismos. El sustrato filosófico de esta discusión lo encontramos en dos autores: Hobbes y Rousseau. El primero dice que el hombre es un lobo para el hombre, aquí el lobo sale mal parado, pero en fin. El segundo dice que el hombre es bueno por naturaleza. Ambas interpretaciones son erróneas, pero se acerca más a la verdad científica (etología) la de Hobbes. Pero, aquí, hay una cosa curiosa. La interpretación hobbesiana, acercándose más a la verdad, genera un tipo de política absolutista. Es decir, que legitima el poder absoluto. Hoy en día, a mi parecer, la política internacional sigue esta pauta hobbesia, por eso, mediante el miedo, los poderes intentan mantener un estado de guerra de todos contra todos. Por otro lado, si bien la concepción antropológica de Rousseau es errónea sus consecuencias políticas son interesantes. Lo que Roussea nos quiere decir es que, en el estado de naturaleza todos somos iguales, pero no ontológicamente, sino igualmente libres. Por tanto, volver al estado de naturaleza es volver a esa igualdad. Y esto es posible desde la república o la democracia participativa. De todo esto se desprende que lo que pensamos sobre el hombre es una concepción cultural. Por mi parte, estoy mas en consonancia con la interpretación kantiana: el hombre es un ser sociablemente insociable. Aquí el filósofo de Könisberg, sintetiza a Hobbes y Rousseau y de su visión se desprende una filosofía política más realista: la asociación cosmopolita de repúblicas libres (estados ilustrados, ciudadanos ilustrados) La política internacional actual tendría que recuperar a Kant, eliminando el trascendentalismo y sustituyéndolo por una ética naturalista y ecocéntrica que es la que yo mantengo.

Por otro lado, Miguel, te esfuerzas sobremanera en distinguir entre hombres y animales. Haces esa alusión a la intencionalidad que a mí no me sirve de nada como materialista emergentista que soy, a lo Bunge, no a lo Popper. Éste último caería en un dualismo que le haría imposible resolver el problema de la mente y el cerebro. Un materialista defiende que todo es materia, por muy compleja y rara que ésta sea, todo se reduce a ella: desde el choque entre dos bolas de billar, hasta una emoción, o una intención, como tú dices. La diferencia entre hombres y animales es meramente de grado desde el punto de vista ontológico. Ahora bien, la diferenta entre hombres y animales aceptada comúnmente es un producto cultural de la historia y, por lo demás, íntimamente relacionada con las religiones del libro: mito del génesis. Dios creo al hombre a su imagen y semejanza y como dueño y señor de la naturaleza. Ahí reside el problema. Otras culturas, como sabes, con otros mitos fundantes, no parten de aquí y están más de acuerdo con el pensamiento ecologista (ecocéntrico) no antropocéntrico como el tuyo, que hay que reivindicar. Tú dices que la diferencia entre animales y hombres reside en la intencionalidad humana. Te equivocas en dos cosas. Algo así como la intencionalidad se puede detectar en los grupos de chimpancés que son capaces de engañar para provocar celos. Estos son fenómenos perfectamente constatados por la etología. Es interesante al respecto la obra Del mono al filósofo. Otro error relacionado con esto es que tú sugieres que la teoría de juegos no se puede aplicar a los animales porque carecen de intencionalidad. Ya hemos visto que la diferencia es de grado. Pero el problema es aún mayor. La teoría de juegos es una teoría matemática aplicable a diferentes ámbitos. En principio una teoría del ser, que desde el dilema del prisionero se aplica al nivel del deber ser, no entiendo porqué no se puede aplicar al nivel del ser, que será el de los animales. Creo que separas la aplicación ética de la teoría de juegos de la propia teoría matemática en sí. Pero ahora voy a ir mucho más lejos. Hay que naturalizar al hombre si queremos desenmascarar los mitos que le dan sentido y las peligrosas ideologías que de ahí surgen. Cuando decimos que el hombre es un animal intencional y en esto se diferencia del resto de los animales, yo me pregunto. Desde cuándo es esto así, y quiénes de entre los hombres son los sujetos intencionales: las personas libres y autónomas. El concepto o idea de intencionalidad, de persona, de libertad…son conquistas históricas. En última instancia adaptaciones al medio que emergen de nuestro cerebro. Pero no quería ir por este camino, sino por otro. Los esclavos para los griegos no eran seres intencionales, y así los trataban, como meros instrumentos. Los indios no lo fueron para los españoles ni los ingleses, Bartolomé de las Casas, como tú bien has estudiado, lucha para que sean considerados personas. Es en la ilustración cuando se conquistan los derechos del hombre y del ciudadano. Pero, incluso aquí, son tremendamente eurocéntricos y machistas. Los derechos del hombre y del ciudadano sirven para nosotros, pero no para el negro, las mujeres, etc. Éstos debieron conquistar sus derechos a base de dolor y muerte. Así que lo de la intencionalidad no tiene nada que ver con la naturaleza humano es un constructo cultural como estrategia de supervivencia. Y, además, insisto, de supervivencia de los genes. Que es lo que realmente existe desde hace 3.500 millones de años. Lo demás es la retórica del gen. Y el gen es información. Tú no puedes distinguir, como erróneamente haces, entre el gen y lo que porta al gen. Lo que porta el gen se construye con la información del gen, y no hay nada nuevo. Y, curiosamente, esta información se puede matematizar, porque es, estrictamente matemática. En ese proceso evolutivo emergen cualidades nuevas, pero no sustancias nuevas. Lo único que hay es materia organizada desde lo muy simple a lo muy complejo. El cerebro, por otro lado, teoría modular del cerebro de Llinás, y Rubia, F. y A. Damassio, es un producto de la evolución accidental, lleno de remiendos y construcciones ad hoc que han permitido que el homo sapiens sobreviva. Y la característica más importante de este cerebro es que es una máquina de fabulación: el yo, la identidad, la libertad, etc son fabulaciones del cerebro. Igual que somos capaces de ver y oir,…porque anticipamos la realidad. La realidad objetiva es construida desde el objeto. La biología y la etología contemporánea han hecho empírico el trascendentalismo kantiano. Hay que desacralizar al hombre y eliminar el antropocentrismo y el antropomorfismo. Hay que volver al texto de Spinoza, corolario al libro primero, contra la teleología. La concepción teleológica del hombre es una idea inadecuada: un antropomorfismo que nubla el conocimiento de la naturaleza. En Spinoza nos encontramos las bases de un pensamiento ecológico y panteísta fuerte y absolutamente actual. Si nos disolvemos en la naturaleza, ecocentrismo, nos daremos cuenta de lo importante.

Otra cosa que creo que confundes, la evolución desde el individuo o desde la especie. No se trata de los individuos, sino de los genes. Una interpretación genética de la evolución elimina el falso dualismo individuo especie. Pero esto requiere un tratamiento más extenso y una fundamentación científica.

Y, por último, quiero mencionar la metáfora del gen egoísta, a la cual, se diría que le tienes alergia y creo que es un prejuicio debido a la deriva ideológica que puede tener y ha tenido. En la investigación y creación científica se utilizan metáforas. Éstas son ideas generales que sirven para acercarse y dirigir la investigación, pero no son descripciones de la naturaleza. Es más, las metáforas son antropomórficas. La naturaleza no puede ser ni egoísta ni altruista. Sólo el hombre, como construcción cultural. El egoísmo tiene una carga ideológica religiosa tremenda. Para enmendar estas falsas interpretaciones de esta metáfora que, a mi modo de ver, ha sido fructífera en ciencia, pero nefasta ideológicamente, la sociobiología y la psicología de la evolución han ideado otra metáfora más neutral “el altruismo recíproco”. Ésta tiene una carga ideológica menor y contempla al unísono la cooperación y la competencia. No deja de ser un reduccionismo, porque, como he dicho, hay más mecanismos que explican la evolución.

Iba a publicar este comentario y me tropiezo con el último de Manolo, ya no sé si publicarlo porque su claridad es apabullante y estoy absolutamente de acuerdo con él. Insisto, Miguel, confundes niveles. Confundes valores y hechos. Cuando los hechos no se corresponde con los tuyos son valores de la sociedad neoliberal. Creo que tu obsesión porque la teoría de la evolución no se interprete como un instrumento del neoliberalismo y el fascismo la compartimos todos por igual, pero no niegues la naturaleza humana ni caigas en mitos y en ideologías. Es cuestión de física y de bioquímica. Y si fuésemos lo suficientemente sinceros para aceptar este naturalismo nos ahorraríamos muchos errores (con millones de muertos a su espalda y no es demagogia) de una interpretación eurocéntrica y antropomórfica del ser humano.

Y, sin más, ha sido un placer leer estos comentarios y espero que, a pesar de irme un poco a lo que creo que son los fundamentos filosóficos de la polémica, estar a la altura de la misma. En fin, si hubiese conocido la polémica en sus orígenes habría hecho comentarios parciales, disculpad esta enmienda a la totalidad, en concreto, a la tesis de Miguel. Gracias.

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