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Filosofía desde la trinchera

Excelente comentario, Ruben. La filosofía, como actividad crítica, como saber de segundo orden, debe analizar la ciencia en su dimensión ética y prevenirnos de los dogmatismos que pueden llevarnos incluso a los totalitarismos. Esto es así porque la ciencia está implicada en la sociedad. Y por eso es necesario un conocimiento de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad. Cuando yo hablo de la necesidad del estudio de la ciencia en su dimensión histórica me refiero al periodo de formación, no en la actividad de investigación. Por otro lado, la filosofía, el pensamiento crítico, y eso lo olvidamos, porque participamos del cientificismo, tiene un aspecto positivo. La cuestión ética y política, forman parte de su ámbito. Y, aunque las ciencias, fundamentalmente a partir de la biología evolutiva, la etología, la psicología evolutiva, etc, aportan luz y conocimiento sobre la naturaleza humana, la reflexión en el ámbito ético y político, así como la propia acción, dependen de la filosofía. Nuestra cultura tecnocientífica nos hace olvidar los grandes logros de la filosofía, que, además, son condición de posibilidad del desarrollo tecnocientifico. Me refiero, por ejemplo, a la democracia, como forma de gobierno o a los derechos humanos como guía ética, política y judicial de la humanidad.

 

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            Excelente reflexión, David. Esto es algo, que como Antonio, me planteo continuamente. Tus reflexiones han dado una forma más clara a mis ideas. La dimensión histórica en la enseñanza está abandonada por conveniencia de la ideología del poder. El conocimiento del pasado nos lleva a la posibilidad de un pensamiento crítico y disidente. El Pasado es entendido casi como una justificación de nuestro presente paradisíaco. Si no conocemos el pasado, nuestras raíces, no podemos proyectar el futuro. Y, como sabemos, el objetivo fundamental de la educación es la adaptabilidad, no la capacidad de transformación de la realidad. Por eso, el pasado no interesa. O, interesa, mejor, de forma falseada. Si queremos individuos felices y adaptables, como señala Raus., es necesario que sean ignorantes de su pasado y que su mente, desde el conductismo y el constructivismo, sea concebida como una tabula rasa. Gran error y, sobre todo, gran engaño manipulador. Con ello, los teóricos de la educación, quieren convertir a ésta en un experimento de ingeniería social al mejor modo orwelliano.

 

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            La hipótesis de Gaia es tremendamente interesante. Ha sido atacada de acientífica, pero ello es un error. Porque lo que ha sucedido es que los que la atacaban tenían una concepción mecanicista de la ciencia y la realidad. La teoría de Lobelock no es acientífica, sino que supone un tipo de relación en la realidad que entra dentro de la teoría de sistemas. Desde esta teoría los fenómenos no se entienden de forma separada, como unidades autónomas que se vinculan por medio de la causalidad eficiente, sino como un conjunto de relaciones complejas, no direccionales, de las cuáles surge propiedades emergentes nuevas. Así podemos entender la teoría de Gaia, desde la concepción sistémica. Esto no es confundir la tierra con un ser vivo, con conciencia y demás. Sino considerarla como un sistema con propiedades emergentes. Y es en esta situación en la que podemos entender la relación entre el hombre y la naturaleza o el planeta. Somos parte del sistema y estamos en relación necesaria con él. Pero nuestra relación puede ser simbiótica o parasitaria. En el caso de la primera deberíamos asumir nuestra igualdad natural u ontológica con el resto de seres naturales y nuestra interdependencia con respecto a ellos. La relación parasitaria, que es a la que nos ha llevado nuestro desarrollo cultural desde el neolítico, sin posible vuelta atrás, tiene dos salidas. O la muerte del receptor o la del parásito. Lo que es seguro es que el hombre no puede con la ecosfera. Puede cambiar las relaciones del sistema, de lo cual saldrá perjudicado. Pero, la vida y la ecosfera continuarán. En definitiva, si seguimos así, al hombre habría que entenderlo como una infección para el sistema, pero no un cáncer. Una infección, en todo caso, fácilmente curable. Los tiempos geológicos son inmensos y el homo sapiens es insignificante dentro de ellos.

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