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Filosofía desde la trinchera

Compromiso con la verdad, disidencia y libertad.

 

En un reciente artículo de Fernando Savater en el País 20-8-2011, dedicado a la memoria de Semprúm y en el que se analiza la obra de Orwell y su actualidad, se hace una defensa de que el autor se caracteriza fundamentalmente por su compromiso por la verdad. Así reza, precisamente, el título del artículo. Coincido plenamente con esta característica, que además Savater recoge y hace suya. Y que, por lo demás, al menos a mi parecer, lector de la obra del filósofo español, es cierto. Lo importante y quizás lo que quede de un intelectual es su compromiso con la verdad, es decir, su afán de desenmascarar, de luchar contra los prejuicios. De disentir, aunque se quede sólo, de rectificar cuando se da cuenta de su propio error. La actividad intelectual es una actividad de crítica, de aviso sobre los excesos que pueda cometer el poder. Es una terapia, no una autoayuda que hoy en día la filosofía posmoderna ha generado. Una terapia que tiene que ver con la libertad. Porque comprometerse con la verdad es asumir las cargas de la libertad. Todo esto y mucho más lo recoge muy bien Savater con su bella prosa y elegante retórica. Pero hay dos puntos en los que no coincido.

 

            En primer lugar creo que Savater hace una división excesivamente simple de la acción política o del posicionamiento político. Los ortodoxos y los heterodoxos. Ataca a unos y a otros, como debe ser. Pero se trasluce, o al menos a mi me lo parece, que no comparte demasiado la heterodoxia. Me explico, alude al hecho de que muchos heterodoxos se enrocan, digámoslo así, en su propia heterodoxia. Digamos que lo toman como su deporte o actividad favorita, disentir por disentir. No comparto, para nada, ni la simplicidad de la división, ni la crítica a los heterodoxos. Porque sólo se alude a lo peor, a lo que podríamos llamar extremismo dogmático y fanático, que no radicalismo, porque todo pensamiento y actividad filosófica debe ser radical: ir a las raíces y a las consecuencias últimas. Ya lo dijo Ortega, la filosofía o es radicalidad o no es. La división no es tan simple decía, quizás los ortodoxos, el stablisment, sí sea más homogéneo. Todos ellos defienden la democracia liberal. La democracia que tenemos como un gran bien. Por su puesto que esto es preferible a una tiranía. Pero también es cierto que se ha ido produciendo progresivamente un déficit democrático. Ante ese déficit democrático caben dos opciones. Ignorarlo, considerar que no existe, que son sólo voces de exaltados y seguir pensado que vivimos en una democracia sana. Para mí esto, y sería la segunda opción, además de ser un pensamiento totalmente acomodado, que es lo mismo que decir que es una falta de pensamiento, es un error tremendo. La democracia es el mejor de los gobiernos porque frente a él sólo se pueden dar diferentes formas de totalitarismos. Y esto es así porque la democracia es un gobierno perfectible. Pero si no quedamos acomodados, si aceptamos el mundo que se nos ofrece, poco podremos cambiar ni transformar. La democracia exige de la crítica, del uso público de la razón para mejorarla, también de la obediencia. Pero, quizás, en algunos casos sea necesario la desobediencia civil, sobre todo cuando es el mismo poder político o económico el que atenta contra la democracia y la dignidad. Y esto ocurre. No podemos permanecer callados, hay que tomar conciencia y reaccionar. Y esto tiene que ver con lo que veníamos diciendo de la heterodoxia. En democracia, pensar de otra manera es disentir, pero desde un marco común que es la democracia, el logos. El ágora que es un lugar vacío donde habita el logos en el que todos participamos. El diálogo implica disidencia, tensión, desacuerdos. No es lo mismo que una conversación tranquila. Es confrontación, pero desde la razón. Por ello la democracia admite, acoge, es más, exige la disidencia. Sin disidencia, sin herejía, dentro del marco democrático, no hay democracia. El pensamiento único vigente hoy en día en el pensamiento ortodoxo no ve esto así. Porque considera que nuestras conquistas democráticas son lo último, el fin de la historia y de las ideología. Nada más lejos de la verdad. Esto es un tremendo déficit democrático que abre las puertas al totalitarismo en el que paulatinamente nos adentramos. Por eso hay que entender democracia como disidencia. El hombre libre es el que es capaz de pensar por sí mismo, el que va más allá de la opinión, porque las opiniones son equivalentes. El hombre libre debe trascender la doxa y encaminarse a la verdad. El fondo de la disidencia es el compromiso con la verdad. Porque la democracia es una búsqueda de la verdad en común. Y esto es así porque en democracia nadie tiene la verdad. Gran enseñanza ésta de los griegos. Hay que dudar, buscar, convencer, desenmascarar las creencias y las ideologías, razonar…por eso el cmpromiso con la verdad es el compromiso con la democracia y la ilustración.

 

            Hay un segundo punto en el que no coincido con Savater. La actualidad de Orwell. Efectivamente, la actualidad del novelista, periodista y ensayista es el compromiso con la verdad. Absolutamente de acuerdo, además creo que es un gran valor al que va unido el de la libertad. No hay búsqueda de la verdad sin libertad. Pero Savater dice que no está de acuerdo con los que dicen que Orwell es actual en el sentido de que sus análisis sirven para analizar la realidad actual. Considera que Orwell está dentro de un contexto y que sus novelas y ensayos tienen una finalidad que no es adecuada para el análisis de la actualidad que es plenamente diferente. En parte tiene razón, en el sentido de que no se puede descontextualizar a los autores. Pero, que me disculpe el señor Savater, yo sí considero que la obra de Orwell, como la de cualquier clásico, que para eso lo son, sí nos sirve para ofrecernos un poco de luz sobre la actualidad. Sólo me fijaré en sus dos novelas distópicas más famosas Rebelión en la granja y 1984, aunque también son muy interesantes las enseñanzas que su Homenaje a Cataluña nos dan sobre la condición humana y la actividad política, el optimismo y el pesimismo del autor en el que se mueve toda la obra, su entusiasmo y su desengaño, en fin, un montón de ideas universales, como la condición humana, que es definitiva de lo que habla Orwell.

 

            Las dos utopías negativas de Orwell sirven para analizar la actualidad y tienen gran vigencia. Para empezar estas dos obras son una crítica a todo pensamiento utópico que se transforma en pensamiento totalitario de carácter religioso político y redentor. La crítica a las utopías es tan necesaria hoy en día como lo fue en su tiempo. Toda utopía es un secuestro del pensamiento y de la libertad. Es un engaño en el que el hombre fácilmente cae. Y no estamos hoy en día libres de las utopías. El pensamiento neoliberal, junto al pensamiento único y la idea de progreso tecnocientífico construyen hoy en día la mayor de las utopías. Una utopía que avanza triunfante como el Ángel de la historia de Poul Klee, con los cadáveres de la historia y el progreso en las cunetas de la historia. Pero es que, además, frente a estas utopías surgen otras, nacionalismos, fundamentalismos religiosos, políticas identitarias, neofascismos que son tremendamente peligrosos y amenazan a la democracia. Estas distopías de Orwell nos ponen sobre aviso de todo esto, de ahí su tremenda actualidad. Y, por último, los conceptos fundamentales que aparecen en 1984 son de una actualidad indiscutible. El doble pensar, la neolengua, la transformación del pasado para manejar el futuro. El concepto de verdad histórica basado en la construcción arbitraria del poder. Todo ello lo vemos en nuestras “democracias”. Paree como si Orwell estuviese describiendo nuestro mundo y el fundamento de la construcción de la ideología hegemónica. Y porque ello es actual nuestras democracias padecen un déficit que es necesario denunciar y enmendar desde la disidencia y el compromiso con la verdad.

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