Ayer se jubilaron dos compañeros y amigos míos con sesenta años. Jubilación adelantada. Dos excelentes profesores, dos profesores con vocación de tal a pesar de la que nos viene cayendo de unos cuantos años a esta parte. Es lamentable ver cómo buenos profesores en su plenitud intelectual, llenos de sabiduría practica que dan los años, buenos conocedores de su materia que han realizados grandes proyectos en la educación, más allá del ámbito de lo exigible al mero funcionario, tengan que tomar la decisión de jubilarse. Dos profesores que aún podrían dar mucho en la educación y que, quizás, el sistema educativo pierda lo mejor que puedan dar. Y todo ello, por qué. Pues no es por pereza de estos, porque lo que quisieran es enseñar. Pero es que ése es el problema, lo que menos se hace ya hoy en día en un centro educativo es enseñar. La educación secundaria se ha reducido a una educación que los padres no dan en casa, eso en primer lugar, una burocracia vacía que es lo que realmente importa a la administración y aguantar a unos alumnos indisciplinados y caprichosos y, ahora, excesivamente numerosos, además del aumento de las horas del profesor, por efecto de la perversa ley que padecemos desde hace veinte años. El profesor ya no enseña, soporta estoicamente las tonterías que se le ocurren en los despachos a los administradores de este engendro y a sus teóricos y que luego recaen en él en forma de burocracia. Soporta la falta de respeto continuada del alumno al profesor, eso que eufemísticamente llaman los pedagogos violencia de baja intensidad que es un insulto a la dignidad humana. La falta de respeto es la consideración de que tú no eres persona, sino cosa. Soporta estoicamente una escala de valores en la que lo que menos importa es el conocimiento y lo que más importa es el éxito fácil y los modelos de este éxito son los jugadores de futbol y demás ralea de famosos con los que se distrae a la ciudadanía de lo importante. Y soporta no enseñar porque resulta que lo que ahora tiene que hacer es enseñar a aprender. Cuándo se darán cuenta estos pseudocientíficos de sus autoengaños, de su retórica hueca y de su daño perverso a la sociedad. Pero sin ellos saberlo es la ideología que el poder utiliza para manejarnos a todos. Al poder económico no le interesa el conocimiento. El conocimiento es el camino de la libertad y, por ello, de la crítica. Al poder le interesa la sumisión. Y, hoy en día, el camino de la sumisión, en una sociedad hipercapitalista, es la empleabilidad. Y ésta, no el saber de nada, ni de ciencias ni de letras, es el objetivo del poder económico. Es el fascismo económico que ha entrado a saco en la educación a través de la ideología posmoderna de los psicopedagogos que han sido su instrumentos, pero ellos se han considerado muy listos. Mientras tanto los profesores nos hemos mantenido en el silencio. Silencio que, como siempre, es cómplice. Nos hemos vendido por un plato de lentejas y ahora nos encontramos con lo que tenemos: el malestar en la educación. Queridos amigos y compañeros, que os vaya muy bien. Los resistentes desde nuestra trinchera seguiremos dando la batalla.
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