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Filosofía desde la trinchera

Gracias a ti. Y lo mismo pienso yo sobre el pensamiento alternativo o contrapensamiento, o como suelo definirlo a mis alumnos. Pensar es siempre pensar a la contra. O como digo de la democracia. La democracia es disidencia, la posibilidad de la disidencia. Por eso, como dices, nuestro modo de pensar tiene en su esencia la comunicación. Yo diría que cuando uno escribe o explica tiene necesidad de comunicar, no sé si verdades, pero sí desmantelar y desenmascarar mitos, que no es poco. Por eso, si no llegamos a un cierto público pues hemos fracasado, evidentemente. Y en la historia siempre ha ocurrido así, por eso la historia narrada oficialmente, ésa contra la que tú arremetes, es la de los vencedores. Pero tiene sus grietas y gente como tú las descubre y nos las muestra. Y en la situación que estamos viviendo, de un final de época, una distopía, la neoliberal, pues puede ser que, simplemente desaparezcamos, no del todo, lógicamente. Nos adentramos en una oscura Edad Media en el sentido más peyorativo de ésta: ausencia de pensamiento, superstición, poder del más fuerte, rico, noble y clero, sumisión y esclavitud, arbitrariedad y cosificación del ser humano. Esta distopía neoliberal, basada, como toda utopía, en el mito del progreso, ya tiene sus millones de muertos a sus espaldas. Ya tiene su “Ángel de la historia” espantado al observar tanta barbarie.

Y, por eso éste es el fin de las humanidades. Éstas no caben dentro del valor de cambio, que es el único valor que reconoce el mercantilismo. Por eso se desmantela la cultura, la ciencia básica y las llamadas humanidades. Con el pretexto de la crisis son consideradas como algo superfluo, cuando el fin que persiguen en realidad al eliminarlas es precisamente el embrutecimiento, la empleabilidad, el aumento del mercado, seguir empecinados en la economía del crecimiento, cuando esto es una auténtica contradicción. En la lucha que he mantenido por escrito por conservar la filosofía en los planes de estudio, me he dado cuenta de que toda la argumentación que se daba, tanto yo, como muchos otros, lo que hacían es darle al poder las razones para eliminar semejante saber. Por eso me desmarqué y propuse que el modo de lucha era la desobediencia civil, como habría que hacer en todo lo demás si queremos refundar la democracia y volver a los ideales ilustrados, que no a la pervertida razón ilustrada de la que el neoliberalismo es una consecuencia. Pero ni los profesores, en nuestro caso, ni la ciudadanía, están por la labor. Ha desaparecido un sujeto histórico. O lo han disuelto, porque el sujeto histórico es el proletario. Pero, ¿quién se considera hoy un proletario? ¡Qué bien lo han hecho! Pesimismo o escepticismo esperanzado. Aceptación de la realidad miserable que vivimos y nuestra connivencia con ella, mal consentido. Y la esperanza de que de alguna manera podamos cambiarlo. Por eso hay que seguir escribiendo y hablando. Como Diógenes “Un Sócrates enloquecido”. Que al menos podamos decir que hicimos lo que podíamos y lo que sabíamos.

Saludos,

Juan Pedro.

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