Una vez que hicimos la crítica a la psicología positiva lanzo aquí un esbozo de lo que sería una propuesta constructiva en la que se unen ética, política y derecho.
Lo que defienden los epicúreos, los padres del hedonismo o de la teoría según la cual no hay vida feliz sin placer. Ése es el modelo del sabio o del hombre feliz. Riechmann también y yo mismo lo considero así. Pero el placer es el de los bienes naturales y necesarios para la propia vida. Y, aun así, de forma mesurada, prudente. Por eso la prudencia, la sophrone es la mayor de las virtudes: la sabiduría. Y es cierto también que pasado un límite de riqueza, no aumenta el placer, ni la felicidad, sino la frustración y la ambición.
Unir el decrecimiento con la ética epicúrea es algo necesario. Pero no es suficiente. Esto lo he discutido con Riechmann. La sabiduría no se le puede exigir a todo el mundo. Ya sabemos que ésta se encuentra en la mesura de los placeres naturales y necesarios y en el placer que proporciona la inteligencia: la ciencia, el arte, la contemplación. Pero no todo el mundo puede alcanzar esto por sí mismo. Por eso lo que le falta, y es lo que yo discutía, es un programa político que dé lugar a una legislación que nos obligue a la austeridad. Y eso sería la política del decrecimiento enmarcado dentro del ecosocialismo. Por tanto, una política y una ética ecológica recogida legalmente. Y, de esa manera, pasaríamos del paradigma del antropocentrismo al del ecocentrismo. A su vez, la ética ecológica estaría basada en el principio de responsabilidad de Hans Jonas. No sólo somos responsables (ética y jurícamente) de nuestros actos del presente y el pasado, sino también de aquellos que repercuten en el futuro del hombre, en las generaciones futuras o en el otro que está distante. Y, claro, como decía, esta ética necesita de una nueva legislación. Por eso el individuo por sí sólo no puede cambiar el mundo, hace falta la política. En el ecosocialismo, pues, se unen ética, política y derecho. Creo que es la única alternativa viable para la humanidad y al modelo de producción capitalista. Porque decrecer vamos a decrecer, o, a la fuerza, como ahora, pero todavía más a lo bruto, o programado políticamente y de forma progresiva.
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