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Filosofía desde la trinchera

Da pavor asomarse a los monstruos que escondemos. Estos monstruos son los que explican nuestra historia criminal. Y son universales porque pertenecen a la condición humana. La diferencia entre los hombres y lo que puede dar lugar a un mundo mejor es ser conscientes o no de esos monstruos y tratar de dominarlos. Hasta ahora, desde el neolítico para acá, no lo hemos conseguido. La historia está sembrada de cadáveres de los que fueron los perdedores y la hicieron siempre un grupo reducido de ganadores, mientras que el resto trabajaba, de sol a sol, para alimentar a esta élite aristocrática, militar y religiosa… Y, a veces, esa gran mayoría era reclutada para la guerra, para extender los límites del imperio de los fuertes, o para defenderse de otro imperio que los amenazaba y si vencía los eliminaba a todos. Ésa historia no está escrita, sólo puede nombrarse, porque es la historia de la inmensa mayoría de la humanidad. En este preciso momento nos encontramos en una encrucijada histórica pero con características globales. Si tomamos las riendas aún podremos salir airosos, de lo contrario seremos arrastrados por el viento de la historia: el mito del progreso, la inercia tecnológica, el reduccionismo mercantilista…

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