La muerte es tema fundamental de la filosofía. Dos de los mayores sabios dicen cosas aparentemente contrapuestas, pero iguales en el fondo. “Filosofar es prepararse para la muerte.” Platón y Spinoza nos dice “En nada piensa el sabio menos que en la muerte”. Pero Camus nos advierte en “El mito de Sísifo” lo siguiente “La única cuestión relevante en la filosofía es la del suicidio”
Copio este texto del final de la obra de Toni Montesinos. “Melancolía y suicidios literarios” en la que se hace una profunda investigación de suicidas ilustres de la historia y se indaga sobre sus causas. Que las hay de todo tipo.
“Suicidio como juego (Green), como obsesión (Pessoa), como consuelo reflexivo para seguir viviendo (Cioran), como fin de la locura (Wloof), como final de la desgracia (Quiroga), como término de una dolencia continua (Ramos Sucre), como huida desesperada (Benjamin), como reivindicación política (MIshima)…la nómina de ejemplos que nos ofrece el siglos XX resulta de lo más abierta para comprender de lleno uno de los Epigramas que Jorge Guillén incluyó en “Y otros poemas” (1963) << ¿No nos importa la existencia?// El suicida, gran impaciente/ Con un gran celo innecesario/ Da a su fin valor de simiente// ¡Qué importancia cobra la vida!>>
En efecto, con la muerte o su simple pensamiento, la existencia se magnifica, incluso de forma banal y por parte de los más acostumbrados a enfrentarse a ella a diario. El suicidio permite la elucubración de la trascendencia, o vulgaridad, al modo de Cela, de morir; aporta la posibilidad de proyectar el gesto mortal hacia el resto de la naturaleza y sus seres en el tiempo y el espacio. Así lo expresa, de manera majestuosa, el sujeto poético de “El suicida” de Jorge Luis Borges (en La rosa profunda, 1975)<…/Moriré y conmigo la suma/ Del intolerable universo. (…) Estoy mirando el último poniente./ Oigo el último pájaro./ Lego la nada a nadie/>”
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Pero es que precisamente el pensamiento sobre la muerte es el que te da la dimensión de la vida. Prepararse para la muerte es el aprender a vivir. El caso paradigmático es Sócrates.
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