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Filosofía desde la trinchera

El tábano.

Madre mía el diálogo que se ha montado en tu muro a cuenta del artículo. La verdad es que estamos fatal, pero miedo me dan esa pandillas de utópicos que desconocen lo más básico de la evolución y la etología animal y humana, además de la historia. Y no sé, seguro que son profesionales, pero eso no garantiza nada, viven bajo un paradigma. Por ejemplo todos los antropólogos, psicólogos, sociólogos, viven bajo el paradigma del relativismo cultural que, al final se ha desplazado hacia el buenismo, encima mal interpretado de Rouseau, porque él no decía eso de ningún modo. Sus utopías son igual de peligrosas que la que vivimos hoy en día del capitalismo salvaje ultracompetitivo y la redención de la tecnociencia.

Me llevaba yo a uno de estos a un clan del paleolítico donde se ofrecían las doncellas a la diosa Gea para obtener los bienes de la tierra. Y en épocas de hambruna se comían a los más desvalidos. Y a los niños se les reñía y se les prohibía. De dónde han surgido entonces los tabúes, los miedos (inscritos genéticamente) los mitos y la religión, entre otras cosas. Vamos hombre es que es de risa. Parecen cuatro hippies de los años sesenta y sus típicas comunas, que al final acabaron en forma jerárquica, que para eso somos primates, joder. Miremos a los primates y a los lobos, por ejemplo y aprenderemos un montón sobre crianza y educación. ¿O no hemos visto nunca a un gorila reprender a su cría, igual que la ama, o a un lobo, o un perro doméstico, de la misma manera? Pues tenemos su misma conducta jerárquica, social y cazadora.

Claro que hay que acabar con la escuela, y con el curriculum único y con la enseñanza obligatoria, y con la unificación en el aprendizaje respetando los ritmos de maduración cerebral, que son universales, pero diversos. Pero nunca con el esfuerzo y la disciplina. Nada en el mundo de la cultura existiría sin la persistencia y el esfuerzo. Todos los genios de la historia lo han dicho alguna vez. Mozart en una carta se quejaba a su padre de que la gente pensaba que la música le fluía sola del cerebro y él decía que era el hombre que más tiempo le dedicaba a estudiar música al cabo del día, lo cual es cierto, como lo es de otro genio entre los genios, Einstein. El talento está en el culo. Decía, yo creo que queda claro. Y así todos. Que sientan pasión, que amen su disciplina, pues claro, sino no se dedicaban a ello.

Y hay un error en el artículo se confunde la enseñanza con la educación. Y se confunde la enseñanza, sólo con la primaria, no con la enseñanza media o la universidad. Pero es que no merece la pena. Si los de ahora son malos los que vengan serán peores. Porque en el fondo la educación es un sistema de control. No se dan cuenta estos utópicos que lo que quieren formar, con buenas intenciones, claro, son idiotas maleables.

Bueno pues la verdad es que el artículo se funda en el buenismo rousseauniano que es falso y difícilmente adaptable a la sociedad actual. Estoy de acuerdo con lo de los diferentes ritmos de aprendizaje y la diversidad y las falsas enfermedades que en realidad encubren diferentes tipos de inteligencia. Y, sobre todo, estoy de acuerdo con la eliminación de la obligatoriedad y la imposición de un modelo educativo único que tiene más que ver con la ideología que con la ciencia. De todas formas también comete cierta contradicción cuando dice que la ciencia no nos puede decir nada, pero al final echa mano de la neurofisiología para corroborar sus tesis. De todas formas la educación es una mezcla de arte, conocimientos del profesor, actitudes y aptitudes del alumno y ciencia educativa basada, cada vez más, en el estudio de cómo aprende el cerebro. Pero, sobre todo, la educación debe ser libre, no obligatoria. Ésta, lo único que encubre bajo la igualdad de oportunidades, es un sistema de poder que daña a todo el mundo, tanto al que triunfa en el sistema, porque se adapta, como al que fracasa, generalmente, no por deficiencia, sino porque no se ha adaptado y se ha revelado. El grupo malo del que yo te hablo no es, de ninguna manera, un grupo de torpes, son tipos inteligentes. Pero se niegan absolutamente a hacer nada. El sistema los ha rebelado contra la sociedad y, al final contra ellos mismos que son infelices e inadaptados y se vuelven, incluso, hasta violentos. Son dignos de compasión, más que de castigo. Pero el profesor está dentro de la trampa y tiene que utilizar el castigo, que no es efectivo, sólo pasajeramente, además de humillante y va contra la dignidad humana, si no quiere acabar en un psiquiátrico o alcoholizado. Es curios que la ansiedad y la depresión, junto con el alcoholismo sean de las enfermedades más comunes en la enseñanza. Funcionan como válvula de escape a la frustración. O el cinismo, que es muy normal. En fin, lo primero eliminar la obligatoriedad y el curriculum único y, a la par, garantizar la posibilidad de la enseñanza para todos. Se aprende por curiosidad, pero esa luz interna, el amor al saber, no lo tiene todo el mundo. Por eso la educación ha de ser tremendamente diversificada. Yo ya es que de la educación no sé qué decir. Estoy totalmente desencantado y soy un defensor de la libertad. En el fondo, el estado benefactor, que pretende garantizar nuestro bienestar, lo que hace es meterse en nuestras vidas y eliminar nuestra libertad a base de leyes que regulan todos los ámbitos de nuestra vida: desde qué comida tenemos que hacer, si podemos o no fumar, hasta el contenido de historia que debemos aprender y cómo lo debemos aprender. Estoy volviendo a mis orígenes anarcofilosóficos igual que en el ámbito del conocimiento lo estoy haciendo al nivel de la sabiduría, que abarca los sentimientos y la inteligencia y no se reduce meramente al conocimiento. La sabiduría te hace, el conocimiento es algo añadido: información ordenada.

En defensa del ateísmo, la tolerancia y la libertad. Todas las religiones, y me refiero a las religiones del libro, llevan en sí el germen de la intolerancia. Son excluyentes y su primer principio. Al introducir la existencia de un solo dios verdadero excluye al otro. Su principio es la intolerancia y el dogmatismo. Ahora bien, si estas religiones están unidas al poder, entonces su dogmatismo se transforma en fanatismo y éste en violencia, que puede llegar incluso a ser genocida, como la historia nos demuestra. Mientras que el ateísmo es una garantía de la libertad y pluralidad de creencias porque va aliado con un estado laico. El laicismo no es intolerancia hacia la religión, como se nos hace ver desde las mentiras de la iglesia, que tiene mucho que callar y oculta demasiados cadáveres debajo de sus mullidas alfombras, todo lo contrario, fomenta el respeto y la fraternidad, la gran olvidada de la Ilustración. Y ésta es la que se empeña en recuperar el ateo y la podemos recoger en la máxima estoica de Terencio: “Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno”. Mientras que ésta máxima es incluyente, las religiones monoteístas son excluyentes per se.

Los intelectuales y artistas deben estar comprometidos éticamente, es su deber, aunque puedan equivocarse, con la sociedad. Deben ser valientes. Tanto ellos, como su obra, debe ser ejemplar si queremos defender unos valores. No son tiempos de esteticismo estos momentos. Cuando hablo de intelectuales quedan fuera el conjunto de tertulianos que insulta a la inteligencia, además de ridiculizar ideas y menospreciar a ciudadanos sin pruebas y mal acostumbrando a la ciudadanía a que todo se puede decir y al relativismo de las opiniones. Estos han convertido el conocimiento en un circo. Es, simplemente, intolerable.

Desde luego para la ecosfera somos como un virus o una bacteria. La está destruyendo en gran parte, pero, el caso, es que no acabará con ella. Ni siquiera una guerra nuclear total acabaría con la vida en la tierra. Multitud de seres vivos como bacterias, virus e, incluso, muchas especies de insectos y plantas, sobrevivirían. La vida estaría garantizada, pero la civilización humana puede ser que tenga los días contados. Hay una teoría sobre el nivel de desarrollo tecnológico y la alta probabilidad del fin de una civilización. La solución ética ya estaba lista desde la época axial: Sócrates, Lao Tse, Confucio, los estoicos, Jesús de Nazaret, Buda. Y se modernizó con la Ilustración. Pero, como el sabio Rousseau dijo, el progreso tecnocientífico no conlleva un progreso ético y político. Si levantara la cabeza vería con claridad que hemos entrado, de la mano de la perversión de la razón ilustrada, en la tecnobarbarie, dejando a un lado lo ético y lo político.

El problema de los viejos es que no han cultivado su vida, por lo general. Y quedan aparcados en la soledad. Y ésta impide los vínculos con el mundo y con su propia identidad. La música es una de las constantes universales que les ha hecho vivir y sentir en su vida. Volver a escucharla de viejos es una unión con tu propia identidad. Un recuerdo de tu vida, recuperar tu memoria, los momentos felices y los tristes, pero que son tuyos. Evidentemente que es una terapia. Si en nuestra vida adulta nos preparamos para la vejez y la muerte, que no es más que prepararse para vivir, cultivaremos todo aquello que en la vejez podamos rememorar. De tal forma que tengamos recurso para mantener nuestra identidad y la alegría de vivir, simplemente por volver a escuchar una canción, o leer un poema, o ver una puesta de sol, recordar una teoría científica y su recorrido histórico…Los placeres de la inteligencia son los más duraderos. El cultivo de la inteligencia y de los sentimientos, la compasión, son los que nos hacen humanos, dignos y felices.

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Antes de comenzar el día y ver las falsas portadas de los periódicos, las apariencias con las que el poder nos engaña. Antes de leer los artículos de opinión de los pseudointelectuales que adoctrinan al pueblo por un plato de lentejas. Antes de ver a tanto corrupto encorbatado, antes de ver las guerras evitables en las que sólo mueren civiles. Antes de ver los falsos apretones de manos de los mandatarios del mundo, antes de ver que la banca nunca pierde, que la clase media desaparece y se disuelve en precariado, que la desigualdad aumenta, que el planeta se calienta sin remedio  porque los poderosos no quieren y nos engañan con el reciclaje haciéndonos responsables a nosotros de su ineficencia y egoísmo, pues ante todo eso quiero hacer un canto a la vida.

La vida es belleza y paz. La muerte es la fealdad y el desorden. La vida está en la sonrisa de un niño, en el olor de una flor, en un anochecer en las llanuras extremeñas, en el brillo de las estrellas en la noche, en la lectura y el diálogo con los hombres sabios que en el mundo han sido y son, en una canción, una melodía, en el sentimiento de compasión por el dolor que sinsentido sufre la humanidad, en el acto de bondad de alguien para evitar ese dolor, en la lucha por la dignidad humana, por su libertad y por su igualdad, en la indignación del que esto persigue. En los grandes hombres que han aportado algo en esta lucha para que el hombre salga de la ignorancia y la maldad.

                Conócete a ti mismo, filosofía y felicidad.

Una serie de acontecimientos, azarosos unos, entrelazados causalmente otros, me han hecho volver sobre mis propios inicios filosóficos hace más de tres décadas, sobre el budismo y la meditación y su práctica. La práctica de la meditación, además de una clara mejoría en mi estado de ánimo y mi estado físico, me ha llevado a replantearme mi filosofía, en tanto que visión del mundo y del hombre. Hay que tener en cuenta que yo no tengo una filosofía sistemática, sino una serie de principios filosóficos a partir de los cuales analizo la realidad humana y natural. Es una forma abierta de hacer filosofía que introduce la posibilidad de toda la pluralidad de filosofías, éticas, visiones del mundo, religiones… es un escepticismo en el sentido griego: una búsqueda. Y desde mi situación vital, una búsqueda esperanzada. Si perdemos la esperanza la vida deja de tener sentido es, como diría Cioran, el no suicidio. Por eso lo que caracteriza al suicida es la desesperanza, aunque haya muchas maneras distintas, e, incluso, opuestas, de llegar a ella.

Este replanteamiento de mi actividad filosófica requeriría una larga explicación, que ni siquiera aún tengo, porque no sé cómo seguirá el proceso. Pero sobre algunos pilares fundamentales ya he reflexionado y los he reintegrado en mi filosofía o en mis principios filosóficos y en mi vida. Porque una cosa olvidada y que hay que recuperar es que filosofía y vida son lo mismo. En mi caso así ha sido, pero he olvidado una dimensión que he redescubierto ahora y que creo que es de suma importancia.

El filósofo del que he partido y que ha sido mi guía y maestro es Sócrates. Bien, pues Sócrates se basaba en dos principios para elaborar su filosofía: conócete a ti mismo y sólo sé que no sé nada. Sócrates considera que el objetivo en la vida es alcanzar la virtud y que no existe una vida dichosa o feliz sin la virtud. Pero si uno no conoce la virtud no es virtuoso. Y es necesario el conocimiento de la virtud para su práctica y es esa práctica de la virtud la que nos hará buenos y felices ciudadanos. Pues bien, para llegar a esta situación de felicidad, que viene caracterizada por la paz, la serenidad y la virtud, Sócrates sigue el camino del conócete a ti mismo. Pero si nos conocemos a nosotros mismos llegamos a la conclusión de que no sabemos nada. De ahí su famosa sentencia de sólo sé que no sé nada. Debo advertir previamente algo. Los filósofos en la antigüedad, nada que ver con la Academia de ahora, que simplemente son un grupo de especialistas: doxógrafos e historiadores de la filosofía hiperespecializados, eran considerados hombres sabios. Y un hombre sabio era el que sabía cosas, pero, además, sabia vivir y llevaba un buen vivir. En Roma eran considerados “cura sui” los que se cuidaban (y curaban espiritualmente) de sí mismo y a través de ello cuidaban y curaban a los demás con su diálogo. El diálogo como forma de terapia procede ya de Sócrates y ha sido redescubierto ahora. De modo que la filosofía en Grecia ha sido siempre considerada como una terapia del alma, el espíritu o la psique, como lo queramos llamar. El filósofo es comparado siempre al médico. Decía Platón, “la dialéctica (filosofía) es al alma, como la medicina al cuerpo”. La filosofía nos cura del vicio de la ignorancia, pero no sólo intelectual, sino emocional.

De tal modo que Sócrates siguiendo la máxima intelectual y moral del conócete a ti mismo se encuentra que su mente es un barullo de opiniones, creencias, emociones todos confusos y confundidos. Las creencias y opiniones nos guían y las damos por verdaderas, pero carecen de fundamento, no proceden de nosotros, nos han venido de fuera, no han sido pensadas, razonadas ni elaboradas. Son prejuicios y nos tiranizan. Porque una forma de pensar genera una forma de sentir y ésta una forma de actuar. Igual que a la inversa. Una forma de actuar (nuestra acción cotidiana) genera una forma de sentir y pensar. Por eso el conocimiento de uno mismo tiene que ir dirigido a nuestras acciones, pensamientos y emociones. Pero lo que ha ocurrido es que la filosofía, tras la caída del imperio romano, salvo excepciones brillantes y marcadas por una época, se intelectualizó. Sólo se veía la dimensión intelectual del conocerse a sí mismo. Y en nuestra época se ha profesionalizado. Con ello se ha perdido el aspecto fundamental de la filosofía que es el aspecto práctico. La filosofía apunta hacia la sabiduría en tanto que es una terapia del espíritu y la filosofía antigua está cuajada de textos dirigidos a culminar esta misión hoy olvidada.

Sócrates, cuando llega a la conclusión de que no sabe nada, no sólo busca el conocimiento, sino el ser. Refiriéndome con ello al ser virtuoso. Y para ello cree necesario que hay que conquistar la virtud, lo que en el mundo antiguo fueron las virtudes cardinales: prudencia, valentía, templanza y justicia, de las que procederían todas las demás. Además la práctica de cualquiera de estas cuatro virtudes está entrelazada con las otras tres. No existen por separado. Pero para llegar a la virtud hay que deshacerse de las falsas creencias y opiniones, tener un saber recto y seguro. Y, por otro lado, modificar nuestras acciones en dirección a lo que consideramos virtuoso (nuestros valores en la vida, tanto los particulares como los más altos y elevados de los que antes hemos hablado.) De modo que el cambio progresivo en nuestra vida viene dado por el cambio en nuestras acciones que van dirigidas hacia una forma correcta de pensar, lo cual nos dará sentimientos y emociones positivas, así como la capacidad de asumir y aceptar los sentimientos de tristeza, dolor…porque la conquista de la virtud no es la eliminación de estos sentimientos. Todos los tenemos, pero al hombre virtuoso, al sabio, no le perturban porque los ha aceptado y ha alcanzado la serenidad. Y, de esta manera, podemos entender la desconcertante frase socrática de que “es mejor padecer una injusticia que cometerla”. Si nosotros cometemos una injusticia, nuestra acción nos hace injustos, por tanto sufrimos y nuestra alma se corrompe. Por el contrario, si padecemos una injusticia, nuestra alma, aunque podamos sufrir físicamente, incluso con la muerte, como es el caso de Sócrates, nuestra alma queda incólume y llena de paz y serenidad, tal y como fue Sócrates a la muerte bebiendo la cicuta con toda tranquilidad y dando la última enseñanza a sus discípulos y a la humanidad. Si queremos curarnos de nuestros males debemos recuperar esta sabiduría antigua. Y ésta nos llevará a la paz y la serenidad.

 

Siendo un amante del ajedrez, y cuando joven, muy aficionado a este juego, lo que dice esta editorial, réplica del consejo educativo, es una solemne tontería. Podríamos introducir también la costura y el bordado, con los mismos argumentos, y el balé clásico con argumentos similares, que además añaden otros valores. Señores, lo que se ha olvidado desde las antiguas pedagogías son los conocimientos. Que se le enseñe al niño las tablas de multiplicar, que tenga que memorizarlas, que resuelva problemas de aritmética, que aprenda a leer y a escribir, que tenga comprensión lectora, geografía, historia, ciencias de la naturaleza. Todo ello fomenta esos valores que, se supone, equivocadamente, el ajedrez va a  producir, el ajedrez no vuelve más inteligente a nadie, desarrolla unas capacidades intelectuales muy limitadas, que los conocimientos clásicos desarrollan mucho mejor, además introduciendo conocimientos sobre uno mismo y el mundo que nos rodea haciéndolo más inteligible: matemáticas, lengua, geografía, historia, ética, filosofía, lenguas extranjeras y clásicas (al consejo educativo se le olvida todos los valores del latín y el griego)... Pero dejémonos de zarandajas. Cuando el conocimiento se ha sustituido por el juego, las habilidades y las competencias es cuando han empezado los problemas realmente. Qué carajos de empatía  va a producir el ajedrez, en todo caso la competitividad. Y, mientras, eliminamos la ética de la secundaria y la historia de la filosofía del bachillerato, que son la auténtica base de la enseñanza de los valores y de las ideas que nos han llevado a la sociedad que tenemos y la posibilidad de recuperar antiguas ideas para sanar esta sociedad enferma. Desde luego es que con la educación no gana uno para sorpresas.