Blogia
Filosofía desde la trinchera

El tábano.

La democracia no da para más. Y la ideología que subyace a este sistema de producción, al que llaman neoliberalismo, tardocapitalismo, capitalismo salvaje,…da igual, nos ha convertido en islas. De tal manera que nuestra actitud ante el mundo es la de la insolidaridad y la competencia. No somos capaces de mirar más allá de nuestro ombligo. Nos interesa el último móvil, hablar tonterías por las redes sociales, tener un cuerpo de gimnasio, vestir a la última,… Pero no sentimos el hambre del otro, el que no tiene techo. El refugiado político que en pleno invierno cruza el mar en  una lancha para buscar su salvación. El hambriento africano que hace lo mismo por culpa de nuestro despilfarro. Nos da igual que sean corruptos porque nosotros lo somos en nuestra vida diaria. O, al menos somos egoístas-hedonistas, sin capacidad de ponernos en el lugar del otro. Y luego, nuestro frágil pensamiento está perfectamente domesticado por los medios de control y manipulación de masas. No tenemos pensamientos, sino creencias. No nos importa la corrupción política, y eso que ello significa que nos están robando, no nos importa, la evasión fiscal, porque la entendemos. Como me decía ayer una alumna, que todo el mundo en su lugar lo haría. Ése es el sentir general. Esto es la guerra de la historia, la lucha de clases, en la que el opresor mantiene oprimido al débil con el opio de la ideología y la religión. En este caso la religión se nos impone de forma sutil, sin violencia aparente y es la unión del posmodernismo y el neoliberalismo. Y la guerra sin cuartel empezó en los años setenta, con la crisis del petróleo y se ha acelerado desde la crisis del 2007. Y, el problema es que la lucha de clases la van ganando ellos por goleada. Y tienen los instrumentos materiales e ideológicos para que no tomemos conciencia de nuestro estado de miseria. Vivimos en un autoritarismo disfrazado de democracia. El cinismo y el engaño político están a la orden del día, pero el pueblo, como autómata, sigue a lo suyo. El precariado no puede mover un dedo, porque dar un paso adelante en dirección a la protesta es un paso hacia la miseria y el hambre. El precariado vive en la más absoluta competitividad laboral. Y, además, este precariado, a medida que aumenta el programa de privatizaciones y flexibilidad laboral, se va extendiendo a todos los trabajadores. De forma que el estado se reduzca a un simple estado de seguridad. Entonces podrán descorrer el velo y decirnos que la democracia y el hiperconsumo, fue un engaño, el opio con el que nos adormecieron, para conquistar todo el poder. Quedan pocas razones para la esperanza. ¿Todo es fruto de la condición humana, o podríamos haber tenido otra historia?

Sí no tenemos capacidad se sentir la sensibilidad de los seres vivos que nos rodean, tampoco la tenemos con los humanos. La capacidad de ponerse en el lugar del otro, (la empatía que llaman los psicólogos, que tan de moda está) es la base del respeto y éste la base del comportamiento moral. La insensibilidad moral es la cosificación de todo lo vivo incluido lo humano. Además, éticamente, hemos de cambiar de un antropocentrismo a un ecocentrismo, puesto que el hombre no es dueño y señor de la naturaleza, sino un elemento más de ella. Y respetar a la naturaleza y los seres vivos, incluido el medio ambiente, es el Principio de Responsabilidad. Entre los seres vivos y el hombre no hay salto cualitativo, hay una continuidad.

 

 

 

Desde luego que es increíble el grado de estupidez, falta de inteligencia, absorción del sistema y estado de alienación de este señor. Pone, totalmente, a las claras lo que realmente pretende la reforma universitaria desde Bolonia. Y, claramente estamos asistiendo al fin de la universidad, a una extensión de la formación profesionalidad. A una adaptabilidad al trabajo precario, a lo que se le llama empleabilidad. Y, para ello, desde la LOGSE-LOE y ahora la LOMCE, han ido preparando, tanto al alumnado como al profesorado. Verdaderamente lamentable. Sin conocimiento, sin educación, con la mera adaptabilidad entramos directamente en la barbarie. No hay salida. Y el pueblo vive bajo el opio de una nueva religión y adora a nuevos ídolos. Estamos perdidos.

Claro, pero es que la sociedad en la que vivimos tiene al hombre alienado. Porque el revulsivo lo tenemos delante de nuestras narices. Pero hace décadas. Desde la crisis lo que ha hecho es agudizarse y hacerse más patente y desvergonzado. El hombre actual vive en el opio del posmodernismo y el tardocapitalismo. Una nueva religión.

Vamos a ver, sin afán de discutir. ¿Me podéis decir, a “el último filósofo tambaleante de la Ilustración” (Popper), dónde he hablado yo de multiculturalismo? Para empezar me refiero al hecho religioso, que es estrictamente humano y es esta dimensión la que hay que estudiar. Y, por supuesto, que hay que estudiarla en sus distintas manifestaciones: literatura, arte, música, historia, pero, esto no son más que manifestaciones. Y no agotan el porqué del hecho religioso. Por qué el hombre es animal mítico, por qué es religioso. El hecho religioso es algo que hay que estudiarlo desde un punto de vista fenomenológico y antropológico. Y en tanto que tal en él intervienen múltiples disciplinas. Por eso, creo que es la filosofía, saber interdisciplinar y cosmológico por excelencia el que debe impartir un saber específico sobre las religiones. Y yo no he dicho nunca que todas. Si estamos en occidente, igual que estudiamos la literatura española o la historia occidental o el arte occidental. Pues de la misma manera habría que referirse a las religiones que en occidente han intervenido y esas son las religiones del libro. Pero tampoco estaría de más una historia comparada de las religiones. Si comparamos las grandes religiones, no me refiero a las expresiones mínimas de la necesaria religiosidad del hombre, como la danza de la lluvia de los cheyenes, por favor, aprenderemos más de nuestra civilización. Y de las distintas opciones que el hecho religioso y la dimensión ineludiblemente religiosa del hombre puede tomar. Y hacer un estudio comparativo, no es caer en el relativismo, con el cual llevo luchando desde hace más de veinte años, y mis escritos son testigo, no, no es eso. Esos estudios van dirigidos a una clarificación de nuestro propio ser social en tanto que occidentales y, más aún, en tanto que humanos. Porque: “hombre soy y nada de lo humano me es ajeno”. De modo que creo, junto con David, que la religión debe ser impartida en todas aquellas disciplinas en donde el hecho religioso se expresa y darle la gran relevancia que tiene. Además, reivindico, por la naturaleza del hecho y por la interdisciplinariedad que puede estudiarla, que es propio del saber filosófico el estudio de esta dimensión del hombre, que como la dimensión moral, por ejemplo, lo constituye en tanto que hombre. Y llamémoslo disciplina, asignatura o, me da igual qué, es un saber que debe impartir la filosofía porque entra estrictamente dentro de su ámbito. Y, David, tanto un estado laico, como un estado aconfesional, deben eliminar la religión de los centros públicos, pero no la enseñanza del hecho religioso y reducir la religión a sus expresiones artísticas, literarias, históricas… No, porque éstas son las consecuencias del hecho propio e irreductible de la religión. ¿Por qué ha de estudiarse matemáticas, literatura, física… y no el hecho religioso (al cual se le reserva ahora mismo un espacio en la ética de cuarto y en la filosofía de primero, pero algo marginal? La gente se mata por la religión, pero no por las integrales, ni por un soneto…Y, Carmen, precisamente por esos hechos que relatas descarnadamente en tu comentario es necesario el estudio del hecho religioso, junto con la condición humana. Pero lo he dicho ya. El estudio de las religiones es un antídoto contra el dogmatismo, el fanatismo y la violencia. Pero aún más, una vacuna contra las nuevas religiones y los nuevos ídolos. Y esas son las religiones políticas y los ídolos tecnocientíficos que vivimos en la actualidad. Lo que llamamos neoliberalismo (término amplio y ambiguo donde los haya) aliado a la idolatrización de la tecnociencia y a la creencia en el mito del progreso, constituyen la nueva religión en la que la mayoría del personal participa y comulga obedientemente disfrutando de todo su ritual y parafernalia cargada de superstición y dominio. Y todo porque el hombre es un animal religioso. Si le quitan el ámbito de la religión, el permanecer ligado a algo, cae en el sinsentido. Y eso es algo que el hombre no puede soportar. Y por eso cobra sentido la afirmación de Camus de que “la única cuestión filosófica relevante es el suicidio”. O, como decía Cioran “Vivir es el no suicidio” O el propio Nietzsche “No nos veremos libres de dios hasta que no nos veamos libres del lenguaje.” Dios, y todo lo que va con él: el sentido y la esperanza, habita en el lenguaje; es decir en el pensamiento, en nuestro propio ser.

La religión es un hecho. Y además un hecho fundamental que vertebra todas las sociedades y todas las civilizaciones. Es absolutamente necesario su conocimiento. Pero el conocimiento de la religión no es un adoctrinamiento confesional en la religión cristiana como lo es en España y gran parte de Europa. Lo que es necesario es un estudio del fenómeno de la religión en todas sus dimensiones: histórica, artística, filosófica, política… Porque la religión ha sido, y sigue siéndolo, determinante en la historia de la humanidad. De lo que se trata es del conocimiento de la religión para darse cuenta de su importancia y para relativizar su ansia de verdad absoluta, su intolerancia y su fanatismo; así como su ansia de poder. Es necesario un programa en la educación del hecho religioso impartido por profesionales que conozcan el tema, como filósofos o historiadores. De paso se eliminaría de raíz la presencia de religiosos en los centros educativos. La ignorancia que sobre la religión, incluso la cristiana, aun asistiendo a estas clases, es supina, y esto  hace a los alumnos futuras víctimas para caer en las garras de los nuevos dioses, los nuevos ídolos y las nuevas religiones. El conocimiento es una forma de luchar contra la superstición, el dogmatismo, el fanatismo y, al final, la violencia.

Para combatirlo hay que conocerlo. Y conocerlo es ir a las raíces del mal que residen en la propia condición humana y en la cultura que hemos creado. No podemos cambiar la condición humana, pero sí la cultura. Y vivimos en una cultura que fomenta el mal de por sí. Una cultura depredadora de la naturaleza, violenta (guerras), opresora del débil, que favorece la desigualdad entre los hombres (división de clases y discriminación de la mujer y de los débiles.) El paradigma de esta cultura que es el patriarcal y capitalista puede y debe ser cambiado por un paradigma ecosocialista y matriarcal (paleolítico). Ése sería, a mi modo de ver la vuelta a la naturaleza en el sentido Rousseauniano.

                                               ---o---

Provocador pensamiento del Cardenal Mazarino.
“Ten pocos amigos, no mantengas un trato frecuente con ellos, y así no te perderán el respeto”. Y es que “la amistad no existe: es simulación”.

Creo que sí hay amigos, pero pocos, luego están los conocidos, que pueden hacerse amigos. Y entre los conocidos sí hay cierta simulación, pero por simple buena educación. O por lo que es la sociabilidad humana. Es decir, que la simulación no tiene por qué ser algo negativo, sino todo lo contrario. Vamos, que le he dado la vuelta a la sentencia del Cardenal.

 

Pero es que precisamente el pensamiento sobre la muerte es el que te da la dimensión de la vida. Prepararse para la muerte es el aprender a vivir. El caso paradigmático es Sócrates.

                                   ---o---

No, inmensa equivocación. En el budismo no hay búsqueda de la felicidad, sino eliminación del dolor y el sufrimiento por la eliminación de su origen que es el deseo. Y si desaparece el deseo se disuelve el yo y llegamos al nirvana (la traducción que se acerca más es la nada, pero también nos vale el Ser, el aquí y ahora, es decir, en la ausencia de tiempo, donde no existe el deseo)

Si hay búsqueda de algo hay deseo, aunque sea de la felicidad hay deseo y, por tanto sufrimiento. Eso es lo que demostró Buda a lo largo de su vida hasta que paró y se puso a meditar, según cuenta la leyenda, debajo de un árbol hasta que encontró las cuatro nobles verdades.

Sí, pero eso en casi todas las éticas occidentales, no en el budismo. Incluso Schopenhauer, que es el que trajo el Budismo a occidente, ya no habla de búsqueda de la felicidad, sino de eliminación del dolor. Yo mismo considero que el objetivo de la vida no es la felicidad, sino que es preferible la virtud y la felicidad y garantizar, en lo posible, el bienestar (salud, trabajo y relaciones de convivencia sanas). Pero no se puede confundir bienestar con felicidad. Y, es preferible un Sócrates desgraciado que un ignorante satisfecho. Es decir, es preferible la libertad y la dignidad (que en el fondo son felicidad) que el mero bienestar.

                                   ---o---

Estoy un poco cansado de la equivocación intencionada que los medios de comunicación hacen de la palabra radical. Utilizan la palabra radical despectivamente, en un sentido negativo, que en su raíz no tiene. Radical es el que va a la raíz de los asuntos, a sus últimas causas, e intenta ver de dónde vienen los problemas. Y no se puede confundir con el extremista, que es alguien que ha llevado una posición a un extremo del que no se mueve. El extremista es un dogmático que no cambia de ideas. Que ha convertido las ideas en opiniones y en creencias. Que vive instalado en sus creencias y con el que no se puede discutir, a causa de su dogmatismo, que se puede transformar en fanatismo y violencia. En cambio el radical es un buscador, alguien que no se conforma con el discurso establecido, que quiere ir más allá de las opiniones vulgares y consuetudinarias, con el acuerdo mayoritario. Busca ideas y no vive ni de las opiniones ni de las creencias, es más, éstas las rechaza. Su radicalidad se basa en el diálogo entre ideas, no en la retórica ni en la demagogia, en la búsqueda racional de los principios y las causas de las cosas para poder resolver los problemas. El radical no se instala en las creencias, sino que las combate con el arma de la razón.