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Filosofía desde la trinchera

Atisvos de luz. Conferencia con las estrellas.

Atisbos de luz y del Ser. Conferencia con las estrellas.

La escritura mata al pensamiento auténtico. Éste es una unión, una identificación con el Ser. Una identificación desde la diferencia. El pensamiento intelectual tiene su misión, desde la propia vida cotidiana hasta la ciencia más profunda, pero no es el Conocimiento.

Nuestro Ser es fluir con la totalidad de lo que hay, esto es ser Sabio. Conocer intelectualmente es un gran valor, pero no es la sabiduría. Cada uno puede decidir a qué se quiere dedicar. También uno puede caminar hacia la sabiduría y tener como oficio el intentar entender cómo funciona todo esto; es decir, recorrer el camino de la sabiduría y el del conocimiento intelectual.

No obstante, el fin propio del conocimiento es la acción; esto es, el Ser. ¿Cómo vivir?

En la medida en la que nos consideremos diferenciados, separados de Lo que Hay, sufrimos, en cuanto nos reconocemos como Lo que Hay, nuestra consciencia se hace Consciencia.

Todo lo que es, Es, pero lo que Es, no es una cosa, sino un Proceso. Pero un Proceso sin tiempo. El tiempo es psicológico, no existe un tiempo físico, ni cosmológico ni, por tanto, metafísico. Lo que Es, es desde la eternidad. Y la eternidad no es duración. Sintonizar con este Conocimiento es permanecer en el Ser, permanecer inalterable.

La sabiduría se vive, no se puede escribir. El docto puede hacer teorías sobre los caminos hacia la sabiduría, pero, en la medida en la que la sabiduría se alcanza sólo queda mostrarla o el silencio, no hay demostración y, mucho menos, una receta para llegar a ella.

La libertad no consiste en la resistencia, sino en actuar conforme al propio Ser. El problema es la ignorancia del Ser. Cuando luchamos, no estamos en el Ser, sino en las apariencias. Soñamos, curiosamente, que estamos despiertos.

La libertad es aceptación. Cuando aceptamos lo que hay, entonces pueden empezar a cambiar las cosas.

Pero no se trata de discutir esto como una teoría. Esto es una práctica. La espiritualidad es experienciable, no es una teoría.

Si vivimos esta libertad, pues la entenderemos, pero no con los ojos del entendimiento, sino con los del corazón. El resto de libertades, como por ejemplo la libertad política, vienen por añadidura. No son lo primero. Si uno acepta, llega a ser libre. Entonces accede a la compasión. Sus actos se basarán en este sentimiento.

Además, el que vive desde la aceptación no vive separado del Ser. Tiene Consciencia y no vive en la dualidad. Siente el dolor del otro como suyo; porque, en realidad, somos Uno. En un mundo organizado desde esta Consciencia no existe el conflicto, aunque existan los opuestos, pero los opuestos son la esencia del Ser. La armonía de los contrarios, pero no la lucha. Lucha es escisión, armonía es Amor incondicional.

Vivir es dejarse llevar, estar en sintonía con el Ser, si luchas, pierdes.

El mal es una realidad ineludible. Ahora bien, ni el mal ni el bien existen de forma independiente, ni absolutas, son una comunidad, están en armonía. Ahora bien, no siempre.

El mal está en nuestra falta de conciencia, en nuestra ignorancia. El mal es, entonces, sufrimiento, para uno mismo y para los otros. Pero los humanos no aprendemos por placer, sino a base de equivocarnos, de la ignorancia, del sufrimiento. Las emociones y los sentimientos son nuestras maestras.

La armonía de los opuestos es el Ser: bien y mal conforman el Ser. Esto quiere decir que, si queremos contemplar el Ser, tener conciencia plena, inevitablemente, hemos de sufrir. Ahora bien, que la vida sea sufrimiento no quiere decir que haya que anclarse en él, sino que es el modo de aprendizaje, aunque nos lleve, que es lo normal, la vida entera. La experiencia del mal nos lleva a la realización del bien. El que no tiene conciencia de que hace el mal y de que vive en el mal, no sale del mal y produce un gran dolor y se lo produce a sí mismo.

El problema del mal hace estallar al entendimiento. Sólo podemos acceder a la comprensión del mal desde una conciencia plena, pero esto sólo ocurre en raras ocasiones. Por ello, lo esencial es permanecer en la conciencia de desapego, en el olvido de nuestra historia personal para no caer en el lado egoico y pensar cósmicamente. Es decir, soñar desde lo universal. Soñar la realización de un mundo mejor y hacerlo en nuestro entorno y en nosotros mismos.

El desapego o desasimiento es la clave para superar nuestro dolor, pero ello no evita el sufrimiento del mundo. Pero en la medida en la que cada cual se hace conciencia más universal y desapegada el mal universal retrocede, encuentra su equilibrio.

La eliminación del mal universal comienza por la toma de consciencia de uno mismo. En todo caso, el mal universal no se elimina, sino que encuentra su equilibrio. En última instancia lo que sucede es un acto de comprensión y, tras él, una acción. Pero el mal siempre estará ahí, si no, no habría bien.

El fondo de todo es la no dualidad, que es el no dos, no la Unidad indiferenciada. El cosmos se hace consciente de sí mismo a través de nuestras emociones que nos muestran la separación. El cosmos, o Todo lo que Hay es un acto de creación permanente. Y en ese acto de creación se produce la diferencia y escisión, que en el hombre y en cada ser se expresa por el dolor y el sufrimiento, que no cesa hasta que no recuerda su origen, la Unidad (no dos). La Unidad indiferenciada es una abstracción imposible. Si el universo se está autocreando continuamente está produciendo su diferenciación y la aparición de la diversidad. Que es lo que le permite su autoconocimiento. Somos el Ser en su proceso de autoconocimiento.

Ahora bien, dentro de la diversidad está lo esencial de la Unidad. Por eso la Unidad habita en cada ser, pero también la diferencia. Es el equilibrio entre la unidad del Ser y su diferencia lo que buscamos. La diferenciación nos ha llevado al olvido del Ser, al intento de dominación de todo lo que hay. Es el espíritu prometeico y por eso destruye la tierra, los animales y al hombre. Si no recordamos quienes somos y alcanzamos la armonía de los opuestos nos autodestruiremos, pero podemos hacerlo, podemos evitarlo.

La forma es el desapego, el desasimiento. Olvidar que somos una historia personal. No identificarnos con la historia personal, somos más que esa historia, somos Yo Soy, consciencia plena. Si nos desidentificamos de todas nuestras historias, nuestra consciencia se ampliará.

Generalmente, todas nuestras historias se basan en tres arquetipos: víctimas, verdugos, salvadores. Pues, cuando nos identificamos con una de estas tres cosas o, normalmente, con las tres, nos separamos de la Fuente, de nuestra esencia, del Yo Soy. No es que no existan esas historias personales, sino que no podemos identificarnos con ellas. Ése es el juego. Y ése es el camino del guerrero espiritual o la senda del Chamán, da igual cómo lo llamemos.

De ahí lo del desapego o desasirse de todo. Es el desprendimiento de todo lo que creemos que nos pertenece lo que nos libera. Pero lo más difícil no son las cosas materiales, incluso los seres queridos, sino, que lo más difícil es el yo que hemos ido construyendo en nuestra vida. Ese yo es la historia personal que hemos ido construyendo. La misión del guerrero es atreverse a deconstruir todo aquello que significaba su vida: desasirse, desprenderse. Y eso es la liberación.

Porque de lo que nos liberamos es del yo, de ese pequeño yo. Entonces surge el Yo Soy, la consciencia plena y desidentificada. Ya no tiene sentido lo anterior. Y, por eso, aparece el miedo a la nada. Porque es la muerte de nuestra historia personal, de nuestro pequeño yo. Pero es ese yo egoico el que nos hace sufrir, si desaparece, desaparece el sufrimiento y la intención de producir sufrimiento porque ya no hay egoísmo, ni miedo, por tanto, todos los vicios, todos nuestros demonios, desaparecen.

Y nos instalamos en la consciencia plena y miramos desde la eternidad, lo que llaman el aquí y el ahora. Estamos fuera del tiempo, aunque nuestra existencia psicológica transcurra en él. Pero no nos identificamos con él.

El tiempo y el yo van unidos. Sin yo, no hay tiempo. Y sin tiempo no hay miedo, ni soledad. El miedo es el origen de todos los vicios. Y ese miedo es miedo, fundamentalmente, a la soledad. Un vicio es un apego: emocional, a substancias, a personas, a cosas…todo aquello que creemos que nos va a devolver nuestro ser, cuando, en realidad, nos está alejando de él.

Por eso, son los apegos, los vicios, los que nos hacen sufrir, pero, si los escuchamos, son los que nos permitirán desasirnos del yo y ampliar nuestra consciencia desidentificándonos de nuestra historia personal.

Y esto entra dentro del mito del héroe. No se trata de ser feliz y, mucho menos, en el sentido en el que se le da hoy en día. Si hablásemos de la felicidad en el mundo griego, que tenía que ver con la virtud, pues, bueno, entonces, sí.

No se trata de la felicidad, una quimera que se persigue por doquier, un artículo de consumo más. Sino de una vida heroica en el sentido de vivir al límite, de enfrentarse con la muerte y traspasar sus fronteras.

Una vida heroica es aquella en la que uno lucha consigo mismo para vencer sus demonios. No es un plato de buen gusto para nadie. Y, de hecho, nadie lo quiere. Todos prefieren la normalidad, lo establecido, lo heroico lo dejamos para las películas y así satisfacemos nuestra conciencia herida.

Pero es la vida heroica la del camino de la iluminación o el despertar. Sin autoconocimiento, sin autoindagación, no hay heroísmo. Si no nos damos cuenta de quienes somos y quienes no somos, no saldremos de nuestro autoengaño. Y ese engaño no es más que la justificación de nuestro ego y, socialmente, la justificación del orden establecido.

El conócete a ti mismo, la autoindagación, son pilares de tradiciones sapienciales muy antiguos y que, de ninguna manera, han sido superados. Pero nadie dice que el conocimiento de uno mismo sea un camino de rosas. Al revés, el conocimiento de uno mismo es el enfrentamiento con nuestra máscara, con nuestro engaño o con nuestra sombra.

Conocerse a sí mismo es poner al descubierto nuestras emociones y nuestras creencias. Ambas nos limitan a lo que creemos ser. Pero eso que creemos ser, donde nos sentimos a gusto, no es más que un teatro de máscaras. El autoconocimiento es desenmascararnos. Es darnos cuenta de saber que no somos lo que creemos ser.

El autoconocimiento es un proceso aniquilador. Un proceso doloroso que nos lleva a la nada. Es decir, no somos nada de lo que creemos ser, ninguna de nuestras ideas se sostiene porque todas quieren sostenernos. Lo único que somos es una negación de todo lo que creemos ser, de todas las máscaras y personajes que representamos.

Pero, para llegar a este punto es necesario el desengaño de lo que se cree ser. Y, por eso, el autoconocimiento es una tarea heroica. No está hecha para débiles ni pusilánimes, y, menos, cobardes, es necesario: valor; es decir, virtud, fuerza.

Y es heroica porque es un desgarro, un enfrentamiento con nuestra sombra. Aquella que siempre nos persigue. Tenemos que adentrarnos en esa sombra y ver en las tinieblas lo que somos, de dónde venimos, qué ocultamos a nosotros mismos y a los demás. Entonces, cuando hayamos disuelto la sombra, aparecerá la luz. Pero la luz es la nada de nuestro ser. Lo que somos auténticamente es vacuidad.

Pero la vacuidad es la ausencia de ser, de cosas, no de procesos ni relaciones. Lo que somos realmente en esencia es el Ser o, mejor, la Conciencia. Claro, pero para darse cuenta de ello es necesario el camino del desapego o desasimiento, cuando no tenemos nada, no somos nada, entonces somos libres, nos hemos liberado de los confines de las máscaras del ego y hemos trascendido a lo transpersonal, al Ser, o como le quieran ustedes llamar.

Por eso, la liberación, requiere de un acto de heroísmo. Pero también requiere del soñar. Soñar con que se puede. La esperanza, aquello que quedó en la caja de Pandora. Y esto último sí es el aspecto positivo del pensamiento. El pensamiento positivo como fuerza creadora del soñar. Soñando nos donamos de sentido a nosotros y al mundo. Nos autocreamos. Y aquí es donde sí que juega un papel importante el pensamiento positivo.

El pensamiento positivo tiene que ver con la capacidad de ensoñar. Y ensoñar es recrear. Sin la capacidad de soñar no podemos crear otro mundo ni cambiarnos.

El mundo es una representación. En la medida que esto es así, nosotros tenemos la capacidad de cambiar esa representación.

Nuestras emociones dibujan la representación del mundo que tenemos, lo mismo que nuestras ideas y creencias. Es decir, que el mundo es fruto de nuestra representación subjetiva, independientemente de que existan patrones neuronales que hagan que todo el mundo perciba el mundo, más o menos, de la misma manera. Aunque esto sea así, pasan dos cosas. La primera es que esta representación no agota la totalidad de la realidad y la segunda es que la representación es fruto de nuestras creencias, opiniones, estado emocional…y cosas similares.

Y aquí es donde entra la capacidad de ensoñar y el pensamiento positivo (éste no tiene nada que ver con el positivismo psicológico que no ve sombras en el mundo, que ve todo de color de rosas) La capacidad de ensoñar es la recreación del mundo y de nuestra vida a partir de un cambio en nuestras creencias, opiniones, emociones…

Como bien decía Spinoza, los afectos o pasiones proceden de un estado de conocimiento adecuado o no adecuado. Un conocimiento erróneo nos lleva al estado de miedo, odio y tristeza. Mientras que un conocimiento adecuado, correcto, nos lleva a la alegría, el agradecimiento y el amor.

Ensoñar es la capacidad que tenemos de recrearnos a nosotros y al mundo. Pero, claro, ensoñar es esa capacidad ejercida desde el lado positivo de nuestro Ser. Desde la alegría y el amor.

Ensoñar es un acto de la voluntad a partir del cual recreamos una imagen, una representación del mundo y de nosotros, como desearíamos que fuese. Pero, eso sí, siempre desde el pensamiento correcto y adecuado que genera una actitud positiva que es la alegría de vivir. Y, una vez que tenemos una representación del mundo y de nosotros, basada en la intención, la voluntad, pues viene la acción.

Por eso es muy importante el pensamiento adecuado, correcto y positivo. Porque el pensamiento genera la representación, esa representación está guiada por los afectos o emociones. Ahora bien, las emociones adecuadas son las positivas: la alegría, porque son las que potencian nuestro ser. A partir de esta emoción deben surgir las representaciones, porque las representaciones crean un sentimiento y el sentimiento una acción.

Si queremos cambiarnos y cambiar el mundo lo tenemos que hacer desde el pensamiento positivo, desde lo que Spinoza decía, la alegría y el amor. Estas emociones básicas condicionan nuestra acción. Y, en último término, es la acción la que transforma el mundo.

La realización espiritual no puede ir separada del cambio social.

Es necesario aunar la sabiduría, la unión mística y su búsqueda, con la búsqueda de la justicia.

El hombre es un animal social y, como tal, se realiza en sociedad; bregando consigo mismo y con los demás. Tiene que vérselas con su sombra y con la sombra de la humanidad.

El conocimiento de nuestra sombra, de nuestra separación y el camino de nuestro autoconocimiento que nos lleva hacia la luz iluminando la sombra, una vez reconocida y asumida es un proceso absolutamente necesario para transformar el mundo.

La transformación del mundo no puede venir sólo de una transformación exterior, de un cambio, meramente, de instituciones, sino de un cambio del sujeto. Y este cambio implica contemplar y desarrollar la dimensión espiritual que somos.

Y esa dimensión espiritual que todos somos consiste en el reconocimiento-vivencia de que somos Uno. Es necesario recordar-revivir nuestra unidad primigenia. El problema desde el comienzo del neolítico es que nos hemos ido separando de la tierra y el cielo y, a media que hemos perdido esa conexión, nos hemos desconectado de nuestro propio ser. Hemos creado mundos artificiales que no son más que delirios: religiones, ideologías, en el fondo todos cuentos para acceder a lo que hemos ido perdiendo y cuentos que el poder ha utilizado para dominar. Porque el poder ha eliminado, en la medida que ha podido, la espiritualidad, porque la dimensión espiritual del hombre es una dimensión revolucionaria. Implica y conlleva un cambio radical de la sociedad, un vuelco. Se trata, ni más ni menos, que de trascender el antropocentrismo.

En la actualidad hemos llegado a las cotas más altas de delirio colectivo e individual. La escisión es máxima, el hombre está perdido. Es necesario una vuelta a la naturaleza, como ya reclamara Rousseau. Esto no es un primitivismo, sino que se trata de una recuperación de la naturaleza en el sentido del cambio de nuestras falsas ideas sobre el ser humano y la tierra.

No somos los dueños de nada. Somos Vida, pero lo somos como todo lo que hay. Y en la Vida no hay grados, Todo lo que Hay es Vida y nosotros formamos parte de esa Vida. Ni estamos separados, ni mucho menos, somos dueños y señores de nada. Es decir, que el cambio pasa por cambiar nuestras falsas creencias, nuestro sueño prometeico y eliminar la hybris, el monstruo, que llevamos dentro. Ese monstruo no es más que una falsa percepción.

Y todo cambiaría cambiando esa percepción. El mundo en el que vivimos es el mundo que interpretamos. Pero lo hemos interpretado mal. Y ese es el mal del mundo y del hombre. El mal del poder y de la dominación. El hombre, en su separación lo que ansía es poder, es dominar. Y el poder y la dominación se ejercen por la violencia. Es un dominio del hombre sobre el hombre y del hombre sobre la naturaleza.

La sumisión, no es tampoco una victimización. La sumisión es permitir el dominio. De ahí que la sumisión sea cómplice del poder del hombre sobre el hombre, de la tiranía, de los totalitarismos y de la explotación de la Madre Tierra. Aquí reside todo el mal.

Por eso no es necesario más que un cambio de percepción. Si miramos de otra manera, veremos otro mundo. Pero es que, además, tenemos la posibilidad de mirar de otra manera que es la manera primitiva o, mejor, primigenia. Tenemos la posibilidad de mirar con el ojo del espíritu, no sólo con el de nuestro ego, ni las manipulaciones ni mitos de la mente.

Y esa forma espiritual de mirar nos muestra un mundo en el que habitamos, en el que estamos en relación, interser, no hay nada separado, un mundo en el que participamos y al participar, creamos y soñamos.

Por eso, el cambio en el mundo es el cambio en el sujeto, en su forma de mirar. Para ello ha de luchar con sus demonios internos, con su sombra, que está llena de creencias y falsas ideas y de apegos, que condicionan su visión del mundo y su hacer en el mundo. Si cambiamos ese interior por la Luz de la Unidad, entonces ya hemos empezado a cambiar el mundo. Y a medida que caminamos hacia la sabiduría lo hacemos hacia la justicia.

Y, todo ello, tiene que partir del silencio interior, de escucharnos a nosotros mismos: nuestras emociones, nuestros sentimientos, las ideas que tenemos (de dónde vienen y cómo me condicionan.) Tenemos que ponernos en comunión, por otro lado, e imprescindible, con la naturaleza. Somos naturaleza, estamos conectados a ella, pero lo hemos olvidado y hemos creado un sueño de grandeza y dominación que es el sueño prometeíco y bíblico de creced, multiplicaos y dominad la tierra.

No se trata de reformas políticas superficiales, ni de sostenibilidad. Todo esto está dentro del marco de la conciencia escindida y dominadora. Se trata de una comunión real y profunda con la naturaleza. De un volver a sentir la vida que es la naturaleza en nosotros mismos y ser capaz de recuperar nuestra identificación con ella. Se trata de sentir el viento, el olor de la flor, el olor del amanecer, la inmensidad del firmamento plagado de estrellas, la fuerza del mar, la altivez de un árbol, la ligereza de una gacela, la panciecia colaboradora de los insectos, la precisión del águila… Se trata de una inmersión en la naturaleza, en tanto que vida, y sentirnos acogidos en su profundidad.

El cambio de nuestra sociedad, lo que llamamos justicia social, depende de nuestro cambio interior y, nuestro cambio interior depende de nuestro autoconocimiento y de nuestro reconocimiento en la naturaleza en tanto que pertenecemos a la naturaleza, somos naturaleza, somos vida, ni más ni menos que otra vida.

Y eso no es ninguna cuestión intelectual, ni de argumentación. Es un proceso del sentir, si no lo sentimos, de más están los discursos bienintencionados de miles de libros. Hemos de reconocer-sentir que todo lo que nos rodea es Vida y que estamos sumergidos en esa corriente de la vida. El olvidarlo es el separarse y esa escisión es el mal, el sufrimiento particular, de la humanidad y de millones y millones de seres.

Por eso, la percepción dominadora, además de ser un genocidio, es un ecocidio. Aunque, en realidad, el genocidio es una parte del ecocidio, porque nosotros somos parte de la ecosfera. Es necesario el sentir, no el pensar, no se trata, en primer lugar, de tomar medidas, eso vendrá después, cuando se haya producido el cambio de conciencia. Se tata del cambio interior; de disolverse como ego particular y en guerra con todo y fundirse en la Tierra y de la Tierra al Cosmos.

El antropocentrismo, que ha creado la dominación, el poder, el ecocidio, el colapso civilizatorio en el que nos encontramos, es una percepción que conlleva el mal, es ignorancia y olvido de nuestro Ser. Recobrar nuestra identidad es recobrar una percepción correcta: ecocéntrica e, incluso, cosmocéntrica. Pero toda nuestra sombra, y la sombra del inconsciente colectivo de la humanidad está anclada en el antropocentrismo que nos ha llevado casi al final, a nosotros y a la tierra (no sólo es un clamor el dolor del hombre, lo es aún mayor, el dolor de la tierra, pero nuestra visión antropocéntrica nos impide verlo.) Por eso hemos de desarmar el antropocentrismo, pero no sólo con argumentos, sino con la facultad superior del Espíritu; es decir, desde el amor que nos lleva a la Unidad.

Son muchos los fantasmas y demonios, interiores y exteriores con los que nos vamos a encontrar si nos atrevemos a iniciar este proceso, pero es imprescindible soñar desde la mirada amplia del místico, el mago, el chamán. Y percibir que hay otros mundos, que no todo se reduce a la materia y a nuestra dominación sobre ella. Que todo está en relación, que todo es un flujo de energía y que nada ocurre porque sí.

No merece la pena perder el tiempo en las viejas formas políticas. Mientras no se consiga un salto en nuestra conciencia egoica a una conciencia transpersonal y en unión con la naturaleza, no habrá cambio social, ni justicia. Seguirá la guerra, el hambre, la destrucción de la vida en la tierra, la esquilmación de todo lo que la tierra nos da pero nosotros nos tomamos la licencia de robárselo, sin agradecer, todo lo contrario, hiriendo, destruyendo, sin sensibilidad.

Y la clave del cambio de nuestra conciencia es el agradecimiento y el amor. Esos son los motores que nos animarán, desde un pensamiento positivo, desde la capacidad de ensoñar, a luchar en la senda del guerrero contra los demonios de dentro y de fuera.

No existen las cosas, o las sustancias. Todo es un proceso, un eterno fluir de lo mismo. El río de la Vida.

Las cosas, separadas, son una forma de nuestra percepción, pero no son la realidad. La equivocación comienza cuando creemos que las cosas que vemos son la realidad toda.

Esas cosas que percibimos, además de concebirlas como separadas, como sustancias, las pensamos como materiales e identificamos lo físico, con lo material y lo material con todo lo real.

Esta forma de percepción no es más que el sueño del interior de la caverna. Evidentemente, una estructura adaptativa del cerebro, pero, que sea una estructura adaptativa del cerebro, no implica que sea la realidad toda. Cada especie percibe de una manera. Y, el hombre, como ser cultural, percibe de múltiples formas. Recrea la realidad.

La realidad es una realidad participada. Fruto de lo de fuera y de nuestra construcción, pero, con cuidado, no estamos separados de lo de fuera. No hay ni fuera, ni dentro. Todo es lo mismo.

Que todo sea lo mismo significa que todo está en relación, lo que podemos llamar el interser. No hay ser sino interser o relación. No existe lo aislado, todo está en relación con todo lo demás. Si cogemos un objeto y lo analizamos, por ejemplo el teclado sobre el que escribo, inmediatamente me pone en relación con el vendedor, a su vez con el fabricante, después con el fabricante de materiales, con el diseñador, con el que extrae las materias primas. Y, si sigo ahondando, llego, ni más ni menos, que al origen del universo.

Cada objeto del universo me pone en comunión con el todo, con el fondo creador de todo lo que hay, con el Ser. Y, lo mismo sucede con mis emociones y sentimientos. Por eso, lo importante, respecto a éstas, es el desapego, es la autoobservación, la autoindagación, el desidentificarse, de lo contrario, cosificamos las emociones y nos convertimos en: ira, cólera, envidia, egoísmo,…

Sin embargo, si observamos nuestro mundo interior de afectos o emociones, nos daremos cuenta de que, para empezar, no somos nosotros y, para continuar, observamos que son en tanto que relación con lo que nos rodea y fruto de esa falsa visión de considerar a lo que me rodea “cosas” materiales que me afectan.

Por el contrario, si ilumino desde la luz de la alegría todo mi Ser, no me sentiré separado, sino que vivenciaré a lo otro, como algo que no es otro, sino yo mismo. Me podré identificar con lo otro. Entonces, los vicios, nuestros demonios, desaparecen en la alegría de la Unidad.

Esta alegría llega a su máximo grado, en lo que Spinoza conocía como el tercer grado del conocimiento, que él decía que era el amor intelectual a Dios. Es el éxtasis de los místicos, los chamanes, el samadhi de los yoguis, el nirvana budista…en fin, cada cultura ha producido su imaginario que las hace tan diversas. Pero la esencia es la misma.

El amor a Dios, que Spinoza identifica con todo lo que hay, no personifica, sino que es todo lo que hay y que él llama: Naturaleza, lo cual es importante, porque la naturaleza es la vía directa de ascenso a la divinidad, es algo que se da de forma directa, una intuición, una inspiración, un estado de gracia, no hay intermediarios, ni mucho menos, argumentación.

Lo de la naturaleza tiene una doble importancia. En primer lugar, llamar a todo lo que hay, naturaleza, crea un vinculo con aquello de lo que nos hemos desconectado y por ello nos sentimos vacíos. Y eso es, la naturaleza. La naturaleza en su dimensión de lo Sagrado. Y en la que estamos inmersos. Cuando captamos esta dimensión surge la intuición del amor a la naturaleza y el estado de alegría. Ya no puede existir la soledad, el abandono, uno es la naturaleza. Uno lleva el universo dentro. Porque si nos remontamos en lo que somos, interser, llegamos al origen mismo del universo y porque cada ser del universo es el centro del mismo y su circunferencia, su fin, no está en ninguna parte.

Pero lo importante es que estas palabras no sean más que una guía hacia el sentir. Lo importante de estas palabras, no es lo que dicen, sino lo que muestran, a donde apuntan. Lo místico, no se puede decir, sólo se puede mostrar.

Que todo lo que hay sea interser, relación implica que nada tiene un comienzo ni un fin, eso es otro error de la percepción, otro sueño, otra apariencia del interior de la caverna. Observar que lo que es, es relación, es fluir, es sumergirse en el río de la Vida, que es el cambio constante de siempre lo mismo. Nada nace, ni perece, porque, en realidad, no hay nada.

Que lo que hay sea relación nos ayuda al desapego. Nada nos pertenece, todo pasa, todo fluye, todo es una relación. Y, si seguimos profundizando en esa autoindagación, nuestro ser, como ser en relación nos lleva a la vacuidad.

Precisamente, la vacuidad es la ausencia de ser, pero no la Nada. Es decir, la ausencia de cosas, pero la potencialidad infinita de Ser (entendiendo ser como proceso, como corriente de un río que a la vez nunca es el mismo, pero siempre permanece el mismo) es la emergencia no dual de todo lo que es.

Otra cuestión importante de considerar a lo que hay como Naturaleza, al modo de Spinoza, es que nos permite tomar conciencia ecológica. Y esto tiene una dimensión política. Una conciencia ecológica profunda, no meramente de postín, ni publicitaria. Y nos conecta, como ya hemos dicho, con la más antigua forma de espiritualidad: el chamanismo (o, mejor, los chamanismos)

Y esto nos permite, nos da acceso a dos cosas, la primera es el cuidado de la naturaleza más cercana, la naturaleza, y nosotros como tal, formamos el ámbito de lo sagrado, de ahí la reverencia que se merece, no es objeto de mercado. Este simple cambio de conciencia sería una revolución para la humanidad. Y, en segundo lugar. Volver a conectar con la naturaleza, lo Sagrado, no abre las puertas de la percepción. Y dejamos de identificar lo real, con lo físico y lo físico con la materia. El Universo se amplia y el observador es lo observado. El Testigo se funde con lo atestiguado.

Y, para ello, sólo es necesario observar, con apertura y desde el amor, y desbordando alegría, como le gustaría decir a Spinoza. No con el intelecto y los límites del lenguaje. Estos sirven para hacer ciencia, que está muy bien, pero que ni agota lo Real, ni tiene nada que ver con la visión mística, la gracia…

Desde siempre me he sentido atraído, como si fuese por una fuerza magnética por la pintura de Goya, especialmente por sus pinturas negras. Goya ha visto el lado oscuro de la vida, del hombre y de la naturaleza humana. Lo ha podido transitar. De lo contrario, no hubiese podido llegar a tal precisión y virtuosismo en sus pinturas.

Sus pinturas son un reflejo de los demonios que nos habitan. Del sufrimiento que nos producen. Nos ponen en contacto con aquello que no queremos ver, que queremos olvidar u obviar, aquella parte que debemos sanar, pero que, mientras que no lo hagamos, somos.

No es explicable la historia de la humanidad y de su relación con el planeta, que le dio la vida, sin contar con estas fuerzas oscuras que nos dominan y nos pueden llevar al autoaniquilamiento individual o colectivo. La historia de la humanidad, en gran medida, es la historia del horror, del genocidio, del abuso del débil, del crimen consentido y frío. Pensar lo contrario es simplemente engañarse.

No estoy diciendo que la historia de la humanidad y el hombre mismo se reduce al mal. Estoy diciendo que forma parte de su naturaleza. Y que no es una dualidad. Mal y bien conviven en el hombre y en la historia, pero olvidar el horror es volver a repetirlo, tanto individualmente, como colectivamente.

El mal es nuestra sombra. Nos persigue y es inseparable. Pero no nos atrevemos a bucear en ella. La frontera que nos separa de nuestra sombra no es, ni más ni menos, que el miedo. Sentimos pavor a saber quiénes somos, lo que piensan de nosotros, nos ocultamos a nosotros mismos nuestra propia naturaleza y la proyectamos en el otro. De esta manera nos vemos libres de culpa y encontramos un chivo expiatorio: el otro.

El mal es el horror que sentimos a la mirada del otro que es el único que descubre nuestra naturaleza y en el que nos vemos reflejado. Consideramos al otro como diferente porque no nos reconocemos en él. Entonces es objeto de nuestro miedo y el miedo desata nuestros demonios: la ira, el egoísmo, la envidia, la culpa, la vergüenza… y entonces arremetemos contra él.

Creemos que eliminando al otro nos veremos libres de nuestra sombra, pero la sombra no se despega de nosotros. La sombra solo puede iluminarse. Y se ilumina desde la aceptación y la rendición a nuestra naturaleza.

Pero para que esto se pueda dar es necesario el autoconocimiento. Porque, en el fondo, el mal es la ignorancia más el miedo. Porque la ignorancia, el no saber, produce miedo. Y, por eso, es necesario saber, atreverse a saber. Admitir nuestra ignorancia para empezar, de lo contrario seremos víctimas del demonio, o vicio de la vanidad.

Y, como sabemos ya desde el Eclesiastés, todo es vanidad. Todo lo que hacemos lo emprendemos desde un presunto saber. Saber que no es más que una justificación de nuestra ignorancia y una huida hacia delante, un no querer saber quienes somos, qué guardamos dentro de nuestra historia personal que nos impele a actuar tal y como lo hacemos.

Ese miedo y esa vergüenza nos llevan a arremeter contra el otro (nuestro espejo, nuestro reflejo) nos lleva a su aniquilación, a la humillación, a consentir el mal que otro hace. No habría habido totalitarismos en el mundo, hoy estamos bajo uno de ellos, el sistema neoliberal tardocapitalista que está cometiendo un genocidio y ecocidio, si no lo consintiésemos.

Pero lo consentimos porque en el fondo tenemos miedo, porque nuestra propia sombra nos arrastra. Porque nuestra historia personal está en la sombra, porque no nos hemos atrevido a iluminarla.

Sólo nos deslizamos de la oscuridad a la luz por el conocimiento, por la toma de conciencia. La luz y el bien iluminan. Son como las ideas platónicas que iluminan el mundo del interior de la caverna, son la luz en las tinieblas, como dice el evangelio de San Juan. Porque luz y tinieblas se complementan, no existen separadamente, ni puede existir una de ellas sola. No hay luz, sino hay oscuridad. Pero ambas son lo mismo manifestándose de una forma distinta.

Pero no podemos acceder a un estado de conocimiento luminoso si estamos dominados por el miedo. Por eso es necesario el valor. El atreverse y, una vez que ponemos en marcha el motor del valor, hace falta esfuerzo. Sin esfuerzo, todo es vano.

La virtud del valor, casi una repetición, es el fiel de la balanza entre los vicios y las virtudes, entre los ángeles y los demonios. El valor es el que nos permite adentrarnos en el alma y en la sombra que esta proyecta, ya sea a nivel individual o colectivo, y llegar hasta la herida e ir sanando poco a poco, con aceptación de quién soy y con la alegría de ser, el bien, la belleza, o la luz, como lo llaman otros.

Pero ésta es la lucha del héroe, aquel que se atreve a estar por encima de su destino, aquel que no se somete a su sombra, aquel que es capaz de crear y autocrearse. El que es capaz de soñar una vida nueva y mejor, para sí y para la humanidad.

Con la mirada heroica, llena de valor, alegría y amor, se retiran las sombras, se diluye el miedo, se acaba el sentimiento de soledad y de vergüenza y con ello, se disipan: la ira, el odio, la venganza… Nada de esto tiene sentido ya.

Pero el viaje del héroe es imprescindible para conquistar la luz, la verdad y la libertad. Y todos nuestros mitos (saber ancestral) nos lo recuerdan. Y estos mitos están en nuestro inconsciente, Ulises, por ejemplo, que es el más paradigmático, y en el de la humanidad. El problema es que lo inconsciente es inconsciente. Y de lo que se trata es de un viaje alquímico, de transmutación de los demonios en ángeles, de los vicios en virtudes. Y, para ello, es necesario hacer consciente lo inconsciente, salir de las sombras de la caverna hacia la luz del mundo exterior.

Pero, aún así, una vez que hemos salido, que hemos contemplado la luz, el bien, la belleza, nuestro sino es volver. Nuestro lugar no es la isla de los bienaventurados, como dijera Platón, sino el de los hombres. O, como dijera Jesús de Nazaret, de lo que se trata es de estar en el mundo pero no ser del mundo.

El héroe ha recreado un nuevo mundo para sí y para los demás, pero ha tenido que pasar innumerables pruebas, ha tenido que reconocer su ignorancia y su autoengaño y su naturaleza maligna debido a ellos, y su debilidad y miedo y aceptarlo todo hasta llegar a la muerte misma. Y de su muerte, como ego, renacerá de nuevo, con una conciencia ampliada, permaneciendo en el Ser, en el equilibrio, viviendo desde el amor y la alegría, pero en el ajetreo de la vida cotidiana entre los hombres. Como el pastor que vuelve al mercado en el budismo zen después de alcanzar la iluminación.

La espiritualidad ha sido expulsada del mundo por el reduccionismo científico. Pero la ciencia no abarca ni explica la realidad. El reduccionismo científico es la muerte para el hombre. Es la transformación del hombre en objeto, en máquina. El mundo queda desencantado.

La ciencia es un discurso que se basa en la razón mecánica, pero la razón mecánica no explica la totalidad de lo que hay, ni la totalidad, sino lo parcial y una forma determinada de presentarse lo parcial.

La creencia de que la ciencia lo explica todo no es más que una fantasía. Una ilusión peligrosa porque deshumaniza al hombre y lo pone a merced del poder.

Pero el hombre deshumanizado queda vacío, hueco, sin sentido. Y entonces entra en el juego de la competitividad, la lucha, el egoísmo, que es lo que esta sociedad ha producido pensando que es progreso. El progreso no es más que otro sueño, más bien una pesadilla que puede terminar muy mal.

El hombre, bajo el paradigma científico, está desconectado de sí mismo y de la naturaleza. Tiene su mente desbordante de pensamientos y de autojustificaciones, porque, en definitiva, está viviendo un sueño o pesadilla horrorosa.

Pero el hombre es el ser del sentido. El hombre es el ser que busca el sentido de la existencia, del mundo, de la vida, de la trascendencia… y todo ello no se lo da la ciencia. La ciencia puede aportar comodidad, pero no felicidad. Ésta última entra dentro del ámbito de lo espiritual y tiene que ver con el sentido, pero la ciencia no habla del sentido. El sentido no es empírico, ni demostrable por la razón matemática.

Y si unimos la ciencia al poder, que es como realmente se da, pues resulta que la ilusión de la ciencia que crea un mundo mejor, que produce el progreso, no es más que ideología, un nuevo opio para el pueblo para mantenerlo, dormido, esclavizado y engañado. Es la ideología que hace que el hombre sea un títere. Pero la inmensa mayoría vive a gusto siendo títere. Es aquello de la servidumbre humana voluntaria.

La ciencia, en su modo no reduccionista es un modo de acceso a la realidad, pero sólo uno y ni si quiera el más importante. Puede ser el más eficaz, pero, claro, se valora porque vivimos en una sociedad que valora la eficacia, no la felicidad, ni la justicia. Por eso se ensalza e, incluso, se diviniza.

Por eso el hombre se ha vuelto incrédulo, nihilista, lo niega todo y pide pruebas de todo. Pero esto no es más que un paradigma, una forma de mirar el mundo. Existen otras. Además, una forma que, aliada al poder, es excluyente de otras miradas del mundo. Por tanto, es dogmática, fanática e intolerante. Por eso el hombre de este paradigma es un hombre en guerra con los demás y con la naturaleza. Es un competidor nato. Pero es un hombre vacío, porque todo lo que acumula, no son más que productos materiales a los que, curiosamente, llama bienes, pero no lo son, sino que son sus ataduras, aquello con lo que el poder lo mantiene esclavo y sumiso, ignorante, confuso y permanentemente en estado de alerta y de incompletud.

La verdad del espíritu, a la que tenemos acceso por el tercer género de conocimiento, la intuición, no necesita de pruebas, ella misma es la prueba. Es vivencial. De lo que necesita es de la apertura, de la confianza. Hay que dejarse llevar y dejarse embriagar por esa verdad que se nos muestra, pero de la que no se puede hablar, ni se puede decir.

Sólo la metáfora, el arte, el ejemplo, nos muestran esa verdad y sólo la confianza en el que la dice y en sus actos nos pueden mostrar el camino de acceso a ella. Por ello, frente a la exigencia de pruebas, frente a la asepsia, especialización, mecanización de la ciencia, lo que tenemos es el calor de la confianza. Uno confía y se entrega y ahí hay libertad, pero cuando uno pide pruebas se esclaviza.

La confianza y la entrega es apertura y se da desde la amistad-amor. Sólo esta relación ya llena el vacío interior producido por la sociedad de producción que nos ha legado un mundo desencantado, pobre y cruel. Dominador y genocida. Y desde el amor incondicional que se da en la confianza plena podemos ir por la estrecha senda del camino espiritual, pero alegres y gozosos. Y esto ni es engaño, ni superstición. El engaño y superstición es la creencia en la tecnociencia como motor del progreso humano y de la felicidad. Hay que darle la vuelta a este gran engaño.

Las verdades están apuntadas desde hace milenios. Pero no hay oídos que escuchen. Ya lo decía Jesús de Nazaret, “El que tenga oídos para oír que oiga”. Y no se trata del acto mecánico de escuchar, sino de la confianza en el que tiene la palabra. Y aquí no caben las críticas, eso queda para el nivel intelectual, que está muy bien, para las verdades superiores, lo que hay es que experienciar. Recorrer el camino que se nos indica. No hay otra. No hay discusión previa, porque estamos en el nivel del sentido, de lo místico, de la totalidad y aquí, la razón, simplemente, es obsoleta.

Para que haya un cambio global es necesario un despertar de la conciencia. Mucha gente que tengan confianza en las verdades de milenios. No han cambiado, se pueden formular de otra manera, pero son las mismas. Además, esas verdades nunca han sido dichas, sino apuntadas y sólo se han podido vivenciar y, una vez, vivenciadas se pueden señalar.

Tras la vivencia de esas verdades, del ámbito de lo místico, sólo queda el silencio.

"Según es mi pensamiento así es la visión que tengo de la vida."
Es decir que de lo que se trata es de cambiar la forma de pensar y cambiará nuestra forma de ver el mundo. No podemos cambiar lo que no se puede cambiar y no tenemos una mirada completa de las cosas, no sabemos el por qué y el para qué. Es mejor adoptar un pensamiento que se enraice en la alegría, la compasión, el amor, la unidad y, así veremos el mundo y así lo transformaremos. La revolución comienza por la revolución de la conciencia, de nuestra percepción de las cosas.

“Aquello que crees con convencimiento se convierte en realidad”

No se trata de magia, ni truco, ni embaucar a la gente con más opio. Se trata del poder que tiene nuestro pensamiento y nuestra confianza. El mundo es y nosotros somos en el mundo. Ahora bien, nuestra mente, inteligencia e intuición son puertas abiertas a la percepción del mundo. Si nosotros cambiamos nuestro estado mental estamos, literalmente, cambiando lo de fuera. Porque, lo de fuera, no está fuera, sino que es una representación, una proyección de nuestra voluntad. Lo primero que hemos de hacer es confiar en nosotros mismos, alejar nuestros miedos, ser valientes y tener una actitud basada en la alegría. Una esperanza que se transforme en un sueño. Y, en la medida que soñamos un mundo de posibilidades podemos soñar la posibilidad del mundo que queremos. Pero es necesario otro factor, no se trata de ensoñar un mundo privado para mí; es decir, desde el egoísmo, sino un mundo mejor para todos. Eso sí, partiendo del sueño de nuestra propia autotransformación, de nuestro cambio de conciencia. Es decir, del amor incondicional. Esto es, que es la alegría de ser, la aceptación y el amor los que nos permiten soñar con una nueva realidad que se irá materializando desde nuestra confianza y apertura. Pongo sólo dos ejemplos del siglo XX: Martin Luther King y Gandhi.

“Según sea tu pensamiento eso atraerás a tu vida”

Ya hemos dicho que nuestro pensamiento es una representación del mundo y que esa representación depende de nuestra voluntad. Y esa voluntad está cargada de nuestro estado de ánimo. La tristeza ve un mundo gris, cargado de amenazas y de peligros. Y eso hace que nosotros estemos a la defensiva. La alegría, en cambio crea un mundo agradable, en el que podemos actuar, sobre todo, si vemos injusticia y mal. Pero no nos dejamos arrastrar por la tristeza, ni la ira.

Nuestros pensamientos modelan el mundo y a las personas. Los convierten en cosas, los enmarcan y clasifican. El pensar es conceptualizar y cosificar. Si, encima, ese pensamiento es un pensamiento que procede del ego, pues es un pensamiento de rechazo, de separación que, al final, produce odio, enfrentamiento y guerra. Vamos, el estado de conciencia en el que vive la humanidad y da lugar a lo que tenemos.

Pero si nuestro pensamiento se apoya en la alegría de vivir, ya no conceptualiza, ya es apertura. Porque deja al otro ser quien es. Nuestro pensamiento, cuando se basa en la alegría y la aceptación es un pensamiento de libertad.

Cuando vamos por la vida, por este camino que todos recorremos, desde la cuna a la tumba, con un pensamiento positivo, basado en la alegría, el mundo se nos abre a nuestro paso y atraeremos al bien. Si somos bien atraeremos al bien, o sabremos transmutar, por la alquimia de la alegría, aquello que nos venga. Es cuestión de perspectiva.

Mientras más ampliado es nuestro estado de conciencia más capacidad de alegría y amor incondicional tendremos, pero también de sufrimiento, porque veremos el sufrimiento de los demás. Pero este sufrimiento dispara la compasión, que es querer el bien incondicional del otro y actuar en consecuencia, no, meramente, como se nos ha transmitido culturalmente, lástima. La lástima crea diferencia y no deja al otro vivir, lo humilla, la compasión lo acompaña, porque siente al otro uno en su dolor.

No estamos diciendo que el mundo sea un camino de rosas, no. Sino que nuestro pensamiento lo puede transformar, pero primero hemos de transformar nuestra conciencia (sentir y pensar) y nuestro actuar.

Muerte y renacimiento. El ciclo inexorable de la vida. El eterno retorno de lo mismo. La eternidad. El eterno fluir del río de la Vida, que siendo siempre distinto es siempre el mismo. Somos Vida y es lo único que hay.

“La paz es una energía creada en el interior.”

La paz es la ausencia de miedo, de resistencias, de contradicción, de lucha.

La paz es la aceptación. Y ésta es la capacidad de asumir todo en el aquí y el ahora. Asumir que estamos alegres, que estamos tristes, que tenemos miedos, esperanzas. La aceptación es el estado en el que el tiempo desaparece.

Aceptar es vivir en lo universal y desde la eternidad, donde ya no hay un yo particular que vive instalado en el tiempo, sino la conciencia donde se da todo, donde, todo, se hace presencia. Y todo, es todo, lo que queremos y buscamos y lo que rechazamos.

Mientras que sigamos rechazando y buscando no habrá paz. Si rechazamos, en el fondo, no nos aceptamos. Si rechazamos nuestros miedos, nuestras tristezas, nuestros fracasos, no estamos en paz porque no nos hemos aceptado, porque, en el fondo, seguimos apegados e identificados con ese pequeño yo.

Aunque persigamos la alegría, la paz, el bien en el mundo, todo lo bueno, estamos divididos, estamos en la dinámica del deseo. No estamos en paz, estamos en estado de resistencia. Estamos aferrados al miedo a la guerra, al fracaso, a la muerte, a la enfermedad.

Aceptar es asumir en la profundidad de nuestro Ser, que somos vida y muerte, salud y enfermedad, alegría y tristeza y todos los opuestos. Y cuando aceptamos profundamente esto en una experiencia íntima, entonces los opuestos encuentran su equilibrio y no los vemos desde la dualidad, sino desde la Unidad (no dos.) Pero ya no hay conceptos no yo para describirlos.

La senda espiritual es engañosa. Cuando creemos recorrer un camino, en realidad es nuestro ego el que nos lleva por ese camino, porque en realidad no hay camino. La aceptación es vivir el ahora, todo lo que se da ahora. Pero, todo lo que se da ahora es todo lo que hay. Perseguir el despertar, la iluminación, también nos puede llevar a los engaños del ego, al apego al despertar, esto es, a un ego despierto. No existe ego despierto, porque no hay ego en el despertar.

En el estado de presencia todo se da de una vez, porque ya no hay argumentación, no hay tiempo, ni intermediarios. No hay yo. Esa es la profunda aceptación, pero no hay un ego que acepta, todo ocurre en la consciencia plena y no hay un yo que juzgue.

La paz surge del interior y se funde con el exterior que vienen a ser lo mismo por medio de la aceptación.

La aceptación es un eterno decir sí, pero sin un ego que lo diga y, por tanto, sin miedo ni resistencia. Dejando que ocurran las cocas en el momento. Sin salir de él.

Lo curioso y, paradójico a la vez, es que uno ya es esa aceptación, el problema es que no lo ve. Y ya lo es, porque el yo, no es que no exista, es que es una ilusión, una visión distorsionada o aparente de las cosas. En esa forma de ver entra el tiempo, por eso nos preguntamos, cómo llegar. Pero eso es erróneo, no podemos llegar, no hay un yo que llegue a ninguna parte. Hay una Conciencia en la que ocurre todo. Sentir esto último, no desde el yo, sino desde la Conciencia, es estar en el ahora, ya no hay tiempo. Y, si no hay tiempo, no hay un cómo llegar. Lo que sí es cierto es que necesitamos mucho tiempo para comprender-sentir esto.

En definitiva, como dice Alan Watts: “Así como no existe otro tiempo, y nada salvo el Todo Absoluto, nunca hay en realidad nada que alcanzar, aunque el aliciente del juego sea fingir que lo hay.”

“Cuanto más me entiendo a mí mismo, más fácil me es permanecer feliz y pacífico.”

El viejo conócete a ti mismo. Si te conoces a ti mismo conoces a los demás y si conoces a los demás te conoces a ti mismo. El autoconocimiento es la vía hacia la paz interior. Pero esa vía ha de salvar el miedo a los fantasmas y demonios que llevamos dentro.

Nuestra intranquilidad procede de la ignorancia. Nuestra infelicidad, ser esclavo de los vicios (nuestros demonios), es cuestión de ignorancia. Y, a su vez, la ignorancia es fruto de la falta de valor. No nos conocemos porque la vía de nuestro autoconocimiento son los demás. Y lo que nos ocultamos a nosotros se lo ocultamos a los demás.

Nos pasamos la vida contándonos historias, batallitas para poder soportar cierto grado de sufrimiento que nos permita sobrevivir, pero, ni alcanzamos la paz, ni somos felices. Al revés, albergamos, rencor, envidia, codicia, odio, resentimiento…y, cada vez a más.

Y todo reside en la aceptación. No nos conocemos, o nos negamos, porque no nos aceptamos, porque adoptamos el papel de víctimas. Porque nos identificamos con las historias que nos autojustifican en las que nos sentimos a salvo. No nos atrevemos a permanecer en la intemperie, sin ningún calificativo, solo el Yo Soy.

La infelicidad es desasosiego, es un tender hacia algo que creemos que no tenemos y creemos merecer o que nos lo han arrebatado. La infelicidad es el sentimiento de carencia. Ambas cosas son ilusorias, es decir, ficciones. No es que no existan, cuidado, todos lo sentimos, sino que son apariencias; es decir, lo que las cosas parece que son, pero que no son. Son un sueño del que no despertamos y con el que estamos plenamente identificados.

La infelicidad, pues, es falta de autoconocimiento. Si iniciamos nuestra autoindagación nos daremos cuenta de que no hay carencia, de que la carencia es una historia que necesita el yo para permanecer como tal. Si nos aceptamos tal como somos en profundidad, no hay carencia, todo es como Es; es que no hay otra manera de Ser. Porque nos instalamos en la eternidad.

Es el yo, que vive proyectado en el tiempo el que crea las necesidades de futuro y pasado. Por eso vive en el miedo y la angustia. Pero cuando hay profunda aceptación, no hay tiempo. Todas las emociones, todos los estados de ánimo, todo pensamiento es admitido, por que son. Y, una vez que están ahí, son. No se puede luchar con ellos. Pertenecen a todo lo que hay. Ahora bien, si los acepto, si acepto el miedo a la muerte, entonces empiezo a dejar de ser yo, comienza a emerger una mirada más amplia que es la de la Conciencia, desaparece el miedo.

Si nos aceptamos surgirá una profunda calma de nuestro interior. De nuestro verdadero Ser. Ya no nos temeremos, porque no nos identificamos con pensamientos y emociones, desaparece el papel de víctima y el de culpable y, de paso, dejamos de temer a los demás. Para empezar porque los comprendemos, nos damos cuenta de que somos como ellos, nos percatamos de que somos Uno en la diferencia. Esencialmente Uno, existencialmente diversos.

Sin miedo al otro y con el sentimiento de unidad hay paz. La paz es la armonía, la calma. Y la calma es la felicidad serena, la ausencia de movimiento y deseo, la alegría.

La ironía y el sarcasmo son los mejores instrumentos para el autoconocimiento. Y para ese conocimiento necesario de sí mismo para lograr la paz interior que nos lleva a la paz exterior es imprescindible ser capaz de reírse de sí mismo. Si uno no se toma en serio emprende el camino de su autodisolución, de los apegos, de las identificaciones, de las representaciones de personajes y comienza a verse al desnudo, tal cual es, sin adjetivos. Lo sustancial o esencial. Y ahí no hay ego, sino una consciencia que observa.

Los que no son capaces de ponerse a sí mismo entre paréntesis, de dudar de sus creencias, de no tomarse demasiado en serio, están demasiado identificados con su papel, estos no aguantan la ironía y, por tanto, no les sirve para desarmarlos e iniciar su propio autoconocimiento. Estos necesitan del sarcasmo, de la burla intelectual, de la ridiculización.

El sarcasmo nos desarma de una vez, no es argumentativo, nos pone frente a un espejo y nos muestra que el rey va desnudo. Es un auténtico revulsivo. Por eso la sociedad no admite ni la ironía ni, menos aún, el sarcasmo. La sociedad y los que la conformamos nos consideramos muy en nuestro papel, nos creemos algo importante, porque, si no, no somos nada, que es lo que realmente somos.

Dos grandes maestros de la ironía y el sarcasmo fueron, Sócrates, la ironía, le costó la vida y se lo tomó con serenidad, puesto que había alcanzado la paz. Y Diógenes el perro, el sarcasmo, entre burla y burla aseguraba que era un filántropo disfrazado. Y es cierto. La enseñanza, la educación o medicina del alma es el amor. Se enseña por amor, para mostrar el camino de salida del laberinto. Pero, para ello, debe saber uno que está en un laberinto y en qué lugar se haya y, luego, tratar de salir de él. Y esto es autoconocimiento. Por eso, la ironía y el sarcasmo son una forma de filantropía.

Pero la filantropía, el amor desinteresado, siempre ha sido sospechoso porque produce la paz, la armonía y la felicidad: la Unidad. En cambio, la mente quiere la separación, la guerra, alimentar el ego. De ahí que nadie enseñe a nadie, sino que todos murmuren de todos, todos juzgando al unísono, nadie en silencio y en paz. Todos saben lo que está bien del otro, pero nunca han visto su sombra. Mientras más se habla de los demás mayor es el miedo que nos tenemos a nosotros mismos.

Mientras mayor es el silencio, más nos hemos adentrado en nuestro interior y luchado con nuestros demonios, más nos hemos aceptado y más amor brota de nosotros y se ofrece como filantropía. Pero no como un concepto abstracto, sino como una necesidad vivencial que procede de un sentir.

De ahí también aquello de Nietzsche de “filosofar con el martillo.” El filántropo ama a la humanidad y ese amor le lleva a destrozar a martillazos las múltiples corazas en la que se esconde su corazón, en tanto que individuo y en tanto que sociedad. Nos escondemos detrás de la historia personal que nos contamos, nos escondemos detrás de las creencias heredadas. Nos maniatamos a nosotros mismos. Servidumbre voluntaria. Por eso necesitamos de la burla, el sarcasmo, la ironía.

La risa es la medicina del alma. Reírse de uno mismo es desidentificarse, ver lo ridículo del papel que vamos interpretando por la vida. Enseñar es un acto de amor a través de la ironía y el sarcasmo y, tras ello, el silencio. Porque, en realidad, no se puede enseñar nada, salvo el error; señalar hacia nuestra máscara o nuestra sombra y derribarla con el martillo.

La calma y la tolerancia nos hacen más flexibles y nos permiten ver al otro como un hermano.

La calma emana de dentro cuando nos hemos aceptado, cuando, por fin, sabemos quién somos, o lo vislumbramos, o quiénes no somos, entonces tenemos tranquilidad. Las cosas son como son y no soy, salvo aparentemente, diferente a los demás.

Y es entonces cuando caen todas las barreras y ya el otro, no es inaccesible, ni peligroso, entonces emerge la tolerancia.

Pero la tolerancia no es una mera idea, aunque lo es y hubo que conquistarla por medio de la razón, pero no es meramente racional, ha de ser sentida, sin el sentimiento, jamás hay tolerancia y fraternidad.

La tolerancia, como mero concepto, no es más que un comodín en el discurso político. La tolerancia que emerge de nuestro interior cuando el interior está en calma profunda, es una vivencia de la comunidad que somos. Del sentimiento de Unidad y pertenencia.

Si no pasamos por este sentir, todo se queda en lo meramente mental, que no está mal, pero que no llega a realizar nada. Es sólo la idea. Y la idea debe producir una actitud, un sentimiento y de ahí se deriva la acción. Y el sentir es el de la compasión (que no lástima) o fraternidad. Si se siente esa fraternidad ya no existe el otro, sino que el otro pasa a ser otro yo.

Pero es desde la calma y la paz interior desde la que brota la tolerancia con alegría y entusiasmo. Porque la tolerancia une y la unión es la alegría, es la fuerza del amor de la que habla Spinoza, mientras que el que no se ve en el otro, se separa, comienza el rencor, el resentimiento, la ira y el odio. La separación. Y, con la separación el miedo.

Y el miedo genera el ataque, la guerra. Si tememos al otro nos preparamos para la guerra y lo mejor es atacar primero. Pero si tememos al otro es porque no nos conocemos. No reconocemos la común de la humanidad. No nos aceptamos y, por ello, nunca aceptaremos al otro.

El discurso político se hace políticamente correcto y habla de solidaridad. Esto son palabras huecas, son ideas que pretenden controlar las acciones, crear una mala conciencia. No nos llevan a un sentir. A la profunda aceptación, sino a lavar nuestra conciencia.

Por eso la política, además de ser un discurso caduco, es peligrosa. Alimenta el odio, los miedos, las diferencias. Alimenta a nuestros demonios contra los otros, que en definitiva, es alimentarlos contra nosotros mismos. Nos solivianta, no nos da la paz, ni la libertad. Nos esclaviza a ideales abstractos, absurdos e inventados.

La política ha de empezar por la educación y la educación por el conocimiento de uno mismo: yo Soy. Sin más. Todo adjetivo que le podamos poner es ya una diferenciación. En cambio, todos podemos decir: Yo Soy y todos somos lo mismo en esencia, aunque diferentes en existencia. Nuestra esencia se manifiesta de forma diferente.

Y es desde este conocimiento de sí mismo desde el que alcanzamos la paz, la serenidad, la calma, la felicidad y la libertad. Si aceptamos nuestro ser, somos libres. Si seguimos una bandera, aunque lleve el nombre de libertad, somos esclavos de la bandera y del que porta la bandera.

La política utiliza, en nuestros tiempos, el biopoder y el psicopoder. El poder biológico, control del cuerpo: Educación, medicina, salud mental, cárceles… y el psicopoder es el de la seducción por medio de “ideas”, más bien creencias impuestas por la propaganda de forma sutil a través del cual aceptamos nuestra propia esclavitud. Nunca el poder había sido más refinado. Nos convierte en esclavos haciéndonos creer que así somos libres.

El problema es que nuestra falsa libertad está alimentada de la competencia y destrucción del otro. Por eso, la verdadera política, comienza por la educación, por cambiar la conciencia particular y escindida en una conciencia ampliada y universal en la que el otro tenga cabida como otro yo, como hermano. El mensaje es muy antiguo. Hunde sus raíces en la sabiduría perenne, está en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento, en los Vedas hindúes, en el taoísmo, en la filosofía griega Heráclito, Parménides, Sócrates, Platón…

Sin embargo, nos creemos herederos del progreso y hemos confundido el progreso humano con el desarrollo tecnológico.

Nuestro autoconocimiento nos debe llevar a la recuperación de la sabiduría antigua vestida con nuevos ropajes. Esa sabiduría nos llevará al mayor de los viajes, un viaje interior sin fin. Hoy todos viajan y lo ven necesario. El único viaje necesario es el interior. Antes, cuando se viajaba, a la vez, era un viaje interior. “La verdad habita dentro de ti” S. Agustín. “Lo mismo es fuera que dentro” Trimegistro.

“Si no sigues a alguien te sientes muy solo. Estate solo, entonces. ¿Por qué te da miedo estar solo? Por que te encuentras cara a cara contigo mismo tal como eres y descubres que estás vacío, sumido en la culpa y la ansiedad, que eres anodino, estúpido, feo…, una entidad mezquina, sórdida, sin la menor originalidad. Afróntalo, mira la realidad de frente, no escapes de ella. En erl momento que escapas, empieza el miedo.” Krishnamurti.

La aceptación no tiene que costas, entonces es resistencia. Lo que sí puede pasar es que no seas capaz de aceptar, entonces, acepta que no puedes aceptar en este momento. Todo está ya dado. Es imposible la resistencia, cuando te resistes estás en la separación, en lo ilusorio y, por ello en el sufrimiento. Por otro lado, el hecho de aceptar, no implica el fin del sufrimiento, sino que aceptas que en el aquí y el ahora estás sufriendo, pero ya no es el ego el que mira y se identifica, sino que es algo que ocurre en la conciencia. Pero, para nada es el fin del dolor, ni del sufrimiento. Esto es un error del camino espiritual. Pensar que la espiritualidad te lleva a la felicidad es una intromisión del ego. La espiritualidad es un camino de ampliación de la conciencia, tanto de la alegría como del sufrimiento. Es más te lleva a la compasión y eso es sufrir con; es decir, ser capaz de sufrir el dolor del otro. La espiritualidad, el reconocimiento de que no somos un ego, es la vuelta a casa, el reencuentro con la Conciencia, con nuestro verdadero ser. No es la felicidad, es la libertad. la búsqueda de la felicidad es una trampa del ego que nos mantiene esclavos.

“La belleza de todas las cosas está en mi habilidad de apreciarlas.”

El mundo es mi representación. Depende de mi pensamiento así es el mundo. Y dependiendo de mi pensamiento así será mi actitud y mis sentimientos. Y de la actitud y de los sentimientos procede una acción. Y toda acción tiene una reacción. Si actuamos negativamente, esa negatividad se vuelve contra nosotros.

Es como decía el sabio Spinoza, “las cosas no las deseo porque sean buenas, sino que son buenas porque las deseo.” Ello implica un profundo cambio de mis pensamientos. los vicios surgen de los pensamientos negativos. Y los pensamientos negativos son pensamientos erróneos, siguiendo a Spinoza, son ideas inadecuadas. Es decir, que no se corresponden con la realidad, distorsionan la realidad.

Esas ideas negativas son ideas de ataque y proceden y producen inseguridad y miedo. Generan los vicios: la ira, la envidia, la codicia, el odio, todos los demonios que llevamos dentro. Y ese estado de ánimo nos impide la acción, nos vuelve contra nosotros mismos, renegamos de nuestro verdadero ser y lo proyectamos hacia el mundo y los otros. Nos sentimos víctimas del mundo y de la acción de los demás, cuando, realmente, sólo veo en los otros una proyección de mi miedo, de mi debilidad, una idea errónea.

Ahora bien, si mi pensamiento es adecuado, positivo, nace de la alegría de Ser, del contento, del entusiasmo, de la paz. Ya no hay miedo, hay autoconfianza. Se que soy un Ser pleno de paz y de amor. Ya no proyecto mi carencia (una falsa idea de mi mismo) en los otros, y no los culpabilizo. Mi paz interior, que es imperturbable, se extiende a la de todos mis hermanos y al mundo.

De la misma manera ocurre con la belleza, porque bien y belleza, así como, verdad y unidad, van unidas. La belleza de las cosas, del mundo, de los otros, no depende de lo exterior, sino de mi capacidad de entender, comprender y apreciar esa belleza. Son mis ojos, mi mirada la que ve la belleza en el mundo. Y solo puedo ver belleza si miro desde el Amor; es decir, si miro desde la Unidad, sin escisión, ni división.

En la relación con los otros hemos de suspender los juicios negativos, o, si se quiere, no apegarse a ellos, no identificarse con nuestros juicios negativos, porque estos son el conjunto de pensamientos que me separan del otro. Por el contrario, debo pensar desde la belleza y el bien. Fijarme en las cualidades positivas del otro. Y, de esa manera, surge la amistad, si yo hablo de lo que considero que son los defectos del otro, además de que esto es una proyección de mi idea de carencia y de mi miedo, pues me separo del otro. Por el contrario, si pienso bien y veo las magnificas cualidades del otro y lo que me pueden enseñar y aportar, me siento unido al otro en su Ser verdadero. Y esta es la amistad espiritual, o la amistad de los sabios u hombres nobles que los llamaba Aristóteles.

La amistad se basa en un pensamiento positivo que une y que va creciendo en nuestro interior y que no tiene fin. Es la comunión con el otro, es la compasión, el amor incondicional y nos produce el contento del alma. Y del contento sólo se pueden seguir buenas acciones que nos hagan crecer juntos y extiendan la paz por todo el planeta y entre todos los seres.

El ser humano es un ser que en su propia naturaleza tiene lo que se llama "la carencia" y, en tanto que es un ser que potencialmente puede ser más, pues en esa medida siente la carencia. Por otro lado es un ser dividido, escindido, entre sus deseos y su entendimiento. El entendimiento nos forja un yo desde que nos construimos como seres egoicos que juega el papel de guardar la herida y en torno a esa herida se va forjando nuestro inconsciente, que a su vez está inmerso en el inconsciente colectivo. Y eso es lo que constituye nuestra sombra. Pero, qué es lo que pasa, por qué ese sentimiento de carencia o soledad. Pues porque tenemos una falsa percepción de nosotros mismos, no es que necesitemos a un terapeuta, sino a un amigo. Y antes de a un amigo, a nosotros mismos. Es decir, si no tenemos amor propio, seguiremos instalados en nuestro desprecio, en lo que llaman baja autoestima. Y lo que haremos es no curar nuestra carencia, que es una ficción, no carecemos de nada, somos perfectos, pero hemos olvidado nuestro origen. Y cuando no curamos esa herida lo que hacemos es fortalecer las corazas del ego mediante el ataque a lo de fuera. Es decir, por ejemplo, mediante el juicio al mundo, la sociedad, el otro, la humanidad en general. Pero ahí no está el mal, el mal no está en ninguna parte, solo es nuestro estado mental, nuestra forma errónea de percibir las cosas y percibirnos.
"No eres realmente capaz de estar cansado pero eres muy capaz de agotarte a ti mismo. La fatiga que produce el juzgar continuamente es algo realmente intolerable." UN curso de milagros. Cap. 3
Es decir, aceptación, que es comprensión y la compresión: amor incondicional. No juzgues y no serás juzgado. Cada vez que juzgamos proyectamos nuestro sentimiento de culpa hacia nuestro hermano, o hacia el mundo o hacia la humanidad e, incluso, si estamos desesperados, hacia el cosmos entero. Entonces ese juicio se vuelve contra nosotros y nos hunde más en el sufrimiento, en la mente incorrecta, en el autoengaño, en autoconsolarse....No hay nada de esto. Si estamos en la actitud del AMOR, no pedimos nada, ni necesitamos nada, ni juzgamos nada. Desbordamos la alegría y nos identificamos con nuestro hermano, con la humanidad, con el resto de los seres y con el cosmos entero, o Dios, el Tao, el Dharma...

Hoy sólo añadiría que lo que nos hace falta es valor. que nuestro sufrimiento y el de los demás, el que sufren por sí mismos y el que nosotros les podemos producir procede de nuestra cobardía, de nuestros pensamientos negativos, de nuestros juicios, de no aceptarnos, de vivir en el tiempo, proyectados al pasado o al futuro, no en el ahora. de no estar conectados con el Poder de nuestro verdadero Ser. Nuestros pensamientos crean la percepción de la realidad y, nuestros pensamientos, generalmente, lo que hacen es ocultar nuestra herida, la vergüenza que sentimos de nosotros ante los demás. Y eso nos hace ocultarnos, desconectarnos del Ser, hundirnos en la falsa imagen que nos hacemos del mundo y de nosotros mismos. Podemos cambiarnos por nuestros pensamientos y, a través de ello, cambiar el mundo.

“Exploramos las estrellas y las profundidades del mar, pero ¿Cuánto sabemos de nosotros mismos y de la razón por la que estamos aquí?”

El hombre en su naturaleza prometéica, de dominio y poder sobre la naturaleza y sobre los demás, sale de sí mismo e intenta realizarse por la conquista.

Su objetivo es el tener, no el ser.

Se olvida de sí mismo y cree que se encontrará en la conquista del mundo y el poder sobre los demás. Pero nada más lejos de la verdad. A medida que conquista el mundo y lo somete, se va olvidando de su propia naturaleza, de su esencia y de su ser. Se va separando de lo que es.
Y cuando nace la ciencia, no como admiración, asombro y perplejidad ante lo real y ante uno mismo, sino como tecnología, como afán de dominación, entonces se produce la gran escisión entre hombre y naturaleza. El hombre al someter a la naturaleza, explotarla y esquilmarla, se olvida de su propia naturaleza. Se olvida de que él mismo es naturaleza.

La ciencia en sus orígenes es un saber primigenio; basado en la admiración ante la belleza de todo lo que me rodea, en el asombro ante el misterio de lo real y en la perplejidad de mi propia ignorancia. Hay una actitud de respeto y de comunión con todo. Pero esto sólo fueron los orígenes, cuando el logos era el camino de acceso a la naturaleza porque el logos que habita el interior del hombre y de la naturaleza es el mismo. El logos, la palabra, el discurso, la razón, son lo común. Por eso conocer la naturaleza es conocerse a sí mismo y estar en comunidad con ella.

Por ello es necesario una vuelta hacia nuestro interior. Es urgente recordar. Conocer es recordar nuestra propia esencia, lo que hemos olvidado. Y, para eso, hace falta el silencio, el contacto con la naturaleza, la humildad ante lo real y el gran misterio de su mecanismo, de su funcionamiento, por mucho que la ciencia sepa, en el fondo, la totalidad de lo que hay, nos es incognoscible. El simple hecho de que hay cosas y no más bien nada, de que podemos pensar las cosas y sentirlas, es ya mistérico, místico. No tiene ni respuesta científico racional, ni la ciencia, en tanto que ésta está sujeta a sus límites tiene acceso al misterio del todo, al sentido.

No sabemos nada de la pregunta por el sentido, tanto del todo como de la vida, como de la humanidad o de cada uno en particular. Por ello, en lugar del espíritu prometeico, esa hibrys, que es nuestra naturaleza, es necesario cultivar la humildad y reconocer nuestra ignorancia.

Es necesario recuperar esa actitud de admiración, asombro y perplejidad. Y, desde esta actitud se nos abrirán las puertas de lo místico, pero no ya a la razón, sino a la intuición o el discernimiento. Y ese conocimiento nos hará mejores moralmente. Primero porque partimos de la humildad, que no la humillación ni la debilidad, al contrario, el valor de enfrentarse al misterio, y segundo porque accederemos al terreno de lo transpersonal, superaremos lo meramente egoíco. Es el salto de conciencia que necesitamos. Y, en esa nueva conciencia es en la que podremos experimentar la fraternidad.

Pero, para eso es necesario iniciar el camino de la interiorización y abandonar la huida que significa la conquista del mundo, de lo material, de la confusión del ser con el tener. No se es lo que se tiene, solo se tiene lo que se Es y sólo se tiene el Ser que uno es, toda posesión material es perecedera y si nos proyectamos en lo que tenemos y aparentamos ser el papel que representamos, pues estamos muertos en vida.

“Si me aferro al pasado, el presente se me hará difícil, y el futuro parecerá imposible.”

 

El tiempo lineal es la representación mental que se hace el yo para tener consistencia.

Sin tiempo el yo carecería de identidad. El yo, o el ego, es una ficción. Una ficción o ilusión que tiene su cometido desde el punto de vista adaptativo biológico. Ahora bien, el problema deviene cuando identificamos a la conciencia con el yo y al yo con el yo físico.

Entonces caemos en un reduccionismo fruto del engaño porque, en realidad, ni pasado, ni futuro tienen una existencia real, sino ilusoria, lo cual no quiere decir que no existan, claro que sí, pero son ilusiones. Y si me identifico con las ilusiones pues puede ser que me pierda en el mundo de las apariencias.

El dolor y el sufrimiento proceden del yo. Es el yo el que sufre. Pero el yo, o ego, sufre porque se identifica con la idea de tiempo en la que permanece. La identidad necesita permanencia. Pero todo es impermanente, vacuidad. Y no es necesario acudir a la mística occidental, ni menos aún a la oriental, por mucho que de ambas tengamos que aprender. El pensamiento filosófico occidental ya generó esas ideas, lo que ocurrió es que las intelectualizó, no las vivenció. Por citar sólo a uno tenemos a David Hume, quien sostenía que el yo y el mundo no son sustancias, no son cosas. Son un haz de percepciones, de intuiciones o sensaciones. Y las sensaciones son concretas y singulares y nada tienen que ver las unas con las otras. Ahora bien, lo que hacemos es asociar esas sensaciones bajo una idea prefabricada, como es la del mundo o el yo.

El ego se aferra a esa idea, porque es su permanencia. Y, además la característica del ego es la de intentar no desaparecer porque ello implicaría, piensa, la muerte. Mientras que, en realidad estamos esclavizados a esa falsa idea. A pensar que somos un cuerpo físico y una biografía. Todo eso no es más que una representación y, como tal, tiene el valor de la representación, no más. Liberarse de esa falsa creencia es, precisamente el renacer. Pero, primero, hay que morir.

Pero el caso es que vivir de esta manera produce sufrimiento. Y el sufrimiento procede de los deseos, los apegos, que son el producto de la identificación de nuestro Ser con el ego. Por eso nos aferramos al pasado que es el que nos da nuestra identidad, que no es más que una ilusión, nadie piensa de nosotros lo mismo que nosotros pensamos y nadie piensa igual de nosotros. Todos nos montamos una historia singular. ¿Quiénes somos, entonces? Pues un sueño, una ilusión, apariencias. Estamos en el fondo de la caverna.

Ahora bien. Al aferrarme a la historia que yo me he contado lo que hago es identificarme con un papel, en el que soy víctima, verdugo y salvador. Y esta identificación no es más que la historia personal que yo me cuento para no afrontar mi realidad, para huir de mí mismo. Es decir, para no aceptarme.

Necesito una profunda aceptación de mí mismo, un mirarme a la cara, con todos mis demonios y ángeles, vicios y virtudes y aceptarlos tal cual son, sin juzgar, sin justificar, sin ser víctima, ni culpable…comprenderme. Ser capaz de amarme tal y como soy. Y eso me permitirá salir del vicio, transmutar alquímicamente, por la alegría de ser, el contento, mis vicios en virtudes. Y, en segundo lugar, si puedo amarme a mí mismo y comprenderme-tolerarme, también podré hacer lo propio con los demás y entonces no los juzgaré, no veré su mal, los comprenderé y así podré amarlos, eso es el perdón. El perdón no es aceptar un supuesto mal del otro, sino amarlo, porque, en definitiva, es otro yo y lleva su infierno dentro como yo.

Y, si consigo perdonar, entonces ya no habrá lucha, porque lo que emergerá será la unidad. El reconocimiento de lo esencial y lo común.

Si no me aferro a mi pasado, si me acepto tal cual soy, entonces vivo en el ahora, en la eternidad. No habrá miedo al presente, porque el presente, el momento eterno en el que se da todo, nada falta y es perfecto, es todo lo que hay. Y el futuro no me puede inquietar, porque, en el fondo está ya dado y, aceptado. La profunda aceptación está fuera del tiempo porque el tiempo no es. Y ya no hay ego, sino un nosotros, una conciencia transpersonal.

Cuando se produce esa profunda aceptación, el vivir en el ahora, estamos en la Conciencia plena no dual. No hay tiempo y el observador es lo observado. Y de ahí surge la Paz. Nuestro verdadero Ser, no hay lucha. Hemos vuelto al Hogar.

“La calidad de nuestros pensamientos determina nuestro grado de felicidad.”

El pensamiento determina nuestro ser.

Si nuestro pensamiento es inadecuado nos instalamos en el vicio, pero el vicio es esclavitud y la esclavitud es infelicidad.

Si nuestro pensamiento es positivo, si amplifica el alma, si nace de la Paz y la serenidad, de la alegría, el contento y el entusiasmo modifica nuestras acciones y elimina los vicios que no son más que el fruto de la ignorancia de la virtud.

El vicio es ignorancia, pero esa ignorancia está alimentada por la pereza. Es la falta de valor la que nos lleva al vicio. Porque el vicio es la falta de acción, mientras que la virtud, es fuerza, acción, coraje.

Lo primero es conocer nuestros pensamientos. Una vez que los conocemos, saber si generan acción o inacción, si construyen o destruyen, si producen tristeza o alegría. Si un pensamiento produce tristeza es un pensamiento que nos destruye, que disminuye la potencia del alma. Un pensamiento positivo, en cambio, aumenta nuestra potencia del alma y, con ello, nuestra acción.

Pero mientras más hacemos es porque estamos instalados en la alegría y el contento y, al estar instalados en éste, pues mayor es nuestra felicidad. Por tanto, el grado de nuestra felicidad depende del tipo de pensamiento que tengamos.

No se trata aquí de negar que existen los pensamientos y las pasiones negativas, sino del poder que tenemos de transformarlas, desde el poder interior que reside en el conocimiento adecuado, la Paz, el contento, el entusiasmo y la alegría de ser. Todo ello genera el amor. Y, donde hay amor, no hay tristeza. Y el que ama da, y el que da recibe y, por tanto, no necesita nada. Por eso, el amor a todo lo que hay, al ser, es el amor incondicional, infinito, la profunda aceptación y nos lleva a la máxima alegría, porque nos damos cuenta de que estamos completos y amamos toda completud, toda perfección.

Y la puerta de entrada hacia ese amor infinito es el amor propio, para empezar y el amor a la naturaleza, para continuar. Y ese amor a la naturaleza y a nosotros mismos nos lleva a la aceptación del otro, de los demás como iguales, porque todos formamos parte de esa “Sagrada” naturaleza. Deus sive natura, natura sive Deus.” Spinoza.

La fe es una virtud muy mal entendida. En realidad, salvo el catolicismo, que la considera una virtud cardinal o teologal es algo más bien, mal visto.

La razón de ello es doble. En primer lugar, la fe entendida por la religión no se ha practicado como virtud, sino como un deber. La fe se ha entendido como una creencia ciega. Es decir, se ha entendido desde un modelo de la verdad racional. En tal caso se entiende por fe la creencia en algo indemostrable e, incluso, irracional.

Por otro lado, la ciencia, al convertirse en discurso hegemónico pues elimina la fe porque la considera lo contrario a la argumentación y a la prueba empírica.

En ambos casos se entiende mal lo que es la fe, porque ésta, no es una cuestión de experiencia empírica, ni de verdad científico-racional, sino más bien una clase de actitud ante uno mismo y lo real.

La fe es una forma de estar en el mundo, que no anula, para nada, el discurso racional. Son niveles distintos. Incluso, podríamos decir, que el discurso racional necesita, como bien sugiere el filósofo Popper, de la confianza y la fe en que, en última instancia, los principios de la razón funcionen, en que nuestro conocimiento objetivo, racional y empírico describa, de alguna manera, aunque muy parcial, la realidad.

La fe como forma de estar en el mundo es una apertura a lo real y a sí mismo, una aceptación de lo que uno es.

Fe es confianza en uno mismo y en las circunstancias que lo rodean.

Fe es unidad, es no resistencia ante uno mismo y lo otro. La fe como confianza es una forma de Gracia.

Si uno no confía se instala en el enfrentamiento a lo otro y los otros. Su estado es el de guerra, el de lucha y defensa. Por el contrario, la confianza es apertura porque esperamos del otro la comunicación. La fe, como confianza en uno mismo, es la comunión con nuestro Ser interior, la confianza en nuestro propio poder.

Y, cuando confiamos en nosotros mismos, estamos instalados en la alegría, el contento del alma y el entusiasmo. La fe, la confianza, nos hace vernos y ver el mundo de otra manera. Es la puerta hacia un pensamiento que cambia el mundo.

La fe no está referida a una creencia en un objeto irracional, ni no empírico, la fe es el estado de ánimo de la confianza, de la no resistencia, del fluir con el universo y con uno mismo como parte del universo. Por eso, la fe es aceptación.

De ahí que en los evangelios se diga: “Tu fe te ha curado…” No hay alguien que cura, es sólo un mediador entre uno mismo y el universo, alguien que te ayuda a reestablecer el contacto contigo mismo y con el universo. Por eso, el obrador de milagros, no obra milagros como tales, sino que intercede, es un facilitador. Alguien que te ayuda a recuperar tu confianza y, cuando recuperas tu confianza, recuperas la armonía.

Pero, cuidado, en estos tiempos estamos deseosos de milagros materiales, de sanaciones físicas. No es eso lo que nos dice el evangelio, ni lo importante. No es el milagro “físico”, si es que lo hay, sino el de la fe, el de volver a tu origen, a tu Ser y, de ahí, a tu conexión con la Unidad. Entonces se produce la sanación. Pero es una sanación espiritual, no tiene por qué haber sanación física. Cuando esperamos esto es que no tenemos fe, sino que estamos apegados a la materia. Caemos en el materialismo espiritual. Sanación es armonía, unidad. Y ello implica fe, confianza. Y la confianza genera alegría de ser, lo cual hace que nuestra visión del mundo cambie, puesto que el mundo depende de nuestros pensamientos.

“El espacio de Einstein no está más cerca de la realidad que el cielo de Van Gogh. La gloria de la ciencia no estriba en una verdad más absoluta que la verdad de Bach o Tolstoi sino que está en el acto de la creación misma. Con sus descubrimientos, el hombre de ciencia impone su propio orden al caos, así como el compositor o el pintor impone el suyo: un orden que siempre se refiere a aspectos limitados de la realidad y se basa en el marco de referencias del observador, marco que difiere de un periodo a otro, así como un desnudo de Rembrandt difiere de un desnudo de Manet.” Arthur Koestler. Sacado de Lawrence LeShon y Henry Marguenau. “El espacio de Einstein y el cielo de Van Gogh.”

El problema actual es la reducción de la realidad al discurso científico. Pero, a su vez, el discurso científico se ha reducido al de la eficacia y, éste, al del mercado. De esta manera la realidad ha quedado cosificada mercantilmente y, el hombre, como sujeto de la realidad, ha dejado de ser sujeto, ha perdido su intimidad, su interioridad, su multidimensionalidad y ha quedado reducido a la productividad, a un objeto del mercado.

Pero todo esto no es más que una ideología, una máscara de la realidad en manos del poder de unos pocos, muy pocos, que controlan todo desde el psicopoder que pretende hacernos creer que somos libres mientras nos esclaviza con lazos invisibles, los lazos de la seducción retórica del mercado.

Esta ideología no es más que una creencia, un prejuicio, algo que funciona como un pensamiento directriz. Y, como todo pensamiento, crea en nosotros una actitud, un sentimiento hacia nosotros y el mundo que, a su vez, genera una forma de actuar.

Liberarse de las cadenas de la esclavitud a la que la sociedad está sometida es liberarse de este pensamiento negativo, tomar conciencia de que este pensamiento produce en nosotros un sentimiento de carencia. Una visión estrecha y unidimensional de la realidad.

La realidad nos excede y hay múltiples formas de acceder a ella, siempre parcialmente y de forma complementaria y no excluyente.

El miedo es la fuente de nuestra incapacidad y el origen de todos los vicios.

El miedo te repliega sobre ti mismo y te hace juzgar al mundo y a los demás de los males que tú mismo te produces por falta de valor. El miedo te hace proyectar tu incapacidad en el otro y lo conviertes en el culpable de tus males.

El miedo es una carencia de Ser.

El miedo nos escamotea nuestra existencia, la disminuye, la disuelve.

El miedo te paraliza ante la acción. El miedo nos hace esclavos.

Es el valor, la valentía, la virtud, la fuerza, la confianza en que eres, simplemente, el que puede vencer al miedo. Sin valor no hay ninguna virtud, ninguna excelencia. Porque la excelencia es la virtud, aquello en lo que sobresalimos. Aquello en lo que nuestro Ser se desborda.

Virtud es fuerza y excelencia. Y requiere de valor, de coraje.

El miedo está ahí, es el sentimiento de carencia, de que no somos suficiente, de que nos falta algo, es la falta de confianza, de fe, de apertura. El miedo siempre estará.

El héroe no es aquel que no tiene miedo, sino el que supera el miedo por medio del valor y conquista la libertad. Héctor no es que no tuviese miedo de salir a luchar contra Aquiles, quien posiblemente lo mataría, como así fue, sino que fue valiente y se superpuso al miedo. Fue libre, pudo elegir entre salir a luchar o poner una excusa.

Todos ponemos excusas cuando no somos capaces de actuar vencidos por el miedo. Tenemos que tranquilizar nuestra conciencia porque, de lo contrario, el miedo sería un tormento insoportable. Claro, de esta manera nos contamos una historia que justifica nuestros actos, más bien la falta de acción, y esa es la historia inventada a la que nos aferramos y quedamos esclavizados.

Pero el miedo, al impedir actuar, produce rencor y resentimiento, contra uno mismo y contra el resto. El miedo produce odio y es destructivo. El miedo es producto de un falso pensamiento sobre nosotros mismos que fomenta nuestra falta de fe y de confianza y nos priva de la alegría de Ser.

La alegría es el antídoto del miedo. La alegría surge del pensamiento correcto sobre nosotros mismos, de nuestra autoconfianza, de nuestra fe. De saber que no estamos solos, que pertenecemos a este gran entramado que es la Vida, o como cada cual le quiera llamar. Que no somos ninguna pieza suelta ni separada, que jugamos un papel, pero que no debemos ser ciegos e identificarnos con ese papel, sino ser un observador instalado en la paz.

Es esa paz interior la que me lleva a la armonía con todo lo que hay y esa armonía me da la confianza, la fe. Desaparece el sentimiento de soledad, y, por tanto, el de carencia y el de miedo. Somos vida y eso es todo lo que hay. La cuestión es sentir, pero hemos pensado todo, de tal manera que nos hemos convertido en objetos de nuestro pensamiento. El pensar debe ser un pensar sentido con todo el cuerpo, con lo que anima al cuerpo, que es la Vida.

De la alegría surge la espontaneidad, la acción, la exuberancia de ser. La alegría produce la sintonía y la armonía, la apertura y el amor hacia uno mismo y lo que nos rodea.

La alegría es el sentimiento que da origen a las virtudes. Pero la alegría es el motor que pone en marcha el coraje. Alegría y valor. No habría valor sin alegría. Ni alegría sin un pensamiento adecuado y positivo.

La calma interior es la fuente de la tolerancia. Si no estamos en calma, si nuestros pensamientos y sentimientos están agitados, entonces estamos en guerra con nosotros mismos y con los demás.

Para ejercer la tolerancia es necesario, primeramente, aceptarse a uno mismo. No podemos tolerar sin tolerarnos. Y la tolerancia no es el simple aguantar o soportar, eso es resistencia, es quererse, comprenderse en las virtudes y los defectos.

Nuestros defectos no los corregiremos si luchamos contra ellos, sino, si los comprendemos. Comprendiéndolos nos enseñan nuestros límites y cómo superarlos con valor. Y la tolerancia es comprender. Y comprender es aceptar. Y aceptar es amar. Si no nos amamos lo suficiente, no podremos aceptarnos, ni tolerarnos.

Pero quien no se tolera a sí mismo, quien no se acepta, nunca aceptará al otro. Al contrario, el otro será el objeto permanente de sus juicios, de sus proyecciones. Todo lo que no soporta en sí mismo lo proyectará en el otro y lo convertirá en culpable de sus males.

Cuando uno no se tolera, no se comprende, ni se acepta, busca un chivo expiatorio de sus males. Y es por eso que se lleva todo el día enjuiciando.

Contra esto es aconsejable el silencio, la soledad, la introspección, el autoanálisis, pararse y tener calma y paciencia. No atropellarse ni atropellar, dejarse llevar, fluir con nuestros sentimientos, no enfrentarse a ellos, comprenderlos y aceptarlos, no negarlos, ni resistirse.

La introspección es el camino hacia la calma y la tolerancia de sí mismo. Y, una vez que la tolerancia y la calma se han instalado en nosotros mismos, entonces somos capaces de tolerar al otro. Lo comprendemos, porque entendemos que es igual que yo, lo aceptamos, porque me acepto a mí mismo y no puedo exigir a nadie lo que no me puedo exigir a mí. Lo respeto como ser humano, como un igual, como alguien dotado de dignidad al que no puedo dañar en absoluto.

Y la calma y la tolerancia se dan desde la armonía. Una virtud esencial. La armonía es el equilibrio interior. Equilibrio que se consigue cuando contactamos con nuestro ser interior y alcanzamos la confianza en nosotros mismos. Entonces la armonía es el equilibrio entre nuestros pensamientos, lo que sentimos y nuestras actitudes y nuestras acciones, incluidas todo aquello que decimos. La armonía nos da la autonomía y la libertad. En la filosofía occidental es el ideal de la Ilustración, el “atrévete a saber”, el conocimiento, la introspección, nos hace libres. Pero no sólo el pensar, sino el sentir y actuar consecuentemente.

Y el resultado de la armonía interior es la armonía con los demás. Porque cuando hay un equilibrio interno, hay un respeto y tolerancia hacia los demás, tanto de obra como de palabra. Y esto es un principio absolutamente revolucionario.

No tenemos que pensar en cambiar el mundo, eso es una idea inútil, tenemos que cambiar nuestra conciencia y esto empieza por cambiar nuestra forma de pensar, de tal manera que genere, actitudes y sentimientos, que no dañen a nadie, que produzcan acciones y palabras que conlleven el respeto y la tolerancia. Entonces habremos creado armonía en nuestro alrededor. Y ése es el comienzo de la revolución exterior.

La armonía interior crea la Paz en el exterior. Como decía Gandhi: El mundo que quiero ver (el cambio en el mundo) es el que tengo que producir en mí mismo. Si no empiezo por mí mismo, todo es resistencia y lucha.

La Paz va de dentro a fuera. No habrá cambio vociferando contra el orden establecido, sino cambiando el orden establecido en nuestro interior.

“El éxito consiste en aquello que me produce paz, fortaleza y alegría.” Ahora bien, hay que hacer una matización. Cuando hablamos de éxito, al vivir en una sociedad en el que el pensamiento hegemónico es el materialista, confundimos éxito con tener, con posesión. No, no es éste el éxito del que se nos habla, (es el del Ser) sino que estamos en la dimensión espiritual. El propio éxito es precisamente la alegría, la paz, la calma, la felicidad y la fortaleza. El éxito es que mis pensamientos sean correctos y me lleven a este estado de armonía conmigo mismo y con lo que me rodea. El éxito es trascender el ego y pensar desde el espíritu, salvar la escisión. Cuando estamos tristes, sentimos ira, no tenemos fuerzas,...entonces estamos instalados en el ego, nuestro pensamiento es incorrecto, es una percepción aparente, falsa, ilusoria.

Por el contrario, si mi estado es la alegría, el entusiasmo, es porque he cambiado la percepción y ya no es desde el ego, particular, desde el que percibo y me percibo, sino desde el Espíritu Universal. Entonces he salvado la escisión y he vuelto al Hogar, la Unidad.

Y, el entusiasmo, es una virtud, una cualidad del alma esencial para conseguir ese estado de alegría.
El entusiasmo es la capacidad de maravillarse ante lo que me rodea y ante uno mismo, la capacidad de quedarse perplejo. Y, cuando uno se queda perplejo ante el misterio de lo Real está en un estado de admiración. Y es la admiración lo que despierta nuestro respeto ante todo lo que nos rodea y el deseo de conocerlo.

Pero conocerlo, no sólo intelectualmente, esto último también, pero no sólo, pensar que el conocimiento es sólo el intelectual es la herencia del pensamiento racionalista hegemónico desde hace cuatro siglos para acá.

Conocer, en su último grado es Amar, comprender y aceptar. Pero conocer, también es lo que el arte nos proporciona, un modo de acceso a nosotros mismos. Pero no un conocimiento empírico, que es el científico y muy valioso, sino experiencial.
El arte es una autoindagación sobre quién soy yo y qué es la humanidad y cual es su sentido. El arte es una forma de espiritualidad irreductible a lo meramente empírico.

La admiración que suscita el entusiasmo ante lo real me lleva hacia lo insondable de la realidad, hacia lo que ignoro, lo ignoto. Pero, si parto de la soberbia de la ciencia mal entendida, no podré trascender mi propia ignorancia. Para ir más allá en el conocimiento es necesario la humildad, el reconocimiento de mi propia ignorancia.

Cuando no reconozco mi ignorancia lo que hago es jactarme de lo que creo que sé y en realidad no sé. Pero, peor aún, me privo de la admiración ante lo que no sé y del entusiasmo de la aventura del saber y el Ser.

Porque el entusiasmo es vivir en la aventura. Es, como decían los griegos, como el que está poseído por los dioses. Como el niño que fácilmente se entusiasma. Si perdemos la capacidad de entusiasmarnos, de maravillarnos, nos volvemos rígidos, nos acercamos a la muerte. Porque la muerte es rigidez. El entusiasmo es la capacidad de variabilidad, flexibilidad, apertura a todo lo que está por venir y que, de entrada, lo vivo y lo acepto con alegría.

Porque el que vive desde el entusiasmo, vive en el eterno presente. No tiene ni pasado ni futuro. El niño se entusiasma porque no proyecta en el futuro, ni se queda anclado en el pasado.

Mantener el entusiasmo es mantenerse en el Ser, la alegría de vivir. Y este estado, no nos confundamos, no es egoico, sino que se irradia a nuestro alrededor. Es plenitud, y la plenitud se desborda a sí misma. Se contagia. Y es la alegría, el entusiasmo el que debe contagiarse, no el pesimismo, la tristeza, que te impiden actuar.

Los medios de comunicación, dirigidos por el poder, irradian tristeza, calamidad,…porque todo ello produce miedo y el miedo nos incapacita para actuar y, de esta manera, nos pueden controlar, que es lo que quieren. Éste es el fin del psicopoder, controlarnos a través de controlar nuestro pensamiento. Por tanto, es cambiando nuestro pensamiento como cambiamos nosotros y cambiamos el mundo. Es una auténtica revolución. La mayor revolución.

No hay maestros, toda la realidad es tu maestra, cada animal, cada planta, cada persona, cada gesto, cada emoción, cada pensamiento, cada obra artística, cada expresión cultural del hombre... No hay maestros si quieres ser libre. La libertad se conquista cuando uno se suelta de la mano del maestro y empieza a pensar y ser por sí mismo.

"Todo es tu Guru; Las rocas te enseñan silencio, los árboles te enseñan compasión, y la brisa te enseña el no apego. Usted puede tener muchos gurús, y profesores y psicólogos, pero el Satguru es Uno. ¿Cómo conocer a este maestro? Sin ego.
Satguru está dentro de su propio Ser y en ninguna otra parte.
Su Satguru mora en su Corazón
Y en el Corazón de todos los Seres."
Papaji

“Bacon fue el primero en formular una teoría clara del enfoque científico empírico y abogó por su nuevo método de investigación de un modo apasionado y frecuentemente avasallador…Es preciso atajar “los devaneos” de la naturaleza, escribió Bacon “obligarla a servir” y “esclavizarla” Había que “constreñirla” y el objetivo del científico era ”torturar la naturaleza para obtener de ella su secreto”

…Bacon utilizaba la imagen tradicional de la naturaleza como hembra y que su recomendación de que se la torturara para extraerle sus secretos con la ayuda de instrumentos mecánicos era eminentemente sugerente de la generalizada tortura de mujeres en los juicios por brujería a principios del XVII. En realidad, Merchant, demostró que Francis Bacon, como fiscal general del rey Jacobo I, estaba íntimamente familiarizado con los procesamientos de brujas y sugirió que había trasladado las metáforas de las audiencias a sus escritos científicos.” F. Capra. “Sabiduría insólita. Conversaciones con personajes notables” p. 269

La razón que manejamos hoy en día nada tiene que ver con el Logos de los griegos, ni menos aún con el Nous, es una razón instrumental, cuantificadora, lógico-matemática y con el objetivo de explotar la naturaleza. El conocimiento, ya desde Bacon, no es el saber por el mero hecho de saber, no es contemplación ni admiración ante lo real, ni maravillarse ante el misterio de lo real (eso queda para el momento creativo de los grandes genios científicos de la historia), sino explotación, poder. Y, hoy en día, el poder es el económico. La razón se ha reducido a razón económica, mientras que el Logos ha sido reducido a opinión. Y, las opiniones, desde la posmodernidad, se han convertido en equivalentes, lo mismo da lo que diga un catedrático de historia sobre la segunda guerra mundial, que un oignorante del tema perteneciente a un grupo neonazi. Y cuando las opiniones son equivalentes todas valen igual. Pero, claro, alguna ha de llevarse a la práctica y es aquí donde entra en juego de nuevo el poder económico. La opinión política que vale es la que tiene el más fuerte. No vale más la del científico en su departamento universitario que la del interés de una multinacional farmacológica, por ejemplo. Es decir, que si queremos una revolución social hemos de trascender el ámbito de la razón, no porque no sirva, sino porque ha sido prostoituida y hay que avanzar hacia el Nous, la comprensión que unifica el Logos con el sentir. En ese nivel recuperamos la Unidad perdida. Pero desarrollar esto es ya otro tema. Lo que sí es necesario decir es que hay que empezar aplicándose el conócete a ti mismo socrático, pero no retóricamente, sino de verdad y llegar a sus últimas consecuencias.

La virtud del contento, la alegría:

"Es un arte que requiere pausas para apreciar lo que tienes. El cimiento de aquello que haces. Un espacio interior fuerte, lleno de paz que resiste a todo, entonces reverbera en tu interior e impacta en los demás. El placer y el trabajo conviven en armonía." Brahma Kumaris.
La alegría procede de dentro, no hay nada de fuera que pueda darnos un contento duradero. Al contrario, la alegría que viene de fuera es pasajera. Ha de cultivarse el contento, la alegría de vivir interior, siguiendo al maestro Spinoza. Una actitud que emerge de un pensamiento. De esta manera nuestros actos estarán en armonía y habrá paz fuera y dentro. El contento, entonces, es equilibrio y armonía.
Y, así, seguimos con la revolución social que viene de la mano de la revolución interior. La emergencia de unj cambio en nuestra conciencia, un nuevo pensamiento sobre la naturaleza y los hombres y sus interrelaciones, generan una actitud, un sentimiento positivo, de Unidad, no de lucha. Y, siempre que hay un sentimiento de unidad, comprensión y tolerancia, hay paz y armonía. La crítica, por el contrario, divide. Hay que comprender al otro, practicar la tolerancia y, entonces podremos ejercer la fraternidad o la compasión. Y, desde la fraternidad sólo se dará la Unidad, no identidad indiferenciada, sino Unidad en lo esencial de lo que parece diferente. La crítica nunca nos llevará al entendimiento, porque la crítica nos pone a la defensiva, y atacamos para defendernos. Y, desde el ataque no puedes entender las RAZONES del otro, sólo atacas su persona, pero porque te sientes atacado. Desde la tolerancia nace la comprensión, fraternidad y compasión. Y, entonces vemos al otro, no como lo diferente, sino como otro yo, comprendemos y asumimos sus RAZONES. Nadie está libre de culpa, nadie e, pues, culpable. Todos somos responsables del mal. Y sólo aceptando esta responsabilidad afrontamos el mal de dentro y el de fuera, porque no eliminaremos el de fuera si no sanamos el de dentro. Si elegimos sanar el de fuera sin habernos enfrentado a nuestros demonios, pues proyectaremos nuestras herida en los demás, culpabilizaremos, no arreglaremos nada, sino que entraremos en guerra, llevaremos fuera nuestra guerra interior.
De ahí que la fraternidad (compasión, anunciado por el budismos, el taoísmos y el cristianismo y un ideal ético de la Ilustración, nunca se haya llevado a cabo, porque nunca nos hemos puesto en el lugar del otro. Nunca hemos comprendido que somos el otro. La guerra continuará mientras nuestra conciencia esté dividida, mientras no hallemos la paz interior, la calma, la tranquilidad, no podremos eliminar la guerra.

Lo que es, es. Pero lo que Es, es todo lo que Hay, que es el Ser. Y no hay vuelta de hoja. Pero, pensar y Ser, son una y la misma cosa. Así como el Logos es lo común. Porque todo es un eterno fluir de lo mismo, con lo que al final, nos queda que el Todo es la Nada, la vacuidad (potencialidad de llegar a Ser.) Pero, claro, si abordas esto desde tu mente, desde la razón, desde la lógica y su principio de identidad y no contradicción, entonces ya no sólo hay el Ser, sino, el ser pensado por tu mente. Es decir, dos cosas, dualismo, que, además están en guerra. Tu mente está en guerra con el ser que ha inventado y con ella misma. Pero todo es una fábula, un engaño. Es la vía de las apariencias que nos enseñó Parménides, que era un místico, no un lógico, como nos han enseñado. Y como Occidente lo ha transmitido y por eso vivimos la locura de escisión y sufrimiento en el que estamos.

Sólo hay el Ser, o el Tao, o lo inefable, o lo Uno de Plotino, o el Dios de Spinoza,…muchos nombres porque es inefable. Y si sólo hay el Ser, por seguir a Parménides y nuestra tradición, no hay un yo que contemple el Ser, eso es un sueño, o, peor, una pesadilla, la del sufrimiento. El sufrimiento viene de nuestra no aceptación del Ser, la Vida, LO QUE HAY, ni más ni menos. Aceptación absoluta y plena para disolver nuestro ego, o, mejor, quitarlo de en medio, quitarle su importancia, la que el se ha dado, o nos hemos dado y, por eso, las cosas, el mundo y los demás nos producen sufrimiento. Pero en la plena aceptación de que lo que ES, ES, no hay división, no hay ni tú ni yo, sólo hay Unidad. NO hay otro, hay fraternidad. El SER, en tanto que ES, sólo puede ser aceptado o amado, y eso es comulgar con el Ser, estar en comunión con la naturaleza, con todo lo que hay. El fin de la guerra. Ésta es producto de nuestra ilusión, de la fabricación de un ego que analiza todo y nos separa. No hay separación, sólo comunión con lo que Es. Y sólo hay un camino: Aceptación (amor incondicional, desinteresado) y rendición (que no resignación, sino la humildad cargada de valor, porque hay que ser muy fuertes para ser humildes, no se trata de ser pusilánime.)

Comentarios a dos textos:

El primer texto, no estoy en absoluto de acuerdo con su tesis. Precisamente defiendo lo contrario. Al estilo de Spinoza, que es mi último libro “Comentarios a la Ética de Spinoza”. Intenta, por todos los medios salvar la dualidad Dios-mundo, por un lado, y la institución de la Iglesia, como Cuerpo de Cristo por el Reino de los cielos en la tierra y, por tanto, la guardiana de la fe y el amor de Dios al hombre y la redención del hombre por el Hijo de Dios, todo a través del Amor de Dios, como gratuidad. De ahí que se le exijan al hombre las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, sin las cuáles no obtiene la Gracia divina a través del Amor de Dios. Todo está muy bien. El caso es que esa redención, ese conocimiento de Dios, ese estado de Gracia, tiene que pasar por la Iglesia. Por tanto, se cae en un tremendo dogmatismo. Si te das cuenta, arremete contra el misticismo, claro, el movimiento místico en la iglesia, aunque ahora muchos son Santos, otros fueron quemados o recluidos en monasterios y tomados por locos, se salta la institución de la Iglesia. El místico establece una relación directa con Dios, pero, no sólo eso, sino que hace de Dios el propio Ser e, incluso, como dice el Maestro Eckart, “Yo estoy en Dios, yo soy Dios, Dios sin el hombre no existiría”. Es decir, es un panteísmo, pero no monista, sino, no dual, como en el vedanta advaita hindú. Por eso la Iglesia consideró a Spinoza ateo, cuando Spinoza decía: “Deus sive natura, natura sive deus”. Pero, claro, él no caía en un monismo, sino que consideraba que el hombre se identificaba con Dios o conocía a Dios, en lo que él llamaba, siguiendo a los antiguos, San Ambrosio, por ejemplo, el tercer grado del conocimiento. El primer grado es la sensibilidad, el segundo, el entendimiento y la razón y el tercero la intuición (artística, mística y filosófica), pues este tercer grado de conocimiento en Spinoza es el Amor. Es decir, que el conocimiento de Dios es posible por la apertura máxima del hombre al Ser que se da, no por el entendimiento (la ciencia, que es el ídolo de hoy en día), sino por el amor incondicional, que, a su vez, es posible porque la propia naturaleza divina es Amor y nosotros somos parte (atributos) de la naturaleza divina. Por eso el conocimiento supremo que nos lleva a la libertad de las pasiones (libro V de la Ética) es el amor intelectual de Dios. Pero ése acto de conocimiento, no es intelectual (sujeto-objeto), sino amoroso, por tanto hay una fusión con lo divino que es, no un ser personal, creador y separado, como mantiene el texto, sino el Ser parmenideo, o el Bien de Platón, o lo Uno de Plotino…en fin, toda esa corriente que se ha descabezado en la historia de la filosofía y en la religión. Si mantenemos a la Iglesia como institución desde la que se nos ofrece la salvación, pues tenemos el control. De ahí el lema “Fuera de la iglesia no hay salvación”, pero, la teología de la liberación, Jon Sobrino, en concreto, tiene un libro que se titula “Fuera de los pobres no hay salvación”. Y ahí, y eso me encanta, entra el texto del Papa, la Misión cristiana es extender el evangelio, pero sólo el evangelio y su sentido, no con demasiados preceptos eclesiales. Y, el mensaje del evangelio es el Amor Universal y que, el Reino de los Cielos está dentro de cada uno. Y eso significa que si uno quiere llegar al Reino de los Cielos ha de morir primero. Para renacer en la vida del Espíritu (el Amor Incondicional) es necesario morir (abandonarlo todo, el desapego que se dice hoy en día, de ahí lo del rico y el ojo de la aguja) Una vez muertos, es decir, una vez que ya no somos el yo que éramos, porque nos hemos transformado por medio del Amor, que es un estado de Gracia y se obtiene con Fe y ascesis, renacemos espiritualmente y estamos en Comunión con el mundo, los otros y Dios, porque reconocemos en cada cosa y en el otro a Dios. Por eso si nos transformamos, que es el mensaje de Jesús (no quiere la guerra contra los romanos, no le interesa la cuestión política como primer problema, sino la antropológica), pues transformamos el mundo. De ahí que, según el Papa, para transformar los grandes problemas del mundo y cambiarlo, hay que extender el mensaje evangélico desde todos los rincones de la Iglesia hacia el exterior. Pero no habla de la Iglesia como garante de la Verdad, ni nada. Habla de la Misión, que no es más que la conversión del otro en un cristiano, hombre nuevo o renacido, porque se ha transformado por dentro y lleva el mensaje evangélico, que es, el de la parábola del buen samaritano y el de las bienaventuranzas. Y, también, muy importante, la parábola del hijo pródigo, que es una parábola, para mí, en la que se puede enmarcar todo el mensaje evangélico. Y, si te das cuenta, tampoco se habla de muerte-resurrección, pasión. No, todo eso es un mensaje para culpabilizar a la humanidad de un pecado original, un mensaje manipulador que está en la mente de todos, porque está en el inconsciente colectivo. De ahí la capacidad de dominio de todo poder. Porque estamos preparados para ser esclavos. O, como decía La Boétie: “La servidumbre humana voluntaria”, o, el mismo Kant, somos autoculpables de nuestra minoría de edad por nuestra pereza y nuestra cobardía. Por eso, el mensaje evangélico, es un mensaje que, como dice el Papa, te saca de la comodidad, porque, en definitiva, Jesús, como Sócrates, o Buda, lo que predicaron fue la libertad o la liberación del hombre, pero no meramente política (a dios lo que es de dios y al cesar lo que es del cesar); sino total. Y esa liberación total es el camino que sigue la mística. Pero una vez alcanzada esa liberación hay que volver a la plaza pública, a ocuparse de los asuntos públicos y convertir a los demás. Como decía Platón, no se puede quedar el filósofo en la isla de los Bienaventurados, sino que ha de volver al interior de la caverna, al Ágora, como hizo Sócrates, y si eso le cuesta la vida, pues bienvenido sea. El objetivo no es la felicidad, sino la virtud pública y privada. Y, en la virtud está la felicidad. Porque virtud en griego es areté (Excelencia) y en latín, fuerza o coraje y valor. Y no hay excelencia sin valor y coraje- Y eso es lo que hace falta para realizar los dos viajes, el de la conversión o renacimiento de uno mismo y el de realizar la Misión evangélica, es decir, predicar el Amor Universal: la fraternidad. La Unidad de todos los hombres entre sí, con la naturaleza y con Dios. Y, una vez que cambia la conciencia del hombre individual y se hace universal (fraternidad), entonces se resuelven los problemas políticos, porque ya no se actúa desde el egoísmo, sino desde lo universal, desde la conciencia planetaria, global y universal.

Sin libertad no hay Despertar. La libertad, precisamente, es liberación. Pero la liberación exige eliminar todo aquello que nos condiciona a pensar y ser lo que somos. Y eso que creemos ser, no es lo que verdaderamente somos, no es más que un producto de lo ya pensado. Son un conjunto de creencias admitidas desde siempre con las que nos identificamos. Con las que estamos apegados. La libertad consiste en atreverse a pensar por uno mismo e indagar en ese conjunto de creencias con las que nos identificamos y no distinguimos que no somos esas creencias, sino que estamos más allá de ellas, que somos el fondo donde descansa todo eso. Somos el Yo universal, el Ser que puede observar. Por eso, primero hay que pensar por uno mismo. Y pensar por uno mismo requiere de la distancia, la ironía, ser capaz de reírse de uno mismo, lo cual hace que nos demos cuenta de que no somos las creencias ni los pensamientos limitantes, sino, el Observador imparcial, la Conciencia. Y la libertad se da en la Conciencia, que no tiene condicionantes, no el yo identificado con los pensamientos, con los calificativos que lo definen. La Conciencia no tiene calificativos porque no tiene condicionales. De ahí que sea el testigo.

Pero es necesario el pensar, porque sin el pensamiento no discernimos el engaño, ni creamos la distancia entre quien verdaderamente somos y las creencias y pensamientos.

Pero es la pereza, la comodidad y la cobardía, los que nos impiden pensar y, por tanto, ser libres y, en última instancia liberarnos y Despertar a la Consciencia. El camino es la autoindagación, el conócete a ti mismo, en sus dos versiones, a trevés de los demás y a los demás a través de ti mismo (somos Uno) y, en la segunda versión, conócete a ti mismo y conocerás al mundo y a los dioses (o Dios, el Ser, el Tao, el Dharma…)

Ante tanta pseudoespiritualidad hay que reclamar el pensamiento, la autonomía, la búsqueda de sí mismo. Olvidarse de los caminos fáciles, de los atajos. Recuperar la verdad de la tradición, enfrentarse a la sombra, la personal y la colectiva. No es un camino de flores, tampoco de espinas, es un camino de en medio, el camino de los castaños, suave, pero largo y con sus cuestas y sorpresas, un camino de búsqueda interior. Un viaje hacia dentro que nos lleva hacia afuera, hacia el Ser. Porque lo mismo es fuera que dentro.

Aceptación de todo lo que es. De todo lo que nos pueda pasar, lo que podemos sentir, las carencias que creemos tener. Aceptación es ver desde el presente, el aquí y el ahora, todo tu pasado y tu futuro.

Pero todo lo que es pasado y futuro, al estar en el momento presente se disuelve en el tiempo. Y para disolverlo en el tiempo es necesario no identificarse con ello. Hay que observarlo, sentirlo, sentir las sensaciones físicas donde se manifiesta el sufrimiento psicológico y amarlo desde el amor de sí, ese amor no es identificación, sino, todo lo contrario. Es desidentificación, distancia. Porque es el yo testimonial, el Testigo, el que desde la Presencia de Ser da testimonio de ello.

La cuestión es que, cuando uno no se identifica ni con su pasado, ni con su futuro, no se proyecta ni en el uno, ni en el otro. Y cuando esto ocurre, entonces lo que sucede es que el diálogo interno cesa.

Porque el diálogo interno, que es el que realmente crea el sufrimiento, alimenta la identificación con el yo que sufre. Pero el yo que sufre es un yo ficticio, que está en el pasado o en el futuro, es decir, una proyección. Porque sólo existe la Presencia, el eterno presente.

Es cierto que siempre vamos a funcionar en el tiempo psicológico, no se trata de anular éste, es imposible, como no podemos parar las funciones de los órganos del cuerpo. Lo que sí podemos hacer es no identificarnos con el papel que desempeñamos en el pasado y el futuro, sino observarlo desde la distancia de la Presencia, no alimentar ese yo con el diálogo interno: debería haber hecho, yo no puedo con esto, el culpable de todo es él, yo no soy más que una víctima de mi pasado,…y así.

La Presencia es ver desde la eternidad y es ver con amor, amor propio o amor de sí, aceptando todo aquello que somos, lo que nos produce alegría, como lo que nos produce tristeza. Observaremos, que si hacemos esta práctica nos mantenemos en nuestro centro, que es el aquí y el ahora, desaparece el sufrimiento psicológico porque ya el tiempo no existe al no existir el diálogo.

Es el amor incondicional, que conlleva el Perdón (empezando por perdonarse a uno mismo), que viene a ser lo mismo, el que nos lleva a la aceptación y, por supuesto, a la rendición. Después de mucho luchar, de mucho batallar, nos rendimos, que no es lo mismo que claudicar, sino aceptamos nuestros límites y los queremos, los vivenciamos, pero desde el presente. No intentamos ni juzgarlos ni justificarlos.

En el eterno presente, lo que es, es. Y no hay más que eso. Es la totalidad del Ser. Y, si estamos instalados en esa totalidad del Ser, en la Presencia, tenemos la mirada, como decía Spinoza, desde la eternidad. Y en la eternidad sólo hay Ser.

Cuando aceptamos estamos, automáticamente, en el estado de Presencia, y esto es lo mismo que amarlo todo incondicionalmente. Eso sí, empezando por nosotros mismos. El amor de sí, el amor propio, la aceptación incondicional de todo lo que somos, en el aquí y el ahora que abarca todo el tiempo, es la condición indispensable del amor al otro y a todos los seres vivos.

Cuidado con el engaño del poder, que ha negado el amor propio y lo ha identificado con el egoísmo. Nada más lejos de la verdad. Egoísmo es amar al otro para ser amado, buscar el amor del otro porque no se acepta el sentimiento de carencia. Si no vemos, aceptamos y amamos nuestra carencia, nunca amaremos al otro, buscaremos un trueque, un intercambio. Por eso viviremos en el engaño, la ilusión. Y no cesaremos de juzgar, de culpabilizar, de sentirnos las víctimas, de pensar en el qué dirán, qué harán…Amor de sí es Aceptación. Y Aceptación es Presencia. Y, la Presencia es la ausencia de tiempo, porque todo él, pasado y futuro sólo pueden existir en el ahora, el resto no es más que proyección e ilusión.

“Los verdaderos sabios de antaño,
eran hombres confusos, cual turbias aguas.” Tao Te King. Lao Tzse.
“A la mitad del camino de nuestra vida me encontré en una selva oscura, por haberme apartado de la recta vida.” Dante. La divina comedia.
“¿Cuándo, cuántas veces te sientes en la encrucijada? En la primera, muchos caminos; en las siguientes, cada vez menos. Como un abanico que se va cerrando. Porque la encrucijada, en realidad, no es una, sino una tras de otra, toda una serie, que se convierte en la “selva oscura” donde se encuentra Dante en el medio del camino de su vida. La vida como camino, el hombre viajero.” Iñake Preciado. “La ruta del silencio. Viaje por los libros del Tao.” P. 114.

Sólo los sabios reconocen la ignorancia y sólo los sabios se saben perdidos y reconocen la "selva oscura" que es la vida y la "noche oscura del alma" que es necesario recorrer. El resto se afana en permanecer en la ilusión, en forjarse una doctrina confortable que lo aleje del acto de valentía de enfrentarse a la eterna pregunta: ¿Quién soy yo? ¿Qué debo hacer?, ¿Qué puedo esperar?

La puerta de la sabiduría es la duda, el escepticismo, pero no nos podemos quedar atrapados en la duda, porque entonces nos quedamos atrapados en la razón, en la dualidad. Hemos de abrir la puerta, no a la irracionalidad, sino a la VIDA, sentir la Vida, eso es la metaracionalidad. Tomar consciencia de que todo es un sueño, de que somos soñados por alguien al que, tal vez, nosotros soñamos. Sueño que dios me sueña o es dios el que sueña que está soñando. abrir la puerta, dar el paso, atreverse a saber, a trascender el sueño para, al final, suspender el juicio porque la razón es insuficiente. Fundirse con la VIDA.

La vida es sufrimiento y muerte. Tanto uno como otro se pueden trascender. Pero no todos lo pueden hacer. El miedo a la muerte es natural al hombre. La rabia contra ese destino que corta la vida en su pleno apogeo, en la infancia, o en el final, es respetable. El no querer comprender es respetable. El cómo cada uno vive la vida desde su verdad es respetable, así cómo cada uno encara la muerte, igualmente, es respetable. La muerte es el enigma, el misterio, la puerta, quizá, para los que tienen fe, para los que no, les quedan sus actos. Lo que han realizado en su vida. La muerte y su presencia desencadena el proceso de autoindagación, de autoanálisis. Es el momento de evaluar. Hay diferentes etapas en el proceso de la muerte y todas ellas deben ser respetadas por los seres que están al lado. El sufrimiento del que se enfrenta a la muerte es único y pertenece sólo a aquel que lo sufre. No valen discursos consoladores, sólo la presencia. La muerte y lo que la antecede es algo que nos toca a todos vivir, que nadie nos arrebate la libertad de pensar nuestra propia vida, de evaluarla por nosotros mismos. Que nadie nos quite la libertad de elegir nuestra forma de morir. Todo está bien, toda decisión está bien. El miedo, la tristeza, la rabia, la ira, la aceptación, la rendición, están bien. Y todo momento es respetable y hemos de comprenderlo desde lo más profundo, como si fuésemos nosotros, que algún día lo seremos, el que está muriendo, el que mira de frente a la muerte. No valen los discursos ante el que tiene a la muerte de frente, porque él, aunque esté lleno de dolor, rabia y miedo, es más sabio que nosotros. No valen paños calientes ante la muerte. Hay que respetar la libertad del otro, sus creencias y sentimientos. La muerte es la puerta a lo inefable y mientras no estemos frente a la muerte no podremos ver lo inefable. El resto son palabras, discursos vacíos, bien intencionados, pero vacíos.

Todo está en la trampa del pensamiento. Y la trampa del pensamiento es el lenguaje. El Tao que puede ser nombrado no es el Tao, el Tao que no se puede nombrar no es el Tao. No podemos hablar de lo que no se puede hablar. Y de lo que no se puede hablar es lo inefable. Luego lo único que nos queda es el silencio. Una mística radical invita al silencio, todo lo más que podemos hacer es hablar negativamente de lo que es para decir lo que no es. Pero, aún así, nos equivocamos, porque lo que es, es tanto en negativo como en afirmativo. Porque el lenguaje es dual, pero la Realidad sobrepasa toda dualidad. Y esto es la vacuidad. La vacuidad es la salida de la forma. Lo sin forma. La pura potencialidad del Ser, pero sin afirmación, sólo como pura potencialidad, como pura posibilidad.

Y esto, antropológicamente, aplicado al hombre es la posibilidad de ser lo que es y su negación. No hay nada, sino todo, o todo es nada, que es lo mismo. Toda definición es una determinación. Y una determinación es un límite y la vacuidad es la ausencia de límite-. La pura posibilidad. Ni lo muerto ni lo vivo, ni lo eterno, ni lo temporal… contemplar la temporalidad es la trascendencia de todo lo que es. Ni amor, ni odio. Si todo es Amor, estamos dejando fuera lo opuesto, el odio. Y todo lo que hay es la unión de los opuestos. No valen paños calientes en la mística radical. Y lo radical no es extremismo, sino ir a las raíces de las cosas. Y las raíces son lo originario, lo que hay, no se pueden eliminar, no se pueden obviar.

Lo real es la armonía de los opuestos. Y  la armonía de los opuestos es la unidad, que es, a su vez, la negación. La negación es la Nada, la vacuidad. Porque no es la nada como no ser, que es una parte de los opuestos, sino la nada como potencialidad de Ser y No ser.

No hay ni sentido, ni azar, ni sentido, ni absurdo, hay lo que hay, que es innombrable y, lo innombrable, es la vacuidad. Todo fluye, nada permanece. De nada hay que preocuparse. No hay futuro, no hay pasado, sólo el eterno presente. Y lo presente es la observación del ser desde la eternidad sin juicio.

Todo nuestro afán es permanecer. Pero el intento de permanecer es apego, y el apego tiene su último origen en el ego. No hay ego. El ego es una construcción. Hay que dejarse llever, fluir, no presentar resistencia a la naturaleza, el Universo, el Tao, todo lo que hay. Hay que estar en los demás. En los demás, en el cambio y fluir de las relaciones está lo que es, que nunca permanece. Porque todo fluye y cada cual no es más que un haz de percepciones, un eterno fluir de lo mismo en otro y el otro un eterno fluir de lo mismo en mi mismo. Todo es apariencia y esa apariencia es todo lo que hay, porque apariencia y realidad son lo mismo. El lenguaje explota delante de nuestras narices en la medida en la que intentamos comprender. No podemos comprender por el lenguaje. Sólo el Ser puede comprender. Pero el Ser es el Silencio. Guardar silencio, ir hacia el interior. Ése es el camino, lo demás es alejarse del centro. Descentrarse. Buscar recetas. Y no hay recetas en lo radical, en las raíces, sólo raíces. Las recetas son para los débiles, los pusilánimes, los que no tienen valor de enfrentarse a la Nada, la vacuidad, el interser, el nirvana. Y lo sustituyen por recetas, por palabras como Amor y demás. Lo que es, es, y no se ama a sí mismo porque entocences es dos, además de carencia. Simplemente es. Y, cada cual, en tanto que es, es lo que hay y el amor de lo que hay no es el camino del ser, sino de la dualidad. Aceptación, rendición, entrega absoluta. Dios, lo que hay, el bien y el mal, exigen la entrega incondicional, sin amor ni odio, sino con la unión de ambas en su armonía del ser, con Fe y con confianza. Y sin miedo. La vacuidad es el abismo. Acercarse al umbral de nuestro yo es vislumbrar el abismo de nuestro vacío. Porque el ego es la vacuidad, lo que no es. Y de ninguna de las maneras puede ser ni llegar a ser. La vacuidad, por otro lado, es lo eternamente cambiante, es la naturaleza de nuestro ser. Asomarse a nuestra vacuidad es asomarse al abismo de la nada. Es dejarse caer, desasirse de cualquier asimiento o apego., incluido, y, sobre todo, el apego del ego. No hay apegos, no debe haber apegos, ni al del ego, ni al de la sanación, ni al de la curación, ni al del desarrollo personal. Todo eso es apariencias, todo eso es dualidad. No hay dualidad, salvo la dualidad pensada que procede de nuestros deseos. El sufrimiento es deseo. Si queremos parar el sufrimiento debemos parar el deseo, simplemente, Ser, dejarnos ser. Seguir la naturaleza, cómo la naturaleza se expresa en nosotros. Abrazar nuestra propia naturaleza como expresión de la naturaleza, de lo que hay. Y lo que hay es armonía de los opuestos. Para no sufrir hay que aceptar nuestros opuestos, nuestro querer y no querer, dejar de querer. Estar, Ser.

La vida es dolor y sufrimiento. Sin ellos es imposible aprender, pero aprender implica eliminar el deseo y sustituirlo por el amor y la compasión.

Nada se puede aprender realmente más allá de lo que se pueda mostrar. En realidad no sabemos nada de lo que es importante, o de lo que tiene realmente importancia: el sentido de la vida, la muerte, la belleza, el bien... Y ante esto lo que queda es una gran carcajada ante la gran broma cósmica.

Ni teocentrismo, ni antropocentrismo, ni ecocentrismo, mejor cosmocentrismo o vacuicentrismo. El vacío como centro y circunferencia, la nada como las apariencias y el todo.

Salir de la caverna totalmente es encontrarse en el vacío. En lo inexpresable que es el fundamento y origen de todo. Es la Unidad y el origen de la Unidad, la forma y la vacuidad, las apariencias y la realidad. No hay palabras.

Las teorías sólo son teorías, los pensamientos son limitaciones de la realidad. La realidad está más allá de la puerta de salida de la caverna. Fuera de la caverna nos encontramos la nada y el todo. Es como perder pie y caer en el abismo a la par que uno se disuelve y resuena una gran carcajada. Fin de la búsqueda, solo nos queda el instante presente, la Presencia, o la eternidad, que bien podría ser la Nada. Y, ante todo esto, distancia y humor, un poco de ironía y cinismo. Pues no era para tanto. El fin de la búsqueda está en el principio. Pero había que recorrer el camino. Porque el fin, paradójicamente, no existe, no hay fin, el fin es el camino. Y cuando caemos en la cuenta, pues se acabó la búsqueda, pero no la vida, una gran carcajada de nuevo. En realidad, no nos encontramos, nos perdemos, porque no hay un yo que sostenga ningún juicio. No hay conocimiento, ni esperanza de conocimiento. Hay el Gran Misterio, que sólo es vivenciable.

Y en esto consiste en Despertar, que no hay Despertar, (en realidad estamos Despiertos, pero somos ignorantes de ello y ese es nuestro pesado sueño, nuestra pesadilla), sino camino. Y cuando se descubre, lo que se descubre es nuestra profunda ignorancia, el sólo sé que no sé nada. Y cuando vivenciamos eso es cuando realmente salimos de la caverna. Es como un Despertar súbito. Pero la vida sigue hasta que muramos, aunque ahora todo sea más cómico. En realidad, carece de importancia, porque la importancia la da el ego, pero si el ego se ha vuelto funcional, sólo hay aceptación y rendición plena y activa. Nos queda la acción en tanto que compasión: amor de todo lo que he considerado otro, pero que es Uno. Pero no hay teorías de la compasión, ni del amor, nada sirve. Cuando se despierta nos damos cuenta de que todo está gastado. Porque todo pertenece al sueño.

Despertar es una gran carcajada desde nuestra ignorancia. Todo sigue igual. Pero la mirada ha cambiado. Ahora vemos desde la inocencia, sin prejuicios, sin teorías, sin ideas, ni creencias preconcebidas. Hemos vuelto a la vida cotidiana sin escisión, sin ruptura, sin dualidad, sin prejuicios. Es como un cierto cinismo que nos permite reírnos de todo. Pero una risa que procede del Todo y desde la inocencia.

Y, una vez que hemos salido de la caverna, que hemos despertados súbitamente, hemos visto la luz del exterior y hemos salido dando un portazo, qué hacer. El mismo Platón nos lo dice. El filósofo no puede vivir en la isla de los bienaventurados, sino que ha de volver a la caverna y enseñar, aportar la luz, a los que habitan en el interior. La cuestión, u otra cuestión es cómo.

Al filósofo que ha despertado le tocan dos tareas, la del conocimiento y la de la educación-compasión. Porque la educación es una forma de amor, pero está dentro de algo más amplio que es la compasión hacia todos los seres.

Aguijoneando las consciencias dormidas, como buen tábano, en estas pseudofiestas que han perdido todo su sentido originario en el que había una relación directa con la naturaleza y la vida. Porque toda fiesta era una conmemoración sagrada de un cambio de ciclo vital y natural, claro, lo uno y lo otro, no se podían separar. Cuando se han separado, pues hemos llegado a la esquizofrenia de la sociedad actual. Bueno, no tan actual, así llevamos siglos y siglos, pero la esquizofrenia se hace cada vez más insalvable.

“¿Por qué hay ser y no más bien nada?” Hedegger.

“La pregunta más simple de toda la filosofía es: ¿Qué es todo esto?” Whitehead.

Un Koan Zen dice así: “Cuál era tu rostro cien años antes de nacer y cuál será tu rostro cien años después de morir?”

Hay tres caminos que no se pueden recorrer por separado, pero que sí tienen que ver con la personalidad de cada uno y, por eso, cada cual practica más uno que otro, aunque al final todos confluyen en la armonía:

  1. El de la devoción. Que es la oración hacia lo divino a través de lo que cada cual necesite y su cultura le ofrezca.
  2. El de la compasión, que es el de la acción. Es el del amor incondicional hacia los demás. Vivir por y para los demás.
  3. El del conocimiento o sabiduría. Que es el del conócete a ti mismo, el de la autoindagación. Y comienza por la pregunta ¿Quién soy yo?

No está mal todo esto como programa para una vida. Aunque una vida, con lo dormidos que estamos, -sólo despertamos cuando la vida nos da un revés, un bastonazo, que siempre es a tiempo- se nos queda demasiado corta.

La política que tenemos, el pensamiento político y sobre todo las ideologías, son formas caducas que no acaban de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Muere una consciencia egoica, dual y maniquea y nace una no dual y fraternal, pero aún no acaba de nacer. Mientras nos debatimos con las identificaciones porque no acabamos de ser libres; es decir, pensar por nosotros mismos sin necesidad de ideologías (que, por cierto, es un sistema de contrapensamiento) Y esta nueva consciencia, que engloba también, por supuesto, una ética y una filosofía, serían la base para una nueva civilización. La que estamos se hunde, está muerta, hay que salvar a los pasajeros del barco con una consciencia nueva, no intentando parchear el barco.
Por ejemplo, intentamos argumentar y, lo que hacemos es utilizar el Logos, la razón instrumentalmente, cuando, en realidad, tal y como aparece el Logos en Grecia sería que el hombre vive en el Logos. El Logos es lo común dice Heráclito. La nueva consciencia de los pilares de una nueva civilización, si es que ello es posible, no es algo ex novo, sino mucho de recuperación y actualización de la sabiduría antigua, de lo que se llama, desde Huxley "Sabiduría o filosofía perenne". 

Sí, en la enseñanza reglada hay un acoso hacia el buen estudiante y, por parte de los gabinetes psicopedagógico, al solitario, al de gustos raros y exquisitos lo quieren normalizar, es decir, llevarlo a la mediocridad, al rebaño.

Es la política del rebaño, la ética del débil.

La tarea del filósofo es ayudar a que la ciudadanía se forje un carácter.

Los filósofos somos demasiado duros y diáfanos para estos tiempos líquidos y traslúcidos.

El filósofo es un camino, no un conjunto de conocimientos. Por eso el filósofo es un viajero, alguien que va hacia el interior para conocer el exterior. Vamos, no un turista.

Como la gente está perdida, pues viaja, como si fuesen a encontrarse. Lo que en realidad hacen es huir de sí mismos.

“Buda y Cristo, aunque son figuras del pasado, son en realidad, figuras del futuro.” Ken Wilber.

Por mi parte, yo añadiría también a Sócrates.

Lógicamente esto habría que explicarlo, pero lo dejo para que lo reflexionen ustedes mismos.

Todo tiene la importancia de la perspectiva desde la que se mire. Jesús, Buda y Sócrates nos enseñaron a mirar desde la eternidad, cada uno a su manera: Jesús desde el amor incondicional, Buda, desde la conciencia plena y la superación del sufrimiento causado por el deseo, Sócrates desde la serenidad de la razón cordial y la entrega a la ciudad (humanidad, la ética: "Es mejor padecer una injusticia que cometarla" Y, el divino Spinoza nos lo recuerda en su ética. En su libro quinto. La libertad humana no existe, no hay libertad. Hay liberación de las pasiones a través del conocimiento (amor) de Dios o Naturaleza. Y ésta es la aspiración del arte: lo sublime.

Nuestros vicios: la rabia, la ira, la tristeza, el odio, la vanidad, la envidia, no son más que formas incorrectas de mirar, ignorancia. Y todas proceden de una excesiva concentración en nosotros mismos, de una falta de perspectiva, de incapacidad de mirar desde la distancia y con ironía. De darse demasiada importancia. Si cambiamos la percepción los demonios se transmutarán alquímicamente en ángeles: La rabia en ternura, la ira en generosidad, el odio en amor incondicional, la vanidad en humildad (que no humillación), la envidia en admiración y alabanza…

Quizá la única oración, mantra, invocación, plegaria, contemplación...sería el dar Gracias. Quizá dar Gracias y que ésta emerja de nuestro corazón sea un camino de acceso hacia la ampliación de nuestra conciencia. La gratitud es la forma superior, por desinteresada, en la que se manifiesta el amor incondicional.

Una cosa importante es que no hay que buscar el Despertar, el despertar es la misma búsqueda, si nos paramos y nos autoobservamos, inmediatamente dejamos de identificarnos con el yo. No es que el yo desaparezca, eso no puede ocurrir, tiene su función y muy importante, lo que desaparece es la ilusión de que somos un yo, el sueño de ser un yo separado, cuando en realidad no somos más que la expresión de la Unidad de lo Divino, el Espíritu, el Vacío,…

El hecho del buscar, al final produce la dualidad, el yo que busca al yo despierto (no puede haber un yo despierto, es una contradicción). Y, encima, todo se llena de técnicas para ayudarnos a Despertar, pero, no hay técnicas, cada cual es una puerta abierta al Despertar, a ser más consciente y, para ello, lo que es necesario es pararse, silencio, soledad y convertirse en amor (luz), o recordar qué es lo que somos.

El Despertar, la Iluminación, salir de la Caverna es un comprenderlo TODO súbitamente y no poder decir nada. Sólo queda el silencio, una sonrisa, una carcajada atronadora y, todo lo más que se puede decir es: GRACIAS.

“Quien no es capaz de desprenderse de su yo, de morir y de mirar la muerte cara a cara, tampoco podrá vivir. Son pocas las personas que emprenden el camino de la muerte del yo -el camino místico-, y muchas menos las que van por él hacia el final. Porque antes del morir está el miedo.

Únicamente las personas con un yo fuerte son capaces del desasimiento. <Tienes que ser alguien antes de poder ser nadie>. Algunos deberán ocuparse primeramente del fortalecimiento de su ego antes de emprender el camino místico o, por lo menos, ponerse en manos de un terapeuta.” W. Jäger. En busca del sentido de la vida. El camino hacia la profundidad de nuestro ser. pp. 24-25

Una vez más, desprenderse del yo es morir. Pero no es fácil desprenderse del yo. Es más, y muy curioso, mucho de lo que hacemos para desprendernos del yo no es más que una forma de abrazarnos a él. No soportamos la muerte del yo, porque es la pérdida de sentido. La desaparición del yo implica la ausencia de sentido, porque lo que da sentido es el yo. El sistema de pensamiento y percepción del yo es el conjunto de creencias, pensamientos, sentimientos y emociones que me sirven para interpretar el mundo, o LO QUE HAY. Ahora bien, si pongo el yo entre paréntesis, si me suelto (o lo dejo caer) de él, entonces nada tiene sentido. Y si nada tiene sentido es mi muerte. Me he enfrentado a la muerte cara a cara. Es decir, ya no soy yo. Ya no puedo identificarme con nada. He visto la farsa que interpretaba, no hay yo, no hay juicio, no hay forma, todo es vacuidad. Sólo a este estado se le abre la divinidad. Cuando nos hemos reducido a la nada (egoica), entonces surge la totalidad de lo divino, del Ser.

Es muy difícil emprender este camino, porque implica un poder de decisión irrevocable. Es un decir sí o un decir no. No hay medias tintas. Y, para ello hace falta valor y coraje. Y sólo es un paso el que se necesita dar. Pero es un paso en el abismo. Y cuando se va a dar el paso, que es único y definitivo, después de dar muchas vueltas comprendes que sólo es un paso, pues lo que suele ocurrir es que aparece un ataque de pánico ante el vacío, ante la idea de la nada, ante el pensamiento de caer en el abismo oscuro y sin fondo que es la nada de la ausencia del yo. Y, entonces, sentimos que no tendríamos a qué aferrarnos para interpretar el mundo, por eso la mayoría de las personas que emprenden el camino se enredan en las técnicas y pierden de vista el fin, que es el desprendimiento del yo. Es decir, que les vence el miedo, que es el fundamento sobre el que se levanta el ego. Es su coraza, primera, última y definitiva. El miedo es la base de la construcción del ego. Y este miedo lo sentimos todos: es nuestra soledad más absoluta, es el sentimiento de locura, de separación de todos los demás,…y nos resistimos a soltar, simplemente, o nada más y nada menos, que por miedo.

Por eso es necesario un yo fuerte, que significa tener carácter, voluntad, decisión, valor, coraje. Sin ello, tenemos un yo pusilánime, inseguro, no integrado, ni autónomo ni libre, menor de edad, a medio construir, que se aferra a cualquier ídolo para sobrevivir y resistirse al pánico de no ser. De ahí, que para iniciar el camino espiritual, y no caer en errores, como las diversas formas de materialismo espiritual, de narcisismo, de psicosis y delirios, de locura estrictamente hablando (esquizofrenia) es necesario estar sanos psíquicamente. Es decir, no arrastrar traumas que se proyecten después en la vida espiritual. Porque esos traumas impiden soltar el yo y se transmutan en supuestas experiencias místicas, que no son más que el fruto de un yo desestructurado.

Desde fuera de la caverna. Despertar, lucidez, Consciencia.

Todo es Luz, la luz ilumina todo lo que hay y lo que hay es a partir de la Luz. La luz hace que todo se proyecte y que aparezcan las sombras. Ya no hay un yo, un tú, ni un mí. No hay más familia, nación, estado, ni país que el Cosmos. Todo lo que existe, esencialmente, es Uno. Y el yo se disuelve en ese Uno. El yo, se echa a un lado, para que se adentre el Ser y todo se hace Ser y Devenir. Uno ya no es un yo, sino el Observador, la Presencia Plena, la Consciencia. El pasado Es en el Eterno Presente, no hay un condicionante del eterno presente. El futuro no está dado, ni pensado, ni sentido. Sólo se siente el Eterno Presente, la Presencia. Y esa presencia es Vacuidad, no hay formas porque no hay conceptos, ni lenguaje que describa el exterior de la Caverna, que es el Ser, lo Dado, lo que Es, el Tao, la Divinidad. Impermanencia, fluir de todo lo que hay. El observador sintiente sin palabras. Las palabras mediatizan y dan forma al Ser, entonces aparece el conocimiento y desaparece la sabiduría. La observación sin lenguaje, el meramente estar, por el hecho de estar. Permanecer inalterable en el Ser, pero a la vez, Ser vacuidad impermanente. La ausencia de formas del Ser que es la Consciencia plena que Uno es cuando ya no es un yo, cuando el yo se ha echado a un lado y el ver se convierte en lo visto, lo observado en el observador. Consciencia plena sin forma. Nada a lo que asisrse, nada en lo que proyectarse, nada que sea el sujeto de lo que se aferra a algo, porque ni hay un algo, ni hay un yo desde lo que aferrarse. El instante del eterno presente, a la vez fugaz, impermanente, vacuidad, interser y ausencia de forma…palabras, meras palabras. Sentir sin yo sintiente, Sentir desde el Ser, desde lo que Hay. Desde el Mismo sentir impersonal que fluye y se diluye en el Eterno Devenir. Sentir en el Amor que es el Ser en su Unidad. Ser en la plenitud amorosa de la vacuidad. Sentir la vacuidad como potencialidad del Ser, como Devenir, como fluir que no cambia porque es eterno y no es el mismo porque es autocreación y fluir constante de lo mismo. Agradecimiento como sentir originario que lo llena todo, rendición incondicional a la Presencia Absoluta. Indiferencia absoluta que hace posible el Amor incondicional, la aceptación plena de lo que es, Fue y Será, del Fluir Eterno del Devenir.

La meditación profunda es cuando la mente se vuelve sobre sí misma y se hace consciente de que es consciente, no de qué es consciente. Cuando se medita en un objeto aparece la dualidad. La meditación es el tomar consciencia del Yo Soy. Entonces emerge la paz, la serenidad y la felicidad. La meditación en objetos son el vehículo para llegar al estado profundo de meditación, el estado no dual. Meditar con la atención en la respiración, o en las sensaciones del cuerpo es el medio para la toma de consciencia de que somos consciente de que respiramos, de que estamos tristes, alegres. La consciencia es el estado permanente, mientras que los objetos de la consciencia son como el río que nunca permanece. Pero el río siempre sigue siendo río, la cuestión es no identificarse con lo concreto, sino que lo concreto se unifique con la consciencia inmutable. Tomar consciencia de la consciencia es estar despiertos. La cuestión, después, es integrar esto en nuestra vida cotidiana. Porque la consciencia nos da distancia, es como ver a vista de águila, pero es necesario bajar. Vérselas, desde arriba, con lo de abajo. Meditar es descansar en el Ser, sabiéndose ese Ser.

Vislumbrando la Realidad.

¿Qué es lo real? Esta es la pregunta fundamental de la filosofía, la ciencia o el conocimiento en general. La realidad es polisémica; esto es, que debemos decir qué queremos decir cuando hablamos de realidad. De lo contrario todo será confuso.

La realidad total, la realidad suma y última es inalcanzable, inexpresable, incognoscible e inefable.

Pero la realidad última se autoconoce a sí misma, es su autoreferencia. Es no dual, es presencia sintiente e inteligencia. La realidad se nos manifiesta en lo particular, toda la realidad es percibida, sentida e inteligible desde lo particular, ya sea un objeto o una persona. En realidad, nada es diferente de nada. Todo es una misma inteligencia, una misma mente que se expresa de distinta manera. Y todos, aparentes, ilusorios, sueños pero existentes tenemos acceso a esa realidad total. Es la experiencia culmen.

Pero de nada vale una experiencia culmen si no es transformadora. La realidad es el eterno fluir de lo mismo, yo soy real, por tanto, mi ego se disuelve, cuando fluyo con el Ser. El Ser que nunca es el mismo, porque el Ser que conocemos particularmente es el Ser que se manifiesta, no el no manifestado. La realidad implícita genera la realidad explícita. Pero la realidad explícita es la de la multiplicidad y esa es apariencias, engaño, sueño e ilusión.

Pero las ilusiones, los engaños y los sueños, son. Son apariencias: lo que las cosas parece que son, pero que no son. De esta manera las apariencias son una vía para acceder al Ser real, absoluto y último. El sueño de las apariencias necesariamente debe ser vivido para alcanzar el Ser. Todo es integración. Y la integración se hace desde lo múltiple, desde los opuestos, que, aparentemente están separados, pero están en armoniosa Unidad. Porque lo que hay es pura Unidad. Pero esa pura unidad, que es armonía de los contrarios es incongnoscible para la mente limitada que es el ego. Sólo es posible un conocimiento de lo real y de la armonía de los opuestos si trascendemos el ego lógico y nos entregamos, aceptamos, nos rendimos, al eterno fluir de todo lo que Es. No se puede pensar lo que Es como inmutable, porque entonces la mutabilidad queda fuera, ni como eterno, porque entonces el tiempo queda fuera, y así…ha de sentirse-intuirse como una armonía no manifiesta. Como bien decía Heráclito el obscuro: “La armonía no manifiesta es más profunda que la armonía manifiesta” Y la armonía no manifiesta la captamos con el Logos o, mejor, el Nous, la Inteligencia última de los primeros principios y las últimas causas. Y éste es el verdadero conocimiento. Un conocimiento de principios, no de cosas múltiples, ni de causas, ni de erudición. Un conocimiento que se nos da como estado de Presencia.

El cosmos, la inteligencia, el universo, el tao, dios, todo es la Unidad. Unidad en perpetuo movimiento de lo mismo. En la eternidad y en movimiento, en lo uno y en lo múltiple. En el Ser y el Devenir. Captar, sentir esto es vivir el Ser e instalarse en el verdadero yo que no es el ego biográfico, temporal, egoico, biológico… Aunque, el ego, con todos sus atributos es el instrumento que a la par que nos impide conocer lo real, la verdad, es el único instrumento que tenemos para conocerla. Porque es el conocimiento de los mecanismos de pensamiento del ego y de sus relaciones con el mundo y con los demás el que me permitirá ver la falsedad, el sueño, el engaño.

"Todo lo que es es en Dios" Spinoza, Ética.

Dios es lo que es, lo que hay, todo lo que es y lo que puede llegar a ser. Es la substancia infinita, por tanto, es aquello que contiene todo lo que es y lo que potencialmente puede llegar a ser. En este sentido, Dios es eternidad y tiempo, estático y dinámico, Ser y Devenir. Y todo lo que hay es en Dios, pero es en modo universal, es decir, no diferenciado, pero, a su vez, también en un modo diferenciado, como una parte autoconsciente de Dios, una ínfima parte a la que le podemos llamar sueño o ilusión. Pero no se puede salir de Dios, no puede haber escisión. Dios, o la Naturaleza, o el Ser…es lo manifiesto, en tal caso es lo diferenciado, lo múltiple, o la Realidad no manifiesta, la pura potencialidad de ser, el universo implícito, que llama el físico Bohm. La unión con Dios, en realidad, es un hecho, lo que no lo es es nuestra consciencia de esa unidad porque vivimos, digamos, en el universo, Dios, manifiesto, el mundo de las sombras y de las apariencias, de los sueños y las ilusiones. El problema es que nos identificamos con este mundo explicitado, cuando, realmente, no somos más que una expresión manifiesta del mundo potencial, infinito, implícito y no manifiesto…ahora bien, en ese mundo-Dios, no existe la escisión, la separación, no hay pues un ego, nuestra mente es Una con el Ser, porque sólo habría una mente, la mente de Dios, porque Dios es la única realidad. Pero cuando hablamos de este Dios, no tiene nada que ver con el dios de las religiones, es la realidad última y toda la realidad, no es personal, porque lo personal es lo manifiesto, la ilusión y las apariencias. Ese dios personal es el que mi ego inventa para tener un ritual, un ídolo al que adorar y al que agarrarme. Pero, en realidad, Dios es el camino de salida del mundo manifiesto. Del Dios que hablo, siguiendo a Spinoza, es del dios de la mística, Dios experienciable que excede todo y que es la única realidad, la substancia infinita, la única mente, los infinitos modos del ser y sus infinitos atributos. El Dios absolutamente indiferenciado en el que todo lo que es, pues es.

“La alegría es el paso de una perfección menor a una mayor.” Spinoza, Ética.

La alegría es el contento del alma, el contento de ser, el sentimiento de perfección, de autorealización. Por eso la alegría es como el termómetro de nuestra felicidad. En realidad, no se trata de hablar de felicidad, que es un término multívoco y muy equívoco, sino de alegría. Y la alegría tiene que ver con el deseo de persistir en el ser. A mayor deseo de persistir en nuestro ser, de querer seguir existiendo, mayor autorealización y mayor perfección. Y a mayor alegría aumenta nuestra potencia de ser. Es decir, que deseamos ser más y, con ello, más perfectos.

Por el contrario, la tristeza es el sentimiento que disminuye nuestra potencia de ser. Cuando estamos tristes no queremos ser, no tenemos potencia para ser. Por eso aquí tienen mucho que ver los deseos. Y deseamos, como decía Spinoza, de forma revolucionaria, lo que consideramos bueno. Las cosas son buenas porque las deseamos. Deseamos lo que es bueno para nosotros, lo que aumenta nuestra alegría, no lo que nos destruye. Si deseamos lo que nos destruye, entonces estamos equivocados y debemos revisar racionalmente nuestro error y corregir el deseo hacia algo que aumente nuestra potencia de ser y no, por el contrario, que nos autodestruya. La alegría nos lleva al amor de lo que deseamos, mientras que la tristeza nos lleva al odio. El amor crea, el odio destruye. Y estos son los dos afectos básicos que nos mueven a actuar y de los que somos siervos, si seguimos la tristeza y el odio o nos hacemos libres si seguimos a la alegría y al amor. Porque la alegría aumenta progresivamente nuestra perfección y la alegría nos lleva, en última instancia, al amor de Dios, que es el estado de gracia y de beatitud supremos. El amor de Dios es el tercer grado de conocimiento. Porque a Dios, que es la substancia infinita, todo lo que hay, solo se le puede amar de forma directa, por la intuición, no por la razón. Ahora bien, es la razón la que ha ido corrigiendo nuestros deseos y los ha ido encaminando hacia aquello que nos produce alegría y, por ende, nuestra potencia de ser, que llega al máximo con el amor a Dios o unión con Dios.

“Lo que se opone a la alegría…es la tristeza, no el sufrimiento.” Gustavo Gutiérrez. Citado por Jon Sobrino. “La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas.”

Alegría y tristeza son los sentimientos básicos del ser humano. La alegría aumenta nuestra capacidad de ser, mientras que la tristeza lo impide. Ahora bien, el sufrimiento no se identifica con la tristeza, podemos sufrir por ser victimas de la injusticia social establecida o estructural, pero eso no impide que nuestra actitud sea la de la alegría. Aunque podemos sentir el dolor. Además, ese sufrimiento, al no ser individual, te pone en comunión con el otro y eso hace que el sufrimiento sea una catapulta para la fraternidad y ésta para la rebelión contra la injusticia, el engaño y la mentira establecida por sistema.

Si identificamos la tristeza con el sufrimiento nos ahogamos a nosotros mismos, nos quedamos sin salida, nos aislamos del otro. Porque nuestra salvación es a través del otro, identificarnos como iguales en el otro. Entonces sentimos su sufrimiento, sin caer en la tristeza y la desesperanza, por el contrario, animados en este reconocimiento de la igualdad que somos emprendemos la lucha de la autoliberación y la liberación universal. O la redención y salvación que lo llama el cristianismo o el Despertar, o la justicia social. Pero todo tiene que partir de la capacidad del reconocimiento en el otro y es el sufrimiento el que me lleva a ello. Por el contrario, cuando buscamos en el otro la mera distracción no nos identificamos, sino que nos disolvemos, no vemos el dolor ajeno, ni el origen de la injusticia que lo sostiene, por tanto, aunque entretenidos, pues estamos solos y temerosos. Porque es el miedo el que me impide verme en el otro. Porque el otro será el que me reflejará como soy y viéndome, tal cual, pues puedo Despertar de mi sueño y de mi plácido entretenimiento.

La Presencia

Es como cruzar un umbral, una puerta y, de repente, la luz. Todos los pensamientos, las sensaciones del cuerpo, de lo “exterior”, sentimientos, emociones se hacen presentes. Pero no sólo lo que acaece en ese momento, sino que la presencia es también los pensamientos e ideas del futuro, del pasado. Todo está en el presente, puesto que está en la mente. Todo es presencia. Y, ante esto queda el Testigo en calma, paz, alegría. Pero, aún hay más, llega un momento en el que el Testigo se funde con la luz, es la misma luz, la misma idea, la misma ilusión, lo es todo y todo lo es en él. Es una fusión en la que no se pierde la diferencia, pero si el carácter egoíco o de apego. Lo que sobreviene es un sentimiento que fluye por todos lados de agradecimiento y amor. Ni se puede diferenciar entre uno y otro. Y en ese estado de beatitud se permanece instalado y viendo desde la eternidad, desde el amor intelectual a Dios, que lo es todo, que está en todo, pero que no se confunde con todo. Lo particular emana de la Unidad, pero la Unidad, en tanto que es tal no deja de ser Unidad, porque lo que une la particularidad es el amor y el amor es la misma unidad. Y ese amor es el que se siente en el amor intelectual de dios, en el agradecimiento, la Beatitud.

El Despertar tiene que ver con la liberación y la liberación tiene que ver con el conocimiento. Luego Despertar es salir de la ignorancia que no es, ni más ni menos, que reconocer la propia ignorancia; el solo sé que no sé nada. Todo lo demás son discursos hueros, palabrería new age y textos de autoayuda. Es decir, apariencias, engaños, esclavitud. Hundirte más en la caverna. La cuestión es reconocer con todas nuestras células nuestra ignorancia y saber que, ante el misterio, no podremos salir de ella, que no podemos esperar, ni desear la iluminación, que es imposible. Cuando tomamos consciencia de que ésta es la realidad, entonces soltamos una gran carcajada que es el resultado de dejar caer nuestro ego. No hay nada que buscar, no hay nada que hacer, sólo, estar en estado de Presencia, que, por otra parte, ya estamos, pero no somos conscientes de nuestro estado de Presencia. Parar e instalarse en la eternidad, sin querer nada, sólo Ser, permanecer en el Ser. Entonces surge un estado de agradecimiento y de amor infinito a todo y una sonrisa vuelve a dibujarse en los labios, sino, una sonora carcajada. Y uno se dice: “Tampoco era para tanto.”

 

                                                                                                              11-6-22

Creo que nuestra vida está llena de dolor oculto. De duelos por diferentes tipos de pérdidas cerrados en falso y que habitan al acecho en la sombra. Nuestra acción, el no sentarnos sin hacer nada: en el no hacer, no ser, no pensar son una forma de huida de esos duelos enterrados. Pero todo permanece y todo, de una manera u otra emerge. Somos como un iceberg, con la mayor parte de nosotros hundida o en la sombra. Pero esa parte somos nosotros y nos mantiene a flote.

 

                                                                                                              13-6-22

La compasión es la forma genuina de acercamiento al otro. Pero es muy difícil ser compasivo, no es lástima, como en nuestra tradición se ha entendido. La compasión parte del amor bondadoso y éste es el amor sin apego; es decir, desinteresado. Es muy difícil este amor. Algunos lo tienen más por naturaleza otros necesitamos cultivarlo. Ni si quiera a los hijos se le tiene un amor bondadoso, ni compasión, salvo cuando son muy pequeños. Incluso a los hijos se les quiere con un interés, se les quiere moldear. Se quiere nuestro bien, no el suyo.

Por eso la compasión requiere de un conocimiento profundo de sí mismo. De un desasirse. De querer, no porque se necesita a algo, a una relación, o a alguien; sino porque se quiere el bien porque sí del otro. Porque se vive su sufrimiento, que es la naturaleza de todos los seres humanos. Y el autoconocimiento nos lleva a reconocer nuestro estado de miseria, de los tres venenos que nos habitan: la codicia, la aversión u odio y la ignorancia. Cuando conocemos en lo más concreto cómo actúan esos tres venenos en nuestro quehacer y pensar diario, entonces podemos ejercer la autocompasión, amarnos bondadosa y comprensivamente, para poder responsabilizarnos. Cuando hemos llegado a este estado nos podemos compadecer del otro, porque comprendemos que el otros es igual que yo. Un ser sufriente y que anhela la felicidad.

                                                       ---o---

Podemos mirar al universo de forma científica. Entonces lo enmarcamos como si fuese una máquina compuesta de piezas y creemos que el conocimiento de las piezas hace posible el ensamblaje de las mismas y, por tanto, el conocimiento científico eliminaría todo problema. Pero no es así. El universo, la vida, la naturaleza y el hombre pueden ser observados como lo “sagrado”, en el sentido de Rudolf Otto: aquello que es tremendum y fascinossum; esto es inconmensurable, que nos desborda y, por otro lado, fascinante, que nos maravilla. Esta mirada abarca, no excluye, la mirada científica. Anima al conocimiento de aquello ante lo que nos quedamos perplejos; pero, a su vez, tenemos una actitud ética de respeto y unión con todo aquello que estudiamos y somos consciente de formar parte de ello y de ser limitados en su comprensión. Nace la humildad y el respeto, a la par que la perplejidad y la curiosidad, frente al espíritu proteico, avsallador y conquistador;  así como el tomar consciencia de que somos, de alguna manera, la autoconsciencia del universo. Esto nos adentra aún más en el misterio y lo fascinante. La mirada al universo, la vida y el hombre, no debe ser nunca excluyente. Debe ser una mirada abierta, respetuosa y perpleja ante lo fascinante. De esa mirada surge la ciencia, el arte, la filosofía, la mística…

                                                                                                              17-6-22

Generalmente hacemos juicios éticos de lo que ocurre en la historia, de las relaciones internacionales, entre estados y oligopolios, sobre guerras, supuestas invasiones… Nuestra mente esta nublada e inmersa en la dualidad. Sólo vemos blanco y negro y, además, pensamos que a las relaciones de poder se les puede aplicar los juicios éticos. Desgraciadamente eso no es así, no hemos llegado a tal grado de evolución de nuestra consciencia. Ya lo dejó meridianamente claro Maquiavelo que es el que inicia la política moderna y su teoría del poder. En “El Príncipe”, Maquiavelo a través del principio del realismo político (el fin justifica los medios, formulado vulgarmente), que será ya ley en las relaciones de poder separa la ética de la política. Son ámbitos distintos. En la política, no cuenta el bien, sino el poder. Estamos hablando de dos ámbitos distintos, el del poder y el del bien. Esos ámbitos, en el actual estado de consciencia de la humanidad o histórico, están escindidos. Por eso, los juicios de valor (éticos) sobre las relaciones de poder son vacíos. Al poder no le interesa para nada. La ética sería más un desiderátum, pero no tiene “poder” ninguno sobre el poder. Los derechos humanos son admirables y podrían ser una guía para la acción política, pero no lo son, ni nunca lo han sido. No estoy defendiendo esto, ni desentendiéndome del dolor y el sufrimiento del otro. Simplemente, hago una descripción fenomenológica de las relaciones internacionales de poder en las que si las miran con frialdad verán que la ética, los derechos humanos, desgraciadamente, brillan por su ausencia. Como decía W. Benjamin: “Las cunetas de la historia están sembradas de cadáveres” Tan solo un cambio en la consciencia de los hombres haría posible que esta escisión no tuviese lugar. Que las relaciones de poder se basasen también en la aspiración al bien, la justicia universal y demás; pero, aún, no es el caso.

Esta visión, un tanto desoladora, lo que nos hace es tomar consciencia de la naturaleza humana y de su estado de consciencia. La consciencia actual estaría en el estadio mítico pertenencia. Por eso el poder funciona entre naciones y grandes corporaciones y sus acciones: guerras, invasiones, genocidios,… no tienen para nada en cuenta lo que les suceda a los ciudadanos. Los ciudadanos, para el poder, no son sujetos, por tanto, ya es imposible la ética. Son piezas con las que se puede jugar. Por otro lado, las relaciones de poder son una construcción, son relación, no son algo substancial. No hay los buenos y los malos, quien empezó primero y quienes son las víctimas. Las víctimas son los individuos, pero al poder no les interesan, les da igual que sufran, mueran,…de lo que se trata es de más poder por encima de todo. La consciencia del poder es la del depredador: ataca y se defiende con y como sea. El poder representa a un grupo que justifica la lucha: la nación, el estado y lo que sea; y de ahí nacen las ideologías que el ciudadano vasallo se cree y de esta manera colabora con el poder. En las ideologías sí hay buenos y malos, verdad y mentira,…es el motor que activa la lucha. Por eso, es nuestro estado de consciencia el que debe dar un salto hacia la consciencia fraternal. Entonces el poder quedará integrado por la ética: libertad, igualdad y fraternidad. Pero esto no ocurrirá por una orden desde fuera (la política), por cambiar las instituciones. Esto sólo ocurre desde el interior. Y ha ocurrido, individualmente, muchas veces en la Historia y tenemos los mensajes que se nos han dado para autotrascendernos, para pasar al estadio transpersonal o integral de la persona. Esos ejemplos y esos textos, sí pueden ser de ayuda.

                                                                                                              23-6-22

Las cumbres sobre medioambiente; ahora, sobre cambio climático, no son más que una forma de mantener el paradigma de producción ilimitada del capitalismo. No ha habido, desde el informe del Club de Romo: “Los límites del crecimiento.” Ni un movimiento, ni del sector político-público, ni del privado, para cambiar el paradigma. Se rechazó como posibilidad el “Crecimiento cero”, que hubiese podido ser una solución en aquel momento, en 1982 y se aposto por el capitalismo salvaje: el neoliberalismo; una huida hacia adelante. El resultado de esto; y la imposibilidad de la vuelta atrás, sumada a una consciencia cada vez más egótica, narcisista y nihilista, nos lleva a la situación de colapso en la que nos encontramos y que la inmensa mayoría no percibe porque se han creado las condiciones de ignorancia (no saber que no se sabe y creer que se sabe) para que ello sea posible.

                                                                                                              24-6-22

¿Quién soy?

El vuelo de una mariposa en medio del camino.

Fugacidad, belleza, vida.

Nacimiento y muerte.

Ni esto, ni aquello.

Vacuidad.

                                                                                                              27-6-22

Cuando hablo, siguiendo a Merton, de que el monasterio es el mundo me refiero a que la paz ha de alcanzarse tanto tras los muros de un convento, como fuera de él. Pero resulta que hoy en día es más necesaria que nunca, o al menos igual que en otras encrucijadas históricas, la intervención en el mundo. Unir lazos con el otro, refundar la ética y la religión en el sentido etimológico: religare: estar ligado a algo en sus fundamentos. El vacío existencial no sólo es universal, sino que se siente aisladamente, no en una soledad sana, sino en la incapacidad de acceder al otro. Si no somos capaces de acceder a otro caemos en la ausencia de ética, en la instrumentalización del sujeto, por tanto, en la mercantilización, adaptabilidad del sujeto a las exigencias del mercado,... Y, por eso, que el monasterio sea el mundo implica, en términos budistas, que la espiritualidad no es buscar mi paz, eso acaba dando lugar al narcisismo, sino la paz en el mundo. La misión de bodhisatva. Aunque ello conlleve mi dolor, que no sufrimiento. El problema, y lo decía en: "Un grito en el desierto de lo real.", es que nos hemos convertido en individuos islas narcisistas y nihilistas. Si Nietzsche levantase la cabeza daría una gran carcajada o se echaría a llorar. Las dos cosas son posibles y lo mismo ante el panorama actual.

                                                                                                              28-6-22

Lo peor que se puede hacer al comenzar el día es leer la prensa. Llevo casi nueve años sin leerla, ni escuchar las noticias. Inevitablemente te llegan noticias, eso sí. Hace unos meses comencé a leer un poco los periódicos, pero es como si nunca los hubiese dejado de leer. El mundo y los que en él estamos y lo constituimos, estamos locos. Estamos viviendo un delirio y, como tal, no nos lo cuestionamos. No somos consciente de él. Están los que mandan, el poder. Ellos si saben de qué va todo esto. Los demás somos esclavos creyéndonos muy libres. Lo mejor de la libertad de prensa es no leer la prensa. Y es también lo mejor para la libertad individual. Habría menos condicionamiento mental y emocional y cuando viésemos los problemas reales hablaríamos entre nosotros para resolverlos y no hablaríamos desde el púlpito de las editoriales y del pensamiento políticamente correcto o ausencia de pensamiento.

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"¡No hay quien no sepa qué útil es ser útil!

Pero nadie parece saber qué útil es ser inútil." Chuang Tzu

Hace unos años, Nuccio Ordine, escribió una obra titulada “La utilidad de lo inútil.” Un manifiesto sobre lo útil del saber que se considera, en el paradigma dominante de esta sociedad, inútil. Desde hace miles de años, tanto en Oriente, como en Occidente, conceptos que no existían por aquel entonces, era algo sabido. Es más, la vida teórica o contemplativa era la más alta y apreciada. No se trata de volver a esos tiempos, sino de rescatar lo que de bueno nos dejaron y una de las cosas más importantes es que la utilidad mediatiza al hombre y cuando el hombre se convierte en medio y deja de ser fin en sí mismo, entonces se convierte en objeto y es instrumentalizado. Lo cual le hace perder su dignidad y convertirse en vasallo. Pero todo ello es evitable si uno es consciente y, una vez que lo es, actúa como fin en sí mismo y como autónomo y trata al otro como se ve a sí mismo.

 

 

                                                                                                              29-6-22

Desde hace tiempo pienso que las democracias actuales no garantizan la libertad, ni la igualdad. Que son plutocracias partitocráticas; pero pensaba también que era una alternativa al totalitarismo. Hace algún tiempo que pienso que las llamadas democracias no son más que variantes del totalitarismo y que también cometen genocidios, aunque fuera de sus territorios, o los permiten o los propician. En realidad, vivimos en la apariencia de la libertad; inmersos en la ignorancia narcisista y salvaje en la que el otro, ni próximo, ni lejano, existe en nuestro horizonte de pensamiento, por tanto, tampoco en el ético político. Vivimos en la distracción de los medios, nos divertimos, nos entretenemos y se nos adiestra a pensar y sentir sin capacidad de salirse de sí mismo, de mirar fuera de sí mismo y ver que otro mundo siempre es posible. El dios mercado y la diosa tecnociencia, movidos por los hilos del poder, nos dirigen sin nuestro conocimiento, pero con nuestra satisfacción de vivir en el rebaño.

                                                                                                              5-7-22

Os pongo seguidos una serie de textos de la obra: “Después del budismo”, que plantean qué es el despertar. Y lo hacen de un modo absolutamente desmitificador. El autor, después de toda su vida estudiando y practicando el budismo, se plantea cual pudo ser la realidad vital, circunstancial, biográfica de Buda y cómo sus enseñanzas nos pueden servir hoy en día, pero desmitificadas. Siento de nuevo mi ataque a la new age, pero las cosas no son tan fáciles, la vida es complicada, los apegos permanecen, aunque uno los vea y, a fuerza de observarlos y ser consciente de ellos, hay una menor influencia. Pero como dice el budismo zen, siempre hay que estar practicando. El despertar es un cambio radical en nuestra visión del mundo, de los demás y de nosotros mismos. Ese cambio nos hace actuar de otra manera, de acuerdo con el Dharma (la ley podríamos decir, como los griegos), pero seguimos siendo un amasijo de carne, huesos y nervios. El despertar, alcanzar la sabiduría, es algo que no sólo tiene que ver con los Budas, sino con cualquiera que haya sido capaz de cambiar esa visión engañosa en la que nos encontramos y ha tenido el valor y el coraje de seguir su descubrimiento. El despertar es una cuestión racional y experiencial, no mágica, ni mítica. Necesita comprensión y práctica. El despertar es una cuestión ética, como nos lo han enseñado muchos filósofos. Sócrates nos decía que vivir en los vicios (injusticia, ira,…) es peor que ser víctima de ellos por parte de otros. Spinoza nos dice, siguiendo a Sócrates y los estoicos, que las pasiones, o los afectos constrictivos son fruto de un conocimiento inadecuado; es decir, de no ver bien las cosas. Y ello nos produce sufrimiento y nos hace esclavos. El que odia sufre. El que ama siente la alegría de ser. Lo mismo nos viene a decir Buda y todas las tradiciones sapienciales. El Sermón de la montaña, por ejemplo, o la parábola del buen samaritano. Buda aplica la racionalidad práctica para ejemplificar y mostrar cómo cada cual debe investigar en sus asuntos, el despertar no será ningún regalo, ni fruto de la idolatría. Nagarjuna vio la vacuidad, Shantideva, la compasión. Estos son los dos caminos que son el mismo, pero que cada cual realiza a su modo. Son un modo de investigación que nos lleva a contemplarlo todo desde otra perspectiva y esa es la liberación de la ilusión. Pero no nos liberaremos de nuestra inercia, aunque cada vez sea más débil y sea sustituida por otra visión que es necesario practicar continuamente.

"Gotama nos enseña que el nirvana no es algo alcanzado solo por devotos budistas que invierten largos años meditando en soledad. Su despertar le reveló que el nirvana es inmediatamente presente en el aquí y ahora como un fundamento sobre el que asentar nuestra vida en este mundo. Como dijo al brahmán Jāṇussoṇī, una persona que haya abandonado la reactividad «no planifica para su propio daño, ni para el daño de los demás, ni para el daño de ambos; y no experimenta en su mente sufrimiento ni dolor. De esta manera, brahmán, el nirvana es directamente visible».

Es imposible que no me conciba a mí mismo en esos términos. Tal vez el Buda dejara de disfrutar y de regocijarse con su lugar, pero, mientras vivió, siguió perteneciendo al linaje solar, era súbdito del rey Pasenadi de Kosala, padre de su hijo (Rāhula), noble de la ciudad de Kapilavatthu y primo del jefe sakiya, Mahānāma. Y, puesto que continuó habitando el mismo cuerpo y teniendo el sistema nervioso y el cerebro con los que nació, no veo ninguna razón por la que su principal sentido intuitivo de ser una determinada persona tuviese que cambiar significativamente.

Gotama describe el surgimiento dependiente, el nirvana y el dharma como cosas que él ve (dasati), muestra (deseti) y hace visible. No alcanzó su despertar obteniendo el conocimiento privilegiado de alguna verdad absoluta, sino viéndose a sí mismo y a su mundo de una manera radicalmente distinta. El salto existencial que afrontó podría entenderse perceptualmente como un cambio de gestalt, como cuando uno de repente distingue dos rostros de perfil en vez de un jarrón o, según el ejemplo de Ludwig Wittgenstein, un conejo en lugar de un pato.17 El lugar y el fundamento no son estados separados, sino dos diferentes formas de modelar una misma vida.

La psicología que sustenta esta metáfora apunta al corazón de la visión que alberga Gotama acerca de la capacidad humana. Aprendiendo a estabilizar la atención y habitando en un espacio lúcido de consciencia no reactiva, somos libres para ver a las fuerzas de Māra como pensamientos, sentimientos, emociones, creencias e historias que emergen naturalmente a causa de los efectos que tiene el medio ambiente sobre los órganos sensoriales de las criaturas dotadas de consciencia.

Aunque adquirimos mayor libertad respecto de la reactividad, esta no deja de ocurrir. Pero, si observamos este tipo de impulsos sin alimentarlos, irán disipándose y disminuyendo su frecuencia. Tal como nos aclara este texto, Gotama siguió, incluso después de su despertar, padeciendo los ataques de Māra. Mientras tengamos un cuerpo formado por carne, nervios y sangre, la reactividad será parte integral de lo que significa ser humano." Después del budismo.

                                                                                                              11-7-22

La inevitabilidad del colapso civilizatorio.

Que estamos, no ante, sino en un colapso civilizatorio es algo innegable. Lo que no se puede saber es cómo transcurrirá este colapso que es el fin de nuestra civilización, o el fin del homo sapiens si la cosa se complica, porque el futuro no es predecible de forma absoluta, sino probabilísticamente. Ahora bien, el colapso es un hecho, no una teoría. Sólo hay que analizar los hechos que tenemos ante las narices y que los científicos valientes se atreven a decir, o pueden ser escuchados, porque los medios no les dan espacio. La realidad se mantiene bajo la superstición de que hay problemas, pero, como siempre y que el propio sistema los resolverá con mayor crecimiento, mayor ciencia, mayor tecnología. Y, si es necesario, pues nos vamos a Marte.

El caso es que el ciudadano normal, de a pie, que no es científico, o que si lo es sigue el dogma del paradigma dominante de la ciencia como la nueva religión y los científicos (en el fondo servidores del poder económico, lo sepan o no) como los nuevos redentores. La tecnociencia, auspiciada por el capital, (porque la gran ciencia no depende de los científicos solamente, sino de una gran inversión económica; luego la ciencia entra en el juego del mercado; ni es independiente, ni neutral. Eso son mitos. Mitos que el ciudadano de a pie, no los ve ni de lejos, pero vive en ellos.), decía que la tecnociencia nos promete la ciudad de dios, o el reino de los cielos, pero en la tierra. Así que los problemas con los que nos encontramos ahora: pandemias, cambio climático, agotamiento de los recursos fósiles, superpoblación, inflación, las guerras programadas por el poder a causa de los problemas anteriores… no son más que pequeños obstáculos en el camino de la redención. Toda redención, como bien sabemos, tiene su ascesis. Y la redención tecnocientífica no iba a ser menos. Este paradigma científico viene de lejos y se une al paradigma capitalista que se refugia en el endiosamiento de la economía neoliberal. Y defiende el materialismo mecanicista y determinista y, con él, la posibilidad de un conocimiento objetivo y total del mundo. La economía estaría dentro de las ciencias hiperdesarrolladas y dentro, por supuesto, del paradigma señalado antes. Por tanto, es indudable que su conocimiento es infalible, como otrora lo fuera el de la teología rebelada. En realidad, estamos ante otra teología, como muy bien describía Comte, padre del positivismo científico, en el siglo XIX. Vio claramente que la ciencia debería sustituir a la religión y debería haber un culto a la ciencia. Y es lo que ocurre hoy en día a través de la vía de la sociedad del mercado y del consumo. Lo que sucede, como bien señala Chul Han, es que hoy en día somos esclavos o vasallos que nos creemos libres. Nunca nos hemos creído tan libres, pero nunca hemos sido tan esclavos. Eso sí, nuestra esclavitud no se basa en un poder duro, en los países desarrollados, claro, en el resto del mundo, sigue imperando el poder absoluto junto con el poder simbólico y el psicopoder.

En fin, que estamos inmersos en una religión, un mito, una superstición que nos impide ver. Pero el poder sabe, por eso las guerras son estrategias del poder para hacerse con materias primas, con más poder para no perecer. Pero el problema es que es todo mucho más grave. No se ha hecho caso de esa gran obra que es “Entropía y economía”, ni de la teoría de Gaia de Lovelock: la Tierra como un sistema homeostático de autoregulación. Se ha pensado, bajo el paradigma de la ciencia moderna, que el crecimiento era lineal e ilimitado. Pero eso es no contar en la economía con las leyes de la física. Es no contar con que la Tierra es un sistema homeostático y que sus recursos son limitados. Es tan sencillo como que todos sabemos que el café se enfría solo, pero que para calentarlo hace falta introducir energía útil. Claro, la energía no se pierde, se transforma. Pero no toda energía es útil para producir un trabajo o desarrollar una potencia. La energía calorífica del café se pierde y para recuperarla necesitaríamos de energía útil.

Por eso no hay un crecimiento ilimitado, porque existe la ley de la entropía, el segundo principio de la termodinámica. Y, luego, la Tierra, es un sistema cerrado, si se altera una parte, afecta al todo. De ahí los efectos sinérgicos impredecibles del cambio climático, por ejemplo y de ahí el que exista un límite a la hora de emitir CO2 a la atmósfera o seguir contaminando. El orden que producimos, por ejemplo, un automóvil, un móvil, una vivienda,…necesita mucha energía para crearlo y para mantenerlo. Pero la energía que el móvil es, o la vivienda ya no es útil para producir más cosas, al contrario, necesita de energía o cuidado para mantenerlo.

Dicho de otra manera, nuestro sistema es insostenible y hace muchos años que lo sabemos, desde el informe del Club de Roma: “Los límites del crecimiento” hasta ahora. Pero el poder no ha hecho caso y la ciudadanía prefiere no saber. Como los músicos del Titanic, siguen a lo suyo mientras el barco se hunde. A esto, a no poder seguir viviendo en un sistema que se basa en el crecimiento ilimitado, cuando ya hemos tropezado con los límites en muchos ámbitos, es a lo que se le llama colapso. No es nuevo. Todas las civilizaciones han colapsado, por eso ya no existen. A la nuestra le está ocurriendo lo mismo, pero pasa una cosa, que la ciencia nos ha permitido saberlo, pero se ha ignorado; tanto por el poder, como por la ciudadanía. Y, luego, nuestra civilización es global y el daño que ha producido a Gaia puede, no sólo acabar con la civilización, sino con nuestra especie, como está acabando con millones de seres vivos y sintientes, en lo que es la sexta extinción de seres vivos, pero ésta tiene su origen en el hombre. Para fracasar mejor habría que empezar por una abstención activa y eliminar a la clase política y tomar la ciudadanía el poder. Pero…

                                                                                                              13-7-22

Para mí se ha cerrado un círculo intelectual y biográfico. Ese cerrar se entiende como una apertura y el por qué experimenté ese estado de expansión de la consciencia hace ya unos años cuando comprendí algo a lo que llevaba dándole vueltas durante 35 años al menos: "Sólo sé que no sé nada" y lo vivencié. Fue una experiencia, no un entendimiento, que me causó una gran carcajada. Y una sonrisa y distancia que aún perdura y se ha reavivado hoy. Se une el discurso de Buda, la meditación con el sólo sé que no sé nada socrático y con el escepticismo y su consecuencia experiencial: la ataraxia.

La cuestión es que no se puede decir nada con certeza; por tanto, tampoco hay creencia. Las creencias son aquello en que nos basamos para actuar. Pero nos apegamos a ellas. No se trata de no actuar, sino de saber la impermanencia de la idea desde la que actúas. Saber que no es verdad, ni mentira. No hay nada seguro. Ni el camino intermedio, ni las afirmaciones escépticas. Éstas tienen el valor de mostrar la incertidumbre. Pero no se trata de entender esto intelectualmente. Sino de vivenciarlo. Y ello no nos garantiza ni la felicidad, ni el fin del sufrimiento. Buda, ni Sócrates, ni los escépticos prometían nada de esto. Buda, en concreto, buscaba la no reactividad. Es decir, uno no reacciona, sino está apegado. Sólo hay reacción cuando hay apego. Eso es lo que hay que observar. Y eso es la ataraxia de los escépticos: “No más de lo uno que de lo otro” Por tanto no hay reacción. Pero esto no es negativo. En el camino medio, en la observación de la respiración encontramos el camino, el hueco, la brecha de la vacuidad. Pero la vacuidad es una apertura. Si el mundo, mis emociones y pensamientos y los demás no me atan, porque no tengo apegos, porque he comprendido que no puedo saber nada con certeza, entonces abrazo todo lo que puedo pensar y sentir. No niego el sufrimiento, no lo elimino. Lo abrazo. Es lo que somos: impermanencia. Pero al no estar apegados, al comprender la impermanencia y la vacuidad, todo es nuevo, todo es creatividad. Todo es una emergencia de novedad. No hay un sí ni un no. Hay un camino medio.

La cuestión, la única dificultad es ser capaz de dudar de todo. De sostener experiencialmente que no sé nada, que no tengo certeza alguna, ni de las emociones más profundas. De todo puedo dudar. Todo lo puedo poner entre paréntesis. Al final no queda nada. Mientras, todo es creación en cada instante. Si hay desapego, duda, epojé, el mundo, todo lo que me rodea, “yo” mismo entra en ebullición. Todo está en ebullición y es lo mismo. Pero lo interesante es que este camino medio, esta ataraxia es un camino ético. Es la cuarta tarea (no, noble verdad, no hay verdades, hay quehaceres), la del octuple sendero. Y esto es la ética. Una ética que nos acerca a la naturaleza (en el Taoísmo) a nuestra naturaleza originaria. En esa ética lo que produce aflicción está en contra del dharma, o el Logos, lo que produce expansión, alegría, está en la corriente del dharma. Y todo sigue igual. Hay sufrimiento, alegrías, gozos, tristezas, enfermedad y al final muerte. Pero nos hemos desapegado, desidentificado porque hemos comprendido existencialmente la imposibilidad de saber. Y, entonces, qué hacer. Pues actuar desde la provisionalidad y desde el logos y el dharma, seguir el Tao, pero no sabremos con certeza qué nos dicen estas cosas. Es la paradoja del camino. En realidad, es que todo es una paradoja, un gran juego, Lila, una broma. Si no captamos la broma, no llegamos al desapego, a la duda. Nos tomamos demasiado en serio y caemos en el odio, la aversión…  ¿y el estudio?, pues un entretenimiento, una forma de ayudar a la autoindagación y a enseñar a los demás. Pero nada en él es definitivo. ¿qué valor tiene una teoría científica, una obra de arte, una conquista filosófica…en la inmensidad del cosmos? Ninguna. Pero disfrutamos con ello. Nos expandimos. No hay nada objetivo, porque no hay objeto. El objeto lo produce el lenguaje…

                                                                                                              14-7-22

La iluminación, la liberación son ideas preconcebidas, fundamentalmente por los occidentales, en las que creemos ver a una figura humana exenta de aflicciones y de afectos. O, todo amor bondadoso, alegría, compasión y ecuanimidad. Pues nada de eso. Ya digo, eso es una imagen idílica, fruto de nuestro malestar social y psicológico que se aliena pensando en esa realización y que siguiendo determinado camino, determinadas pautas, pues se puede conseguir. Lo cual aumenta nuestro narcisismo, nuestro materialismo y nuestro sufrimiento al fracasar inevitablemente en la tarea.

Somos existencia, vida, proceso, cambio, todo aquello que el lenguaje no puede nombrar; pero sí mostrar, señalar… Y, en tanto que somos arrojados a la existencia somos seres emocionales, con afectos: virtudes y pasiones. Y no hay virtud sin pasión, ni a la inversa. La dualidad es ver la virtud y la pasión enfrentadas. El no dos es vivir en el camino medio, entre la virtud y el vicio, porque ambos se dan juntos. No pueden concebirse o vivirse por separado. Su realidad es no dos. Tampoco Una. Entonces caeríamos en el discurso identitario de la verdad. Pero la verdad es, en tanto que hay falsedad. Y hay falsedad en la verdad y verdad en la falsedad. Por eso Jesús calla cuando Pilatos le pregunta: Y, ¿qué es la verdad? Por eso vivir es una tarea. No es algo dado. No alcanzamos una liberación y ya está, no. Alcanzamos cierto grado de comprensión que nos lleva a cierto desapego que hemos de reactualizar continuamente en el mismo vivir. La virtud se practica en el vivir, no en la meditación, en el éxtasis o absorción meditativa. Esto último nos sirve para conectarnos con nuestra naturaleza originaria, para calmar nuestra mente, para practicar el desapego. Pero no sustituye a la vida. En la vida el objetivo es la serenidad, la paz, la ecuanimidad, la compasión, el amor bondadoso, pero como procesos, no como estados. No hay estados, todo es impermanente; incluida esta afirmación y toda esta palabrería que no es más que un mostrar. Vivir en la liberación es vivir el camino de en medio, que es una tarea de caminar por la cuerda floja. Practicar la virtud sabiendo que en toda virtud hay parte de vicio. Vivir es ser arrojado a la existencia e, inevitablemente, uno se las tiene que ver con los conflictos cotidianos. No hay estados extáticos, sino estados dinámicos, en proceso. La liberación no es un éxtasis, sino movimiento fluctuante, proceso. Por tanto, la liberación tiene un fin ético, no ontológico, no interesa nada la metafísica, ni las ideas, sino la praxis. Y esa ética tiene una dimensión política porque somos animales sociales. Una política como praxis, no como teoría. De ahí que la espiritualidad sea un anarquismo radical; en el sentido de que el anarquismo persigue la autonomía o liberación, autogobierno, de cada una de las personas. Una vez conseguido esto la organización es cuestión de intendencia, no de teorías o ideologías.

                                                       ---o---

Nos llevamos la vida huyendo de la primera tarea que hemos de realizar si queremos dejar de ser esclavos, si queremos salir del estado de autovasallaje y, por ello, de vasallaje y es la de la aceptación de que la vida es sufrimiento. Es lo que es conocido como la primera noble verdad en el budismo, pero que Buda lo plantea como una tarea, un quehacer. De lo que se trata es de reconocer nuestra transitoriedad. El sufrimiento procede de nuestra impermanencia. De ahí la insatisfacción continua y el deseo, origen del sufrimiento, que le sigue. No reconocemos nuestra impermanencia y huimos a través del deseo y su imposible satisfacción, lo cual nos garantiza el estado de dukka (sufrimiento, insatisfacción, incomodidad…) No se trata de negar el deseo, porque eso sería negar nuestra naturaleza, sino de aceptarlo, y aceptarlo como es, como forma de huir de la insatisfacción del propio vivir. Pero si comprendemos existencialmente; que el propio vivir, la existencia, es impermanencia, entonces el deseo se nos aparece como una cualidad del vivir y nos encontramos desapegados de él. Ello no significa que ya no deseamos. Mientras estemos vivos: deseamos, amamos, nos alegramos, sufrimos, enfermamos y morimos. Lo que significa es que hemos comprendido el origen del sufrimiento y podemos empezar a caminar en la cuerda floja del camino medio.

                                                                                                              8-7-22

El materialismo como filosofía oficial.

En defensa de “Científicos por la revolución” y de la libertad y contra el atropello del poder.

Siempre tenemos una filosofía que son las anteojeras con las que vemos el mundo y a nosotros y nuestras relaciones, con los demás y con la naturaleza. Es trabajo del filósofo ver esos presupuestos analizarlos, elaborarlos, hacerlos que fructifiquen y garanticen el mayor bienestar. Pero, la filosofía, como digo, la tenemos todos, filósofos y no filósofos, lo impregna todo. Cada palabra tiene una interpretación, una semántica, a partir de la cual vemos el mundo… Pero, lamentablemente, en la mayoría de los casos se es inconsciente de la filosofía que subyace a nuestra forma de interpretarnos y ver el mundo. Y esto tiene consecuencias que pueden ser graves. También actividades, como pueda ser la ciencia, tienen un presupuesto filosófico, generalmente inconsciente, a partir del cual interpretan y actúan.

Pues bien, el presupuesto de la ciencia que es inconsciente es la filosofía que se forjó en el Renacimiento y que hizo que la ciencia obtuviese grandes éxitos en lo que al conocimiento del mundo se refiere, e inaugura una nueva forma de mirar el mundo inspirada en el trabajo que ya hicieron los griegos, pero no era lo mismo. El nacimiento de la ciencia era algo nuevo e inmenso; una auténtica revolución. A esa visión del mundo se le llama en filosofía el materialismo, pero tiene unos adjetivos detrás: es reduccionista, mecanicista y determinista y lo convierte todo en objeto separado de estudio, incluyendo al hombre (esto es grave porque nos quedamos sin sujeto, por tanto, sin ética. Todo es objeto mecánico y regido por leyes que lo determinan.) La ciencia, cuando actúa desde este presupuesto, que es casi siempre y, además, de forma inconsciente, no se rige por principios éticos, sino por principios de utilidad y poder. El conocimiento se convierte en arma de poder. En la mayor arma que está por encima de las leyes de la ética. Por eso se permite avasallar a los otros hombres y esquilmar la naturaleza creyendo que la domina, cuando en el fondo es dominado, porque somos ineludiblemente naturaleza y nos regimos por sus leyes. Por eso estamos en el colapso civilizatorio y hemos llevado a la naturaleza a una situación en la que la vida humana se hará prácticamente imposible.

En realidad, no es la ciencia la que causa esto, sino el cientificismo, pero es que en realidad es lo que tenemos, cientificismo. Y, por otro lado, la ciencia no es esa actividad heroica de descubrimiento en solitario de los principios y leyes que gobiernan el mundo; sino que la ciencia, el cientificismo (la idea de que todo se explica por la ciencia siguiendo el presupuesto materialista) tiene dueño. Y es el poder político y económico. Por tanto, el cientificismo no es la búsqueda inocente del conocimiento; sino que obedece a los principios e intereses de la política y la economía; por cierto, cada vez más unidas y casi indistinguibles ya. Esto implica que la ciencia es el instrumento del poder económico. Pero, aún más lejos, que el presupuesto filosófico sobre el que opera la ciencia: el materialismo, mecanicista, reduccionista y determinista, es la mejor ideología al servicio del poder. Es más, la economía, como supuesta ciencia, que reniega de sus orígenes éticos y filosóficos, se rige por este paradigma mecanicista-materialista. Y, por eso, todo lo que no entra dentro de los intereses del poder, que no es útil, eficaz, que no se reduce a mercancía, que no se puede objetualizar, pues se intenta eliminar, hacer que no exista: el arte, las humanidades; o se instrumentalizan o se eliminan. Y se eliminan de forma sutil, pero, también, por la fuerza bruta. Y vaya esto último como recordatorio de esos científicos, que en su momento tomaron consciencia del paradigma desde el que actúa la ciencia y de sus relaciones con el poder económico. E investigaron las consecuencias y escribieron libros y artículos, pero fueron marginados porque estaban poniendo una carga de profundidad en el centro de la ciencia y del poder.

Por ello, se desoyen sus investigaciones, sus propuestas no aparecen en los libros de texto, no se estudian en las universidades, no aparecen en los medios de comunicación. Es más, hoy en día, viviendo el pleno colapso civilizatorio y viendo la realidad imparable del cambio climático (respuesta de la Tierra a la acción desalmada del hombre), pues se sigue con la misma actitud desde el poder y con la diferencia inconsciente y no tan inconsciente de la mayoría de la población. Pues, como digo, quiero mencionar aquí a un grupo de científicos e investigadores, que tras largos años de estudio, han abandonado momentáneamente sus investigaciones y han optado por la revolución pacífica: “Científicos por la revolución”. Muchos de ellos saben que no hay vuelta atrás, pero que sí podemos aprender a fracasar mejor, como señala Riechmann, uno de ellos y de los más reconocidos, aquí e internacionalmente. Pues contra estos señores que optan por la revolución pacífica. Y que nos quieren enseñar los entresijos del poder, el paradigma que nos convierte en mercancía, que nos deshumaniza,…y que nos han enseñado un acto de consciencia y de libertad, frente al estado de vasallaje de la inmensa mayoría de la sociedad en la que estamos; pues se ha empleado el poder por la fuerza contra ellos disfrazado de justicia. Pero ya sabemos que el poder judicial no está separado de los otros poderes y que por encima de ellos está el gran poder económico. Sirvan estas palabras como elogio, agradecimiento y en su defensa por el atropello, que una vez más, se comete contra los que ejercen la libertad.

                                                                                                              18-8-22

El mayor problema de la Tierra, Gaia, no es el calentamiento global, la superpoblación, las guerras, el peligro de confrontación nuclear, no. El gran problema es la imposibilidad de ponerse de acuerdo para abordar estos problemas. Y eso no se consigue si vivimos en un mundo antropocéntrico. Ese es el egocentrismo separatista, competitivo, patriarcal...en el que estamos. Es el paradigma heredado desde el neolítico. Tenemos que dar el paso al biocentrismo y, si me apuran, al cosmocentrismo. Pero ello implica dar un paso individual, interior. pasar del yo al nosotros, de lo personal a lo transpersonal e integral. Ello implica un paso importantísimo en la evolución de la consciencia humana, como lo fue el surgimiento del pensamiento racional, el Logos, en Grecia, o como lo fue la emergencia de los valores de la Ilustración, paradójicamente pervertidos, pero eso es otra historia.

                                                                                                              19-9-22

Alcanzar la iluminación no tiene nada que ver con la felicidad. Por otro lado, tanto iluminación como felicidad son términos muy ambiguos y paradójicos. En realidad, siempre se ha hablado de liberación de la ignorancia, del sueño (despertar.) El término iluminación procede de los jesuitas que se toparon en el siglo XIX, con los yoguis de la India y los budistas zen en Japón. Eso trajo toda una confusión. La liberación es despertar del sueño fabricado por nuestro cerebro (yo o ego). Pero esa ilusión nos ha permitido vivir; es decir, que es verdad relativamente. El camino del despertar tiene momentos súbitos, satoris, éxtasis, samadhis… dependiendo de la tradición; pero tampoco se puede confundir un satori que se ha tenido en una meditación con el despertar. Puede ayudar, o puede no significar nada. La iluminación o el despertar, una vez alcanzado el primer escalón, caer en la cuenta, es una actividad ética a tiempo completo en busca de la virtud y transmutando-integrando las pasiones o los vicios (la sombra.) Por eso no termina nunca. la práctica espiritual se ejerce hasta en el momento de la muerte. Es más, la muerte es un momento muy particular en esa práctica. Por mucho despertar o iluminación que uno pueda conseguir, eso no garantiza, para nada, ni la felicidad, ni el bienestar, sino la desidentificación. Pero el dolor, la enfermedad, el sufrimiento, la aflicción y la muerte, continúan. Hay un cambio de percepción. Y lo más importante de ese cambio es que se pasa a una consciencia transpersonal. Por tanto, se trasciende el ego. Y cuando esto ocurre se es más consciente del mal en el mundo, del sufrimiento de todos los seres sintientes. Y se experimenta ese sufrimiento. Es el motor para querer justicia, verdad, libertad y aliviar dicho sufrimiento. Todo el que despierta, en el fondo, se convierte en un bodhisattva y tiene el sufrimiento, o dolor, garantizado. Incluso la muerte o el martirio. La visión del iluminado como hombre feliz es una visión muy new age y narcisista; además de una visión enlatada. El que alcanza el despertar en la soledad de un monasterio, o de las montañas, le falta la segunda parte que es la de volver a casa y lidiar con el trabajo, con los hijos adolescentes, con la pareja, con la familia… Ahí surgirán de nuevo los conflictos. Por eso cada vez se tiende a ligar más la terapia y la espiritualidad. Sin sufrimiento no somos conscientes de nuestra mente reactiva, por tanto, no podemos saber si somos ecuánimes, serenos, prudentes, valientes, egoístas…o todo lo contrario. Así que lo primero, antes de plantearse la iluminación es derribar ídolos y, lo segundo, hacer terapia que nos ayude a conocernos y conocer por qué actuamos como lo hacemos y por qué sufrimos con nuestros actos. Paralelamente a la terapia se inicia el camino espiritual, pero con pies de plomo y sabiendo que el camino es la cuarta noble verdad, o cuarta tarea, que diría el Budha: el octuple sendero, que es absolutamente ético. Acción correcta, escucha correcta, hablar correcto, pensar correcto,…

No conocía esa reflexión de Victor Frank y lo he leído bastante. Y me gusta su idea de vacío existencial y su concepción terapéutica-espiritual.

Si recuerdas, en Santideva: "El camino del bodhisattva" se nos ofrece todo el recorrido, desde la adquisición de la Bodichita, luego la atención a los vicios a los que podemos caer y las seis paramitas o virtudes, que son lo que el bodhisattva ha de cultivar para estar preparado para su inconmensurable tarea de liberar a todos los seres del sufrimiento. El despertar, no el paranirvana (que es la disolución en la vacuidad tras la muerte, nunca en vida), está al principio, en la bodichita. Ésta puede sentirse o no, si no se llega a sentir no hay camino del bodhisattva. Y luego, me resultó curioso cuando lo leí, y al hacer un curso con Dokushó Villalba sobre las paramitas, la semejanza con la estructura de la ética spinoziana. No sólo con la estructura, sino con el contenido. Pero, en fin, el proceso del despertar, liberarse es una tarea, un esfuerzo, no un estado. Otra cosa es la consideración, ontológica, de que todos los seres estamos iluminados ya. Evidentemente. En tanto que existimos somos Ser, por tanto, estamos iluminados, participamos, como se suele decir del cuerpo búdico o crístico

                                                                                                              29-8-22

Meditar es volverse hacia el interior para desbordarse hacia el exterior. Es revolucionarse para hacer la revolución.

                                                                                                              2-9-22

"Cuando estás cómodo en la incertidumbre, se abren infinitas posibilidades"

Eckhart Tolle

esta frase, como casi todas las citas, quedan muy bien, te pueden hacer pensar, a lo más. Estar de acuerdo o no, pero, generalmente nos quedamos después igual que estábamos, cuando en realidad, lo que intentan es forzar un cambio tras el impulso de la autoindagación que producen. Pero, claro, esto es ya el ámbito de lo concreto, del compromiso particular con uno mismo y con su relación con los demás y con el mundo. Y aquí es cuando nos paramos en seco y comienzan las excusas: es que yo ya soy muy mayor, no se puede cambiar, no tengo tiempo, estoy muy bien como estoy...y así. Todo ello es muy respetable; ahora bien, por muy respetable que sea no deja de ser una justificación.

                                                       ---o---

La meditación es una apertura hacia nuestra sombra. Pero no es, en sí, una psicoterapia, aunque pueda servir para ello. Es más, considero que psicoterapia (humanistas) y meditación deben ir unidas. La meditación nos ayuda a trabajar con nuestra sombra. La mera observación y atención plena, mantenida durante cierto tiempo, hace emerger todo aquello que tenemos bajo la alfombra. Hay que pasar esa noche oscura, o bajar a los infiernos, para acceder a lo transpersonal y el cuerpo causal o sutil (Espíritu, Tao, Dios, Lo Uno…)
Pero meditar, propiamente dicho es “sentarse y sentirse”. Es entrar vivo en el ataúd, como decía Deshimaru. No hay que hacer nada más, ni esperar nada, simplemente ser; o dejarse Ser lo que ya se Es y lo hemos olvidado. Ahora bien, esto que es tan sencillo, o parece, requiere armarse de paciencia, entereza, compromiso, valor y fortaleza. Y, para ello es muy importante la ayuda de una shanga, así como una labor psicoterapeútica paralela.

 

 

 
   


En todas las tradiciones para llegar al otro es necesario el conocimiento de nuestras miserias. Sólo reconocemos que somos iguales cuando somos capaces de sentir el dolor del otro. Y eso es posible a través del amor incondicional, la compasión que requiere del descentramiento o egocentrismo para pasar al humanocentrismo y de éste llegar al cosmocentrismo. Todo ello pasa por el desapego, por el comprender-vivir que no nos llevamos nada a la tumba. Meditar en el amor bondadoso y en la muerte son buenas formas de adentrarse en el desasimiento. Pero lo importante de estas palabras es vivirlas y, luego, concretarlas en acciones particulares. Cada cual las que le sean más familiares y en las que se encuentre en comunión con el todo.

                                                                                                              6-9-22

"Los poderes globalizadores, incluidos los mediáticos, interpretan mal esa insatisfacción. Nos tratan como niños cuando no como auténticos púberes. A todos, o a casi todos, nos preocupa la situación del planeta progresivamente exterminado por la voracidad de los seres más poderosos –y más dormidos–, pero a nadie, o a casi a nadie, parece preocupar el exterminio de la conciencia de nuestra verdadera naturaleza. Vivimos de espaldas a la vida. Sin embargo, necesitamos profundizar y meditar en ella. Sería un suicidio no hacerlo." Rafael Redondo. Ser la propia luz.

Podríamos decir que nos estamos suicidando, pero no es el caso. Es una metáfora, una forma de hablar. Nos estamos autodestruyendo, no suicidando. Para suicidarse hay que ser consciente de ello; pero éste no es el caso. El homo sapiens ha evolucionado para ver el peligro inminente y ser capaz de sortearlo. De esa manera ha sobrevivido. Pero nunca necesitó ver el peligro a largo plazo, casi ni si quiera a medio plazo. De esta manera no hubo adaptación psicobiológica a ello. Aunque a lo largo de la historia de la especie sí ha habido ampliaciones de la consciencia que han emergido y han contemplado el peligro a largo plazo, pero esto ha sido puntual. De modo que, lo que nos permitió sobrevivir, nos lleva a nuestra extinción; salvo que recobremos esos estados de consciencia, esos paradigmas y estructuras de contemplar el mundo que nos permitirían, no sé si estamos a tiempo, ojalá así fuera, la supervivencia del hombre y la ecosfera o la Tierra con él como un todo, una Unidad.

La consciencia que ya emergió está en todas las tradiciones sapienciales, religiosas o laicas, incluso ateas. Por ejemplo, los estoicos inventan aquello del cosmopolitismo, de la unidad de todos los hombres y de los hombres con la naturaleza. También es un ejemplo de esto Diógenes el perro. Y el estoicismo romano: Séneca, Marco Aurelio,…son un ejemplo de ello. Como decía el estoico Terencio: “Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno”. Y el desarrollo de esta idea, como el de la mística occidental u oriental desembocan en la idea de humanidad en unidad con todos los seres vivientes y con el cosmos en su totalidad. Con la revolución científica se pasa del teocentrismo al antropocentrismo. Fue un gran avance, se acaba con el estadio mágico y mítico-pertenencia y se conquista, en la Ilustración, la racionalidad y, con ella, la libertad. Pero sólo son unos pocos los que alcanzan este estado de consciencia; el resto siguen siendo menores de edad. Necesitan obedecer, seguir al abanderado, seguir una consigna, un maestro, un gurú, de las ciencias o de la pseudoespiritualidad. En todo caso; el antropocentrismo, en lugar de liberar al hombre lo va a sojuzgar, lo separa de la Vida, la Tierra y lo sume en el egocentrismo, el miedo, el nihilismo y la angustia existencia. Lo convierte en una máquina de producir y consumir, escindido del mundo y de la vida.

El salto de consciencia que tenemos por delante es pasar del antropocentrismo egocéntrico, nihilista y solipsista; al mundicentrismo. Pero para ello hace falta recobrar una sana racionalidad y, a partir de ella, nuestra libertad (desapego) No somos el centro de nada, sino que somos parte del mundo, de la tierra. Pero si vamos más lejos, como fueron las tradiciones místicas (laicas y religiosas), nuestra consciencia se hace cosmocéntrica. Ni la Tierra, ni el sistema solar, ni la vía láctea, ni el cúmulo de galaxias al que pertenece, sino el cosmos en su totalidad siempre nuevo y emergente es el centro y, nosotros somos una Unidad con él. Somos, nada más y nada menos, que una expresión del cosmos. Una manifestación autoconsciente de sí mismo. Somos el Ser o la Vacuidad que se hace consciente de sí mismo. Una voz en la fuga cósmica, que decía Carl Sagan.

                                                                                                              7-9-22

Efectivamente, siempre hay que jugar con el discurso relativo y el absoluto. el primero es el del entendimiento, la dualidad, el lenguaje, las categorías...ése cosifica, demarca y nos permite el entendimiento o el conocimiento racional, dentro del mundo del mercado, la caverna o la ilusión. Un mundo con existencia, pero sin realidad inherente. El discurso absoluto es metafórico, excede al lenguaje es fruto de la intuición y, no se dice, sino que se muestra. Si nos quedamos solo en el discurso absoluto podemos perder el sentido de "realidad", de tener los pies en la tierra, vamos. Porque, en el fondo, si estamos vivos, tenemos que actuar. La vuelta al mercado, el regreso a la caverna, es vivir habiendo muerto a la ignorancia y renacido en el discurso absoluto y, con esa verdad, en el sentido de aletheia, vivir en las apariencias.

                                                                                                              10-9-22

Cada meditación es distinta, cada retiro, largo o corto es distinto. Estoy terminando el Vipassana de casi diez días y está siendo un auténtico tobogán emocional. En el segundo día "tuve", cuando esto ocurre no hay un ego, sino un Yo, una experiencia cumbre, satori, samadhi, éxtaxis... pero desde entonces para acá ha habido una deconstrucción del yo que me ha llevado por caminos llenos de sufrimiento contemplando los apegos, los afectos o pasiones aflictivas. Todo ello acompañado de un malestar físico tremendo, además de gran tensión muscular. Incluida alguna noche de insomnio. En fin, es la parte de la purificación de la que hablaba san Juan de la Cruz. Eso sí, nunca es más sincero uno consigo mismo, sin juzgar ni flagelarse, que cuando está en meditación o, incluso, intenta meditar y no puede.

En la raíz de todo está el miedo a la muerte. Es decir, a dejar de ser un yo, el yo que hemos construido como protagonista de la película. Lo que tienen los retiros largos es que pasas la luna de miel de los dos primeros días y comienza el autoconocimiento a partir de lo que va emergiendo de la sombra o el inconsciente. Y entonces es cuando te das cuenta de lo que significa y supone soltar, desapegarse o desasirse. No se trata de eliminar el yo, sino de soltar todo el contenido que le hemos ido dando para evitar el enfrentamiento con la muerte y la angustia que lo acompaña al percibir nuestra carencia o finitud.

Ésa es la idea, pero no es tan fácil. Enfrentarse al miedo a la muerte, la enfermedad y la vejez es casi imposible porque nuestro cerebro está "cableado" de tal forma que hemos ido construyendo un mundo, un conjunto de creencias y de actividades y entretenimientos para evitar mirar cara a cara a la enfermedad, la vejez y la muerte. Si lo hacemos nos llenaríamos de pánico y angustia. Pero, si no lo hacemos, siempre estaremos en Matrix, o el fondo de la Caverna y nunca trascenderemos el miedo. Pero, a pesar de ello, envejeceremos, enfermaremos y moriremos, por mucho que lo esquivemos.

                                                                                                              11-9-22

Al finalizar un retiro largo de meditación te queda como una sensación de vacío, de desasosiego y, curiosamente, no puedes reanudar la vida cotidiana. Necesitas seguir en la quietud, el silencio…para que se produzca, poco a poco, un asentamiento de lo vivenciado. Todo lo experienciado tiene un carácter positivo en lo que se refiere a la ampliación de la consciencia, por muy mal que se haya pasado e, incluso, si se ha estado a punto del abandono. El inconsciente sólo nos muestro lo que estamos preparados para digerir, aunque nos resulte difícil y se nos pueda atragantar. Por otro lado, todas las experiencias místicas que se puedan tener nos muestran nuestro rostro original, son un vislumbre de la vacuidad o la no dualidad, el Tao, da igual…el caso es que esos vislumbres nos dejan un “único sabor” en el que podemos experienciar la consciencia causal y no dual. Pero es un vislumbre. No permanecemos ahí. Y si queremos repetir la experiencia tenemos garantizado el fracaso y la prueba de lo que es una meditación mal dirigida. Un peligro más de las experiencias extáticas es el gozo y el placer que nos producen. Está bien disfrutar de ello, pero se puede caer en el apego, en el deseo de tener ese placer y esa experiencia. Estos vislumbres nos sitúan justo en la puerta, pero hemos de dar un paso más y para ello hay que soltar el goce y no esperar nada. Y luego nos queda el retorno. Y aquí, también en la ascensión, claro, cobra especial atención la ética y la política (entendida como ocupación de lo común), porque, en definitiva, nuestra transformación es un eslabón en la transformación del mundo. Lo absoluto es la no dualidad y ello es inefable, pero lo relativo, aunque lo sea, tiene existencia. Y eso relativo es el sufrimiento, el dolor en el mundo, la enfermedad, la ignorancia, la guerra, la violencia. Ése es el mercado donde ha de bregar el bodhisattva contemporáneo. Lo demás es narcisismo fruto de un ejercicio de la meditación sin psicoterapia y sin ética. Recordemos que ya el Buda marcó el camino para salir del sufrimiento a través de la cuarta noble verdad o tarea que es un camino estrictamente ético.

                                                                                                              12-9-22

“Como seres humanos, nuestra grandeza descansa, no tanto en cambiar el mundo, -ese es el mito de la era atómica-, sino en ser capaces de transformarnos a nosotros mismos.” Mahatma Gandhi.

Yo añadiría transformarnos a nosotros mismos para que el mundo cambie, pero no por la fuerza de nuestra voluntad, sino por nuestra propia transformación que incluye un cambio de perspectiva, una ampliación de la consciencia y un desarrollo ético-político a nivel ecocéntrico, mundicéntrico y, por último: cosmocéntrico.

                                                                                                              17-9-22

"La experiencia más hermosa que podemos tener es la del misterio... Aquél a quien esta emoción le es desconocida y que ya no puede hacer un alto para maravillarse y entrar en un rapto de sobrecogimiento, está ya muerto." A. Einstein.

Si tenemos la emoción de la sensibilidad ante el misterio estamos abiertos al Ser. Nuestra facultad de contemplación, raciocinio, intuición nos ayudan a la hora de explorar, en sus diferentes niveles, lo misterioso. Lo misterioso, lo inexplicable, es que algo sea, que lo que hay sea. Que Haya, el Ser…La curiosidad es la facultad del hombre ante el misterio. Pero el misterio nunca deja de ser tal, ni puede ser dicho, es inefable. El error del cientificismo es haber acabado con el misterio, pensar que todo se reduce a la razón técnica e instrumental. La razón es un fabuloso instrumento de conocimiento, autoindagación, de diálogo,… pero no agota el misterio de que lo que es, Es. Es más, lo presupone. Cuando no caemos en el reduccionismo estamos abierto a la posibilidad del conocimiento por diferentes vías, que no se excluyen, sino que pueden y deben ser integradas: sensibilidad, entendimiento, razón, intuición, contemplación, concentración, meditación (fusión con el misterio sin dejar de ser consciente de la propia individualidad; otro gran misterio esto último.)

                                                                                                              20-9-22

"Nos han metido tantos espejos en la mente que la vida se ha convertido en un juego de reflejos." Paco Grande, Hendiduras.

"Demasiados compromisos comprometen la individuación." Paco Grande, Hendiduras. Aforismos del arte de la individuación.

El conjunto de creencias adquirido constituyen la forma de nuestra visión del mundo. Es decir, que esa visión es un reflejo, una construcción. No es que el mundo sea una construcción, sino mi mundo particular que confundo con el mundo únicamente real y verdadero. La desidentificación del sistema de creencias que nos domina es fruto del conócete a ti mismo socrático, de la autoindagación, del diálogo con los grandes sabios, artistas, místicos,… de la historia de la humanidad.

La dispersión, los supuestos compromisos, no son más que una estratagema para huir de nosotros mismos, para no enfrentarnos a nuestro propio proceso de autoconocimiento, de la conquista de la libertad y la autonomía. Siempre encontramos una excusa, algo que hacer que anteponemos a lo importante, huimos y en ese huir hay una distracción, un olvido de sí, no en el sentido de disolución del ego, sino de un atajo que creemos que nos llevará a la libertad, cuando en realidad seguimos atados al sistema de creencias que nos dirige y determina y a los entretenimientos que son escapismos. No se niega aquí el entretenimiento y el disfrute de la vida desde la sensualidad, la inteligencia, el juego,… sino el escapismo. Si en algo somos auténticos maestros es en escapismo.

                                                                                                              21-9-22

“Perversión sutil del mercado: enriquecer un producto asociándolo a un valor; operación funesta que, a la larga, acaba vaciando al valor de su contenido.” Paco Grande, Hendiduras.

“La versión occidental de la consciencia mística, nuestra versión del budismo o el taoísmo será la consciencia ecológica.” F. Capra.

Tenemos dos alternativas: o adoptamos la consciencia cósmica ecológica o nos quedamos sin consciencia. Eso si quedamos.

                                                                                                              22-9-22

"La búsqueda de la perfección y la pureza se ha trasladado al cuerpo. Sus efectos no tardarán en notarse: cada vez habrá más personas sin sustancia." Paco Grande, Hendiduras.

"Tal y como dice el proverbio japones: incluso hasta el Budha está a medio camino. La práctica budhista trata de morar en nuestro núcleo vacío, que también nos reconstruye en seres menos ensimismados y más compasivos, dedicados al bienestar y al despertar de todo el mundo." David Loy: Dinero, sexo, guerra y Karma. Ideas para una revolución budhista. p. 34

                                                                                                              23-9-22

Pues yo lo veo como tú. Lo que ofrece Wilber es un metamapa y aquí la palabra es importante. Con ella se quiere salir de cualquier interpretación. Pero, obviamente, esto no es posible. Siempre se opera, si lo hacemos conceptualmente, con el entendimiento, desde una estructura. Wilber puede hablar de consciencia causal desde el punto de vista intelectual, pero su experiencia en ese nivel es inefable.

Lo mismo sucede con el camino, no es tan lineal como parece. La palabra “integral”, también es importante. Es similar a la dialéctica del amor en Platón. Contemplar la belleza en sí no anula ser cautivado por la belleza de un cuerpo bello (una belleza particular que apunta hacia la belleza en sí.) Esto, se me ocurre, guarda relación con el tantra que accede a lo universal a través del placer sensual de todo, incluido el sexo, que es lo único que han visto los occidentales.

La clave está en mirar los cuadrantes tridimensionalmente, ver la profundidad de cada uno. Y es ahí donde vemos lo que es la integración y la interrelación de los cuadrantes. Pero, con respecto a lo que creo que dices, Wilber, al hablar lo hace desde unas estructuras, que, por mi parte, son criticables, pero él habla de que son abiertas, de esa manera las críticas son más difíciles. A mi modo de ver su concepción evolutiva está viciada por la idea de progreso en la evolución (es la idea del neodarwinismo.) Si llevamos a las últimas consecuencias la idea evolutiva, la evolución no tiene sentido ni dirección. Ello significa que todo el mapa de Wilber es una construcción mental que introduce un sentido donde no lo hay. Dicho de otra manera, ¿Cuál es la diferencia entre una ameba y un ser humano?, ninguna desde el punto de vista evolutivo. Ambos seres están adaptados y son conscientes, pero el ser humano es consciente de sus errores, que diría Popper, esto es, es consciente de que es un ser con consciencia. Pero eso no afecta a la adaptabilidad. Las bacterias llevan 3.500 millones de años en el planeta, están perfectamente adaptadas y nos sobrevivirán. Nosotros apenas llevamos cien mil años como especie y dos millones de años como homínidos. Por eso el esquema de Wilber es una construcción, una ideología. No hay diferencia entre un chaman, un maestro zen, o un místico cristiano, o un sabio como Sócrates o Spinoza, o cualquier artista o escritor. Son miradas diferentes que se superponen.

Y mi pregunta es la diferencia entre el vedanta y el budismo. En el vedanta persiste la idea de individualidad y de absoluto trascendente, aunque se llega a la no dualidad. En el budismo lo que hay es sunyata, no-yo, vacuidad, impermanencia o interser, relación. Obviamente, meditar desde una perspectiva o desde la otra es distinto; pero cunado llegas a cierto nivel de meditación no hay diferencia. (Desde mi experiencia. Hasta donde he llegado) Particularmente, en los primeros momentos de la meditación tiendo hacia una dirección u otra dependiendo de factores emocionales. Es decir, de sentirse más identificado con una cosa o con la otra. ¿Qué piensas?

Hice esta pregunta hace un par de años a Juan Manzanera y me contexto que como él había “aprendido de sus maestros”, el vedanta advaita se queda en el último escalón, se queda en la fusión con lo absoluto y no da el paso hacia la vacuidad.

                                                                                                              26-9-22

“En esta sociedad se requiere una humildad infinita para evitar el deseo de sobresalir.” Paco Grande, Hendiduras.

El vacío existencial lo queremos llenar por medio de la fama efímera. Así creemos evitar la muerte, la nada. Pero es inevitable. La caída de los grandes relatos, de los principios éticos, el triunfo de lo banal, la racionalidad instrumental, el valor único del mercado; todo ello alimenta el vacío que, ya, de por sí, el hombre trae consigo. Para ser consciente de que existe necesita ser reconocido por otros, no, precisamente, lo contrario: conocerse a sí mismo como sugiere la vieja sabiduría socrática.

                                                                                                              29-9-22

Una de las prácticas fundamentales del budismo es la de vérselas con el miedo. No es el momento de entrar en la psicología y filosofía budista. Lo interesante es la práctica. Como se sabe Buda afirmaba que la vida es sufrimiento, pero que podemos liberarnos de él. Y el sufrimiento se expresa en que envejecemos, enfermamos y morimos. Parece que el miedo más radical puede ser el de la muerte, dejar de ser, cerrar los ojos, oídos, el gusto, los pensamientos, la memoria, el tacto,… y dejar de ser un “yo”, al menos, psicológico.

Pues bien, Malarepa, uno de los grandes del budismo tibetano hacía la siguiente práctica. Cada día se levantaba con la proposición de que cada decisión que tuviese que tomar lo haría pensando en que ese era su último día de vida. Una buena práctica de la que tenemos también ejemplos en el pensamiento occidental. Pero la cuestión es practicarla, vivirla. Aunque sea un día, o en una sola decisión. Probad. No hay que creerse nada que diga nadie. Hay que probarlo todo por sí mismo.

                                                                                                              3-10-22

"En el ámbito de lo interpersonal no hay áreas más importantes que las de la espiritualidad y la política." Ken Wilber.

                                                       ---o---

La cuestión es que hay que actuar desde el amor bondadoso y la compasión. desde ahí no hay más o menos consciente porque el otro es igual que tú. Si contemplas más o menos consciente te sitúas en la escisión y no puedes amar incondicionalmente. Es el camino del bodhisattva. Primero hay que despertar la bodichita y luego superar las klesas (vicios) y luego cultivar las virtudes (ética). Eso nos hace comprender la naturaleza búdica, expresada o no, que todo ser tiene. Lo mismo que todos tenemos una naturaleza malvada y oscura. Eso también nos hace iguales. Pero el budismo es muy optimista y se fija en la naturaleza bondadosa de todos los seres, aunque se manifieste como malvado, o inconsciente, o ignorante.

                                                                                                              4-10-22

Ayer echamos a andar el proyecto de una escuela integral, basado en la práctica integral de vida de Ken Wilber. Creo que hemos empezado bien y os animo a seguir con la práctica diaria y de por vida. Nunca es, ni demasiado pronto, ni demasiado tarde.

Pero lo que quería señalar es el motivo, o motivación, de la meditación. No meditamos para nosotros, para relajarnos, sino para los demás. De lo que se trata es de fomentar la actitud de amor bondadoso que todos llevamos dentro. Lo mismo que llevamos demonios capaces de hacer cualquier cosa. Es la única manera de explicar la guerra, los genocidios, la violencia gratuita…El hombre, ni es bueno, ni es malo por naturaleza, el hombre, para empezar, no existe, es un proceso. Es un cúmulo de causas y circunstancias, por eso, en lugar de juzgar, hemos de comprender al otro y, para ello, hay que situarse en si posición y mirar desde la compasión. Como dice el proverbio budista: “Cuando te cruces con un hombre, no olvides que lleva el infierno dentro.”

Y, leyendo la última obra de José A. Marina: “Historia de la inhumanidad”, me he encontrado con los siguientes textos que son un buen punto de partida para nuestras reflexiones y meditaciones. Hay que apostar por situarse, es lo que hacemos en la meditación, en el lado bondadoso del Ser/Devenir que somos. El amor incondicional o universal, o bondadoso, produce alegría, elimina el egocentrismo, favorece las relaciones humanas, es cooperativo, no juzga, no culpabiliza, no nos hace víctimas porque, entre otras cosas, el amor desinteresado nos sitúa en el no-yo. Y aquí es donde se une el camino de la compasión con el de la sabiduría. La compasión con la ecuanimidad y lucidez.

Igual que la motivación de la meditación es la compasión: que mi paso por la vida sea beneficioso para los demás. El otro pilar es la sabiduría; que comienza por el reconocimiento de que sólo sé que no sé nada. Pero esto no es un ejercicio retórico, ni del entendimiento. Uno ha de sentir en cada una de sus células la ignorancia, el no saber a qué atenerse, la pérdida del sentido de la existencia; esto es, la muerte del yo psicológico que se defiende aferrándose a la más mínima convicción que le de seguridad y estabilidad. En este contexto es donde cobran sentido las palabras de Buda y Sócrates.

En torno al asesinato de una joven en Iran por llevar el velo mal puesto.

Dice un proverbio judío: "Quien salva a un hombre, salva a la humanidad. Quien mata a un hombre mata a la humanidad." Porque la humanidad es lo común que todos llevamos dentro.

Pero, independientemente de esto, los hechos no existen aisladamente, sino que son producto de una cadena de causas y consecuencias que generalmente desconocemos por pereza y cobardía. Hace décadas Irán era una democracia en la que las mujeres disfrutaban de libertad. A Occidente; es decir, nosotros, nos interesó apoyar una guerra Irán-Irak y armar a los ejércitos, lo cual era rentable. En Irán surge un enfrentamiento civil y se apoya, desde Occidente, a los Ayatolas (fundamentalistas religiosos),... La cuestión, el petróleo. El fin, nuestro bienestar. El modo, producir ignorancia. La historia es maestra, pero si no la estudiamos; pues como el profesor que habla en clase a las paredes. Que, por cierto, es lo normal, o la norma.

                                                                                                              5-10-22

La felicidad no viene de fuera, sino que depende de nuestra manera de mirar el mundo y de nuestra práctica. Si nos ejercitamos en la gratitud, miramos al mundo y a los demás como fuente de nuestro estado de alegría; por el mero hecho de que existimos porque todo lo demás existe. Y, nuestra existencia se disuelve en las infinitas relaciones que tenemos con todo lo demás. La gratitud nos lleva al amor incondicional, éste a la compasión y, todo junto, al no yo. Nada mejor para ser feliz que no pensar en serlo, ni pensar en uno mismo. Salir del egocentrismo al mundicentrismo e, incluso, cosmocentrismo (vacuidad y apertura de la consciencia)

                                                                                                              8-10-22

"Si nos resistimos a aceptar, eso nos creará estrés, en cambio, la aceptación nos libera del estrés." Eso no es aceptación, es resignación. Lo no aceptasble, no debe causar ni ira, ni odio, sino indignación. Y ésta es el motor en la histolria del hombre de la búsqueda de la dignidad. Porque el hombre ni tiene dignidad, ni derechos, por naturaleza, se los ha inventado en su labor de civilización contra la barbarie. El hombre sensible siempre ha sufrido, se ha indignado, ha intentado impedir la barbarie, el crimen, el genocidio (todo ello común en la historia de la humanidad). Ahora a sufrir por la injusticia laboral, por ejemplo, se le llama estrés y se le manda a un curso de mindfulness.

El sabio Chanakya me parece una multinacional. La voz del poder, no de la sabiduría.

El miedo es una adaptación biológica que nos permite sobrevivir, que en la sociedad moderna que quedado obsoleto por el sistema de producción y consumo. La envidia es querer el mal del otro por lo que el otro tiene y yo creo no tener. Una idea inadecuado de lo que soy y del otro. Una relación inauténtica con el otro y conmigo mismo. Lo contrario a la admiración. La ira es el enfado ante lo que nos agrede. No todo lo que nos agrede es una proyección: los genocidios, el crimen organizado, la opulencia de unos pocos, la ignorancia y desidia de la mayoría, las violaciones, los niños soldados...todo ello nos agrede y puede producir ira; pero la ira es una respuesta descontrolado, un enfado espontáneo que sólo acarrea violencia, pero que es el germen de la indignación, que es el camino de la búsqueda de la justicia. Y el odio es la tristeza máxima. Es la incapacidad de existir, de amar la vida que la proyectamos en otro. Pero el odio nunca quiere el aniquilamiento del otro, porque entonces nos quedamos sin el otro, sin nadie a quien odiar; por tanto, sin sentido de nuestra existencia. "El odio no es bueno", que decía Spinoza. Es la máxima expresión de la tristeza, de la incapacidad de existir o de amar y amarse. En la medida en la que uno se ama, no puede odiar. Si uno ama a todo lo que le rodea, no puede estar triste. Si no hay tristeza, no hay odio.

                                                                                                              11-10-22

Mientras el barco se hunde, aún seguimos en el paradigma de la producción y de esquilmar el planeta que, no es que habitemos, sino del que formamos parte. El cambio de paradigma exige un cambio de consciencia. Mientras sigamos rigiéndonos por la agresividad, la competencia, la ira, la venganza, la historia se seguirá repitiendo hasta el próximo final. Poco queda hacer ya. Pero es un deber casi kantiano, aunque no esté muy de moda, intentar ampliar nuestra consciencia hacia una mayor sensibilidad ante todo lo viviente, hacia la alegría y no hacia el odio, la tristeza y la ira.

                                                                                                              15-10-22

Los contrastes entre los hombres nos llevan a percibir la enorme desigualdad en la que vivimos. desigualdad a la que nos ha llevado el sistema de producción que hemos creado y mantenido y que nos ha hecho esclavos inconscientes. tan inconscientes e ignorantes que hemos creído, desde siempre, que no hay otro sistema de producción. el sistema de producción capitalista y, sobre todo, en su versión neoliberal salvaje produce genocidio y ecocidio. Y el ecocidio realimenta el genocidio hasta tal punto que, probablemente, la vida del homo sapiens sea inviable en la Tierra.

"Llevamos muchas décadas gastando más agua de la que se almacena por lo que nos estamos hipotecando en materia hídrica (Martínez, 2022). Tres cuartas partes del agua que se extraen de pozos, ríos y lagos van destinadas exclusivamente a regar los campos de cultivo, en la mayor parte de las ocasiones de forma muy poco eficaz. El problema radica en el largo tiempo de reacción de los sistemas de agua subterránea. La extracción continuada de agua del subsuelo puede convertirse en una bomba de tiempo ecológica. Lo que les sucede hoy a estos sistemas subterráneos proyecta una terrible sombra hacia el futuro y afecta las condiciones de vida de nuestros bisnietos. Pero incluso sin esa proyección hacia el futuro, el problema del agua es acuciante. La crisis mundial del agua es una realidad que el cambio climático no hará más que empeorar: se calcula que para 2030 uno de cada cuatro niños del mundo vivirá en zonas con carencia extrema de agua y unos 700 millones de personas deberán movilizarse empujados por la escasez de agua.

Valladares Ros, Fernando; Cantera Arranz, Xiomara; Escudero, Adrián. La salud planetaria (Spanish Edition) (p. 65). Los Libros de La Catarata. Edición de Kindle.

El dilema de Sócrates.

 

Es indudable, dentro de los límites de la razón, que estamos asistiendo a lo que, a mi modo de ver, es el fin del fin de nuestra civilización; o la explosión final del colapso civilizatorio, que no quiere decir el fin de la humanidad, pero puede acarrearlo. El hecho de que estemos en esta situación no quiere decir que nos quedemos sin hacer nada como los músicos del Titanic. Siempre podemos hacer algo, como dice Riechmann, ya que hemos fracasado, podemos fracasar mejor; es decir, no a lo loco, caóticamente, sino lo más racionalmente posible,…podemos intentar salvar a los ciudadanos de tercera clase del Titanic, también salvando lo máximo de la biosfera y de la humanidad, tanto en seres humanos como en los productos más insignes de la naturaleza humana: arte, pensamiento, espiritualidad, política, ética…En fin, curiosamente todo aquello que hemos tenido a nuestro alcance y no hemos usado para avanzar en una consciencia más amplia que nos permitiese salir de nuestro egocentrismo en dirección al encuentro con los otros, nuestros hermanos.

              Bien, pues hubo una época, a la que el filósofo y médico Jaspers, se le ocurrió llamar: la época axial. Un nombre muy adecuado porque marca un momento de la Historia, que abarca varios siglos, desde el VII a. de C. hasta el II antes de C. Se podría ampliar hasta la época de Jesús de Nazaret. Pues bien, esta época se caracteriza por la aparición, dentro de unas circunstancias históricas determinadas, de una serie de personalidades que introdujeron cambios absolutamente revolucionarios en el pensamiento de la humanidad en su conjunto y de las sociedades en las que vivían. Eran personas como: Heráclito, Parménides, Pitágoras, Sócrates, Buda, Lao Tzse, Confucio, Chuang Tzse…por nombrar a los más conocidos. Pero, vamos a los orígenes de nuestra civilización, que, al fin y al cabo, es la que se ha globalizado. Nuestra civilización tiene sus orígenes en Grecia, en el pensamiento griego, que es lo mismo que decir, el surgimiento del pensamiento lógico, racional o el Logos y, con él, el diálogo (que el logos es lo común o está entre medios y sirve para poder conversar y llegar a acuerdos, no como pensamos hoy cuando debatimos que es en llevar la razón, el logos; no, la razón no le pertenece a nadie, nosotros pertenecemos a ella.) Esta novedad es trascendental, el logos no se opone al mito como se suele enseñar, sino a la superstición, a la tradición, a la fuerza,…

              Pues el mayor representante del logos es la gran figura de Sócrates. Podemos considerarlo como el padre y fundador de nuestra cultura, donde convergen todos los pensadores anteriores y de donde surgirán el resto. Sócrates confiaba en el logos. No admitía nada que no pudiese ser analizado a la clara luz de la razón. El logos es la guía para el conocimiento de la naturaleza, por un lado y para que los hombres puedan vivir en armonía y en paz. La razón, siempre crítica, no absoluta ni instrumental que es su perversión actual y que tiene mucho que ver en el colapso civilizatorio, es la guía del comportamiento ejemplar, excelente o ético y, con ello, de la vida política. En aquel entonces ética y política no se distinguían. A nosotros esto nos puede sonar a cuento de hadas, pero así era. La ruptura entre ética y política comienza en la modernidad de la mano de Maquiavelo y ese es el inicio de la política moderna y de su actual perversión. Como Descartes es el inicio de la ciencia moderna, pero también la semilla de su perversión.

              Pues bien, Sócrates es aquel que nos instaba a conocernos a nosotros mismos utilizando la autoobservación de nuestras acciones y sus causas y analizarlo minuciosamente con el escarpelo de la razón, el logos. Y haciendo este ejercicio, como deberíamos hacer todos en este “mundo” de hiperinformación, ausencia de conocimiento, superficialidad y cansancio de uno mismo porque todo se manifiesta como igual, nada nos satisface, porque nada es distinto, ni tiene matices y vamos con prisas para “conocer” algo “nuevo”; pues se dio cuenta de aquello tan manido, como mal entendido, de que no sabía nada. Sólo sé que no sé nada, señalaba el sabio ateniense y lumbrera de la humanidad. Pero ¿cómo es esto posible? Pues porque no había ninguna idea, opinión o creencia que tuviese de la que pudiese estar seguro y, además, tras minucioso análisis se da cuenta de que prácticamente todo lo que sabe viene de fuera, de la sociedad en la que vive, de la tradición, de lo aceptado porque siempre hemos pensado así… Entonces nace el filósofo, el pensamiento crítico, la razón el diálogo en busca de un conocimiento propio más seguro y verdadero que, a su vez, nos libera de la tiranía del saber impuesto y de la opinión vulgar. Si algún despistado está leyendo esto; o es porque ya lo sabe y no está tan despistado o porque no sabe la historieta que vengo contando, simplemente porque, lo común, es que la inmensa mayoría no lo sepa. Pues al despistado le doy la enhorabuena y las gracias y, también, que, si ha llegado hasta aquí, bueno sería que siguiese el ejemplo socrático y se convertiría en un ciudadano libre, que es lo que importa.

              Y aquí llega el dilema, que sólo lo podré enunciar. Sócrates, en su defensa en el juicio al que fue sometido, plantea una pregunta al pueblo ateniense, que es la que sigue ¿qué es mejor: cometer una injusticia o padecerla? Pues bien, no voy a dar respuesta al dilema, para eso es un dilema ético, no un problema de ingeniería; además de que en otra entrega ya lo abordé. Pero sí he de decir que, con esta pregunta, Sócrates está dando un salto en la consciencia ética de la humanidad. Y, depende del tipo de respuesta que demos (cosa que dejo al lector), pues nuestra consciencia está en el lado de la guerra, la competitividad y autoaniquilación; o bien, se sitúa en las puertas de acceso a los otros seres humanos y sintientes y, por tanto, vivenciar, no sólo entender: la igualdad, la libertad y la fraternidad. Ustedes mismos.

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Nacemos filósofos y nos vamos convirtiendo en necios. El problema es que la muerte es inexorable y puede ser inminente; por tanto, nuestro problema es que abandonamos el ser filósofos porque dejamos de tener presente la muerte como lo único seguro de la vida. En última instancia renunciamos a la filosofía, apertura al Ser, por miedo a la muerte. Pero resulta que el miedo a la muerte es el miedo a vivir, a la sombra, a conocernos a nosotros mismos. Por es vivimos en la superficie, picoteamos de todo en busca de lo nuevo, de una experiencia nueva, cuando ni si quiera hay la capacidad de tener experiencias. Por miedo a la experiencia, a la profundidad. A la oscuridad de nuestra alma. Pero arrojarse a la vida, atreverse a saber, a ser filósofo, es vérselas con la realidad. Y la realidad es nuestra finitud, nuestra decadencia, la impermanencia, el todo fluye. Tener presente la muerte es vivir desde esta perspectiva y ello nos lleva a vivir sin miedo, por tanto, desde la alegría y el olvido de sí, el egocentrismo, y posar la mirada en todo ser viviente.

No, la muerte es ineludible a la vida, pero, no porque todo ser vivo muera, sino porque muerte y vida coexisten. Si contraponemos la muerte a la vida caemos en la dualidad y la escisión. Si contemplamos muerte y vida como nombres de un proceso y lo vivenciamos en nuestro propio vivir y, más aún, en el vivir de todo, nos instalamos en la no dualidad que está fuera del tiempo y por tanto de la extinción.

No se puede llegar a ser vital si no se reconoce la impermanencia y con ello la muerte. Por eso decía Spinoza: "En nada piensa menos el sabio que en la muerte"

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La motivación de la meditación es la compasión; es decir, en la medida que pueda y desde mi propia limitación dedico mi vida a eliminar el sufrimiento de los demás, pero esto lo hago a la par que me libero de mi sufrimiento. Que mi paso por la vida sea beneficioso para los demás. Por eso medito, o hago además otras cosas, para encontrar las causas de mi sufrimiento, descubrirlas y liberarme. De esa manera puedo enseñarlas y ayudar al otro a su autoliberación. Cada cual se libera a sí mismo, pero con ayuda. No somos islas, sino relaciones, procesos. Pues bien, esto es lo que en el budismo se llama un bodhisatva y es el cambio interior para cambiar el mundo. Simplemente es una ampliación de la consciencia y poder mirar desde otra óptica. Pero nos lo impiden muchas cosas, los vicios como la pereza, el orgullo, la cólera, la ira…frente a ellos debemos cultivar las virtudes que se contraponen: paciencia, humildad o sabiduría, generosidad, coraje heroico,… Esto último son las seis paramitas o virtudes que se recogen en la tradición Mahayana del budismo.

Lo interesante de esto, no es el estudio erudito, sino el poder reactualizar el discurso y aplicárselo a uno mismo. Yo añadiría que hay que empezar por una reflexión honesta de dónde está uno y de si desea esas virtudes y confía en que merece la pena dedicarse a ello como objetivo fundamental de todas las actividades de tu vida. Es, si os dais cuenta, una renuncia al ego, un despojarse o desasirse de todo. La meditación es un instrumento que nos sirve para llegar a esta vacuidad; pero no es suficiente, es un entrenamiento. También existen otras meditaciones, en el budismo tibetano, que intentan evocar la vivencia de estas virtudes y el gozo que experimentamos cuando las sentimos. Pero, como digo, aquí no se acaba todo. Sin la acción, y lo anterior es acción, pero no directa, no hay ni liberación de las pasiones y vicios, ni actividad del bodhisatva.

                                                                                                              16-10-22

“Me di cuenta entonces de que la vida es un regalo, un regalo que no tendré eternamente. Y tampoco tendré siempre conmigo a los que amo…Si me muriera mañana, ¿Qué sentiría con respecto a los que amo?” E. Kubler Ross. Psiquiatra.

La vivencia de la finitud de nuestra vida es lo que nos hace tomar consciencia, primero, de la impermanencia y, segundo, vivenciarla. Todos sabemos que nos vamos a morir, pero nuestra evolución psicobiológica nos ha preparado para pensar, cuando se muere alguien, más o menos cercano, o hay una tragedia, que se mueren los otros. Nunca nos ponemos en el lugar del muerto. Simplemente es que no podemos. El muerto no está, así lo vemos, y nosotros sí estamos. El pensamiento dual o binario de la lógica occidental separa, escinde, la muerte y la vida y eso es lo que nos impide la vivencia de la muerte y, en la mayoría de los casos el rechazo y el no querer pensar en ella. Como si no pensar en que uno va a morir, que va a perder a sus seres queridos, incluso, puede, el peor dolor, a un hijo, porque parece que va contra la naturaleza, que lo va a perder todo, que va a ir dejando de sentir, que sus sentidos lo van abandonando, sus pensamientos,…pues, decía, uno cree, que si evita afrontar reflexiva y vivencialmente esta inexorable realidad, está burlando a la muerte. Esto nos recuerda al famoso cuento “La muerte te espera en Samarkanda.” No ejercer el pensamiento sobre la inexorabilidad y probable inminencia de la muerte no la evita. En cambio, prepararse para la muerte, como decía el viejo Platón, nos lleva a vivir la vida desde la alegría, apurando hasta el último sorbo, no olvidando a los que amamos, no odiando al que no merece odio (nadie lo merece, por cierto), cultivando la virtud, que es lo que nos hará vibrar y ser libres. Y, POR ESO, Spinoza decía que en nada piensa menos el sabio que en la muerte. Y, la libertad es lo que nos permite vivir intensamente la vida, porque sin libertad vivimos como autómatas, como títeres que sólo van de puntillas sobre la realidad, la VIDA.

Cuando era muy joven, tendría unos 17 años, andaba leyendo la famosa novela de Sartre, que un amigo me dejó, La nausea. El caso es que, en ese momento, paseando por las calles de mi pueblo, o por el campo, no lo recuerdo, se me vino a la mente, como un flash, una definición para la vida que, con muchos matices, sigo manteniendo, dentro de los límites de mi aceptación de la docta ignorancia y de que todo saber intelectual no tiene más remedio que ser provisional. La definición en cuestión es que la vida es un dejar. A medida que vamos viviendo vamos dejando cosas, sentimientos, pensamientos, personas…nos vamos dejando a nosotros mismos. Vamos creciendo y viviendo a la par que vamos dejando o vamos muriendo, paradójicamente. De la actitud que tengamos ante ese dejar dependerá nuestra felicidad o, mejor, nuestra libertad y virtud. Porque el dejar con consciencia, el desasimiento voluntario es un acto virtuoso que requiere valor y que nos hace libres. El fin último de este desasimiento, de esta virtud es que en el momento de morir seamos plenamente libres y seamos capaces de aceptar la muerte, o todo el proceso del morir. Entonces habremos alcanzado la serenidad, la paz. Y podremos descansar en paz. Por ello, aquello de Descanse en Paz es algo que uno ha de irse labrando a lo largo de su vida y, para ello ha de cultivar el desasimiento con mesura, la virtud (valor, generosidad, paciencia, justicia, prudencia y sabiduría) y todo ello le irá haciendo más libre, por tanto, más alegre, más vivo, más compasivo, más consciente del dolor del otro, más abierto a todo lo sintiente y más cuidadoso con ello.

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La gestión de los grupos de wasap desde el inicio de la pandemia, mi intervención, quizás demasiado activa en ellos, la organización de las meditaciones semanales y de los cursos de filosofía y espiritualidad, además de los monográficos, más mi formación en psicoterapia, mindfulness, meditación, budismo, advaita, zen, taoísmo, eneagrama, bioenergética…; sumado probablemente a la pereza y a una idea que quise transmitir en la presentación de mi último libro publicado: “Comentarios a la Ética de Spinoza”, ha provocado que haya ido dejando de lado mis escritos y no los haya publicado. La idea que intenté transmitir en la presentación de “Comentarios…” era que, después de ese libro, lo que allí decía, no tenía nada más que añadir porque estaba en el umbral de lo inefable, lo único que hacia falta era práctica y una paciencia infinita hasta que fructificara. Realmente han sido muchos los frutos que, como siempre, ya estaban ahí. Pero, a medida que he visto los frutos, he visto más de cerca y con detalle, viviéndolos descarnadamente con dolor y vergüenza, mis propios demonios o vicios. Bueno es saber que están ahí y abrirles el espacio necesario para acogerlos, porque las emociones aflictivas nos pertenecen, no se pueden ni eliminar, ni reprimir y requieren espacio para ser acogidas y aceptados. De esta manera nos haremos menos reactivos a ellas y las podremos canalizar (su poderosa energía) hacia nuestro crecimiento y el de nuestro semejante y no hacia nuestra autodestrucción.

El caso es que, no obstante, yo he seguido escribiendo, y no poco, cuatro libros: Despertar, Atisbos de luz: conferencia con las estrellas, Apuntes marginales y, actualmente, llevo un diario filosófico que no sé si llevará título. La forma en la que publicaba anteriormente, autoedición en papel en la que yo llevaba los gastos y regalaba los ejemplares (nadie compra un ensayo filosófico de un autor desconocido y si quiero transmitir lo que considero puede ayudar a otro, pues lo regalo), es ahora inviable porque se me han acumulado los títulos. Mi intención es publicarlos en edición digital, sin gastos, en modo autoedición. Pero soy un gestor malísimo, además de que mi propio trabajo intelectual y práctica integral de vida y mis hijos, pues justifican bien mi pereza de ponerme manos a la obra.

Esto me lleva a dos cosas. Antes de nada, tendría que reestructurar las obras y prepararlas para la edición; he hecho algo de trabajo, pero no todo. Primero, pido ayuda a alguien que me pueda ayudar a gestionar la publicación, en Amazon, por ejemplo, u otra editorial, siempre que su publicación fuese gratuita. En segundo lugar, voy a centrar más mi trabajo en ordenar esos escritos y seguir con el diario filosófico, con lo que mi actividad en los grupos de wasap, aunque son inspiradores para lo que escribo, va a ser más reducida; simplemente para poner información y conocimiento y aprovechar los conocimientos e informaciones que los demás miembros pongan para mi propia inspiración a la hora de escribir o practicar, pero sin entrar en debate, a menos que sea algo amable y superficial y no requiera energías intelectuales y emocionales por mi parte. Ya tiene uno una edad en la que ha de ahorrar la energía que le queda; además de que el medio no es nada idóneo para el debate. El diálogo necesita distancia, tiempo, presencia del otro, y si no es posible la presencia, al menos el tiempo en las respuestas, para poder, de verdad, escuchar al otro. De modo que, aunque pueda poner por este medio alguna de mis reflexiones, no entraré en diálogo, porque este medio es, precisamente, una forma de evitar el diálogo y aislarse uno más en sus opiniones, creencias y autoafirmación del ego. El que quiera me puede seguir en fb. Porque allí se puede explayar uno con más detalle y no hay la premura del wasap, aún, aunque puedes caer en la trampa, puede contar uno con el factor tiempo, además de conocer ideas y personas interesantes; eso sí, siendo muy selectivo. No olvidemos que el hombre es un animal tecnológico y que las tecnologías lo conforman a él y a la sociedad. Lo primero que se aprende en “Ciencia, tecnología y sociedad”, es que no hay una causalidad lineal, sino compleja y sincrónica. Construimos tecnociencia, a la vez que la tecnociencia nos construye. Un ejemplo para pensar muy seriamente. Mi hijo el otro día se fue de acampada y, al regresar le pregunté que qué tal. Estaba alucinado y lo había pasado muy bien, pero lo que más le sorprendió, y a mí también, es que, al llegar al lugar de acampada, o casi que al salir del pueblo, lo que estaba viviendo lo veía como una copia de los videojuegos a los que ha jugado desde pequeño. Y mi hijo, los que lo conocen desde pequeño lo saben, estaba siempre subido a los árboles, las piedras, persiguiendo todo tipo de animales y buscando información para conocerlos. Desde la distancia conocía el nombre científico de cualquier hormiga, que para nosotros son todas iguales. De modo que la cosa da que pensar. Como para una tesis doctoral. En fin, que pido un poco de ayuda, si está en vuestra mano y comprensión de que mi compromiso con las listas del grupo sea mucho menor. Bueno, seguro que esto último muchos lo agradecen, jaja. Gracias.

                                                                                                              17-10-22

Acabo de terminar el libro de Fernando Villadares: “Salud planetaria” y lo considero un buen libro informativo con rigor científico del estado de salud del planeta y de la relación de ésta con nuestra acción. Pero, a pesar de la situación límite en la que nos encontramos, propone medidas de acción, tanto a nivel individual, como político. Individualmente tenemos que romper la inercia catastrofista que nos lleva a la ansiedad de no poder hacer nada, la de la pereza e indiferencia, la de la desinformación y la de la creencia de la imposibilidad de acción política.

En cuanto a la política el cambio ha de ser brutal. Ha de abandonarse el paradigma económico del crecimiento por el del cuidado, aunque sea de forma egoísta, la situación de la biosfera es límite, para miles de especies y entre ellas, el homo sapiens. Es decir, hablando claramente, si no actuamos, nos extinguimos y punto. Al orden del universo esto no le importa porque el universo no actúa conforme a fines. Es nuestra inteligencia la que pone fines e intenciones, la que es autoconsciente, la que siente alegría o dolor. De modo que, aunque sea por un egoísmo altruista, que diría Wilson, deberíamos actuar si queremos sobrevivir. Otra cosa es cuántos y en qué condiciones.

Siguiendo con la política hemos de cambiar el principio político de la visión a corto plazo o inmediata, por el ritmo más lento de la naturaleza. Hemos de dar la vuelta a nuestro sistema cognitivo y de acción. Ha de ser la ecología la que lleve de la mano a la economía y a la política. De lo contrario, simplemente, no hay solución. De modo que, a mi manera de ver, merece la pena intentarlo.

Por último, el gran remedio, la educación. Hay que introducir programas educativos que cambien la visión de las futuras generaciones, si es que llegan. De lo que se trata es de que la educación haga entender al ciudadano que es un ser vivo en relación con los demás seres vivos y que su existencia, como la de los demás seres vivos, depende de muchos factores y, uno de ellos, ahora el más importante, es lo que hagamos, nuestra acción: política, económica e individual. Esto también implica un giro radical en el sistema educativo que está dirigido a la producción y el consumo. Ha de redirigirse al cuidado de los demás seres vivos y de nosotros. Porque el sistema productivo de consumo que tenemos, no sólo es que esté poniendo fin a la especie humana, sino que no nos hace más felices, sino, todo lo contrario. Nuestra salud física y mental, integral, se ve seriamente socavada por la forma de vida a la que nos lleva el propio sistema creado y mantenido por nosotros. Y esto último que digo es de lo primero que hay que tomar consciencia. En definitiva, seguimos con aquello de Manuel Sacristán, tan citado por Riechmann: “Cambiar el paradigma de la producción por el del cuidado”. Esto lo dijo en los comienzos de los años 80 del pasado siglo y seguimos igual o peor. Lo mismo que los problemas fueron planteados, junto con las soluciones en el año 1970, con el informe del Club de Roma y cogimos la dirección inversa. En fin, en nuestras manos está, y no es por angustiar, sino por hacer tomar consciencia, de la salvación del homo sapiens junto con cientos de miles de especies y poder disfrutar de una nueva civilización en la que haya alegría, lentitud, tiempo para el conocimiento y la contemplación, las relaciones humanas y con la naturaleza…; así como para sentir nuestra propia naturaleza en comunión con el resto de la Naturaleza a la que pertenecemos y debemos agradecer nuestra vida y la VIDA.

No se trata sólo de primero una liberación interior, sino de iniciar esa transformación que repercutirá en el resto de los cuadrantes siguiendo el esquema de Wilber. Pero no podemos confundir lo prioritario con lo primero. A medida que vamos produciendo nuestra transformación interior crece nuestro interés por cambiar la política y pasar a la acción política (no me refiero al partidismo, que es de las cosas a eliminar o modificar profundamente) desde un nuevo estado de consciencia. Ese es el significado del desarrollo integral. Como bien dices las instituciones ya están, pero no están anquilosadas, lo que ocurre es que las personas que las ocupan, en su mayoría, están en un estado de consciencia mítico-egoico y de pertenencia; y de lo que se trata es de pasar al nosotros.

                                                                                                              18-10-22

A la pregunta de cómo es posible que el ser humano esté acabando con su única casa, respondo: desgraciadamente hay muchas respuestas. Pero, curiosamente, entre ellas, por echar mano de la ciencia, son sus propios mecanismos evolutivos que nos han permitido sobrevivir los que pueden terminar con nosotros. Pero también hay mecanismos evolutivos que nos ofrecen la solución, somo es la ampliación de consciencia que se experimentó en la época axial, que, si los seguimos seríamos capaz de trascender e integrar en una consciencia más amplia, sabia, generosa y amable que nos permitiría seguir recreando el mundo. De todas formas, la pregunta que se hace Goodall, curiosamente, porque me sorprende, está formulada desde el paradigma antropocéntrico, precisamente una de las causas de la autoaniquilación. La ampliación de consciencia nos lleva a un paradigma mundicéntrico en el que el homo sapiens está en igualdad con el resto de especies. Es más, asume que vive porque está en relación con las demás especies y con la Tierra. No valora la inteligencia como algo superior, sino como un mecanismo evolutivo más de adaptación, y no considera la Tierra como suya, sino que él /nosotros, pertenece a la Tierra.

Nuestras creencias, generalmente inconscientes, son el paradigma desde el que pensamos y no vemos más allá de él a no ser que salgamos del paradigma a otro mayor que lo abarque o integre. Destruyendo nuestro hogar es cierto; pero el decir nuestro ya es antropocentrismo (el lenguaje es el vehículo del pensamiento); por tanto, excluye que sea el hogar de todos los seres sintientes por igual. Como especie tenemos unos cien mil años de existencia, como género unos dos millones y medio de años. Los dinosaurios tuvieron 250 millones de años de existencia y desaparecieron de forma casi fulminante. Las bacterias perduran desde el inicio de la vida hace 3.500 millones de años; y, al paso que vamos con los antibióticos, pues nos van a comer por los pies, como se suele decir. Es fundamental trascender el paradigma: humildad, generosidad y agradecimiento ante la vida que se expresa por doquier. Igual que el ego hay que trascenderlo e integrarlo en el nosotros, la especie ha de ser trascendida e integrada en la biodiversidad de la vida en la Tierra, siendo el sistema completo, junto con la Tierra un único ser vivo, Gaia. Esa es la tesis de Lovelock, que ha actualizado el físico y ecologista español Carlos Castro en su obra: “Gaia”.

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Una de las argumentaciones de Spinoza sobre la ausencia de libertad.

“Ellas (las opiniones humanas) muestran suficientemente que los hombres juzgan de las cosas según la disposición de su cerebro, y que más bien las imaginan que las entienden, -y de ello es testigo la matemática-, al menos las cosas serían igualmente convincentes para todos, ya que no igualmente atractivas.” Spinoza, Ética, Apéndice al libro I

Por un lado, se nos muestra que pensamos de forma condicionada y si ello es así, nuestros sentimientos también vienen condicionados y, por consecuencia, también nuestros actos. Por ello, la creencia en nuestra libertad no es más que una ignorancia de nuestras determinaciones. La ignorancia nos convierte en esclavos, sólo la sabiduría, no el conocimiento, que también interviene y es necesario, nos hará libres. Por eso la libertad en Spinoza aparece en el libro V de la Ética, que es el conocimiento y amor intelectual de dios (única substancia existente por ser la substancia infinita). Y como explico en mi “Comentarios a la Ética de Spinoza”, el conocimiento de Dios es el amor intelectual a dios en el que el atributo divino del pensamiento humano se reconoce en la substancia divina y ello le proporciona un gran goce e, incluso, la beatitud. Esta experiencia mística, por muchas interpretaciones materialistas que haya de Spinoza, produce una transformación interior total. Pero antes hemos de haber hecho el trabajo alquímico de transmutar las pasiones en virtudes y ahí es donde sí interviene el conocimiento. Porque el vicio o los afecto aflictivos o negativos son el producto de un conocimiento inadecuado (de la ignorancia.) Pasar del conocimiento inadecuado al adecuado requiere del toque de la piedra filosofal de la alquimia spinoziana que es la alegría. Lo que él llama: conatus, que es la alegría de persistir en el ser. O, dicho de otra manera, el goce de existir que impulsa a toda criatura (Spinoza habla del hombre) a seguir existiendo.

Este texto de Spinoza también, ahondando un poco, nos permite ver cómo las opiniones vienen condicionadas y no sabemos cuáles son sus condicionantes. Lo cual nos hace esclavos de ellas y ensanchan nuestro ego porque en un debate nuestras opiniones se quieren imponer, no por ser verdad, sino porque el ego las presenta como verdad, porque si dejamos de creer en ellas, el ego se extingue. Si ponemos entre paréntesis nuestro sistema de creencias (opiniones, ideas y todos los demás estados mentales) el ego se tambalea y experimentamos el abismo de la liberación. Si no nos atrevemos, aunque nuestra opinión sea muy espiritual, muy pura, si no es un conocimiento adecuado, nos identificamos con esa opinión y no nos podemos separar de la máscara, del personaje.

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En relación con machismo imperante entre las clases dominantes y los colegios que educan a sus hijos.

Bueno, lo de siempre. El escándalo es que nos escandalicemos esporádicamente y que el escándalo no sea continuo para terminar con la desigualdad humana.

Mientras esto ocurre, pocos días después, doscientos subsaharianos son  tiroteados por intentar acceder a Europa.

Y Trump sigue haciendo de las suyas habiendo ganado las elecciones a golpe de tuiters. No sé qué podrá argumentarse en 140 caracteres, salvo insultos o cosas así. Mientras tanto, desaparece la biodiversidad y aparecen las pandemias y el límite de los recursos energéticos está sobrepasado en muchas materias y la disminución de la biodiversidad amenaza con hacer imposible la vida del homo "sapiens" aquí en la Tierra, el hogar de todos los seres vivos, no el cortijo de doscientos ricos que poseen la riqueza de más del 80% de la población.

Pero, en fin, esto no es nuevo, comenzó hace unos diez mil años con el neolítico que establece, entre otras cosas el patriarcado como ideología del poder...Aquí comienza la desigualdad entre los hombres y entre hombres y mujeres y la separación hombre-naturaleza.

                                                                                                              19-10-22

Sí, han cambiado mucho las cosas y yo me alegro de ello. La humanidad da pasitos de tortuga en el desarrollo ético y político, pero los da. La caracterización que te hacía ayer, a vuelapluma, sin pensar mucho, tiene que ver con mi biografía en la que se juntaron: la discapacidad, con la diferencia absolutamente visible. Pero nunca me he sentido víctima de todo ello. Evidentemente es un condicionante importante de mi tipología caracteriológica, pero, no sé por qué, yo he tenido la suerte de sacarle el lado más positivo.

En cuanto a lo que dices de la tarea o labor que desempeñáis los que ahora os dedicáis al acompañamiento y la ayuda al discapacitado de que no es bueno, ni malo, me parece muy bien. Efectivamente, es lo que hay. Pero lo que hay procede de una sensibilización de personas que lo llevan al ámbito social y después se desarrollan políticas que hacen posibles determinadas acciones. Por eso hablo de un progreso ético-político que arrancó en Grecia, se renovó en la Ilustración, después de siglos de superstición y ha dado lugar, tanto al progreso, como a la perversión de este progreso que nos ha llevado a la situación mundial en la que estamos.

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Del libro de Chul Han "Caras de la muerte." Tiene que ver con el interser, la alegría, el desapego, la ausencia de sufrimiento, aun conociendo, precisamente por conocer que uno va a perecer. Todo es bendición y agradecimiento cunado se vive la muete en vida, cuando se muere antes de morir, entonces ya no hay miedo, ni se piensa en la muerte, todo es alegría de ser y el perecer se contempla como el fin de lo finito... Como dicen los evangelios, quien no muere no renacerá a la vida del Espíritu (el Reino de los cielos.) Pero también dice, el Reino de los Cielos está dentro de cada uno de vosotros. Es decir, que es el reconocimiento de nuestra caída, la carencia de la que hablaba Platón cuando se refería al amor, la que nos libera en la medida en la que nos hacemos consciente de ella y la aceptamos, nos rendimos o entregamos a esa verdad del ser finito, del ser para la muerte. Entonces morimos en vida antes de morir y ya no morimos más. Que nadie interprete esto de forma literal, como se ha venido haciendo en la religión, sino en un sentido más profundo, universal y que es necesario para su comprensión el tercer modo de conocimiento del que tanto habla Spinoza, recuperándolo del neoplatonismo, los gnósticos y la primera patrística (padres de la Iglesia.)

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Nuestro pensamiento se guía por la información que procede de la sociedad. Las ideas no nos pertenecen, salvo a una minoría que se ha hecho autónoma y libre, tienen pensamiento propio y son críticos, pero el sistema los aísla y los lleva al ostracismo, con lo cual tienen poca influencia. La cobardía y la pereza, por seguir a Kant y la comodidad y apariencia de libertad que nos dan las democracias liberales sólo por el hecho de creer que podemos opinar, cuando en el fondo el pensamiento ya se nos ha ofrecido por la hiperinformación (Infocracia, de Chul Han) y es el mismo, cambian sólo los matices, porque el fondo: la sociedad neoliberal del crecimiento económico y el consumo, se dan por sentado. Por otro lado, el consumo nos ofrece la apariencia de libertad porque satisface nuestros deseos, pero no es más que una ilusión. Consumir no es más que la forma que se ha creado y mantenemos que sirve para llenar nuestro vacío existencial interior. Y mientras más consumimos, pues menos se satisfacen nuestros deseos, mayor es la angustia y la esclavitud. Vivimos en la superficie de las cosas, picoteando (consumo) sin profundizar en nada y huyendo de nosotros mismos, sin darnos cuenta de nuestra esclavitud y del monstruo del que participamos.

20-10-22

"La envidia es intratable psicológicamente." Paco Grande, Hendiduras.

La primera gran trampa, la envidia. Lo malo y lo dificultoso de las trampas es que suelen ser inconscientes o justificaciones que nos hacemos; es decir, autoafirmaciones para que el ego se perpetúe y engrandezca. Es curioso, que no sólo el ámbito de la política, el mercado, la educación...esté plagado de envidias; sino, también, la new age. Es un problema, una trampa. Al iniciar este camino; además de un compromiso moral con uno mismo, se pasan diversas etapas. Y las tiene que pasar uno solo. Eso sí, cuenta con la experiencia de los sabios y místicos que ya lo pasaron y de amigos sinceros y honestos que nos hagan ver lo que no queremos ver (consciente o inconscientemente.) Aquí hace falta valor, tanto para decir como para escuchar.

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                                                                                                              20-10-22

El otro día hablando de un curso de Vedanta Advaita, os hablaba de la relación con la Física o Mecánica Cuántica. El tema es delicado porque la inmensa mayoría de los libros de la new age y de autoayudan utilizan la MQ, (mecánica cuántica) como un cajón de sastre en el que todo vale. A través de ella pretenden justificar lo injustificable; sin tener la más mínima noción de MQ. Os cité un libro, un clásico, de Capra: "El Tao de la Física" y ahora he comenzado otro, que no he querido citar hasta que no me he adentrado bien en él. Se llama: "La física de Dios", no me gusta el título y por ello sospechaba mucho, pero al ir leyéndolo me he llevado la sorpresa de que es un buen libro. En primer lugar está escrito por un físico cuántico profesor en universidades de élite de los EEUU. En segundo lugar, expone de forma muy sencilla y asequible para todo el mundo, tanto el paradigma cientificista basado en el materialismo científico, como la propia MQ, así como la neurobiología implicada en la meditación, los diferentes estados de consciencia y las ECM. Un libro que intenta aunar, no justificar, ámbitos del conocimiento que nos llevan a terrenos similares por distintos caminos. La ciencia utilizando el método o métodos científicos y la espiritualidad a través de la quietud, el silencio y la absorción interior (introspección, oración, meditación,...)

También en la última sesión, comentando la meditación de Álvaro, os decía que, con lo que nos estaba contando se podían reconocer ciertos estados de consciencia, o señales, que nos indican que vamos por el buen camino. El primero es llegar a un estado de quietud (aquí se solapan, la quietud física, para alcanzar la quietud de la consciencia.) El segundo es la absorción en ese estado de consciencia, que en un principio se puede observar desde lo que llamamos: el Testigo y que después el Testigo y lo atestiguado se funden, no como uno en otro, porque nunca estuvieron separados, pero tampoco fueron lo mismo, sino: no dos. Esta es la no dualidad. Y ello produce, simultáneamente, un estado de descorporeización, como si el cuerpo no tuviese límites definidos, se experimentan como ligeros movimientos, (la neurofisiología ha constatado que no llega información suficiente al área superior del cerebro que procesa la idealización o construcción mental del cuerpo cuando se está en un estado de meditación profundo), e, incluso, en algunas ocasiones una descorporeización total en la que hay una omniconsciencia y una consciencia particular a la vez. Esto resulta paradójico y desconcertante a la vez.  Y plantea el problema científico y filosófico de la Consciencia. También a este estado le suele acompañar un estado de gozo o beatitud absolutamente distinto del placer o el gozo en un estado de consciencia “normal”. Este goce también suele ir acompañado de amor incondicional y compasión. (También hay múltiples constataciones de las neurociencias de las partes del cerebro que se activan o ralentizan y que generan estas emociones o sentimientos.) Éste es el momento de más cuidado. Es el momento de la entrega, la rendición, el desasimiento del goce experimentado. Todo el proceso va dirigido, salvo la motivación inicial, sin intencionalidad, sin buscar nada, ni aferrarse a nada, ni intentar rechazar nada. Sólo estar. En este estado nos encontramos en un estado de Presencia total, no hay que intentar mantenerlo. En cuanto lo haces, desaparece. La cuestión es permanecer ahí para estabilizarlo y pasarlo, poco a poco, a la cotidianeidad. Ello requiere años de práctica, no un taller de fin de semana, ni un curso de mindfulness de cinco semanas.

El camino vital de acceso a esto, que simultáneamente nos va abriendo a los otros y los reconocemos como iguales y actuamos en consecuencia y nos indignamos cuando hay injusticia porque hay desigualdad, y de acceso a los demás seres sintientes como iguales y de los que dependemos; nuestro ser es ser en relación: “interdependientes y ecodependientes”, que le gusta decir a Jorge Riechmann. Pues decía que el camino es: la soledad, el silencio y la quietud. Se trata de una soledad y silencio asumidos, si no lo hay, que lo puede haber en medio de la multitud, los amigos, la familia, pues no hay nada que forzar. Ahora bien, si accidentalmente o por decisión, o requisitos de nuestro trabajo, la soledad y el silencio son habituales y queridos, entonces tenemos la maravillosa oportunidad de cultivarlos; no sólo artística o intelectualmente (trabajos típicos en soledad que hacen posible que emerja la creatividad), sino desde la mística, lo espiritual, transpersonal o integral.

Como addenda a lo que acabo de decir, pues propongo una técnica que se utiliza en la meditación, aunque esto sea un poco adelantar pasos en la metodología, pero creo que se puede hacer y sirve de gran ayuda. Se trata de lo siguiente, en el caso de las sensaciones, por ejemplo, si centramos la atención en un sentido y conectamos con él, sin hacer esfuerzo, como por ejemplo al estar leyendo esto, pues se pregunta uno, ¿Quién está sintiendo esto? Y lo deja ahí. Sin que intervenga el pensamiento y empiece a razonar sobre el quién. Nos dejamos llevar por el sentir al que instantáneamente nos lleva la pregunta y experimentamos la apertura a la Consciencia que subyace al yo impermanente. La experiencia de esa consciencia es de apertura, vacuidad, no-yo y gozo. No se trata de negar ese estado placentero, pero no hay que caer en la trampa de apegarse a él.

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El problema de todas estas frases es que están descontextualizadas. Se sacan como muletillas para reafirmar lo que uno piensa o cree, depende, y no van más allá. No son aforismos que un autor haga, aún así el contexto es necesario, sino fragmentos de un discurso argumentativo mucho más largo y perteneciente a una escuela o tendencia de pensamiento, a su vez, dentro de un contexto socio-cultural.

Estas frases tienen su función, son inspiradoras y te llevan a la reflexión, ya se esté de acuerdo o no. Pero son superficiales y comodines que se utilizan cuando no se tiene un pensamiento propio, coincida o no con el del autor. Si queremos que estas frases no sean meros comodines o eslóganes de autoayuda tenemos que conocer el contexto de la obra, del autor y de la época.

                                                                                                              21-10-22

“El vicio suele ser un placebo de la desesperación.” Paco Grande, Hendiduras.

No entiendo bien qué nos quiere decir Paco Grande, o qué encontró en su proceso de individuación en lo que se refiere al vicio y a la desesperación. Podríamos entender que el vicio y la desesperación son lo mismo expresados de otra manera. Cuando uno llega a la desesperación, vamos a suponer en su propia autoindagación, autoanálisis (puede ser y muchas veces lo es, sin saberlo, pero la obra es El arte del proceso de individuación) no encuentra salida, está, tocando fondo, pero está desesperado y no encuentra algo sólido en lo que apoyarse para tomar impulso. Lo mismo ocurre con los vicios, aunque hay cierta diferencia entre los físicos y los morales. Evidentemente los físicos generan malestar moral y hacen daño, además de a nosotros, a los que nos rodean, especialmente a los seres cercanos. Pero el origen de los vicios físicos está muy emparentado con la desesperación, con la búsqueda de la unidad perdida, como dice el psiquiatra Grof del alcoholismo (su mujer, también psiquiatra y coautora en varias de sus obras, estuvo atrapada durante 17 años en el alcoholismo) que es un atajo para buscar a Dios; pero un atajo que surge de la desesperación de la soledad que produce el sentimiento de carencia y escisión, que no te lleva a dios, salvo inicialmente, sino a la autodestrucción física y moral y al grabe daño de los que te rodean. Los vicios morales, o las pasiones, son también una desesperación debido a la autoconsciencia de carencia, a un conocimiento inadecuado, que diría Spinoza. En todo caso, la desesperación está en la base de todo sentimiento de angustia existencial y se puede expresar como vicio o acabar en autorealización. Esto, en un primer vistazo, es lo que me inspira la frase, pero no es lo que, a mi parecer, nos quiere decir Paco Grande. No acabo de entender en qué sentido utiliza placebo.

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Recomiendo este libro, “Psicología del Despertar”, porque analiza cómo y por qué, la psicoterapia y la espiritualidad se complementan, aunque son autónomas, por supuesto; pero la espiritualidad, sobre todo en Occidente, casi que necesita de la psicoterapia. Esto es, de tener un yo sano, limpio, fuerte, seguro... porque sino, cometemos los errores de los que hablaba Wilber, las falacias pre/trans, el narcisismo espiritual y el materialismo espiritual. La espiritualidad es usada, y más hoy en día, como un bypass, que sortea nuestros problemas psicológicos no resueltos. Es una huida de uno mismo, en lugar de un encuentro. La psicoterapia, aunque estemos más o menos bien, nos puede ayudar al autoconocimiento y a no engañarnos, ni caer en las trampas que nos tiende la espiritualidad, el camino místico o sapiencial,...

Vacío existencial. Hacia una nueva forma de vida.

Lo que ocurre es que el sistema neoliberal, capitalista y de consumo (estas palabras ya no sirven, porque el orden que ha aparecido es algo nuevo para lo que aún no tenemos nombre) produce o agudiza nuestro sentimiento de vacío existencial; porque nos priva de un contenido. Todo es superficie, no hay fondo. La experiencia es mudable, cambiante, fugaz y efímera. Y lo que interesa es fomentar el deseo de experiencias. Esto nos lleva a una especie de cansancio, que diría Chul Han, que es lo que llamamos depresión o bajo de ánimo. Y el subidón nos lo da la experiencia de lo novedoso: consumir. Pero cuando experimentamos que lo novedoso es siempre lo mismo. Pero, cuando experimentamos esta nada, nos vemos abocado a ese profundo agujero que está en el centro de nuestro ser. Más bien, de lo que nos damos cuenta, es de la ausencia de que somos. Nos damos cuenta del vacío existencial como una farsa, como un engaño. Pero no tenemos nada a lo que asirnos; porque lo que se ha cultivado es la ignorancia y el pensamiento único o, lo que es lo mismo, la uniformización del pensamiento o ausencia de pensamiento y, por tanto, la imposibilidad de ejercer la crítica ni de un conjunto de creencias e ideas, más o menos sólidas, que den un sentido y dirección a nuestras vidas. A cambio de ese vacío se nos propone el consumo como opio que nos mantiene adormecidos y manipulables. Carecemos de conocimientos en la sociedad de la hiperinformación. Porque lo que interesa es el titular, el eslogan. Una frase de un antiguo sabio sustituye a la lectura de toda una obra de forma sosegada y tranquila. Esta ausencia de conocimiento, esta ignorancia fomenta la hipervaloración de la opinión. La opinión es, en principio, algo singular, propio y que carece de valor cognitivo. Pero se ha identificado, a falta de conocimiento, con el conocimiento. Y ello unido al respeto al pensamiento y las creencias del otro, ha dado lugar al respeto a la opinión.

Los individuos, al carecer de conocimientos y de herramientas para ejercer el pensamiento crítico y de contenidos cognitivos y creencias ideológicas, políticas y religiosas, se aferran a sus opiniones como algo sagrado. Criticar la opinión de otro ya es inadmisible, porque se toma como una afrenta personal, como un ataque ad hominem, no como una crítica cognitiva a la invalidez de la opinión, que no tiene nada que ver con aquel que sustenta la opinión. Pero lo que sucede es que en el estado de nihilismo existencial y cognitivo en el que nos encontramos el ciudadano se aferra a sus opiniones como algo sagrado. Esto es, se salva gracias a sus opiniones. Él es sus opiniones. Cuando en realidad las opiniones aparecen desde fuera y es algo a lo que el sujeto objetualizado se adapta hasta llegar a la identificación. Claro, entonces, no es que uno tenga opiniones, sino que las opiniones lo tienen a uno. El ciudadano-vasallo es esclavo de sus opiniones. De esta manera, el ciudadano (sujeto dotado de dignidad) es instrumentalizado y objetualizado, de ahí que sea un esclavo. Porque las opiniones se vierten por los medios de información que crean la realidad que interesa que el ciudadano-vasallo vea. Y, si no tiene conocimientos, sino información fugaz, ni capacidad de atención, ni de adquirir conocimiento, su vacío existencial, su dolor por la carencia de ser, da lugar a que se identifique con las opiniones que no son más que la realidad creada por la información; es decir, las sombras de la caverna. Se confunde con las sombras y confunde su vacío con las sombras y la realidad con dichas sombras que son lo que opina. De esta manera, las opiniones lo tiranizan y así, son objetos manipulables y moldeables por el sistema al que ellos mismos mantienen. Y viven anestesiados y como zombis. Muertos vivientes. Instrumentos.

Su yo ha sido aniquilado y su ego construido por los pensamientos (en este caso el conjunto de opiniones convertidas en verdades axiomáticas) lo tiranizan y lo dirigen al mantenimiento del constructo que hemos creado y mantenemos. Si se toma consciencia de todo esto, es el primer paso hacia la libertad. La libertad viene por el conocimiento. Pero el conocimiento viene disfrazado y es mercantilizado. Huir de la caverna, una vez se ha tomado consciencia, es muy peligroso. Salir es gozoso, pero el hombre no puede vivir en los cielos, en la isla de los bienaventurados, que diría Platón, sino que ha de volver a la caverna como ser libre y compasivo con la ignorancia de sus semejantes. Aquí comienza la labor de la educación, que se hace desde la compasión, pero que es tan peligrosa, o más, que salir de la caverna. Éste es el gran viaje de la liberación y la tarea a la que se encomienda el liberado. Es el gran viaje, la Odisea de Ulises, la parábola del hijo pródigo,… y los demás mitos similares del “eterno retorno” Marcea Eliade, de todas las tradiciones sapienciales. El viaje es la transformación interior, la salida de la caverna. La vuelta a casa es la vía del amor bondadoso, de la compasión. Es la misión en la que la política se convierte en ética y las relaciones humanas trascienden al nivel del nosotros e integran el nivel egótico. Entonces podemos hablar de verdadero conocimiento, no de opiniones singulares y comunes, de libertad y mundicentrismo. Pero me temo que estamos muy enfermos. Que el agujero abierto por el vacío existencial está acabando con nuestro ser. Es necesario conectar con la vida y lo tenemos en nosotros. Conectar con el cuerpo, con nuestras sensaciones, emociones pensamientos. Escuchar al otro, acceder a sus deseos, su sufrimiento, sus anhelos. Escuchar a la naturaleza y sentirnos naturaleza. Necesitamos conectar con la VIDA y desapegarnos del engaño, de nuestras opiniones que no son más que un constructo mental. Reconocernos en la naturaleza y como naturaleza. Este es el camino de vuelta a casa y muchos, desde milenios, lo han recorrido. Hemos de beber de estas fuentes de la tradición sapiencial para llenar ese vacío. Pero, cuidado, el camino está lleno de trampas: interiores y exteriores.

                                                                                                              22-10-22

"Una mujer corre desesperada huyendo de unos tigres, corre con todas sus fuerzas, pero los tigres cada vez están más cerca de ella. De pronto, llega al borde de un acantilado y ve una vid, así que desciende trepando por ella y se queda ahí agarrada. Entonces mira abajo y se da cuenta de que también hay tigres en el fondo del acantilado. Al mismo tiempo, se percata de que un ratoncito está royendo la rama a la que se aferra, y también ve un hermoso y pequeño racimo de fresas que emerge de una mata de hierba cercana. Mira hacia arriba, hacia abajo, al ratón...y decide coger una fresa, metérsela en la boca con cuidado y disfrutar su sabor plenamente. Tigres por arriba, tigres por abajo: esa es la situación en la que siempre nos encontramos. Hemos nacido y tarde o temprano moriremos. Cada momento es tan solo lo que es. El resentimiento, la amargura y el rencor nos impiden ver, oír, saborear y deleitarnos con lo que sea que estemos sintiendo. Este puede ser el único momento de nuestra vida, esta puede ser la única fresa que volvamos a comer nunca, asì que tenemos dos opciones: sentirnos amargados y deprimidos ante esta situación o comenzar por fin a apreciarla y valorarla. Podríamos deleitarnos y disfrutar de una manera plena y total de lo absolutamente único y precioso que es cada instante." Pema Chödröm - ANTE EL MIEDO Y LA INCERTIDUMBRE, pág.. 136-137

Así es. Esto nos sirve para cambiar nuestro sistema cognitivo y de valores. Pero si se cae en la enfermedad, en una depresión, más o menos profunda, pues hay que utilizar técnicas psicoterapéuticas y, poco a poco llegar a esta apertura espiritual, si es que el paciente lo demanda. La psicoterapia cumple su función y acaba donde acaba, pero es necesaria, insisto, aunque se esté “sano”. De ahí que, Ken Wilber y nosotros siguiéndolo, considera que en el trabajo integral hay que comenzar, siempre, (está hablando además, de individuos “sanos”) por el encuentro con la sombra, al que se le podrían añadir otras técnicas psicoterapéuticas, añadiría yo, dependiendo del sujeto. Aunque esté uno "sano", todos tenemos una herida principal que es el punto de arranque de la construcción de nuestro yo (una auténtica maravilla de la inteligencia adaptativa, sino no estaríamos aquí) y muchas otras pequeñas. Si nuestro yo se hace disfuncional, nuestra creación para relacionarnos con los otros y con el mundo, entonces "enfermamos", mientras, vamos tirando, pero siempre viene bien saber cómo funciona para hacerlo mejor y hacer posible su integración en una consciencia ampliada.

Otra perspectiva de lo que dice Pema Chodron es el siguiente aforismo de Paco Grande.

“En las crisis imitar al funambulista: él no lucha por encontrar el equilibrio, busca su centro.”

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Punset fue un buen divulgador de la ciencia y, sobre todo, recuperó la capacidad de asombro, porque sus divulgaciones son sobre investigaciones punteras, que habrían nuevos ámbitos al quehacer científico y, para ello, se apoyaba en ideas generales. Éstas son siempre filosóficas, porque las ideas no pueden ser constatadas por la experiencia, pero pueden, y de hecho así es, guiar a la investigación científica y, si son fructíferas, generarán buenas hipótesis de trabajo científico y futuras aplicaciones, sino, pues acaban en callejones sin salida. Las ideas filosóficas son lo que está a la base, entre otras cosas, de un paradigma científico. Son inconscientes al científico en la ciencia normal, pero conscientes en la ciencia extraordinaria (la investigación que requiere cambiar de ideas y proponer otras nuevas.)

Explico telegráficamente esto porque Punset, al final cayó en una de esas ideas que son un callejón sin salida (el cientificismo, que se ha convertido en una religión, no sólo del científico, sino de la población en general.) Y también Punset, desgraciadamente, a mi modo de ver, al final acabó metido en la defensa de modelos educativos y de aprendizaje que eran más producto de la ideología (ideas que nos llevan a un callejón sin salida), que de la ciencia misma que, en verdad, era de lo que partía. Efectivamente, partía de las neurociencias, pero no existen lo que se llaman hechos puros, entonces todo hecho, y el resultado de una investigación científica lo es, es interpretado a la luz de una idea, ideología o hipótesis. Cuando se hace desde una idea actuamos conforme a un paradigma, o estamos abriendo otro, cuando es una hipótesis, estamos preguntando a la naturaleza a través de un experimento basado en una idea. Cuando es una ideología, simplemente actuamos desde una creencia infundada y dogmática. Éste es el caso del cientificismo. Y es lo que le pasó a Punset.

Independientemente de Punset y para entender mejor lo que digo pongo un ejemplo, que no sé si será peor. La física moderna, la que va desde Descartes, Copérnico, Galileo, Newton...hasta Einstein, se basa en el paradigma conocido como materialismo científico o materialismo mecanicista y determinista. Desde Einstein (a pesar suya, pero esto es otro tema, pasando por la constitución de la MQ y su primera gran interpretación en 1927 en el congreso de Física de Copenhague, aparece un nuevo paradigma, absolutamente contraintuitivo, para el que aún no tenemos nombre. La interpretación que se hace es pragmática o instrumental. Es decir, la MQ, funciona y punto. Le damos al microondas y se calienta el café, usamos Internet, telefonía móvil, lanzamos bombas atómicas,...pero, lo que la realidad sea, no nos interesa, simplemente porque se enfrenta a nuestra intuición y al paradigma de la física moderna. La fuerza que tiene un paradigma basado en una idea filosófica, que la experiencia científica muestra que se integra y se explica desde una idea mayor, es colosal; se convierte en ideología y dogmatismo fanático, como es el cientificismo que tiene a la base el materialismo científico.

Esto es un esquema, además es una abstracción de cómo funciona la ciencia; que es un aspecto de la sociedad, por tanto, está relacionada con muchas cosas. Si he comentado todo esto es porque he seguido a Punset en toda su trayectoria y, como tú, ha habido libros que me han aportado mucho y luego, como en el caso del filósofo, José A. Marina, además, en el mismo ámbito, fueron seducidos por una ideología. No pasa nada, a los genios más grande les ha ocurrido también. Cité a Einstein, pues a él también le ocurrió, y a mí, y a ti...Mira, curiosamente, la meditación comienza por dos pilares: la motivación (la compasión) y poner en duda, dejar caer todo nuestro sistema de creencias. Si no hacemos lo segundo no llegamos a la vacuidad y, sin ella, a la no dualidad. Entre pensamiento y pensamiento hay un vacío, ahí está la puerta de entrada a la naturaleza original de la mente.

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La meditación nos lleva a la vacuidad y la no dualidad. Rompe con la dualidad sujeto-objeto, dentro-fuera, observador-observado, consciente-inconsciente. En el proceso de la meditación vivenciamos las sensaciones, la respiración, las emociones, los pensamientos (ideas, sistema de creencia y todo estado mental) y la consciencia misma. La observación de todo esto, en tanto que sensación o experiencia experienciable da lugar a la disolución de la dualidad y a la vacuidad de los contenidos en tanto que su impermanencia es relación o puro fluir. La vacuidad y no dualidad a la que se llega no es un volverse hacia sí mismo como huida. Hay un volverse sobre las sensaciones, respiración, pensamientos…como método para vivenciar la no dualidad que se experiencia como una apertura a todos y a todo. De ahí nace el amor bondadoso y la compasión. El estado del meditador que se ha abierto a la no dualidad, la impermanencia, la ausencia de un yo objetual es de pura alegría de ser, de gozo, de beatitud. No huye a las montañas, aunque es una opción, pero, generalmente, está en la plaza del mercado VIVIENDO, entre sus semejantes y mostrando el camino de la autoliberación; es decir, mostrando la ignorancia (el no saber que no se sabe o la inconsciencia de nuestra ignorancia.) A esta actitud sabia del meditador, el filósofo, científico y místico, Nicolás de Cusa, (quemado por la Inquisición) la llamaba la Docta Ignorancia (saber que no se sabe. Que todas nuestras ideas, incluida las de la ciencia, son un conjunto de hipótesis que tienen un sentido funcional y adaptativo, pero que no son más que meras conjeturas basadas en conceptos huecos, vacíos. Lo real no es un concepto. El mapa no es el territorio.) En este sentido, cuando uno se adentra en la meditación tiene la motivación de que medita para los demás (que mi paso por la vida haya servido a los demás) y la valentía (esto es tan difícil como lo primero y condición de posibilidad de ello) de dejar a un lado todo el sistema de creencias, tanto conscientes como inconscientes. Es muy difícil porque es el desasimiento total, como hiciera Sócrates o Buda, es dejar al ello sin pensamientos e ideas que son precisamente lo que lo constituye como objeto separado con el que la Consciencia sumida en la ignorancia, el autoengaño, se identifica.

Cuando uno se adentra en la meditación y observa. Lo que observa es el mecanismo de la mente, observa pensamientos y emociones; y, sin juzgar, pues puede descubrir la relación que guardan, descubrir pensamientos e ideas que no sabía que andaban por ahí (en la vacuidad plena de la Consciencia) y que condicionan su sentir y su actuar, así como su actuar (experiencias escondidas que emergen en el proceso meditativo) condiciona su pensar. Al observar todo esto y más y al observar la vacuidad entre la emergencia de un pensamiento y otro y al no poder observar al yo, salvo como tener la sensación o experiencia de ser un yo, es decir, como una sensación más, se produce la gran apertura hacia la vacuidad. Y es ahí donde llegamos a la mitad del camino y experimentamos la transformación interior, es la ampliación de la consciencia, el gran salto, que puede ser gradual o súbito. Pero, aunque sea súbito tiene detrás años de dedicación y práctica. Nos encontramos en la puerta del mercado, o de la caverna, dispuestos a entrar; sabiendo que “la montaña es la montaña, el río, río, cuando como, como…que todo es: partir leña y sacar agua”…(Esto último son dichos del budismo zen)

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Profundo agradecimiento. Inefable y no sé cómo expresarlo. Ni hay un yo que exprese, que diga. En la meditación que acabo de hacer he experimentado un salto, una apertura, una ampliación. Mi autoanálisis me ha llevado hace muchos años a saber que mi ego son mis palabras. Vamos, que me escondo tras el discurso, que ofrezco intelectualmente conocimiento, vivencias…pero, a cambio, el discurso protege mi vulnerabilidad. Me he atrevido a mirarme sin palabras, sin nada que decir ante los demás y no ha surgido ni vértigo, ni un abismo. Sino que, como si la Consciencia se hubiese ido preparando gradualmente (ya tuve anteriormente la vivencia de ser consciente, de vivenciar el sólo sé que no sé nada socrático y fue una gran apertura que conmovió todos los cimientos. Llevaba más de treinta años explicando y profundizando en el sentido de la sentencia socrática, que en la adolescencia me hizo conectar con la infinitud de mi ignorancia y la infinitud del saber); pues bien, lo que he sentido es una gran apertura, luminosa, como una gran explosión que se llevaba por delante todos las columnas, vigas, cimientos del discurso tras el que me escondía, supongo que por miedo a los demás, al mundo, a la muerte,…todas esas cosas y todo saltaba por los aires. Un aire fresco entraba, una luz lo inundaba todo y no tenía límites, no había yo, solo la consciencia de esa luz, no alguien que observa esa luz, sino estar en todas partes y en ninguna a la vez. Observo una torre o fortaleza blanca, como de mármol, impecable, hermosa; pero cerrada. Una gran construcción (es lo que el ego ha construido) que empieza como a abrirse a reconvertirse en un lugar de acogida, no de fortaleza. Pero hay cierta contracción. De pronto siento en los lados una ligera presión que corta la expansión hacia delante y hacia atrás (no hay lugar, pero bueno). Indago, ¿qué es? Las emociones ligadas a los pensamientos: el orgullo, la soberbia, la rabia, la ira. De pronto siento, de una vez, todo lo que he dicho, explicado y escrito. Y una pregunta de fondo surge, emerge, no soy yo ni quien pregunta ni quien responde, sólo hay un sentir, experiencia, vivencia. Siento como una fuerza ilimitada que emerge y me corre por los brazos, la garganta, el pecho, la boca, la cabeza. Y siento que no ha habido nunca un yo que dijese nada. Que todo lo que he dicho, escrito, estudiando,… no había detrás un yo (como no lo hay ahora, ni lo siento, sólo funcionalmente) sino el Ser, la Consciencia. Siento calma, paz, un descanso en la lucha, todo es uniforme y algo de ello se expresa por mis manos, mi cabeza, la garganta. Siento todo el cuerpo, pero esas partes esencialmente. Y emergen nuevas emociones: humildad, generosidad, valor, templanza,… Y, un profundo estado de agradecimiento que lo inunda todo y se confunde con el amor bondadoso hacia todos los seres. Salgo de la meditación, con dificultad, no quiero, hay cierto apego que reconozco y que en otra ocasión caerá, supongo, una vez que trabaje en ese desasimiento. Y salgo en profundo estado de paz. Siento que debo escribir esto, pero lo vivencio como en la meditación, ejecuto la función. El discurso emerge solo, y no es para mí, pretende mostrar, mostrarse. Y siento que soy Eso y no desaparece la sensación de no dualidad.

                                                                                                              23-10-22

“Un naufragio es obligatorio. Varios, comprensible. Lo que es inaceptable es la condición de naufrago.” Paco Grande

En la vida hemos de caer, no tropezar y hundirnos hasta el fondo, si queremos valorar realmente la vida; aunque, paradógicamente en ese naufragio podamos perder la vida. Y, además, como nos dice Paco Grande en los aforismos de su propio proceso de individuación, es muy comprensible, yo diría que lo normal, que haya varías caídas que nos leven a morder el polvo. Ahora bien, tener la condición de fracasado, de naufrago,…es adoptar el papel de víctima en la vida. Es tirar balones fuera. Es ser un irresponsable y culpar al mundo, las circunstancias tu propia condición, de todo lo que te ocurre. En definitiva, es cobardía. No tener el valor de coger el toro por los cuernos, de afrontar los problemas, los dilemas existenciales. En definitiva, es no tener valentía y arrojo para vivir. Todo esto hablando de una persona sana. Lo dicho no vale para una personas con una patología psíquica.

                                                                                                              24-10-22

"No hay peor ego que el retórico. Lo hace bonito." Paco Grande, Hendiduras.

El ego, a casusa del miedo al mundo y a los demás, se esconde bajo el discurso, las palabras el querer tener la razón, cuando la razón, el logos, es lo común es el orden universal y no pertenece a nadie. Se autoengaña confundiendo el conocimiento con una bella retórica. Cuando nos identificamos con las palabras, nuestras o de otros, somos seducidos y perdemos la perspectiva. Nos quedamos absorbidos por nuestra propia seducción, o con la de otro. Ya sea de una manera o de otra, no somos conscientes del poder del ego sobre el yo profundo o nuestra naturaleza originaria. Siempre que haya identificación hay ignorancia de tal identificación. Y el problema es la ignorancia. Para acceder al conocimiento (vehículo del autoconocimiento y la liberación) hemos de ser conscientes, primero, de nuestra ignorancia. Y ello requiere tomar distancia de nuestro sistema de creencias y estados mentales. Y esto es lo mismo que decir: tomar distancia con respecto al ego. Ver desde la Consciencia al personaje. Entonces es cuando podemos experimentar una apertura hacia nosotros mismos, los demás y el mundo. Y todo ello “siendo” en la no dualidad.

                                                                                                              25-10-22

“Orgullo: argolla con la que nos tiene esclavizados el falso yo.” Paco Grande, Hendiduras.

El orgullo es creerse algo, por lo general, una hipervaloración de uno mismo. Pero el orgullo es como pseudoamor de sí mismo, un amor de sí mismo engañoso o ignorante. Una apreciación de uno mismo distorsionada por la ignorancia; que es, como sabemos, el origen de todos nuestros males y sufrimientos. Se es orgulloso; porque no nos conocemos. Al contrario, la idea que tenemos de nosotros mismos es de la que nos sentimos orgullosos sin darnos cuenta de que esa idea no somos nosotros, sino del falso yo. Este falso yo se aferra a esa idea de nosotros mismos para sobrevivir, pero, cuando se hace inadaptativa la idea, se torno en orgullo y en asidero del ego o falso yo. Al ser ignorante de todo este entramado y de cómo nos hemos hecho orgullosos nos damos cuenta de que no podemos escapar de esa idea. Esto es, que el orgullo, una idea equivocada de nosotros mismos, nos hace esclavos. Si queremos ganar la libertad, nos tenemos que liberar de las pasiones. No es el llamado mundo externo: los políticos, el sistema,…los que nos hacen esclavos, que también, pero por nuestra ignorancia y pereza, sino, nuestra ignorancia de nuestro verdadero ser o de nuestras pasiones y virtudes. Nuestro verdadero yo no necesita del orgullo, simplemente, Es.

                                                                                                              26-10-22

"No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el tiempo." Emil Cioran.

Un mal violento nos produce un estado de aturdimiento. Pero el mal insistente, el sufrimiento soportable, liviano, la carga de la angustia vital, o el vacío de sentido, es lo que nos va minando. Es lo que llamaba el budismo: dukka; o, el deseo de los estoicos y de Epicuro. Esto produce un cambio hacia la desesperación. Si no hay sentido, el vivir se hace difícil e, incluso insoportable. Por ese Victor Franck, afirma que la vida es vivible si tiene sentido. Pero el sentido de la vida es algo que uno debe obrar, es una tarea, que decía Ortega. No nos viene dado, lo contrario, nos viene dada la angustia vital. El filósofo rumano Cioran llega al fondo de la existencia; es decir, al fondo del sin sentido de la misma. De ahí surge su escepticismo, no pesimismo, porque su vitalidad, y su mística negativa, se lo impiden. Su anhelo es la inconsciencia. De otra forma, sería: Ser la Consciencia. Ello significa verse libre de ese sufrimiento vital, que es un desasosiego continuo que nos va minando. La cuestión es el reconocimiento de que no somos el deseo, ni la angustia, ni nada de ello. Somos todas las emociones, no luchamos con ellas. La lección de la psicología budista es la apertura a todo lo que somos, a ese sufrimiento leve, ese desasosiego. En esa apertura nos fundimos con la experiencia de la emoción. Somos la experiencia de esa emoción, entonces se diluye, nos hacemos consciencia pura, vacuidad. Por eso anhelaba Cioran la inconsciencia, de ahí que yo lo considere un visionario, un místico que parte de la negatividad porque se adentrado en las profundidades del hombre, en su propia profundidad. Se ha adentrado en la Sombra y ha contemplado el horizonte lejano del hombre, su condición de animal caído.

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La amistad es una forma de amor. Así se contempla ya desde la Ética de Aristóteles, cuyo capítulo de la amistad te aconsejo, precisamente por lo que dices. Esa amistad de la que hablas se da entre hombres nobles o virtuosos (virtud en griego es "areté", que significa excelencia) y, por ello, absolutamente desinteresados; de ahí que su amistad sea desinteresada y esa misma amistad hace crecer a los amigos, crea una comunión, un reconocimiento del otro y en el otro.

                                                                                                              27-10-22

“El perfeccionista se queda hipnotizado frente al espejo de sus defectos.” Paco Grande, Hendiduras.

Si intentas la perfección en lo que haces te haces esclavo de una tarea imposible. Y el fin al que aspiras se convierte en la cadena que te hipnotiza y de la que te haces esclavo. No vives en el presente, sino en una idealización del futuro; que, además, se convierten en conductas viciosas. De ahí que el perfeccionista se ve ante el espejo de sus imperfecciones. El problema es que, como cualquier conducta disfuncional, generalmente son inconscientes. No sabemos por qué la hacemos. No conocemos el conjunto de creencias y valores que están a la base y, mucho menos, el por qué tenemos tales creencias y no otras y tales valores y no otras. El proceso de individuación, de autoindagación, de autoanálisis es, precisamente, el conocimiento de todas nuestras creencias y los valores en los que se apoyan. Y de ese conocimiento profundo inducir un cambio que amplie nuestra consciencia y nos lleve a llegar a ser lo que realmente somos, o al rostro originario, que dice el zen, o, aquello de Píndaro: “Llega a ser el que eres”

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“Ábrase a todas las emociones, personas y situaciones con las que se encuentre. Entonces experimentará, por si mismo, las enseñanzas que nadie podrá enseñarle nunca.” Pema Chodron.

La apertura a las emociones, personas y situaciones es un paso más allá de la psicoterapia. Aunque es apropiado, primero, la psicoterapia. Pero habrá algunos que quieran ir más lejos. Y ahí entra la apertura transpersonal, integral o espiritual. Una cosa es sanar las emociones y otra cosa es transmutar, como dice Spinoza, o el budismo, dichas emociones en virtudes. El budismo tántrico tibetano ofrece el método de la apertura, similar a la Alegría de ser de Spinoza. Esta apertura es acogida. Ahora bien, para que pueda haber apertura tiene que haber consciencia vivida y experienciada; es decir, ACEPTACIÓN, de nuestra Vulnerabilidad. Es lo mismo que decir, dejar caer nuestras corazas que nos protegen. Previamente, es necesario ser consciente de dichas corazas.

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Me encontré a Sesha de casualidad. Buscando meditaciones vedanta advaita. Y me tropecé con un canal que tiene en el que explica el advaita y hace meditaciones. Se me ocurrió probar con una. Y me dejó KO. Como medio ido. En esa ocasión, además de entrar todo el cuerpo en vibración, sentir el cuerpo energético a una distancia considerable. Los brazos se me levantaron solos con las palmas hacia arriba. Primero fue la oscuridad total: calma absoluta y después, cuando tomé consciencia del Testigo, el observador, luz y no dualidad. No era capaz de salir de la meditación. La hice por la tarde y me acosté, aún, flotando. En estado de Presencia.

Eso me llevó a estudiar su obra, que es magnífica, sobre todo para occidentales. Su terminología es muy Kantiana y a nosotros nos resulta muy fácil entenderlo.

El advaita es la vía de la comprensión. Es cambiar el proceso cognitivo. Si llegas a la no dualidad: la alegría, el amor bondadoso, la compasión y la ecuanimidad surgen solas.

Lo difícil es mantener ese estado, tanto en meditación (ese es el trabajo que intento hacer ahora, pero, a veces, ni entro en meditación), como en la vida cotidiana.

Pero cuando llegas a ese estado en meditación; al salir, pues te deja paz, calma y unicidad y, a veces, sigues en la no dualidad. Pero acaba desapareciendo y emerge el ego o la máscara, aunque cada vez menos identificado. Lo va uno notando. Lo peor que puede hacer uno es forzar la situación. Intentar llegar a ese estado e intentar mantenerlo. Entonces, fracasamos. Lo que he aprendido es que, si el cuerpo te pide mucha práctica, pues lo haces, pero sin intención. Si llega uno a la no dualidad, pues se entrega, se rinde, bueno, ya se ha rendido antes. En la entrega es cuando lo sueltas todo. Y hay que dejarlo estar. Siempre, cuando desaparece, queda el "único sabor" y una transformación interior, por sutil que sea.

Mientras leía a Sesha, hice un curso de meditación con él y practicaba continuamente. La verdad es que nunca me he quedado con un tipo de meditación, practico varias. No sé si eso me viene bien para ampliar la consciencia o la ralentiza. En fin, sigo un poco la intuición. El sabor que te deja un método, u otro, al final es el mismo, pero durante el camino es diferente.

                                                                                                              28-10-22

“La inercia psíquica, al final, siempre acaba en choque.” Paco Grande.

Los hábitos pueden ser, a veces, engañosos, un refugio de nuestras neurosis y miedos. Una inercia mental que, en definitiva, lo que hace es huir de la sombra. Toda huida de la sombra es una forma de autoengaño. No querer saber lo que ya sabemos. De modo que el autoconocimiento pasa de, todas la maneras, por la sombra. Es aquello de Píndaro: “Llega a ser el que eres”, y gran parte de lo que somos es lo que reprimimos. Esa represión crea la máscara o el ego, que nos funciona durante cierto tiempo, pero nos oculta quiénes somos realmente. El miedo a reconocernos nos hace reprimirlo. La represión, junto con la creación de la máscara, que van juntas, producen una especie de amnesia. Y eso es la ignorancia (saber que no se sabe, o la identificación con la máscara.) Lo que hacemos es proyectar nuestra sombra en los demás, y en todo lo que nos rodea. Pero no somos consciente de esa proyección. Por eso, en realidad, no vivimos, sino que sobrevivimos. Para vivir hay que iniciar un proceso de autoconocimiento. “Una vida sin autoanálisis no merece la pena de ser vivida” Sócrates, en Platón, La apología de Sócrates. De ahí que Sócrates, ante la frase de Píndaro, siguiese el consejo del templo de Delfos. “Conócete a ti mismo y conocerás a los demás y a los dioses”. Pero lo curioso es que Platón, en boca de Sócrates, venía a decir, conócete a ti mismo a través de los demás y a los demás, a través de ti mismo. Es el mismo ejercicio del conocimiento de la sombra que propone Jung. Hay toda una corriente sapiencial desde el surgimiento de la filosofía o ciencia (en sus orígenes, indistinguibles) que lo que busca es el autoconocimiento, la vida social en armonía y justicia y la virtud y felicidad. No el conocimiento intelectual. Eso fue una desviación, interesante, pero que perdió el contacto con uno mismo y con el mundo. En definitiva, el aforismo, lo que nos viene a decir es que la inercia mental por falta de autoconocimiento, exceso de ignorancia, nos lleva al sufrimiento, nuestro y de los demás. Una gran lección psicológica y ética.

“Camina como si estuvieras besando la Tierra con tus pies.” Tich Nhat Hanh

El sentimiento de lo sagrado no es un sentimiento religioso. Lo que es un sentimiento religioso es la institucionalización de ese sentimiento y, por ejemplo, afirmar que lo sagrado es esto o lo otro. Esto crea la escisión, el dogmatismo, el fanatismo y al final, la confrontación. Lo sagrado es el misterio de que lo hay sea, de que estemos inexorablemente unidos a todo lo que hay, empezando por nuestro cuerpo y terminando por el cosmos total y pasando por la Tierra. Hemos nacido del Universo, somos polvo de estrellas. Y somos hijos, como todos los seres, sintientes o no, que están en la biosfera, de la Tierra y del Sol que hace posible la vida y así hasta llegar a los orígenes y, más allá, aquella Consciencia, no personal, que lo invade todo y los sustenta y, parte de esa Consciencia cósmica somos nosotros, autoconscientes, en parte, de la Consciencia. Esto ni es esotérico, ni de la New Age, ya lo decía Spinoza, y otros antes que él. Hay una sustancia infinita, nosotros somos manifestación, en forma de dos atributos (el espacio y el pensamiento), de esa substancia infinita, que por ser tal, tiene infinitos atributos y a la que llama, dentro de la tradición Occidental, Dios. (Por eso Einstein decía que su Dios era el de Spinoza.) Pero, que tiene diversos nombres (Tao, Brhaman, Espíritu…) dependiendo de la cultura en la que nos encontremos. Por eso la Tierra es sagrada, porque es la Vida, nuestra propia vida. Sin la Vida que es la Tierra, nosotros no podemos existir. En cambio, si consideramos la Tierra como un objeto que podemos utilizar, manipular, comercializar, pues conseguiremos, y es el camino por el que vamos, acabar con la existencia humana, además de con cientos de miles de especies.

El desarrollo de la ciencia dio lugar al cientificismo y éste se apoya en el materialismo y mecanicismo. En la objetualización de lo que hay y en la creencia heredada de la tradición judeocristiana, de que somos “dueños y señores de la creación.” Todo ello es nuestra sombra o inconsciente colectivo. La idea que nos lleva a la explotación de la Tierra y al consentimiento de tal por ignorancia. Pero, la situación actual, de ahora mismo, es límite. Es necesario quitarse la venda de la ignorancia de los ojos, ese no querer ver nuestra sombra: ambición, orgullo, vanidad, prepotencia, ignorancia, separación, egoísmo,…también hay cosas muy positivas en ese inconsciente colectivo que las tenemos reprimidas, como el carácter sagrado de la Tierra, la amabilidad con todos los seres, altruismo, compasión, generosidad, fraternidad, libertad,... pero tenemos miedo de verlo. Y eso nos lleva a cerrar los ojos; a la indiferencia por pereza y cobardía. Hace falta coraje para mirar a la Historia y mirarnos a nosotros mismos. Pero estamos en la última oportunidad. Todos, más o menos, lo sabemos, y esto es trágico, pero no lo queremos saber.

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El gran desconocido Philipp Mailänder. Filósofo y poeta. Cuya obra máxima es "Filosofía de la redención." Se me ha venido a la cabeza estos días tratando el tema de la sombra. Es un filósofo de la negación, uno de los padres del nihilismo con una tremenda influencia en la literatura y la filosofía. Absolutamente coherente. Se suicida justo en el momento en el que su obra "Filosofía de la redención" es publicada. Haciendo lo que ya había anunciado. Supongo que mi sombra me ha mostrado esto, pero desde la aceptación, cosa que, cuando leí a Mailänder, mientras leía también los sutras de Buda, me sumió en muchas dudas, inquietudes e inseguridades.

El valor de la existencia. Diálogo [fragmento]

II. Segunda voz – El hijo de la luz
Ah, cuán vana, cuán triste
es la lucha por la existencia. Aprende ¡oh, hombre!
como primer principio de sabiduría
que por un bien
tu alma está en vilo.
Arroja pronto los vanos cuidados.
Bebe el agua clara, recogida en tu mano, y
colma tu hambre con magra comida
y escaso alimento.
Purifica tu espíritu de doctrinas indignantes y
adórnalo con las perlas que, desde las profundidades,
el mar de la negación te arroja,
tormentosamente agitado.
¡Aprende a amar con el espíritu, mortifica
el amor del corazón; y bendice,
bendice con alegría cada hora que más cerca de la tumba
te conduce!
P. Mailänder.

                                                                                                              29-10-22

"Para desgracia de muchos, en el paquete de los vicios psicológico, nadie ha escrito: "Puede matar." Paco Grande, Hendiduras. Aforismos del arte de la individuación.

El proceso de individuación es el trabajo con la sombra en la Psicología analítica de Jung. En este aforismo se ve, claramente, el trabajo con la sombra y su significado. Todo aquello que es el mal y nos pertenece, en la misma medida que el bien, y está en la sombra; puede llegar a matar y matarnos. De ahí que el trabajo con la sombra sea tan necesario. Y no es un hurgar en la herida, sino, sanarla desde la compasión y el amor incondicional. Ahora bien, si no atendemos a nuestra herida, si la ocultamos y nos la ocultamos, pues empieza a infectarse, gangrenarse, hasta que la infección nos invade y nos mata; perjudicando, incluso, matando, por el camino a los demás. Digamos, como ejemplo, que ponemos a Hitler como la encarnación del mal seguido de sus secuaces. Pero, el tema de la sombra es que Hitler no sale de la nada y sus seguidores, no tienen ningún remordimiento moral. Como muestra Hanna Arendt en "El caso Eichmann" Lo psicológico se ha convertido en ético. Y esto es lo peligroso. La sombra, no es un mero problema personal, porque nuestra sombra es parte de la sombra colectiva y la de la humanidad. En el trabajo con la sombra se funde lo psicológico con lo ético y, de ahí, surge una apertura hacia la espiritualidad.

                                                                                                              30-10-22

En las relaciones de amistad es donde puede aparecer, más fácilmente, el amor incondicional; es decir, desinteresado absolutamente, pura generosidad. La amistad es la forma más genuina de amor bondadoso y surge entre personas virtuosas, sino que dan, sin darse cuenta ni de que dan. Por eso la amistad es el amor incondicional genuino. El amigo auténtico es el que, aún conociéndote y sabiendo la suma de vicios y virtudes que todos somos, sigue siendo nuestro amigo y nos ayuda, sin que ninguno de los dos se dé cuenta, a autoconocernos.

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“La autodestrucción es una manera de reivindicarse ante los demás.” Paco Grande.

La autodestrucción es, aparentemente, una forma de negación de sí mismo y del mundo. Pero basta rascar un poco en nuestra superficie y nos damos cuenta, que todo aquello que podemos hacer, que a la larga o a corto plazo, nos destruye, no es más que un toque de atención hacia los demás. Siempre procede de un sentimiento, más o menos inconsciente, de carencia y baja autoestima, pero que se puede manifestar como vanidad, como falsa humildad, como soledad… A su vez, todas estas emociones encubren algo que está más hondo, todo ello constituye nuestra sombra y el condicionamiento de nuestros actos. A medida que nuestro autoanálisis avanza, pues, de la misma manera, lo hace nuestra coherencia. Si empieza a salir a la luz de nuestra consciencia, de nuestro conocimiento, las condiciones de por qué pensamos, sentimos y obramos como lo hacemos; pues buscaremos ineludiblemente la coherencia y la consistencia. Porque no podríamos, o no podemos, conscientemente, sí inconscientemente, o semiconscientemente, vivir en la contradicción. Esto me lleva a pensar que, aunque la llamada psicología profunda, el trabajo con la sombra (que decía Jung), la introspección, el conócete a ti mismo socrático, la meditación, la contemplación,… no sean ni medibles, ni experimentables; y, por tanto, no son científicos, se me antojan algo necesario si queremos vivir y no meramente sobrevivir. Por ello sigo siendo firme defensor de aquello que Platón pone en boca de Sócrates, de que “una vida sin autoanálisis no merece la pena de ser vivida”. Eso sí, el enfrentarte con tu propia verdad duele, aunque sea después liberador. No es un buen trago para nadie. Por eso huimos de esa tarea y nos autojustificamos, o autoengañamos de mil y una formas inimaginables. Recordemos la obra de Dostoievski, “Memoria del subsuelo”; pocos se atreven a vivenciarse desde su subsuelo, que no tiene fondo, para emerger liberados habiéndose encontrado a sí mismo, aunque sea de modo parcial.

                                                                                                              1-11-22

“La razón del sufrimiento del ser humano es el desconocimiento de sí mismo.” Buda

El desconocimiento de sí mismo, coincidiendo con Sócrates en el tiempo y en la época axial de Jaspers, es la ignorancia. Cuando uno se desconoce a sí mismo, no sabe que se desconoce. De ahí que sea tan difícil salir de ese estado de consciencia y tan difícil y peligroso ayudar a salir de él; a Sócrates le cuesta la vida y la Buda de Buda no fue, para nada, un camino de rosas, estuvo entremedio de muchas batallas e intrigas intentando procurar la paz, en señando el conocimiento de sí mismo y la no violencia como el camino que menos sufrimiento produce. Fue un gran intermediario, pero eso también le hizo ganarse enemigos y exilios. La ignorancia de sí mismos, el no saber que no se sabe es un estado de esclavitud en el que uno se considera dueño de sí mismo; pero es esclavo de sus pasiones, ideas y sistema de creencias. Sus estados mentales no son producto de la libertad, sino del desconocimiento. El ignorante cree que su ser se agota en la consciencia que tiene de sí mismo y que ése sí mismo es producto de su libertad. El problema es que ni lo uno ni lo otro es cierto. Lo primero nos lleva a la identificación con el ego y nos hace egocéntricos, desde el punto de vista cognitivo, y egoístas, desde el punto de vista ético. Y lo segundo nos lleva a la esclavitud inconsciente. Si uno piensa que es libre no busca su liberación: ética, política, económica, emocional,…; por tanto, permanece en la desidia y la pereza. En seguir siendo “una piedra más en el muro.” Por ello, el conocimiento de sí mismo, desde la sabiduría sapiencial y desde la moderna psicología, es una forma de liberación. Para ello es necesario la introspección, la soledad, el silencio; pero también las diversas técnicas de la psicoterapia. El psicoterapeuta es un observador de nuestros actos, emociones y pensamientos; sin estar directamente implicados en ellos, a pesar del límite, eso sí, de las proyecciones. Puede ver desde fuera y es una guía necesaria para poner en orden y fortalecer el yo. Y ahí tenemos la puerta de acceso a la introspección, desde un yo fuerte y sano y en el camino se abrirán las puertas, para el que quiera, de lo transpersonal o espiritual. Ahí entra en juego, la meditación, contemplación y demás. Tenemos el conocimiento de milenios y sus herramientas, a lo que se ha sumado el conocimiento científico actual. En cualquier caso, el conocimiento de sí es la eliminación del sufrimiento por el conocimiento de sus causas y por el conocimiento más profundo de qué sea la realidad. La liberación del sufrimiento nos hace mejores. Y ello mejora la sociedad. Nuestro cambión es el cambio revolucionario del mundo. Nuestro cambio es el camino del bodhisatva. El conocimiento de sí, en el budismo tántrico tibetano es la transmutación de la energía de los estados mentales pasionales en estados mentales virtuosos. Una semejanza, impresionante, con la Ética de Spinoza.”

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"Yo soy así", dice el inmoral para justificar su conducta. "Yo no soy así", dice el moralista Para esconder su cobardía frente a las leyes que le tienen encadenado." Paco Grande.

El inmoral se refugia en una falsa idea de sí para justificar su pereza y sus acciones egoístas. Confunde el anarquismo (ser autónomo y libre) con el capricho, el egoísmo, el victimismo, la desidia, o la ira, según cada cual, la violencia y la indiferencia. En cualquier caso, decir que “uno es así”, es ser esclavo de una idea para justificar nuestras bajas pasiones, que tienen su raíz en la tristeza y el miedo. En cambio, el moralista, comete el mismo error al decir “yo no soy así”; es decir pretende tener un conocimiento que lo único que encubre es su cobardía de intentar ser libre. Se refugia en las leyes para acusar al otro y no procurar su propio cambio. No integrar la ley en sí mismo, simplemente obedecer y adoptar el papel de verdugo. Aquí tenemos dos de los tres papeles importantes que interpretamos en la vida: el de víctima, el de verdugo y el de salvador. Y, para no caer en el de salvador; admito que, realmente, todo lo dicho no es más que una hipótesis o conjetura sobre mí mismo, no tiene afán de llegar a ser ley, sino de explicarme a mí mismo y, a alguien si le sirviese, el aforismo de Paco Grande en su propio camino de autoconocimiento o individuación.

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Los aforismos que voy poniendo de Paco Grande son el producto de su trabajo con la sombra. Creo que, a nosotros, nos pueden servir como muestra. Los comentarios que yo hago a los mismos, no son más que fruto del trabajo con mi sombra, no aspiran a ninguna validez universal, no tienen valor cognitivo científico. Sólo son una vivencia experiencial particular. Por eso hay aforismos de Paco Grande que a mí sólo me llegan intelectualmente, están fuera de la onda de mis vivencias, otros me ayudan a ver mis propias vivencias, para las que aún no tenía nombre, otros, me hacen reconocer lo que aún estaba en la sombra... Por eso considero que son una gran oportunidad y los llevo poniendo tanto tiempo. últimamente pongo mi comentario (una expresión de mi propio trabajo con la sombra al leer el aforismo, un mero inicio,...) simplemente para mostrar el proceso de autoindagación, de autoconocimiento, pero que tiene sólo un valor individual. Aunque pueda servir de inspiración para alguien.

                                                                                                              2-11-22

“De la familia de los demonios los peores son los demonios amigos.” Paco Grande, Hendiduras.

Tenemos toda una familia de demonios que habitan en nuestra sombra y pretenden salir a la luz. Muchos de esos demonios los consideramos tales, porque todos ellos proceden de la represión. Otros son oscuridad, vicios, bajas pasiones, emociones aflictivas que nos contraen en un yo reducido, egoísta, envidioso, celoso y, en suma, sufriente. Su sufrimiento es una tremenda carga que arrastramos, que nos es inconsciente y que proyectamos a los demás haciéndolos sufrir y culpabilizándolos. Pero hay otros demonios que nos acompañan y de los que somos inconscientes porque los consideramos amigos. El peligro de estos demonios es, precisamente, que no huimos de ellos, que nos identificamos con ellos para refugiarnos de los demás y la creencia del mundo adverso que nos rodea. A esos demonios los consideramos amigos y protectores. Mientras siga siendo así, seremos esclavos de ellos e inconscientes. Su fuerza y energía interior irá en aumento. Son producto de nuestro sistema de creencias y de ideas que los retroalimentan. Puede pasar con la ira, que la confundimos con la indignación y la justicia, puede pasar con los celos, que los confundimos como una autodefensa, o mera supervivencia,… cada uno tenemos los nuestros. Requiere una indagación desde la valentía y la paciencia. Porque esos demonios, al ser amigos, al identificarnos con ellos y considerarlos el bien, no los vemos. Por ello es importante el ejercicio escéptico de la epojé: poner entre paréntesis todo el sistema de creencias, ideas, valores, juicios… Es la única manera, el único camino para desasirse de todo aquello que es un apego y no una idea, ni una persona, ni Justicia, ni valor, sino; carencia, miedo al vacío y la soledad. Una construcción mental. Mientras no vayamos, poco a poco, conociendo nuestra sombra, no podremos reconstruir nuestro yo de manera sana, valiente y sin apegos. Entonces estamos abiertos a la vivencia espiritual del desasimiento y la vacuidad que está detrás de él.

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La viñeta de El Roto de hoy dice: “ADVERTENCIA. El silencio de los dioses lo dice todo.”

Pues bien. Ese silencio habla a voces, pero no lo escuchamos debido a las islas nihilistas y egóticas en las que nos hemos convertido. Islas narcisistas y competitivas. Como las mónadas de Leibniz, sin ventanas. Por tanto, sin acceso al otro. Es el desierto de lo real; si no conseguimos salir de la incomunicación perderemos el sentido de lo que es ser humanos. Nos escindiremos totalmente de los otros, de todo ser sintiente y de la naturaleza. Volver al ecocentrismo de una manera autoconsciente es la forma de recuperar nuestra naturaleza originaria y, de paso, la viabilidad de la vida humana, junto con millones de especies. Nuestro cambio no va separado del cambio político. Es más, de hecho es lo mismo y no se puede separar puesto que somos animales sociales. Ante el escepticismo de los que afirman que no se puede cambiar, tenemos la contra prueba empírica del cambio evolutivo de la consciencia humana (Ver: Ken Wilber, Antonio Damassio, Francisco Rubbia, Francisco mora...), El cambio es posible en la estructura cerebral, como en las redes neuronales debido a la especialísima propiedad del cerebro que es: su plasticidad.

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El sentimiento del duelo es el dolor, pero dolor por soledad. El mundo construido con alguien, al morir ese alguien, se derrumba y no vuelve más. El duelo es un proceso natural de apego al ser querido y al sentido común y compartido que habían dado a la vida. Salir del duelo es agradecimiento al que ha muerto por la vida compartida, a la par que se va construyendo, poco a poco, un nuevo sentido de nuestra existencia. Eso sí, guardando el recuerdo del fallecido; sabiendo que todo recuerdo, como todo pensamiento es una construcción mental, una forma de ver algo, no es ese algo; en primer lugar porque ese algo no existe. Es una interpretación de un conjunto de sensaciones impermanentes.

Un proceso de duelo largo debido a la necesidad de ayuda material es distinto a un duelo meramente emocional; no hay apego sentimental. Lo último se supera al superar el duelo, pero la necesidad de ayuda, la angustia de la soledad ante lo que uno tiene y ha de hacerse responsable provoca el sentimiento de ausencia. Al crecer los hijos vuelve el equilibrio. Al ir envejeciendo, si hemos madurado psicológicamente, la muerte se nos hace presente, con angustia o sin ella, pero está ahí. Y es bueno su presencia, no la obsesión porque entonces nos angustiamos. Mientras más envejecemos más plenitud de ser hay, más desapego, más alegría de Ser, más vivir el momento. Todo ello si hemos llevado una vida que se autoanaliza; no una mera supervivencia.

                                                                                                              3-11-22

“Cuando el camino de la vida se empina, se produce una curiosa inversión: todo lo que era liviano y superficial se convierte en un lastre excesivo.” Paco Grande, Hendiduras.

El amor bondadoso, la compasión, la alegría y la ecuanimidad, los llamados cuatro inconmensurables en el Budismo, no se regalan, se cultivan toda la vida y no sé si se conquistan totalmente. En la filosofía occidental, la amistad ha sido muy valorada como amor incondicional. Pero siempre ha sido algo que se cultiva, una cualidad que va creciendo con los años y el tiempo. Epicuro, por ejemplo, valora la amistad por encima de la prudencia o sabiduría y de la filosofía. Pero, la amistad no nace de un día para otro. Ni se puede decir si se tiene o no. Es como una planta que hay que regar. Lo mismo que se ama a los hijos, pero hay que cultivar ese amor, porque los accidentes de la vida lo pueden dañar e, incluso, transformar. 

“Amar a otra persona es la más difícil de todas las tareas, el preludio de muchas otras actividades, una invitación a acometer empresas colosales.” Rilke.

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Lo que viene diciendo, ya, desde hace unos años, Jorge Riechmann, es que, como especie, hemos fracasado, nos dice, el barco, el Titanic (metáfora que utiliza), se hunde irremediablemente; pero hay que saber fracasar, fracasar bien. Con este pensamiento, Riechmann, lo que quiere señalar es que, a pesar del derrumbe, siempre hay esperanzas de salvar lo mejor, de abrir las puertas de los viajeros de tercera clase (metáfora del Titanic), de salvar lo mejor de la humanidad y dejarlo como legado a los que nos sobrevivan, muchos o pocos, de construir un proceso de decrecimiento ante el caos que ya nos invade... En definitiva, es la oportunidad de un Renacimiento a partir de las cenizas. La vida quiere vida. El "conatus", que lo llamaba mi apreciado Spinoza

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Yo creo que muerte y vida son nombres. Claro, eso es fácil decirlo; el que va a morir sufre: física y psiquicamente. Es lo normal. Hay que aceptar en un alto grado la muerte para que no haya sufrimiento, aunque puede haber dolor. La muerte es la disolución de un sistema individual. Un sistema es un equilibrio isostático, cuando este se pierde, desaparece el sistema; por tanto, desaparece la unidad. Pero el hecho de que ya no haya unidad no quiere decir que no haya vida. Sigue habiendo vida, pero la vida está entrelazada con la muerte. La vida es transformación y en esa transformación entra en juego la muerte. La muerte es el paso de crisálida a mariposa. Por eso el nombre muerte es el de la muerte de nuestro yo biográfico particular. Ese yo nunca quiere morir. Y es precisamente el que tiene que morir, antes de morir físicamente para renacer en el espíritu. Entonces ese yo se convierte en un yo funcional. De ahí que no queramos renunciar al ego. De ahí el miedo a la meditación y las excusas; es el mismo miedo que a la soledad. Meditar, dice el zen, es "morir en el cojín."

Pero no se puede distinguir la historia de vida de las emociones y de todo el sistema de creencias. Creo que, primero, la sanación psicoterapéutica de las emociones es necesaria para el trabajo del desapego y la muerte de la identificación con la historia de vida. El sistema de creencias, ideas y opiniones, también es inseparable de las emociones y es el mayor alimento del ego. También en psicoterapia es necesario un abordaje de ellas, o bien cognitivamente, o bien, por la conducta, por la vía de la logoterapia, o la mayéutica socrática, el movimiento,...o, lo mejor, una combinación de diversas técnicas. El caso es que hay que dejar caer, epojé escéptica, todo el sistema de creencias para que se produzca la muerte del ego. Esto último no es trabajo del psicólogo, al contrario, éste pretende un yo sano y fuerte. Y es ese yo sano y fuerte el que muere en el cojín. Si es un yo emocionalmente enfermo, identificado con un sistema de creencias, apegos, adicciones de todo tipo. El cojín, la Meditación, es otro escapismo más.

De todas formas no hay tres yoes, sino tres manifestaciones de lo mismo y, por otro lado, el Patriarcado no es el Mal, está dentro del fluir del Yin y el Yang. Todos somos masculino y femenino a la misma vez, aunque nos expresemos físico-psíquicamente más de una manera que de otra. Pero siempre andamos buscando el equilibrio, entre lo masculino y lo femenino, en  uno mismo y en la relación con los otros, especialmente la pareja, si la hay. Y el equilibrio en todo. El tantra budista, el yoga, el amigo Spinoza, buscan la transmutación y consiste en equilibrar. Bien y el Mal son nombres engañosos.

                                                                                                              4-11-22

"La muerte no es la mayor pérdida en la vida. La mayor pérdida es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos." Norman Cousins

Ya he comentado que, de joven, leyendo La nausea de Sartre, se me vino la idea de que la vida es un dejar. Es un desarraigo. Pero esto tiene dos caras. Todos sabemos, aunque sólo de forma intelectual, raramente experiencial, que vamos a morir, por eso tememos a la muerte. En realidad, nuestro temor es a vivir desde la autenticidad, sin corazas, ni máscaras. Desde la apertura. Por eso la peor muerte es la muerte en vida. Y es algo que, comúnmente, ocurre, ya decía el viejo Sócrates, que “una vida sin autoanálisis no merece la pena de ser vivida”. Una vida sin autoanálisis no es un vivir, es sobrevivir animalmente; es decir, bajo el dictado de los instintos de supervivencia. Pero el hombre, aun siendo un animal más, tiene un grado de autoconsciencia que le hace consciente de la muerte. Quizás toda la cultura obedezca a esta autoconsciencia sumada al instinto de supervivencia. La cultura, la sociedad, la política como huida de la muerte, pero, más que ello, de nuestro vacío existencial. De la carencia de sentido. Por eso, no es lo peor morir, ni la mayor pérdida. Si uno asume la muerte como intrínseca al vivir y la vive a cada instante, no teme a la muerte. Como decía el sabio Spinoza: “Nada teme menos el sabio que a la muerte”. Para el sabio la muerte no es un abandono, porque no está apegado a nada, por ello vive, siguiendo a Spinoza, desde la perspectiva de la eternidad, lo que el Budismo llama “el aquí y el ahora”; es decir, fuera del tiempo, en la eternidad (sin tiempo.) En ese estado no hay pérdida. Ahora bien, si se vive sin sabiduría, se teme a la muerte y se la esquiva. Pero, en realidad, se teme a la vida y vamos abandonando todo aquello que realmente somos o podemos ser, por miedo a serlo, lo tenemos reprimido en la sombra, cubre nuestra herida. Las máscaras que nos ponemos en la vida, los papeles que interpretamos y con los que nos confundimos impiden llegar a ser lo que somos, como diría Píndaro. De ahí que la mayor pérdida es lo que vamos abandonando a medida que vamos viviendo. Perdemos a la familia, perdemos el amor, perdemos a los amigos, las creencias, el sentido de la existencia…; y, todo, por falta de entrega, apertura, rendición, aceptación... Por exceso de orgullo, vanidad y avaricia. Nunca es tarde, incluso en el lecho de muerte, para iniciar esta apertura a nuestro verdadero Ser. No podemos olvidar que cada exhalación es un paso más hacia la muerte y que, además, pudiera ser la última.

Como individualidad psico-física, pienso, desaparecemos, nos transformamos en otras unidades, porque nada se pierde. Ahora bien, la Consciencia con mayúscula, no desaparece porque es el fondo de lo que hay, sin ser ni trascendente, ni personal, pero autoemergente en singularidades que toman consciencia. En este caso, el hombre es una singularidad autoconsciente y, por ello, autoconsciencia de la Consciencia. Ver desde la perspectiva de la Consciencia es el "conocimiento desde la substancia eterna", que decía Spinoza en el libro V de la Ética. 

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El decrecimiento, no es que sea la única alternativa, sino que fue la única alternativa hace cuarenta años, o bien, por aquel entonces un crecimiento cero, seguido de un decrecimiento para ir desmantelando esta forma de vida ecosuicida, en lo de eco estamos también los homo sapiens, que algunos no se acaban de dar cuenta (como dice Riechmann, somos interdependientes y ecodependientes.) Ahora, el decrecimiento, no es ninguna salida, son, más bien, cuidados paliativos ante el fin o colapso civilizatorio. El colapso, que toda civilización lo ha tenido, no supone el fin de la humanidad; pero en el caso actual, sí corremos ese peligro.

El capitalismo depredador ha colapsado, la infraestructura de nuestra civilización. Lo que este colapso ha dejado y sigue dejando son hombres islas, egóticos y nihilistas. Que han perdido la condición de ciudadanos. Sólo la tienen nominalmente. No sé, si el vacío existencial que ello ha producido, que hasta ahora se alimenta del consumo; pero que pronto ya no será posible, provocará que la sombra de hombre que ha quedado, se incorpore, recupere e intente acceder al otro e iniciar una nueva civilización (los que queden tras los futuros estragos del cambio climático, la crisis económicas, las guerras -ya las estamos viendo- que producen los colapsos civilizatorios, las migraciones, pandemias, hambrunas.) Hay que hacerse a la idea de que no hay vuelta atrás. No podemos seguir viviendo como si hubiese cuatro planetas tierra. Además, si los hubiese y siguiéramos con la misma concepción de sistema de producción, también los agotaríamos. La huella ecológica es insalvable. El orden mundial está cambiando, ello implica una lucha por el poder. A esa lucha hay que añadir la lucha por los, cada vez, más escasos recursos. El cambio climático producirá cambios imprevisibles que pueden ir, siguiendo a Lovelock, desde una glaciación inminente hasta una desertificación de casi todo el planeta (sólo los casquetes polares serían habitables). Pero nada de esto aparece en los medios de distracción, divertimiento y control masivo del "pensamiento", más bien un estado mental, no pensamiento razonado. Aún así, hay que seguir en la brecha. Estudiar lo que ocurre, comunicarlo a los que nos rodean, sin dogmatismos, con cierto escepticismo; porque el futuro no es predecible, pero sí sus tendencias; manifestarse públicamente, salir de nuestra burbuja, derrumbar la gran mentira de que todas las opiniones son respetables (eso acaba con la autoridad que, de por sí, tiene el conocimiento)... Hay que seguir autoeducándose y educando a los que nos rodean, a los que podemos llegar. Para ello hay que amar a la humanidad y al hombre en concreto. Si nuestra actitud es el rechazo, el escepticismo acrítico,...pues lo que generamos es violencia. En cambio, desde la fraternidad, la igualdad y la libertad, encarnados, vivenciados, pues vamos por buen camino. No hace falta mirar metas, sólo pensar en aliviar al mayor sufrimiento posible, empezando por nosotros mismos. Si partimos desde el odio y la culpabilización no cambiaremos nada porque eso ha dado lugar a lo que tenemos. Hay que partir desde la alegría de vivir y desde la propia vida y desde la responsabilidad. Porque lo que ocurre y lo que ocurrirá es responsabilidad de todos.

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Feyerabend. Lo importante de su crítica a la ciencia, no es el desprestigio de la misma, ni su negación; sino mostrar que estaba totalmente ligada a lo social y que eso implicaría la posibilidad de un totalitarismo basado en el poder incondicional de la aceptación acrítica de la ciencia y la reducción de toda dimensión a la científica y ésta, a la meramente utilitario y mercantil.

                                                                                                              5-11-22

“No hay mejor amor que el amor sin objeto.” Rumi.

“A fin de cuentas, el camino espiritual consiste en amar, aunque uno tenga el corazón destrozado porque la última enseñanza -que no es otra que la vida misma- no tiene tanto que ver con el logro de algo como con la entrega. Así pues, el camino espiritual es una especie de “pérdida”, algo que el ego vive con miedo y amenaza, pero que nuestro ser, agobiado por el peso de las compulsiones heroicas, experimenta como un consuelo. Este es el motivo que explica la ambivalencia que acompaña la pasión, ya que renunciar a las viejas y limitadoras pautas de la personalidad es algo simultáneamente aterrador y excitante.” John Welwood. Psicología del Despertar. Budismo, psicoterapia y transformación personal. pp. 345-346.

                                                                                                              6-11-22

“La cantidad de felicidad que tienes depende de la cantidad de libertad que tienes en tu corazón.” Tich Nhat Hahn

La felicidad ha pasado a ser un bien de consumo. Es mero entretenimiento, distracción, volar raudo por la superficie de lo real, divertimento, mercancía que se consume y que satisface nuestro deseo; que no es más que el impulso que nos lleva a intentar salir del agujero negro de nuestro vacío existencial. En esa medida, el medio nos ha construido. Primero nos ha sustraído las creencias, los pensamientos, las ideologías políticas, la belleza, el bien, los valores. Una vez que nos hemos visto vacíos nos hemos dado cuenta del sinsentido de la existencia. Pero ese sinsentido se llena con el consumo. El mecanismo del consumo es el deseo que, por naturaleza, el hombre tiene. Ahora bien, el hombre, en la sociedad capitalista, se ve obligado a consumir, no de una manera que él se haga consciente, sino por medio de la implementación que el mismo sistema realiza del deseo por medio de la publicidad, creando la necesidad de desear cosas que llenan ese vacío que previamente se ha producido. Ahora bien, ese vacío cada vez se hace mayor. El deseo se incrementa, pero nunca se ve satisfecho.

De lo que se nos ha privado es de todo valor y de la libertad. “La libertad, amigo Sancho, es el más preciado bien,…” decía Cervantes a través de Don Quijote. Y lo es porque la libertad habita dentro de nosotros. Ni se compra ni se vende. Se conquista. Tampoco es un regalo institucional. Hemos conseguido que esté recogida en nuestra carta de derechos fundamentales. Pero que sea un derecho, no quiere decir que, ya, de por sí, por nacer humano, eres libre. No, la libertad no es la libertad de comprar, o creer elegir lo que se compra, sino que la libertad es autonomía. Es decir, ponerse la Ley a sí mismo y crear nuestro propio sentido de la existencia, no el que se nos vende o el heredado socialmente. Las dos últimas cosas es ser un esclavo. Buscamos la libertad por el consumo, mientras que eso implica hacernos esclavos de nuestros deseos. Ser libres es el principio de la virtud. Y la libertad y la virtud es lo que nos convierten en sujetos, no en objetos e instrumentos. Mientras uno es un mero instrumento objetualizado, con un valor mercantil, carece de toda dignidad. Ser humanos es ser un sujeto de dignidad. Y eso es el camino a la felicidad. La felicidad no reside en el tener. Todo lo que se tiene ni soy yo, ni, realmente, me pertenece; más bien me hago esclavo de lo que tengo; además, es efímero e impermanente, como nuestros propios deseos. La felicidad reside en ser. En ser, concretamente, libre virtuoso y digno. Ahora bien, todo ello llena nuestro vacío interior porque es lo que abre las puertas a la búsqueda de un sentido a nuestra existencia. Un sentido que no viene dado, que es producto de nuestro quehacer en la vida. Un sentido que es una tarea. Y esa tarea exige el valor, la valentía de ejercerla desde la libertad.

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Acabo de comenzar la obra “Abandono de la discusión” de Nagarjuna, edición y prólogo de Juan Arnau. Editorial Siruela. Y, conociendo de otras obras y comentarios a Nagarjuna, el que podría considerarse como el fundador del camino medio en el Budismo, me ha venido inmediatamente a la memoria una serie de etapas y autores de la Filosofía Occidental. A lo que Nagarjuna se enfrenta en Abandono la discusión, es a las polémicas filosóficas que tenían lugar en India. Unas polémicas, debates, discusiones, controversias filosóficas, similares a la época de los sofistas y Sócrates, sólo que duraron mucho más tiempo, se hicieron mucho más sutiles y sofisticadas. El arte de la argumentación se convirtió en un espectáculo. El caso es que, Nagarjuna quiere poner fin a este debate desde la vacuidad budista, pero, claro, tampoco puede caer en afirmar la proposición de que todo es vacuidad, porque entonces, algo no lo sería, la proposición todo es vacuidad y aquel que la enuncia. Y aquí entra en juego la ironía socrática, por un lado, de la que hace gala en su sutil argumentación, Nagarjuna; y el escepticismo de Sexto el empírico, que nos enseña las estratagemas del discurso escéptico para no caer en contradicción, siendo similar a lo que dice Nagarjuna, no a lo que mantiene, porque no mantiene nada; eso es precisamente el escepticismo: dudar de todo, incluso de la misma duda, por eso lo que queda es el silencio. O a un Pirrón, el padre del escepticismo, en el que no hay tanto interés por la argumentación como el estado mental de serenidad que nos ofrece el escepticismo. Si nada se puede decir, porque nada se puede demostrar, ni si quiera esto que se dice en este momento, no nos queda más remedio que guardar silencio en cuanto a las cuestiones últimas y dedicarnos a vivir, evitando el sufrimiento, pero con la serenidad de partida que nos da un sano escepticismo. Es como el famoso episodio de Buda en el que es preguntado por una serie de cuestiones metafísicas, como si lo que hay es infinito o no, si el cuerpo y el alma son lo mismo, si el alma existe, se reencarna o no y cuestiones similares. Cuando hubieron terminado de formularle las cuestiones esenciales y últimas a Buda, éste permaneció en silencio. Lo mismo que Lao Tzse en su Tao Te King: “El Tao que se puede nombrar no es el Tao, El Tao que no se puede nombrar es el Tao.” Ante esto lo que queda es el silencio, como bien ha demostrado Iñake Preciado en su obra: “Los libros del Tao. La ruta del silencio.” Y también me ha venido a la memoria Wittgenstein que termina su Tractatus…con un aldabonazo que no se entendió: “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse.” Y qué es aquello de lo que no se puede hablar, pues lo que verdaderamente nos importa: el sentido del mundo, de la historia, de mi vida, qué es el bien, la justicia, la belleza, qué es el mundo,… Todo esto no puede ser pensado porque no puede ser dicho. Y eso es lo que decían los escépticos y Nagarjuna. Hay cosas que no se pueden decir, pero no porque estén prohibidas, sino porque escapan al pensamiento. Es decir, escapan al lenguaje. “Los límites de mi mundo son los límites de mi pensamiento. Los límites de mi pensamiento son los límites de mi lenguaje” Wittgenstein. En realidad, lo que se pone en juego es lo que puede ser pensado o dicho. La utilidad del escepticismo, o lo que Nagarjuna quiere señalar es que hay un gran embrollo con el lenguaje, el pensamiento y el conocimiento. Una mezcla entre o confusión entre la realidad, el conocimiento y el lenguaje. El pensamiento tiene que desbrozar ese embrollo y mostrar que el lenguaje y el pensamiento tienen unos límites, y esos límites no agotan todo lo que hay. Lo otro que hay, siguiendo a Wittgenstein, se mostraría. Pero, aún así, también podemos dudar de esto. Y esto (una sucesión ad infinitum de dudas) es algo que no le asusta ni al escéptico, ni al budista. Por el contrario, son fuente de paz y serenidad.

                                                                                                              7-11-22

"Un buen entretenimiento es algo que uno se procura para olvidar la ausencia de Dios." Chul Han. Buen entretenimiento. p. 80

                                                                                                              8-11-22

Diálogo con un pastor evangelista.

 Se pregunta ante una exposición del nihilismo en el que nos encontramos que dónde está Dios en todo esto. Y respondo: pues ese es el problema, como señaló Nietzsche, que no era nihilista, sino que predecía el nihilismo en donde se caería tras la muerte de Dios (aunque en Nietzsche se apunta al sentido de la idea de Dios.) Pero el caso es que la muerte de Dios es un asesinato del hombre. Como bien señala Nietzsche en Así habló Zaratustra, Dios ha muerto y nosotros somos sus asesinos (parafraseando), pero también dice, en el mismo prólogo: "Dios ha muerto y el hombre es algo que puede ser superado". La muerte de Dios es condición para que el hombre se pueda autotrascender (superar), pero en esta posibilidad está el gran peligro de caer en el nihilismo, como, obviamente ha ocurrido y en el que nos encontramos. No de forma total, claro, porque sino tú no preguntarías lo que preguntas y yo no tendría capacidad de responder por ausencia total de pensamiento y reflexión. Pero, me presiento, que caminamos hacia ello.

Por otro lado, pienso que no son necesarias las religiones institucionalizadas porque pervierten el mensaje, son separatistas y censuran. crean violencia en lugar de fraternidad. La historia es la prueba. Ahora bien, la espiritualidad que subyace a todas las religiones y que ha desarrollado la mística de todas ellas, por distintos medios y caminos, es necesaria. Y es la que se ha perdido con la muerte de Dios. Y, como la hemos perdido, sustituimos a Dios, a lo Sagrado, por cualquier objeto de entretenimiento, como señala Chul Han.

Dios es el nombre que ponemos a lo inefable, pero también le podemos poner Brahma o Tao,...varían las concepciones culturales. Pero coinciden en que Dios no es aprehensible, sino que se nos revela de forma íntima a través de una experiencia que es una especie de Gracia, ya sea leyendo las escrituras, meditando, devocionalmente, por la acción ética basada en la fraternidad,...diferentes caminos para llegar a Roma.

El alarde de cinismo es el espíritu prometeico del hombre. O su estado de Caída o pecado (carencia, olvido de su naturaleza divina o sagrada.) Y es lo que nos ha llevado a la prepotencia, la vanidad...Pero al final todo ello se vuelve contra el propio hombre y cae en el nihilismo, el vacío existencial. La cuestión es que el hombre vuelva a su naturaleza originaria y para ello es necesario que se deconstruya. De lo contrario, sólo queda la autoaniquilación. Los jinetes del apocalipsis se ven a lontananza. Pero siempre es tiempo de recuperar nuestra dimensión sagrada, de caer en la cuenta de nuestra ignorancia que nos lleva a la vanidad, el orgullo, la prepotencia... Pero para ello hace falta nuestra entrega absoluta (nuestra rendición) y la aceptación de nuestra naturaleza limitada siempre que prescindamos de nuestro lado sagrado; el que participa de Dios, puesto que de él venimos, nos movemos y existimos. Pero ese Dios no puede ser personal, porque esto ya es un concepto, ni exclusivo y excluyente de una religión, esto es separatismo, dogmatismo y no reconocer que todos somos hermanos, iguales (todos ansiamos la felicidad y todos sufrimos), con lo cual no somos capaces de compasión y vemos en el otro un enemigo, un salvaje que no cree en nuestro Dios, un equivocado y perdido que se ha alejado de Dios, y si pudiésemos, lo quemaríamos en la hoguera, como la historia constata. Si Jesús apareciera de nuevo, como bien describe Dostoievski en Los hermanos Karamazov, cap. Inquisiciones, iría a la hoguera. Porquue Jesús no funda religión, no cree en la institucionalización, sino en la vivencia privada de la espiritualidad. Jesús le ofrece al hombre la Libertad, pero el hombre prefiere la obediencia y crea una institución que lo salvaguarde y a la que obedecer. Esto vale para todas las religiones, pero, en especial, las Abrahanicas. El judaísmo, el cristianismo y el Islam, tendrían que hacer un autoanálisis profundo para ver su gran legado que han ofrecido a la humanidad, pero, también, para renunciar a todo aquello que ha generado el espíritu dogmático, el fanatismo y, al final, la violencia más atroz. La exclusión total del otro. Una contradicción, porque el otro es tu hermano, según la propia doctrina de las tres religiones del libro.

 Ante la pregunta de si es cierto o no que Jesús es el camino que nos lleva al Padre; respondo: Verdad, pero no en el sentido religioso, sino espiritual. Jesús muestra el camino al Padre a través de uno mismo. Es decir, nos muestra, por un lado, nuestra naturaleza Caída y, por otro, nuestra Salvación, a través del Padre que habita en cada uno de nosotros y fuera de nosotros, que lo es todo, lo trasciende todo y todo emerge de Él.

La lectura literal de las escrituras es más que peligrosa, por ser más que condescendiente con todas las religiones, incluido el cientificismo, el laicismo, el mercantilismo. Todo lo excluyente es un estado de consciencia que Jesús había sobrepasado con creces, igual que otros que le precedieron y le siguieron y nos enseñaron el camino estrecho, angosto, difícil y lleno de peligros. Porque tienes que vértelas con tu sombra (la noche oscura del alma, los cuarenta días en el desierto y las tentaciones,...)

Pero un dios que juzga a los buenos y los malos es un dios de cuento del hombre del saco. ¿Quién es el malo? El mal es una construcción, una relación, no existe per se. No hay un Hitler si no se dan las condiciones para que lo haya, entre ellas una inmensa mayoría que lo cree y lo apoya. Bien y mal se confunden, que no es lo mismo que decir que sean relativos. Cuando decía que el hombre es un ser Caído y, a la vez, tiene una naturaleza Divina, me refería a esa mezcla. Y, cada cual alimentará más a uno o a otro. Será mejor y, por tanto más alegre dichoso y producirá el bien en su alrededor, o más triste, egoísta, desdichado, envidioso,...y sufrirá y producirá mayor sufrimiento a su alrededor, dependiendo de a qué parte de sí alimente.

                                                                                                              9-11-22

 

Paradójicamente, un exceso de divulgación psicológica y espiritual está complicando el camino hacia el sí mismo, de tal modo que a las trampas ya conocidas se añaden nuevas sutilezas y engaños. Demasiada psicología de autoayuda, al simplificar en exceso, confunde sencillez con simpleza. El supermercado espiritual, al exaltar la superficialidad, el autoengaño y la confusión, está convirtiendo lo que siempre se supo que era una tarea laboriosa y difícil en un conjunto de facilonas recetas para el consumo del hambriento hombre occidental. De hecho, el camino de la integración y el despertar a sí mismo es un proceso interminable, caracterizado por niveles de desarrollo cada vez más profundos.” Paco Grande

Como respuesta a unos audios en el grupo en el que he puesto la cita de Paco Grande:

La cita de Paco Grande corresponde al libro Hendiduras y es como el prólogo al capítulo: "Nuevas trampas en el camino"; es decir, que no es un aforismo. La cuestión es que si se ha llegado a poder decir esto es porque se ha reflexionado más que suficiente sobre el tema. Ello no implica que la afirmación sea verdadera, pero sí plausible. Hay que tener cuidado con el relativismo, que, en el fondo, es un absolutismo y no confundirlo con que la verdad no nos es inaccesible, pero sí la plausibilidad y la distinción de lo que es falso. Por otro lado, hay una confusión entre ese relativismo y una defensa de la ciencia de forma acrítica. Pero esto sería muy largo de analizar aquí (por eso he creado el grupo de fb., porque da un poco más de margen para una reflexión más seria y profunda y que quede negro sobre blanco)

Por otro lado, sólo lo señalo, claro, basar el criterio de verdad en la utilidad es un tanto peligroso, además de que nos puede llevar al subjetivismo y la autojustificación.

Y, por último, podría ser que toda tu argumentación no fuera más que haber caído en una de esas nuevas trampas en el camino. Lo que dice Paco Grande, no hay que tomarlo como verdadero o falso. Insisto, es un libro de aforismos, por tanto, más cercano a lo literario que a lo científico y filosófico. Este librito, aunque sea de un Psiquiatra que sigue la Psicología junguiana, lo que nos ofrece es una oportunidad de autoindagación, no de ver si es o no verdad lo que se dice. Es una invitación a la introspección poniendo como ejemplo su propio proceso de individuación. Lo que va descubriendo a lo largo del proceso sin fin.

                                                                                                              10-11-22

Lo que es necesario tener en cuenta es que la ciencia es una forma de acceso a la realidad que parte de una suposición errónea, pero eso no importa, porque de hecho funciona. La presuposición es la de dividir entre lo que es el objeto, lo que hay que conocer y el sujeto, lo que conoce, que, a su vez, puede ser objeto de conocimiento. La ciencia, procediendo así ha hecho grandes conquistas. Pero, de ninguna de las maneras agota la realidad. Además, por otro lado, la ciencia debe adoptar el nuevo paradigma que emerge con la relatividad y especialmente con la MQ. En este caso ya no es tan fácil la distinción entre objeto y sujeto, ni si quiera los objetos son ya objetos, sustancias, cosas,… sino perturbaciones del campo de onda, o amplitud de probabilidad expresada en un espacio Hilberiano, fluctuación cuántica. En todo caso, todo es proceso y los observadores están en el mismo proceso. Esto no implica la pérdida de objetividad en la ciencia. De hecho, funciona perfectamente. Es aplicable, puede predecir, más o menos con exactitud, según sea lo que se estudie, lo que puede o no ocurrir. Ya no hay la dualidad objeto-sujeto, ni la materialidad y cosificación de lo real, ni el reduccionismo de lo real a lo medible material y determinísticamente. Pero aún, este nuevo paradigma no ha sido asumido.

Pero, ade.más, la ciencia presenta otro problema y es que no es una actividad separada de lo social, sino que es algo que ocurre en la sociedad y está sujeta a los patrones sociales. Esto es, la ciencia que se hace es la que el poder económico quiere, la que le interesa y no es ese viejo ideal del conocer por el mero hecho de conocer. El asombro ante lo real y la perplejidad que nos crea y que produce nuestra curiosidad. Esto puede estar en los orígenes vocacionales del científico, cada vez más convertido en ingeniero, en un saber hacer, pero la realidad es bien distinta. Los proyectos de investigación son financiados, por tanto, han de adaptarse al mercado. No lo olviden, en esta sociedad todo está mercantilizado. La ciencia también, mucho más que otras cosas, porque la ciencia nos aporta poder. No sólo se adaptan los programas a lo que le interesa al capital, sino que los datos son falsificados siempre que hay un interés económico de por medio. Esto es moneda de cambio en la industria farmacéutica. Y de ello han dado cuenta directores y científicos de revistas de primer orden, como The Lancet y otras.

Pero el nuevo paradigma de la ciencia nos brinda una apertura a nosotros mismos y a la naturaleza. En tanto que somos un uno diferenciado. Todos emergemos de la Tierra y del Sol,… Pues hemos de cuidar nuestra casa, nuestro hogar. Su cuidado es nuestro cuidado. El conocimiento científico puede jugar un papel de apertura, pero también debe ser consciente de sus limitaciones. Sus límites son los que hacen posible sus éxitos, pero no reducen la realidad a esos límites. La experiencia de la consciencia humana va mucho más allá. Esto es algo constatado durante milenios experiencialmente. Y no sabemos, ni si quiera si la profundidad de la consciencia, que viene a ser todo lo que hay tiene límites. Particularmente me quedo con la frase de Heráclito de que los límites del alma (Consciencia) humana son insondables. O, como explica Ken Wilbert en su teoría de la evolución de la consciencia. Los estados más elevados de consciencia a los que ha llegado la humanidad (a título individual, no históricamente), los llamados estados de consciencia sutil o no causal y no dual, no tienen porqué ser ni los últimos, ni los límites. De hecho, nadie ha contemplado su fondo, ni hay razón para que la consciencia humana, como consciencia que tiene la Consciencia de sí misma, deje de evolucionar. En realidad, la consciencia es un proceso de autoconocimiento de la Consciencia. Lo particular y lo universal son esencialmente, si es que se puede hablar de esencia en este nivel, lo mismo. Porque todo emerge de la Consciencia y vuelve a ella por medio del autoconocimiento de todas las consciencias existentes, habidas y por existir.

                                                                                                              11-11-22

"Spinoza dice una verdad que desmonta la teoria de la gestión emocional y de cualquier forma voluntarista de control o supresión de los afectos. Para vencer un afecto hace falta otro afecto  Para vencer el odio hace falta que aparezca un sentimiento de amor hacia el otro. Lo mismo hacia uno mismo. Para vencer la pulsión hace falta que aparezca otro deseo de equilibrio. Es decir, que no hay un yo autónomo que gestiona los afectos como ni un yo voluntarista que los domina o elimina, al modo estoico ( como Spinoza ya criticó). Hay una transformación a partir de la comprensión de lo que nos domina, de sus causas y de la necesidad de modificar la idea-afecto que nos domina. Este es nuestro margen de libertad, la de obrar en lugar de ser esclavo de la idea-afecto que nos domina." Luis Roca Jusmet.

Efectivamente. Más allá de optimismos, ni pesimismos. Sobre todo, de ese positivismo psicológico pueril que tan de moda está.

“En nada piensa menos el sabio que en la muerte.” Spinoza

El pensamiento budista ha pasado por ser un pensamiento pesimista, sobre todo a comienzos de su introducción en Occidente; por aquello de su primera noble verdad, que, para empezar, no es formulada en sus orígenes como verdad, el Budha no predicó, ni dogmas, ni verdades, sino como una tarea. La de comprender que la vida es Dukka, que se ha traducido, desafortunadamente, por sufrimiento. Pero no es éste el caso, sino que Dukka significa en sánscrito, algo así como insatisfacción, desasosiego. Es esa sensación que tenemos de carencia, de no realizado. Una sensación, que en nuestros tiempos viene acentuada por la instigación al deseo compulsivo que lo llenamos con el consumo, tanto de cosas, como emociones o personas. Y lo que nos propone el Budha es que, si comprendemos esa característica de la vida, podremos eliminar el sufrimiento y desasosiego, comprendiendo las causas que lo producen. Y ésta no es, ni más ni menos, como señalara Sócrates, o Spinoza, la ignorancia, el conocimiento inadecuado, que nos esclaviza a las pasiones y son éstas las que producen estados mentales aflictivos. Pero si conocemos esos estados y sus causas podremos salir de Dukka. Se trata de salir de la ignorancia, pero no por un acto de voluntarismo, sino deshaciendo la ignorancia a través de un estado de alegría primordial. Es decir, la vida se autoafirma (conatus, que decía Spinoza), y esa afirmación constituye, de por sí un estado de alegría que no depende de nuestra voluntad, de un yo que lo desee. La alegría de ser, de existir, sentir la vida es la piedra de toque de la transformación de los afectos-pasiones, en virtudes. El odio, la envidia, la ira, además de hacernos sufrir, producen sufrimiento. En cambio, la alegría produce estados mentales positivos o, mejor, de apertura al mundo. La alegría de ser engendra el amor, la generosidad, la paciencia, la mesura… Todo ello nos hace feliz y hace feliz a los demás. Nuestra transmutación es la transmutación de los demás. Por ello, el budismo, igual que lo es Spinoza, es un pensamiento lleno de alegría, que asume e integra el mal, no lo niega, ni hace distinciones dualistas: bien-mal, positivo-negativo; sino que abraza los opuestos, porque, en realidad se retroalimentan. Sin la comprensión del odio y sus causas no habrá nunca transmutación en amor. Este amor es incondicional, o Compasión. La compasión no mira el mal del otro, lo acepta tal cual es, desde la alegría, comprende sus pasiones y se ve como un igual. He aquí la no dualidad. Si lo vemos desde la dualidad, no habrá nunca compasión, ni estado de alegría originario. O, a menos que no descubramos nuestra naturaleza originaria, no se producirá la alegría, el amor bondadoso y la compasión. Es nuestro conocimiento erróneo el que produce los estados mentales aflictivos, el pensamiento dual y la escisión.

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Hemos hablado muchas veces del lenguaje, de cómo es un límite al conocimiento. Pero porque nos empeñamos en un sólo uso del lenguaje, el significativo o apofántico; es decir el descriptivo y el propiamente científico. Estamos hechos por el lenguaje, vivimos en el lenguaje y él nos construye. Pero hay muchos usos y juegos del lenguaje, muchas formas de narración, que no es la racional, descriptiva y científica y que nos acercan a realidades del mundo y nuestra consciencia, que no son, ni medibles, ni constatables, pero sí experienciables y un camino hacia el conocimiento y la sabiduría. Una forma, de las más importantes, es el mito, que persiste con fuerza a pesar del cientificismo, que no es más que el mito del Progreso. El mito, aunque no seamos conscientes de él, nos vertebra, porque pertenecen (los grandes mitos o relatos fundantes) al inconsciente de la humanidad. Nuestras creencias y actos vienen determinados por estos mitos. Conocer su lenguaje, su simbología,...nos ayuda a conocernos a nosotros mismos.

                                                                                                              12-11-22

“¡Escuchar al cuerpo! Es cierto y saludable. Aunque, a veces, no conviene escucharlo demasiado…Te lleva a la ruina.” Paco Grande.

“Tanta búsqueda de la salud acabará por enfermarnos.” Paco Grande.

En una sociedad epidérmica, en la que el fondo se niega porque da miedo mirar; se proclama el culto al cuerpo en nombre de la salud. De tal forma que la salud es el ideal de la autorealización. Esto es una desmesura, por un lado y una huída, por otro, de nuestro vacío existencial. Es cierto que la salud es importante, pero la salud es integral, tiene que ver con lo físico, con la salud emocional y psíquica, con nuestro cultivo intelectual, con la capacidad de percibir la belleza por medio de la contemplación artística, la verdad, por el intelecto, la justicia por la inteligencia ética y la Consciencia desde la espiritualidad. A esto llamaríamos una salud integral. Cuando nuestras fuerzas y energías se desplazan a una de estas zonas, o a varias, descuidando las otras, hay un desequilibrio y, entonces, no hay salud. La salud es cuidado de sí en todas las dimensiones del ser que somos, lo otro es obsesión. Cuando por salud sólo pensamos en el cuerpo, el miedo a envejecer, ir perdiendo fuerza, belleza, movimiento y capacidades cognitivas y el miedo, al final, a la muerte; entonces es que nos hemos reducido a una única dimensión: la del cuerpo físico. Y eso implica nuestra ruina en el sentido de que, verdaderamente, estamos enfermos, nos domina el miedo, lo primario y el mundo de las apariencias, de lo efímero.

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Los derroteros de la educación me recuerdan a Sábato, en todos sus ensayos. En los primeros porque es una mecanización del mundo, una cosificación e instrumentalización. Y ésta, una mercantilización. En sus últimos ensayos, de gran pesimismo, pero llenos de vitalidad, nos anuncia la decadencia de la humanidad, su caída, precisamente, por no ser capaz, que aún podría serlo, de superar su naturaleza Caída. Pero, también, todo venía anunciado por Nietzsche y el nihilismo que predecía tras la muerte de Dios. El vacío existencial que llenan otras religiones: la de la ciencia, el progreso, el mercado... Y, la educación, es el adoctrinamiento de los nuevos creyentes en el nuevo culto. Aún hay grietas por las que salir. De lo contrario, no comentaríamos esto.

 

                                                                                                              13-11-22

“En el trabajo interior conviene no confundir síntesis con surfeo. Surfeo psicológico: un poco de coaching, un poco de Gestalt, un poco de PNL, un poco de constelaciones familiares… Surfeo espiritual: un poco de yoga, un poco de zen, un poco de vipassana. El problema es que, a menudo, tanto poco no llega a sumar nada porque el practicante se queda siempre prisionero de su yo narcisista.” Paco Grande.

Una de las trampas en el camino es el narcisismo. Narcisismo que nuestra sociedad fomenta al sólo ser capaz de vernos a nosotros mismos, pero epidérmicamente, debido a que nos hemos convertido en individuos islas. Eso hace que no seamos capaces de acceder al otro. Y nuestra “salvación” es siempre el otro. Nuestra felicidad depende siempre del otro, lo mismo que somos, también, responsables de la felicidad de los demás.

El hecho de vivir en una sociedad de consumo compulsivo, como estratagema del mercado para llenar el vacío que la razón instrumental y cosificadora ha producido tras la muerte de Dios, convierte la psicoterapia y la espiritualidad en objetos de consumo. Es decir, que las cosifica y nos cosifica. Dejan de ser fines en sí mismos y se convierten en objetos de consumo; a la par que nosotros nos convertimos en objetos de la rueda del mercado al consumir compulsivamente instigados por el miedo a caer en nuestro vacío existencial. Nada nos satisface y vamos mariposeando, de flor en flor, entre diversas terapias y caminos espirituales, sin quedarnos en ninguno de ellos, sin pararnos y fundirnos en él hasta las últimas consecuencias. Nos miramos sólo en la superficie, cual Narcisos, sin tirarnos al agua, aunque se enturbie nuestra imagen. Y este narcisismo, como actitud psicológica y ética, viene alimentado, por otro lado, por el materialismo espiritual. Esta expresión puede parecer un oxímoron, pero he ahí la paradoja y lo monstruoso de la razón instrumental. Un camino de autoconocimiento y sanación psicológica se convierte en mercancía sujeta a la ley de la oferta y la demanda. A más psicólogos y tipos de terapias, más malestar y más picotear de uno a otro y de terapia en terapia. Y lo mismo hay que decir de la espiritualidad. Lo espiritual, que es un proceso de integración de todas nuestras dimensiones y que requiere de toda una vida de dedicación, se convierte en mercancía y en un modo de conseguir la liberación o la “felicidad” (también convertido en algo material) en un taller de fin de semana, o en un curso de Mindfullness, o una práctica superficial de Yoga, meramente físico o, peor, acrobático…sin conexión con las fuentes históricas, filosóficas, éticas…en las que encontramos la razón de ser de esos movimientos físicos y los enlazamos con una forma de respirar que nos abre las puertas hacia nuestro interior y hacia el orden último del Cosmos. Pero eso son palabras mayores que las modas excluyen porque no venden, además de que, automáticamente, disminuiría la demanda, si uno comienza un camino de profundización y se compromete con él.

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La meditación Metta es una meditación a medio camino entre lo psicológico, lo ético y lo espiritual. Es una forma de salir de nuestro egoísmo y transmutar nuestros demonios en ángeles, una forma de ir progresivamente, cultivando la virtud en la totalidad de nuestra existencia y entrar en la corriente de la Compasión infinita que viene a coincidir con el camino de la sabiduría. Al final, todo converge en un acto de revolución social; en un mundo en donde andamos perdidos, como zombis, sin encontrarnos ni encontrar.

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                                                                                                              15-11-22

"Liderarse a uno mismo. Buena idea. Sólo una pequeña matización: ¿Cuál es el yo que lidera al resto de los demás yoes?" Paco Grande.

¿Es una ironía del amigo Paco, o más bien lo pone todo patas arriba? Porque ayer hablábamos del Testigo, como lo llama el budismo. ¿Es éste el yo que lidera? ¿Qué es lo que nos ocurre realmente en nuestra vida diaria? ¿Quién manda? ¿Por qué tenemos ciertos impulsos o repetimos compulsivamente conductas que se convierten en adicciones? ¿Qué es lo que nos pasa realmente cuando meditamos? Más allá de abstracciones, de libros, de erudición, todos podemos contestarnos a estas preguntas, o, más bien, nos surgen estas preguntas y dificultades en la práctica y en la vida. Ahora que estamos llegando al final del minicurso de meditación; en el fondo, y si queremos bajar a la realidad cotidiana y concreta, que es lo que realmente hacemos, si no queremos caer en ensoñaciones, nos preguntamos, seguro que casi todos, ¿Para qué todo esto? ¿De qué sirve?, ¿Qué andaba buscando? ¿Qué he encontrado, otra decepción, otro fraude, una revelación que ha cambiado mi vida, un instrumento que me facilita el conocimiento de mí mismo, que me ayuda a tener menos estrés, ansiedad? Siempre que se va concluyendo algo es el momento de recapitular y ser sincero y consecuente con uno mismo.

Estas preguntas son unas sugerencias. Se podrían formular más, u otras. Cada cual tendrá las suyas particulares. La cuestión es bajar a lo concreto, que es mi vida cotidiana, mis problemas y mis afanes,... tomar consciencia.

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"La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse." Ernesto Sábato.

Yo pienso que la vida no es ni corta ni larga. Esa medida depende de cómo uno sea capaz de afrontar el oficio de vivir. Ciertamente el oficio de vivir, la tarea de vivir es difícil y nos provoca un sentimiento de desasosiego. Unas veces más profundo, otras más liviano; pero la tarea consiste en descubrir qué produce en nosotros ese estado mental. Y eso significa zambullirse en la mente. Ver cómo funciona. Qué produce la dificultad de vivir. Como si uno llevase una pesada carga. Pero cuando uno va descubriendo que esa carga, que es un sentimiento de carencia, una consciencia de finitud y de ser un ser limitado, entonces la carga va haciéndose más ligera. Y, a medida que esto ocurre, también cambia la percepción del tiempo. Cambia porque, en realidad, lo que sucede es que comienza a desaparecer. Porque, precisamente, esa carga es el peso del miedo al futuro y el sentimiento de culpa con respecto al pasado. Y eso produce tristeza. Una tristeza inmensa que se convierte en una pesada carga. De lo que se trata es de descubrir dónde está el origen de nuestros problemas en la mente. Cuando hacemos esto dejamos de juzgar, observamos. Somos como investigadores de nuestra propia acción y vamos desentrañando el engranaje y descubrimos que aquello que decimos “yo”, no es más que ese engranaje. Descubrimos que el yo es una sensación, un estado mental, un conjunto de creencias opiniones e ideas. Pero no es cosa alguna. No está en ninguna parte. Y es ese yo en el que produce el tiempo a través de la dinámica de nuestro estado emocional. Y si el tiempo se va disolviendo; la muerte no es algo que nos preocupe, porque la muerte es el fruto de la ansiedad que nos produce el vivir. Está en el tiempo, en el yo, que es una sensación, no puede estar en el instante.

                                                                                                              16-11-22

Hay veces que te desbordan las ideas, los pensamientos. Tanto que es imposible leer, porque tu pensamiento va por otro lado. Y no hablo de ideas compulsivas, ni de angustias, ni nada por el estilo; sino de hilos de pensamientos bien trabados. Pero, desgraciadamente, la acumulación de pensamientos, razonamientos e ideas es tal que, cuando uno se pone frente al papel, bueno, más bien el ordenador, no es capaz de plasmar nada. La atención se va de un lado para otro. No sé, dudo que sea producto de un exceso de creatividad, más bien me parece una aceleración y falta de capacidad de fijar la atención producida por los medios de comunicación actuales, el exceso de comunicación, muchas veces insustancial, otras, desde luego que no, pero que distraen del sosiego que necesita el pensar, el leer, o estudiar, que no es más que leer inteligentemente. No sé quizás nos estamos extinguiendo en el sentido de que nuestra naturaleza, que es tan cultural como biológica, se está transformando. Y, a los de nuestra edad, diez años por encima, diez años por debajo, nos ha cogido entre dos aguas. Es difícil seguir el ritmo frenético de la información, a lo que renuncié hace tiempo porque de lo contrario hubiese perdido o la cordura o la capacidad de pensar, y el de la hipercomunicación. El exceso de comunicación, como la rapidez que exige esta nueva comunicación debido al cambio en el medio, generan un estado de ansiedad, de alerta, que te hace difícil seguir el hilo de una actividad intelectual sosegada como es el estudio, la lectura o la escritura. Demasiado ruido, demasiadas prisas como para pararse a pensar. De ahí que los pensamientos se agolpen y sigan su inercia sin una disciplina que los ponga en orden. Esto está generando la ausencia del pensamiento, la ausencia de argumentación, que no es necesaria, puesto que cualquier opinión es válida, la ausencia de atención a una misma cosa durante horas, la necesidad de devorar información para olvidar al instante, el miedo a la soledad y el silencio, necesarios para estar un rato en calma con nosotros mismos y la necesidad de comunicación como huida de esa soledad y silencio. Se pierde el placer de una tarde de lectura, o de un paseo largo por el campo, de varías horas, sin hacer nada. Siempre hay que estar haciendo, siempre hay que estar comunicado e informado; de lo contrario, es como si uno fuese expulsado de la sociedad, de la comunidad de los humanos. Y, quizás, así sea. Uno, si vive su tempo, es expulsado de aquello en lo que el hombre, los más jóvenes, se han convertido. ¿Cómo interpretar esto? Como una degeneración, según el mito de la Caída, o el Kali Yuga hindú; o como un renacer de una nueva humanidad. No sé, no sé… Lo que sé es que a los que nos ha cogido entremedios nos ha complicado la existencia. El cerebro en la infancia, la juventud y primera madurez fue cableado para una forma de existencia, de vivir que, ahora lucha por sobrevivir ante la exigencia o necesidad de un nuevo cableado. Vivimos entre dos mundos e, inevitablemente, emitimos juicios sobre lo que nos parece mejor, o no. Pero, si nos parece mejor lo anterior, paradójicamente, lo expresamos por aquí, necesitamos comunicarlo, que se nos escuche, que se le de al “me gusta”, lo cual nos certifica que, aún existimos y pertenecemos a eso que no se sabe bien qué es y que llamamos humanidad.

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El enfado. Emoción destructiva. ¿Por qué me enfado? ¿Cómo salir del enfado que me hace sufrir y hace sufrir al otro? Comprender al otro. “Cuando me cruzo con alguien tengo que comprender que lleva el infierno dentro” Proverbio budista. Eso es el camino de la compasión. Ponerse en su lugar. Ver su sufrimiento a causa de sus emociones negativas y destructivas. Mi enfado surge de mi reacción ante el otro y no comprenderlo. Ahora bien, ¿Por qué reacciono? Aquí tengo que autoanalizarme, conocerme a mí mismo. Es una tarea ardua de introspección, conocerme a mí mismo, de verdad, desencarnadamente. Viendo y analizando todo mi sistema de creencias, tanto las que se refieren a lo que me rodea, como las ideas que tengo sobre mí mismo. Encontraré que el enfado es una respuesta, una reacción en forma de emoción y acción destructiva que surge de mi miedo. Del miedo que tengo a ser dañado. Surge de mi inseguridad. Y, también, de la imagen que tengo de mí. Es esa imagen la que es dañada. Y es la que tengo que reconocer y sanar. En el fondo, una ilusión fruto de una adaptación al medio que en su tiempo funcionó, pero que ha generado una imagen falsa de los otros y de mí. Ha creado un sistema defensivo que se expresa por la reacción del enfado. No veo cuáles son mis creencias de cómo deben ser los demás y el mundo y, me enfado porque el mundo y los demás no son como yo creo que deben de ser y, en ciertas ocasiones eso es inconsciente. No tengo consciencia de todo mi sistema de creencias.

Si no me enfado, no sufro, pero tampoco hago sufrir al otro y abro una puerta a la comprensión. A un posible diálogo. Si yo no me enfado el otro no reaccionará. Todo esto no quiere decir que no haya personas que no actúen por maldad. Sí que las ahí, pero en el fondo son ignorantes, su maldad les hace sufrir. Y no hemos de confundir la ética con el derecho. El mal que una persona realiza debe ser juzgado por el sistema jurídico. Pero mi reacción no debe ser la venganza, sino la compasión. Ver en el otro su sufrimiento. Si conseguimos este cambio profundo en nosotros. Que es una tarea muy difícil. Necesitamos de la paciencia, acostumbrarnos a fracasar, estar alertas, continuamente auto observándonos, entonces estamos dando un paso hacia una revolución integral de la sociedad. Estamos dando un paso hacia la paz. No estamos pensando en nada lejano, un ideal utópico de transformación del mundo, sino en un cambio en mí, que me va a hacer más feliz, mejor éticamente y que va a afectar a las personas de mi entorno cercano.

                                                                                                               17-11-22

CARTA A LOS QUE ESTAN POR VENIR

 

De Magdalena S. Blesa

 

"Por si acaso te llegan mi palabras un día

cuando vengas a un mundo desnudo y asfaltado,

aunque no te conozca ni te deba una excusa,

hoy, en este poema, quiero que sepas algo.

Yo usé también la tierra como si fuera mía,

yo también monté en coche y ensucié las estrellas,

yo también tiré al suelo una lata vacía,

abriéndole una herida a nuestro ecosistema.

Yo también fui culpable del deshielo en los polos

en este mundo estéril que te encuentras ahora.

Por mi culpa no cantan las ranas y los grillos,

siento que no conozcas el brillo de la aurora.

No quedarán panteras cuando vengas al mundo,

quédate con mi cara, yo también fui culpable

de que no haya cigüeñas en ningún campanario,

de que todos los ríos se salieran del cauce.

Yo también puse un poco mi granito de arena

para expulsar del globo a los osos polares.

Cuando mires al cielo, échame a mí la culpa

de que no sobrevuelen las águilas reales.

Yo también prendí un fuego y ennegrecí la luna,

quédate con mi cara, yo también fui culpable

por beber en botellas de plástico nocivo,

por enturbiar con cremas el agua de los mares.

Yo jamás planté un árbol, porque no tuve tiempo,

yo te robé la sombra de camino a tu casa.

Ya no quedan abejas porque no quedan flores,

Las arranqué una tarde y adorné mi solapa.

Por si acaso te llegan mis palabras un día

cuando no quede agua ni en tus ojos siquiera,

has de saber que el tiempo que anduve por la vida

yo también tuve culpa de la sed que te quema.

Quédate con mi cara, y aunque ya me haya ido,

hazme a mí responsable de la ausencia de selvas.

Yo asfalté la explanada de mi trozo de mundo

y te dejo una bola de cemento en herencia.

Hoy te mando un mensaje sin saber ni quién eres,

pero cuando me escuches, ya estarás en la tierra,

y aunque yo me haya ido, esta carta era un poco

una forma de oírme para sentir vergüenza.

Aquí te entrego un mundo que exuda pesticidas,

yo insuflé sus arterias de laca y detergente.

Yo no salí a las calles para manifestarme,

pensé que eso era propio de tribus emergentes.

Y heme aquí, recitando, ahora que ya no existo,

que soy solo un capricho de la tecnología,

pidiéndote disculpas por no cuidar el mundo,

a ti, querido alguien que nacerás un día."

Una acción en contra del macrovertedero que se intenta montar en la zona de Tierra de Barros.

Quizás use demasiado la palabra culpable. En nuestra tradición, la culpa tiene una gran fuerza negativa y paralizante. Mejor sería responsable. Y uno es responsable cuando deja de ser ignorante. Hoy en día ya no hay ignorancia ante el problema medioambiental; eso significa que todos somos responsables. Pero hay que tener cuidado con los antropocentrismos. El lenguaje es antropocéntrico y el lenguaje es vehículo del pensamiento. Nos ocupamos de la tierra, no de nuestra tierra. Somos parte íntima de la Tierra, como una roca, un virus, una bacteria, una pantera que pronto no habrá, lo mismo que no habrá, quizás, homo sapiens. Buscamos el equilibrio porque somos responsables del desequilibrio, no porque la tierra sea nuestro hogar. Es el hogar de todo lo que hay en la Tierra, que, a su vez, depende del sistema solar y éste de las estrellas y sistemas adyacentes. Nos hacemos responsables del desequilibrio causado por ignorancia, por indiferencia, por debilidad,..y buscamos el equilibrio del ecosistema en el que estamos por nuestra propia supervivencia y con el ánimo de cambiar nuestra relación con todo lo que nos rodea, con el ánimo de no producir sufrimiento de forma consciente y hacernos lo más consciente posibles del sufrimiento que podemos y nos podemos acarrear. Somos polvo de estrellas que se ha hecho autoconsciente y ello conlleva tomar consciencia de nuestros límites, nuestra finitud y nuestro carácter efímero. También de nuestra libertad y de las consecuencias de autoproclamarnos dueños y reyes de todo lo existente y de actuar sin consciencia, sin ver el sufrimiento que causamos a los seres sintientes. Ahora todos somos conscientes de ello. y somos libres, o así nos lo creemos. Porque cuando miramos hacia otro lado dejamos de serlo. El ser conscientes y libres nos hace responsables. Por ello no hay que culpabilizarse, ni lamentarse, sino autoproclamar el principio de responsabilidad ante todos los seres, no sólo los cercanos, sino los alejados y desconocidos; así como los no nacidos. La responsabilidad es apertura y acción. Culpabilizarse es paralizante, es autoflagelarse. Pero no es cuestión de discusión de palabras; sino de acción, sin preocuparse de si hay salida a la situación en la que estamos, sólo pendientes de causar el menor sufrimiento a los seres sintientes de ahora y a los no nacidos.

El Principio de Responsabilidad nace un poco antes de la Ecología profunda del Noruego  Arne Naes Naess. El padre del principio de responsabilidad es Hans Jonas, pionero de un ecologismo radical (es decir, que va a la raíz, no extremista, que es dogmatismo y fanatismo. El noruego Naess es archiconocido en los movimientos de la ecología profunda. desgraciadamente, aunque sus escritos son muy antiguos ya, no ha sido traducido al castellano. Yo lo conozco por ser citado en los libros de ecologismo en los que se hace referencia y se sintetiza su pensamiento. Por otro lado, un pensamiento muy necesario, tanto el de Jonas como el de Naess para que cale en los movimientos ecologistas actuales. Menos mal que tenemos a grandes ecologistas que lo han leído y estudiado a fondo en sus obras nos transmiten su pensamiento y no hubiesen sido posibles sin él. Todo ecologismo que caiga en el antropocentrismo y en la culpabilización, no es más que "más de lo mismo", pero de otra manera. Diego, estas cosas son las que su puedo aportar y difundir. Es mi acción, que para mí siempre ha sido un imperativo.

                                                                                                              18-11-22

La no dualidad, si lo queremos entender mejor, la ausencia de yo y, por tanto, la emergencia de la Consciencia es algo que está a la mano, tan a la mano que queda como en el punto ciego de la visión. Está absolutamente en la superficie. Ahora bien, la Consciencia, no es un sustituto del yo, entonces hemos cometido una falacia pre/trans (Ken Wilbert) espiritual. Una identificación de nuestro yo con la vacuidad y eso es un error muy frecuente en la new age. La Consciencia se nos muestra muy fácilmente. O la ausencia de yo. No hace falta meditar. Ahora bien, cuando la percibimos, por breves instantes y nos percatamos de ella, pues, en primer lugar, tenemos que hacerla estable. Y eso sí requiere paciencia, meditación, preparación. Generalmente, todos los caminos meditativos son dualistas. Se trata de buscar que no hay yo, pero lo hacemos desde el yo, por tanto, nunca lo alcanzaremos porque, desde el inicio, estamos estableciendo la dualidad. Se trata, por tanto, de cambiar la perspectiva, no de poner una intención en la meditación. Y esto se puede practicar de forma muy sencilla, como lo hizo Harding y lo explicó en su clásico: “Vivir sin cabeza”. Pero otro problema que surge es que, cuando no se está preparado para esta experiencia, pues uno, cuando la tiene, simplemente dice: vale, ¿y qué? Es lo más normal, vivir sin yo es una carga difícil de llevar, a no ser que haya, previamente, una preparación, entonces es alegría y puro gozo. Y a ello nos lleva la meditación. Cuando tenemos esa experiencia, ese vislumbre en breves segundos, o decimas de segundos, se nos muestra el rostro originario, pero no sabemos qué significa esto, ni que lo hemos tenido siempre delante. Es como mirar por una ventana en la que a la vez vemos lo de fuera, pero, también podemos ver nuestro rostro reflejado; pero no las dos cosas a la vez. Es decir, nuestro reflejo siempre está delante, La Consciencia, pero no la vemos porque el hábito nos la ha hecho invisible y lo que hacemos es ver tras la ventana produciéndose la dualidad y perdiendo la posibilidad de ver nuestro rostro originario.

                                                                                                              20-11-22

“Siempre feliz, siempre optimista, siempre exitoso…nuevos dogmas de una psicología que se hizo religión.” Paco Grande, Hendiduras.

Que duda cabe que el pensamiento positivo es de gran ayuda para fomentar estados de ánimo y emociones de expansión: alegría, amor, compasión generosidad. Pero, cuando el pensamiento positivo se convierte en dogma ignora la realidad que somos. Nuestras sombras y luces, demonios y ángeles, vicios y virtudes. El pensamiento positivo es buen instrumento para transformar nuestra sombra en luz, no para ocultarla o ensombrecerla aún más.

                                                                                                              23-11-22

“La humanidad avanza arrastrando el peso de su propio progreso. “En sus manos está que se cumpla la función esencial del universo, que es una máquina de hacer dioses.” Sin embargo, la humanidad ama así mismo el drama y los desenlaces inesperados, y el respeto de Bergson por la libertad le lleva a concluir su ensayo con una afirmación audaz: “No hay inteligencia, aunque se tratara de una inteligencia sobrehumana, que supiera decir a dónde iremos a parar puesto que la acción en marcha crea su propio camino, y al hacerlo crea las condiciones en que se realizará.” El universo no tiene leyes sino hábitos coma como todo lo vivo.” Juan Arnau. La invención de la libertad. p 192

                                                                                                              24-11-22

“La mayor perversidad de las leyes es servir a la injusticia.” Voltaire.

Todos los atropellos contra la humanidad se convierten en totalitarismos cuando están justificados por las leyes. Lo penoso es que, precisamente, esos grandes genocidios, ecocidios, asesinato de niños, niños soldados, trata de blancas,… prostitución se hace baja el amparo de la ley en los Totalitarismos. Pero, los totalitarismos, no nacen de un día para otro, sino que se hacen, se construyen y, en nuestra época, llegan a forjarse democráticamente. Hoy nos encontramos ante un totalitarismo del que no somos ni consciente, que nos hace pensar en que somos libres, pero simplemente, obedecemos. El cientificismo: la nueva religión, el Mercado: la ciencia económica convertida en dios trascendente, como si no estuviese sujeta al cambio y tendencias sociales. Una economía, que no es más que una visión económica más, convertida en ley universal que anula toda perspectiva y justifica el sistema judicial. Ello produce un genocidio silencioso que, cada vez más, resuena en los muros desquebrajados de la Civilización que nace en Occidente. No supimos interpretar la razón, eliminamos la religión y la espiritualidad, los mitos y los ritos y tuvimos que inventar dioses, mitos y ritos nuevos, como la Razón científica, las naciones, la emancipación de la humanidad, el nacimiento de un hombre nuevo…y todo para llenar ese vacío existencial, ese sinsentido. No calibramos el alcance de la Ilustración y, lo que nos pudo liberar, nos ha hecho más esclavos y nos ha llevado al colapso de la Civilización.

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“El modelo mecanicista tiene perpleja y confusa a nuestra civilización. Un modelo que debilita el pensamiento y lo hace zozobrar desde el fondo mismo del ser consciente. ¿Por qué habrían de ser irreformable las abstracciones científicas? Si para algo ha de servir la filosofía es precisamente para criticar los conceptos. En este sentido, la filosofía no es una ciencia más (un conjunto articulado de abstracciones) y su función será la de armonizar y contemplar la ciencia, incorporando a ella los testimonios de los grandes poetas y místicos y las experiencias estéticas y religiosas. La naturaleza no puede divorciarse de los valores o las emociones estéticas y religiosas. Witehead recuerda a Goethe cuando dice que “El color es un fluido vital y al mismo tiempo un objeto externo: ronda el tiempo como un espectro. Viene y se va. Pero a donde quiera que va es el mismo color. La montaña tiene con el tiempo y con el espacio una relación diferente a la que tiene con el color.” La vida, en todas sus formas es “huerto de valores.” Pequeños cultivos donde crece la generosidad o la nobleza la ira o el resentimiento. El recoge las semillas de estas dos iniciativas, el elogio de la atención y la reconsideración romántica de la naturaleza como experiencia.” Jua Arnau. “La invención de la libertad.” p. 208

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No cuestiono las neurociencias para nada, pero subliminalmente (cuando prueban los efectos de la meditación, la respiración, el yoga, la relajación,…) tienen un mensaje cientificista. Por eso es fácil caer en este reduccionismo cientificista. De forma muy sencilla: como la neurofisiología ha comprobado que la respiración o la meditación, o la oración, o no sé qué deporte al aire libre... produce un estado de alegría, de compasión, de vitalidad, de salud,... pues entonces queda probado que meditar es bueno, montar en bicicleta es sano, oler las flores, otro tanto...y así. No, el descubrimiento científico es interesante por sí sólo; pero, ni el pranayama, ni la meditación, ni el Thai chi, ni ver un anochecer,... necesitan de la ciencia para ser lo que son. Por eso he puesto el texto de Juan Arnau y la cita del psicólogo, no como crítica a lo que afirman las neurociencias, que me parece tremendamente interesante, pero no validan nada. Son discursos distintos, eso sí, pueden solaparse e integrarse. Pero ninguno valida al otro.

                                                                                                              25-11-22

“Los espectáculos se convierten en bálsamos. Por eso, cuando la psicología se convierte en espectáculo, sólo consuela, pero no cura.” Paco Grande, Hendiduras.

Yo no creo que la psicología, ni la psiquiatría curen, para ello habría que redefinir el concepto de enfermedad. Eso sí, alivian con ciertas técnicas, unas químicas y otras de otra índole. El psicólogo y el psiquiatra (ahora más el primero, la gente está harta de medicamentos y han descubierto que sólo alivian, pero ni llegan al fondo del problema y, es más, lo impiden, porque son como una especie de anestésico), hacen como de un nuevo sacerdote, sobre todo el psicólogo, con herramientas más finas, que te sabe guiar en el sufrimiento y te ayuda a salir de él. Pero en realidad, muchas de las enfermedades son de índole social y moral o ético. Hoy en día todo se ha medicalizado (el duelo, la tristeza, la soledad, la nostalgia, la genialidad, la diferencia, la euforia…, todos tenemos que cumplir un patrón) La psicología, por todos los medios, quiere pasar por ser un discurso científico, pero entonces se reduciría a neurofisiología. Y ésta a física. Incluso la física no cumple lo que llamamos método científico. Porque éste es una idealización a posteriori. Eso sí, funcionar, pueden funcionar. Y van de más a menos. Funcionan mejor, predicen con más certeza, las teorías físicas que las psicológicas. Pero todas funcionan. En el paradigma pragmatista utilitario en el que vivimos, pues basta con que algo funcione, para no darle más vueltas. A no ser que algo funcione, pero produzca un mal mayor o igual, o, simplemente otro mal; como es el caso de la medicación en psiquiatría (cuidado, no toda la medicación, ni en todos los casos. La medicación es necesaria y ha aliviado mucho dolor y, a algunos, les permite llevar una vida “normalizada”.) Cuando se habla cualitativamente y se habla de forma general, no se está dictando una ley. Las leyes pertenecen al lenguaje científico; y, ni si quiera éstas, sirven para todos los casos.

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Creo que el sentido común, que tiene algo que ver con el tercer nivel del conocimiento de Spinoza, no es medible; por tanto, se escabulle a la ciencia. Y, dentro de nuestra sociedad y sus valores, lo que no es tratado por la ciencia no es real o no existe. A mi modo de ver emerge de la Consciencia unificada de los cinco sentidos. Es Consciencia. El sentido común, a pesar de ser algo tan común y experienciable, entra dentro de lo inefable, a mi modo de ver.

                                                                                                              27-11-22

Son curiosas estas dos últimas intervenciones. La del cosmólogo Carl Sagan, que fue una figura determinante en mi vida, que es un materialista científico; sin embargo, en su obra divulgativa "Cosmos", que después se pasó a versión documental, pues subyace una visión cuasimística del universo. Con aquella frase de que "somos la voz de la fuga cósmica del universo", que aún sigo repitiendo y que, de alguna manera, tiene su sintonía con Spinoza. En Spinoza, el hombre, por el hecho de participar de uno de los infinitos atributos de la substancia infinita o Dios, el del conocimiento (que es a lo que se reduce el alma en el materialismo de aquella época), es esa substancia infinita haciéndose consciente de sí misma.

La cuestión es que, la consciencia es algo que escapa a la ciencia. Es decir, que podemos hablar de Consciencia y experienciarla, pero se escapa, de momento, a la metodología que usa la ciencia. Me pregunto, ¿no podría ser que se escapa porque el paradigma utilizado es el mecanicista materialista y reduccionista? Bunge, físico cuántico y filósofo era (falleció recientemente a los 100 años) "materialista emergentista", y aborda el tema de la consciencia (su hija es una neurofisióloga de prestigio y colaboraban juntos en el tema de la consciencia o la mente) desde este nuevo paradigma. Por supuesto, para él, la consciencia no es ninguna cosa separada de la materia. Más que nada porque ni la materia ni la consciencia, que emerge de ésta, son cosas.

Pasa como con el bioquímico Ilya Prigogine; este premio Nobel de Medicina, considera que para entender a nivel bioquímico molecular lo que sucede en la materia viva, es necesario abandonar el concepto de materia como cosa y hablar de procesos probabilísticos. Él propone llamarlos "Estructuras disipativas". De lo contrario es imposible explicar el surgimiento de lo vivo de lo inerte y de la consciencia a partir de reacciones bioquímicas entendidas desde el materialismo.

                                                                                                              28-11-22

«Lo supe siempre. No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ése es el precio que tienes que pagar: la soledad.»

-Chavela Vargas

El amor incondicional es conseguir eso. Es la labor del Bodhisatva, cosa harto difícil. Exige la ausencia de ego. Pero, como sabemos, por muy libre que nos creamos de egoísmo, el ego salta en una forma reactiva de forma inesperada y experimentamos: ira, celos, envidia, desasosiego.

Y renunciamos a la libertad por el miedo a la soledad convirtiendo el amor, la amistad,...en algo interesado. Quizás sea necesario así. Según el nivel de consciencia en el que estamos.

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Yo pienso que poner en el mismo saco al estoicismo, budismo y Schopenhauer, no es correcto. Sólo Schopenhauer participa de un pesimismo que le lleve a la tesis de anular el deseo. Para los estoicos hay que transformar la percepción. Y está también su teoría de los bienes deseables para una vida feliz, pero sin apegos. En el budismo, aunque hay muchos budismos, no se trata de eliminar el deseo. Es imposible; forma parte de lo que somos. Más bien es la aceptación de nuestra vulnerabilidad a través de los deseos los que nos llevan a transmutarlos en deseo de virtud, pero sin apego tampoco a la virtud. Somos todo lo que somos, demonios y ángeles incluidos. Rechazar algo es apegarse a otra cosa y autoengañarse. Es necesaria la aceptación con amor incondicional a uno mismo (sin rechazo ni apego), o conatus o alegría de vivir, que diría Spoinoza.

Respuesta a una crítica de Luis Roca

Bueno, a mí me ha dado la impresión de que los metes en el mismo saco. De todas formas, el budismo traído por Schopenhauer no es el budismo indio, que además había muchos, sino una lectura muy sesgada por su propia filosofía e, incluso, carácter. En la hermenéutica que se está haciendo ahora del budismo, en los estudios histórico-críticos, por ejemplo, lo que se llaman las cuatro nobles verdades nunca fueron dichas de esa manera por Buda. Porque es contradictorio con el discurso de la ausencia de conocimientos, conceptos y abstracciones. Su pensamiento es acción, praxis a partir de la observación del funcionamiento de la mente. Entonces, las verdades, se traducen mejor como "tareas". En nuestro caso, la tarea de tomar consciencia de que los deseos nos producen sufrimiento. Esa tarea no elimina el deseo, sino que elimina su automatismo, la reactividad inconsciente del desear, por apego o aversión. Y crear un hábito nuevo cultivando otras reacciones desde el "supuesto" del amor bondadoso, la compasión, la alegría y la ecuanimidad.

                                                                                                              29-11-22

“Si quieres escuchar la verdad sobre ti, tendrás que dejar de escuchar a los innumerables predicadores que nos asolan.” Paco Grande.

Bueno, esto se me antoja, por ir un paso más allá en el escepticismo, algo similar a la paradoja de Epiménides el cretense. Cuenta la anécdota: dice Epiménides el cretense: “Todos los cretenses son mentirosos”. La pregunta es si Epiménides dice o no la verdad. Es como la paradoja para cruzar el puente en El Quijote.

En resumen, ¿qué pasa si consideramos a Paco Grande un predicador?

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Gracias por ilustrar con esta este vídeo las referencias continuas que hago a Chul Han. Pero, como decíamos ayer, más en concreto José Luís, hay que estudiar. Y eso es leer, comparar, ejercer la reflexión y la crítica. Lo digo para que no se tome a Chul Han de forma dogmática. Hay muchos pensadores contemporáneos, unos más mediáticos que otros, que abordan la misma temática desde otra perspectiva. Estudiar es comprender, comprender es ver zonas oscuras de la realidad y de nosotros mismos. Comprender es ya una transformación interior que conlleva una actitud diferente ante el mundo, una praxis o acción diferente. Y, cuidado, la acción en el mundo es tan diversa como personas hay. Nadie puede erigirse, salvo si lo hace desde el juicio del que posee la verdad, cual es la forma justa de actuar. Puede ser, en un caso extremo, como el de Mailänder que el suicidio sea la forma de acción más coherente ante el mundo. Se puede participar de ello o no, pero primero ha de comprenderse y nunca erigirse en juez. Y, como buen escéptico, también se puede dudar de lo que digo, pero, mejor, es, por cuestiones prácticas, que nos sirva como un presupuesto, no como verdad; porque, al fin y al cabo, ¿Qué es la verdad?

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Cuando a los 28 años leí por primera vez a Cioran, comencé por: “En las cimas de la desesperación” y, francamente, me reía, a pesar de lo trágico que allí se exponía como pensamiento sobre el ser humano su naturaleza y su hacer. Si aquello me ocurría supongo que era porque, de alguna manera, lo que leía yo lo había vivido, pensado, pero no expresado nunca por escrito. Cioran se convirtió, para mí, en lectura cotidiana y leí toda su obra y me deleitaba cada vez más. Ahora bien, cada vez mi actitud era más seria, iba más hacia lo trágico y me conmovía. Quizás la primera lectura me sirvió como un espejo, siendo más maduro, me sirvió como reflexión sobre la condición humana. Pero, al comienzo de la década de los cincuenta, leí: “De santos y lágrimas”, la última obra no traducida de Cioran, y en este caso su lectura me conmovió hasta llegar a las lágrimas. Creo que en esa obra descarnada hay una puerta directa hacia la compasión a través del conocimiento y comprensión de la vulnerabilidad y debilidad del ser humano, de cada uno de nosotros. La comprensión de la condición humana y su vulnerabilidad, encarnada en cada uno de nosotros, nos lleva al máximo respeto hacia el otro, a comprender nuestras miserias (que es la compasión, el amor bondadoso o incondicional, no la lástima) y a acompañarnos mutuamente en la tarea de liberarnos del sufrimiento que por nuestra ignorancia nos infligimos e infligimos a los demás seres sintientes.

                                                                                                              30-11-22

Os hago una recomendación bibliográfica. Creo que es muy oportuna porque todos nos la hemos planteado y, seguimos haciéndolo y, es más, si hemos mordido la manzana, y no nos andamos con dogmatismos, lo seguiremos haciendo. Es el tema de qué camino espiritual, personal, de acción y de pensamiento seguir. Cuándo llegamos, si es que se llega a alguna parte. Es una obra que nos puede ayudar a desbrozar el camino. Es decir, a eliminar todo aquello con lo que se suele tropezar en el camino espiritual o de realización de la persona...Todos tenemos nuestras sombras. Mientras más profundizamos más luz encontramos, pero nos sorprenden nuevas sombras o las mismas que se nos cuelan con otra apariencia. Siempre seguirán los cantos de sirena. Incluso aquellos a los que consideramos muy iluminados, también las tienen. Otro factor importante es que este camino espiritual es común, no es posible una autorealización sin la realización de los demás. Y esa realización pasa, primeramente, por tener algo que llevarse a la boca, un techo donde cobijarse y demás. Es decir, no hay camino espiritual sin intentar eliminar la desigualdad, sin implicación ética, social y política. Lo contrario es un autoengaño, un callejón sin salida y narcisismo burgués y materialismo espiritual. El libro es: Mariana Caplan. “Con los ojos bien abiertos.” Ed. Kairos.

Una autora con solvencia que se ha llevado cuarenta años transitando e investigando las diversas tradiciones espirituales y psicológicas; y deshaciendo los engaños, mitos y demás que en estos nos encontramos. Desde patologías psicológicas, pasando por perversiones éticas, narcisismo, materialismo, egocentrismo. Muchas veces, todo ello, resultado de no haber sorteado bien las piedras del camino y haber caído en nuestro propio abismo. Un buen maestro, que puede ser cualquiera, incluido, por supuesto, un libro, es aquel que no te enseña doctrina alguna, sino que te acompaña en tu propio transitar por la vida y te avisa de cuándo puedes o has cometido un error.

                                                                                                              1-11-22

“La Nueva Era está ya muy trillada.”

“Aunque se lleven los mejores aparejos, no se puede bajar a una mina sin la preparación adecuada. Algo parecido pasa con el autoconocimiento. Con un exceso de carga técnica quienren muchos ahora encontrar oro.” Paco Grande.

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La cosificación e instrumentalización de la educación viene ya desde muy lejos. La educación, desde la revolución industrial y la instrumentalización de la razón, no es un fin en sí mismo, sino un medio de producir mercancía. Mano de obra que consume y se consume.

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El camino del autoanálisis, del conócete a ti mismo, de llegar a ser quien eres, de la autoindagación, de vérselas con la sombra, de la que somos parte y no podemos rechazar, así como nuestras virtudes, si las rechazamos o, reprimimos, en lenguaje psicológico, las mandamos a la sombra, requiere de muchas actitudes. Nuestras virtudes son bendiciones que nos permiten vivir y transmutar nuestra sombra.

Una actitud es un estado mental a través del cual te enfrentas al mundo, o ves e interpretas el mundo. Y, por tanto, produce una forma de acción. Lo curioso es que nuestros estados mentales vienen condicionados por multitud de factores, de causas y condiciones que nos son incontrolables. Pero no se trata de cambiar esas causas y condiciones, es imposible. Tampoco de ponerlas como excusa, entonces renuncias a tu libertad interior. De lo que se trata es de cambiar la acción en el mundo, en nuestro entorno, me refiero. Algunos podrán actuar sobre el mundo, pero son los menos y no hay que mirar esos objetivos porque se nos plantean como inalcanzables y producen una actitud negativa y, por tanto, la inacción. Así que lo que sí está en nuestra mano es potenciar ciertas actitudes. Hay muchas, pongo sólo tres. En primer lugar, la alegría, el entusiasmo. Ya sé que no están las cosas para tirar cohetes, pero si nuestra actitud es la tristeza, el miedo,… entonces no hay esperanza. Tenemos que cultivar una pasión, afecto o emoción, que nos viene dada de serie y es la alegría, que la mayoría la hemos perdido: cierto. Pero ahí está, sino ya no estaríamos aquí. Habríamos terminado con nuestra vida o nos habríamos convertidos en terroristas justicieros al estilo Unabomber. De la alegría surge la acción por sí sola. La alegría es expansión. Es amor de sí y de todo lo que nos rodea.

En segundo lugar, es necesario cultivar la paciencia. Las cosas no se transforman de un día para otro, los cambios que se producen, tanto externa, como internamente, aparecen como frutos consolidados después de ser sembrados, regados y cuidado con paciencia ilimitada. La impaciencia altera la serenidad, fuerza el propio fluir natural de las cosas. Es imposición y resistencia. Produce un tremendo desasosiego y, al final, abandono. Particularmente esta actitud me cuesta generarla en todas las dimensiones. El entusiasmo del principio me desborda, aún hoy en día que me acerco a la vejez.

El sentido del humor. La ironía, el humor y sano sarcasmo es imprescindible. La ironía crea distancia, desapego. Y, con respecto a uno, produce un distanciamiento que elimina nuestra falsa visión egocéntrica. Si somos capaces de vernos desde fuera, sobre todo a partir de los juicios de los demás sobre nosotros, algo muy difícil de aceptar, nos damos cuenta de nuestra verdadera dimensión. Dejamos de ser lo más importante, de ser portadores de la verdad y la justicia y abandonamos nuestro egocentrismo. Y esto produce una gran carcajada. Todo deja de tener el peso de ser demasiado importante y se vuelve liviano. Pero, el humor, la ironía, sólo es posible si nace de la capacidad de reírse de uno mismo, de lo contrario, no es humor; es sarcasmo malsano y cinismo en el sentido peyorativo (nunca suelo utilizar así este término, sino en su acepción filosófica originaria; ejemplificada en la figura de Diógenes el perro.)

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“La atención plena no entraña expulsar a trompicones los pensamientos ni edificar un muro en nuestro derredor para aquellos no inquieten nuestra mente.” Kabat Zinn.

Exacto, la atención plena es enfocar la atención, no eliminar, ni impedir. Atender plenamente, con un enfoque (concentración sólo en los pensamientos, en este caso), pero sin implicarse, ni identificarse, ni juzgar. Dejarlos estar y observarlos prestando especial atención al cuándo aparecen y cuándo desaparecen. Si se percibe esto -el vacío entre un pensamiento y otro- entonces la atención plena se convierte en una apertura de vislumbre de la vacuidad. Es decir, pasamos del Mindfulness a la Meditación. Gracias.

                                                                                                              6-12-22

¿Y qué me dicen ustedes de la Constitución? También hay que pronunciarse sobre el cuarto cuadrante: el nivel social y político entre otros.

Una farsa y un día de vacaciones. Una farsa que los populismos de un lado u otro quieren llevar al traste y con ello abrir viejas heridas.

La cuestión es que la constitución legitima la partitocracia oligárquica y, por ende, echa al traste la igualdad, libertad y fraternidad, que es lo que una constitución democrática debe garantizar en el nivel real de lo posible. Mientras se legitime la inmoralidad de los partidos, el sistema de desigualdad democrática y social, la ausencia de fraternidad, no podemos hablar, con seriedad, de democracia o con la cabeza mirando al frente. La democracia es Res (cosa, asunto) pública, no una oligarquía legitimada por la legitimación de los partidos. Y no hablo sólo de la democracia en España, sino del sistema democrático desarrollado en Occidente que vive en un espejismo de libertad adormecido por el opio del Mercado. ¿Cómo salir de esto?, pues ni idea. Más bien, la corrupción es tal y el desmantelamiento del antiguo estado de bienestar señalan el colapso civilizatorio en el que nos encontramos. Por tanto, todo está por construir.

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“Estudiar Filosofía sin ánimo de liberación es como acicalar un cadáver.” Thripura Rahasya.

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Hacia una república cosmopolita.

 

Ya que es el día de la constitución que supuestamente vela por la democracia, pues, como no es el caso: no hay igualdad de voto, no hay separación de poderes, no hay igualdad entre los ciudadanos, no hay libertad política porque hay partidos y disciplina de voto y muchas cosas más,... pues propongo un bosquejo, no de reforma, sino de revolución pacífica para cambiar nuestras conciencias y conquistar la libertad, igualdad y fraternidad a nivel cosmopolita

Si queremos democracia a nivel planetario o de la civilización hay que disolver las democracias actuales. El proceso en los países seguiría los siguientes pasos. Primero una abstención activa que genere consciencia política y la necesida de una conquista de la democracia y, con ello, de nuestra libertad y mayoría de edad; es decir, de nuestra Ilustración.. Segundo, si eso triunfa, autodisolución del régimen constitucional vigente. A partir de ahí bajamos al pueblo y se vota a representantes por zonas, ya sin partidos, que representen lo más fielmente al pueblo (que es una abstracción, pero es imposible la democracia directa) y, en toda la nación, sin privilegios ninguno (la corona ha sido abolida con el régimen, igual que el estado pseudo aconfesional) de regiones, ni supuestas naciones históricas. Estos representantes se reúnen para el proceso constituyente que dará a luz una constitución que ha de ser validada por el pueblo. En esa constitución deben estar los mecanismos de gobierno, la garantía de igualdad de voto, la separación real de poderes, los sistemas de control cuando hay abuso de poder y corrupción. Nada de eso hay en nuestra constitución y todo ello refleja una democracia. Nuestra constitución no garantiza democracia alguna.

El proceso es difícil y peligroso, como salir de la caverna. Aquí pasa lo mismo que con el tema de la economía neoliberal. Desde el Club de Roma, 1973, se viene diciendo que hay que poner límites al crecimiento: crecimiento cero o decrecimiento. De lo contrario el sistema colapsa. Como da miedo parar la maquinaría, y a las grandes fortunas y multinacionales no les interesa, y los partidos dependen de ellas, pues nos dejamos llevar por los felices 80, hasta que empiezan a emerger las crisis allá donde se habían propuesto las medidas neoliberales para rescatar las economías (Stiglitz), a la vez que la desigual mundial se ahonda, y el problema medioambiental se convierte en un problema total y ecosocial. Es la gran prueba (Riechmann habla del siglo XXI como del siglo de la gran prueba) que ha de salvar la humanidad. Ahora bien, seguimos cegados y empantanados en el mismo sistema que crea el problema. Y ese sistema va anulando la democracia y a los sujetos, que los va cosificando, aislando, instrumentalizando. Hay que plantearse la cuestión en el nivel Kantiano de una república cosmopolita, pero no ya como una reforma, sino como un renacer tras las cenizas del colapso civilizatorio en el que estamos. Todo ello pasa por la transformación de las consciencias de los ciudadanos, por una apertura al ecocentrismo y una salida del egocentrismo. Mientras tanto, como el barco se hunde inevitablemente, propongo ir salvando lo mejor que ha producido el espíritu humano y traspasar las fronteras egoicas y míticas en las que estamos instalados (eso es lo que significa una apertura de la consciencia)

Y esto es lo que nos podría llevar a la transición política que creara las bases de un nuevo sistema de producción y una nueva economía gobernada por la ética y la política y no al contrario.

 

El cambio en las falsas democracias se producirá, o bien por derrumbe incontrolado del sistema, que es lo que estamos viendo a nivel local y mundial; o bien, aunque nos parezca muy delirante -seguro que también lo pareció la democracia ateniense, el orden romano o la revolución francesa con la caída del Antiguo Régimen; por el derrumbe controlado del mismo. El Titanic se hunde. Dos opciones: o seguimos inmutables como los músicos o intentamos salvar a los viajeros de tercera clase y organizamos el salvamento de todo lo posible, aunque no todo podrá ser salvado.

 

                                                                                                              7-12-22

 

Ignorancia y narcisismo en la “espiritualidad” actual.

 

Vivimos una época trágica. En cambio, los accidentales bien acomodados, como si fuese una huida hacia adelante, cada vez nos preocupamos más por nosotros y olvidamos al otro. Cada vez padecemos más enfermedades, sobre todo psíquicas y no caemos en la cuenta de que éstas surgen del exceso de confort en el que vivimos instalados. Vivimos en un paradigma -unas anteojeras a través de las que miramos- que nos hace pensar que la única realidad es la científica, cuando la ciencia, ni si quiera existe como algo autónomo ni es el referente de la verdad, pero se ha convertido en ello. El hombre es un ser que necesita, como decía Ortega, algo a lo que atenerse, a lo que agarrarse; de lo contrario siente el vacío insoportable bajo sus pies y ese es el desasosiego, la angustia existencial. El precio de la autoconsciencia.

 

De tal manera que la ciencia, como cientificismo, y el pensamiento positivo (independientemente de lo valioso que tiene) se han convertido en el opio del pueblo. En la religión encubierta de esta sociedad descreída y falsamente atea. Esta sociedad carece de información, conocimiento y, sobre todo, sabiduría. Los nuevos sacerdotes son los psicólogos y los médicos. Unos salvan el alma, otros el cuerpo. En realidad, independientemente de su loable valor, ni la psicología, ni la medicina salvan. El único que se salva es uno a sí mismo. En el sentido de salvación como liberación. Ahora bien, hemos confundido la labor de los profesionales de la salud psíquica y física, como materialistas y descreídos que somos, con una tarea que nos compete a nosotros. Que duda cabe que la salud es importantísima, pero no necesaria (para nosotros, burgueses acomodados, sí se ha hecho necesaria y es en lo único que creemos) para la liberación. Por eso esta confusión es una creencia, una ideología, un sistema de control. Claro, aquí hay sus matices, no toda la ciencia y los científicos son reduccionistas y cientificistas y lo mismo sucede con los psicólogos, psicoterapeutas y psiquiatras. Pues bien, entre estos últimos, obedeciendo al pensamiento único, o ausencia de pensamiento, porque pensar es dialogar, se ha extendido, para los parabienes del sistema el pensamiento positivo. Éste tiene a la base la idea de la felicidad individual y que ésta llega con la actitud positiva ante sí mismo y ante el mundo. Lo primero que habría que hacer es distinguir qué es una actitud positiva. Ante el suicidio de un amigo o hermano, padre…, ¿Cuál es la actitud positiva? Ante el mal radical en la Historia y en el presente, ¿Cuál es la actitud positiva? “Sé fuerte, sigue adelante, ánimo, el tiempo lo cura todo…” u otras similares. Si se dan cuenta, el pensamiento positivo elude el pensar, elude nuestra sombra, el lado oscuro que todos tenemos. El pensamiento positivo, individualmente, es una cobardía, una comodidad o buscar, como dicen, nuestra zona de confort. Social, ética y políticamente es un desentenderse del otro. Es no darse cuenta de que existimos gracias al otro. Tomar consciencia de que la injusticia existe en el mundo y que, de nosotros depende el que sea evitada, con una actitud positiva, claro, con ánimo, esfuerzo y alegría. Esto último sí es pensamiento positivo. Pero el mirarse el ombligo, el decir que no hay que complicarse la vida cuando se nos dice que la vida es sufrimiento, dolor, enfermedad, muerte, guerra, injusticias…Que el derecho no existe, que lo hemos inventado. Nadie tiene derecho a la vida per se, o si no que se vaya a la selva y le diga a la serpiente de turno que él tiene el derecho a vivir. No, lo tiene viviendo en sociedades que se lo otorgan. Pero esto ha sido desde hace poco tiempo, dos siglos y pico, y en pocos lugares. La ignorancia de todo esto, el no ver “El corazón de las tinieblas”, que lo llamaría Conrand, nos lleva a una existencia en una nube, un sueño del que no despertamos porque ni si quiera somos consciente de él. Y esto alimenta el que el pensamiento positivo sea opio para el pueblo. La ignorancia de la Historia y de la Historia de las Ideas que fomentan las leyes educativas en todos lados hacen más viable ese pensamiento único o ausencia de pensamiento.

 

Lo tragicómico es que este pensamiento positivo de felicidad epidérmica y enlatada se de en un momento crucial de nuestra civilización, precisamente el momento de su colapso. Claro, esto explica, siguiendo además las explicaciones de Chul Han: psicopoder, sociedad del cansancio, infocracia,…el hecho de que, como ese mismo filósofo, al igual que yo, defienda que en realidad no es posible la acción. El pensamiento dirige la acción, pero si el pensamiento anula la acción porque no hay nada que hacer, puesto que ni se sabe que haya algo que hacer, ni se tienen las herramientas, ni las instituciones que otorguen el poder para hacerlo, pues no hay acción. Lo que queda es “Un grito en el desierto de lo real”, algo que escribí hace ya una década, desencantado de la posibilidad de la lucha política (a un nivel de ideas) y de acción en la enseñanza (en realidad la enseñanza para todos es un invento de la revolución industrial como sistema de producción de mano de obra. Vamos, que esto no viene de la LOGSE, ni de Bolonia.) Después de una década buceando en el mundo de la espiritualidad, de las tradiciones sapienciales, de la filosofía perenne, que para mí ha sido, es y espero que lo siga siendo, muy provechoso y me ha transformado, me encuentro que aquí también se cuecen habas. Estamos en las mismas: el materialismo y el narcisismo son la norma. La felicidad individual como objetivo es el fin último, la realización. Gran parte de la espiritualidad de hoy en día es como una venda que nos impide ver el dolor del mundo. Cuando realmente, es la dimensión ética del hombre y su dimensión espiritual las que nos permiten acceder al otro, a su dolor y a su alegría. Y que no es el narcisismo, sino un sano amor propio el que hace que nos veamos reflejados en el otro: en sus carencias, necesidades, ilusiones, miedos,…lo que nos salva. Lo que nos convierte en una inteligencia colectiva, en unidad íntima sintiente (tanto de la alegría como de la tristeza) de la humanidad y de la tierra a la que pertenecemos y de la que nunca hemos salido, aunque nuestros sueños de grandeza, convertidos ahora en pesadillas, nos lo hayan ocultado. Sin responsabilidad no hay posibilidad de redención, de cambio, ni revolución. Sin conocimiento no hay posibilidad de responsabilidad. La ignorancia, haciendo coincidir a Sócrates y Buda es el primer veneno del alma. Si no sanamos la ignorancia, no sanamos nada. ¿Queda alguna posibilidad para que la ignorancia (no saber que no se sabe: inconsciencia) pueda superarse mínimamente para dar margen a la acción colectiva?

 

                                                                                                              8-12-22

 

«No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos. No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo creen. No creáis en nada sólo porque así lo hayan creído los sabios en otras épocas. No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os inspira. No creáis en lo que dicen las Sagradas Escrituras sólo porque ellas lo digan. No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano. Creed únicamente en lo que vosotros mismos habéis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen de la razón y a la voz de la conciencia». Buda.

 

Buda decía: “la verdadera sabiduría reside en la capacidad de poner fin a la identificación, el odio y la ilusión.” Citado por Álvaro.

 

El primer texto nos habla de la necesidad de prescindir de todas nuestras ideas, conceptos, teorías, creencias. Es una duda radical, al estilo de la epojé escéptica. Lo que pretende es que el conocimiento sea experiencial, que no proceda ni de la tradición y que no sea un conjunto de teorías, e ideas que nos muestran la realidad a través de ella. Si se quiere seguir la senda de la búsqueda de la verdad, es necesario prescindir de toda verdad preconcebida, de todo sistema teórico. Eso implica, en última instancia, prescindir de tu yo (ego) porque éste se sostiene en el sistema de creencias. Cuando Sócrates sigue el consejo del Templo de Delfos: “Conócete a ti mismo”, es esto precisamente lo que hace, pero al hacer esto llega al famoso: “sólo sé que no sé nada”. Es decir, que todo lo que creía saber es meramente conjetural, hipotético, relativo y sin un soporte último. Vivencialmente esto es un desapego de todo; es decir, la eliminación del ego, de los pensamientos. Es una gran liberación, ya no hay pensamientos que nos dirijan o que nos condicionen y, entonces el yo vuelve a su función originaria y deja de ser el que mueve los hilos del que creemos ser, de nuestros actos y estados emocionales. Se convierte en el yo funcional y adaptativo, una estructura que habita (no es cosa) en todo el cuerpo. La liberación es el llegar VIVENCIALMENTE, al sólo sé que no sé nada. Esta situación puede producir un estado de pánico en lugar de la liberación. De ahí que haya una tremenda resistencia y sea una labor ímproba. Pero si se consigue, y éste es el segundo texto, entonces nos damos cuenta de la ilusión o ignorancia en la que habíamos estado. Nos percatamos de que la realidad tiene el sentido, la forma, la textura que le damos a través de nuestro sistema de creencias. Y eso produce ciertos estados emocionales. Estados emocionales que nos llevan al sufrimiento, a nosotros y a los demás: como son la ira y el odio. Si no hay un conjunto de ideas que nos produzcan determinados estados emocionales, que saltan inconscientemente como respuestas a estímulos neutrales, pero pasando por el tamiz de las ideas, no habrá reactividad, ni odio, ni ira. Entonces podremos actuar desde la libertad y desde las emociones saludables, que proceden todas del amor bondadoso y de la alegría. Es muy importante quitarles importancia a nuestras ideas y cultivar el amor y la alegría dentro de uno mismo. A medida que el amor y la alegría crecen dentro de nosotros, la realidad que nos rodea se transforma, nuestro ego deja de ser el protagonista y emerge el nosotros con más fuerza. La alegría y el amor, por sí solo son contagiosos, pero, además, impulsan a la acción. A producir el cambio en el mundo que nos rodea.

 

                                                                                                              10-12-22

 

"La ignorancia siempre ha sido atrevida; ahora, además, es arrogante." Paco Grande.

 

La arrogancia se deriva de la ignorancia. Es como una protuberancia de ella. El ignorante, que no sabe que no sabe; cuando cree saber, se hace petulante y arrogante. Y la arrogancia es muy peligrosa porque nos convierte en seres descabezados que se atreven a actuar sin conocer las consecuencias de sus actos para sí y para los demás. Pero resulta que los actos que proceden de la ignorancia siempre producen sufrimiento. Es necesario sanar la ignorancia (entiéndase siempre como el no saber que no se sabe. Cuando sabemos que no sabemos, ya no somos ignorantes y nos hacemos responsables de nuestro hacer o no hacer; para empezar el acto de adquirir saber que comienza por desenmascarar todo aquello que pretendemos saber.) Esto es salir de la caverna y es doloroso, difícil y peligroso. Lo mismo que lo será volver a ella. La vida ni es un camino de rosas, ni es un camino de espinas, pero requiere que nos hagamos cargo de ella. Y, entonces, paradójicamente, la vida deja de ser una carga, se hace una, o nos disolvemos en ella, fluimos, wu wei, porque somos ella. Y ese wu wei, fluir, atraviesa luces y sombras, pero sin resistencias.

 

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“No sufres porque las cosas sean impermanentes. Sufres porque crees que las cosas no son impermanentes.” Ticha Naht Hahn

 

“No son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nosotros nos decimos sobre esas cosas”. Epicteto. Esclavo romano que se hizo filósofo estoico y se hizo libre en el sentido material, de pensamiento y espiritualmente. Hay muchas semejanzas entre estoicismo y budismo. entre otras la falsa comprensión que se ha tenido de ellas (su psicología y filosofía) como pesimistas. Cuando son realistas radicales que ofrecen una salida optimista a nuestro sufrimiento.

 

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“La democracia es el régimen que regula lo incierto, el totalitarismo se basa siempre en certezas.” Claude Lefort.

 

Gran pensamiento contra los totalitarismos. La democracia surge de la posibilidad del diálogo. Éste presupone que, si dialogamos es que no hay certeza, ni nadie se alza con la razón. La razón, el Logos, es lo común, es de todos. Es la conquista griega que se alza como piedra angular de nuestra civilización. Pero la democracia, que se basa en la dialéctica pronto degenera por la propia ambición humana y se convierte en retórica. Aquí ya no hay diálogo, sino un discurso que pretende mover a las pasiones humanas para controlar sus pensamientos y de esa manera, controlar su acción. La retórica está en las manos de los que quieren el poder sin el diálogo. Es una fisura inevitable de la democracia debido a la debilidad humana (ambición y pereza de querer y asumir el peso de ser libre.) Cuando los que utilizan la retórica llegan al poder estamos en el fin de la democracia. Asistimos a un totalitarismo encubierto. No gobiernan ni las personas, ni las ideas, sino las palabras que conmueven, en lugar de convencer por el logos, a los ciudadanos. Entonces los ciudadanos comienzan a ser ciudadanos-vasallos, hasta que terminan siendo sólo vasallos. Pero lo trágico del asunto es que, a medida que se es más vasallo sometido por el poder de la retórica, que no son sólo las palabras, se es más ignorante del estado de esclavitud en el que se vive; con lo cual se hace más difícil salir de este estado.

 

Este minianálisis fenomenológico no pretende ser pesimista, ni un pensamiento agorero. Todo lo contrario. Surge de un pensamiento positivo y del ansia de libertad. Es un grito por la dignidad humana, por recuperar los derechos que en día se conquistaron y que estábamos en vías de realización. Si somos capaces de pensar en nuestra libertad, en escucharnos a nosotros mismos, en desaprender, en apagar los medios de control masivos de las consciencias, si nos atrevemos a ser libres y todo lo que ello conlleva,…entonces recuperaremos el ideal del LOGOS, como aquello que ocupa el lugar vacío del ágora y que, por eso, no le pertenece a nadie y es común a todos. Así podremos reconstruir una vida social basada en el diálogo, el consenso, la certeza de que no hay certezas, ni si quiera las científicas, que hoy en día son la moda tras la muerte de Dios. La ausencia de certeza por imposibilidad de los límites humanos del conocimiento es la base de la posibilidad del diálogo o dialéctica. La dialéctica es la garantía de las diferentes formas que tiene la democracia de desarrollarse. Y la democracia, que surge de asumir la carencia humana, de tomar consciencia de nuestros límites, es la garantía, si es pensada así, de la dignidad humana. Luego vendrá el problema de cómo organizamos esa democracia, qué instituciones creamos, quiénes y cómo administran, no desde el poder -porque todo poder asume una distancia con respecto a la razón, se separa de ella, tiende a hacerse absoluto; de ahí que el poder corrompa-…para garantizar la libertad y la dignidad (somos sujetos de derechos, no objetos instrumentalizados por ningún tipo de poder) del ser humano.

 

                                                                                                              11-12-22

 

"Aquello que llamamos filosofía es, en realidad, nuestra vida, nuestra capacidad de sentir, nuestro íntimo anhelo, la invitación a convertirnos en sabios en el amor, en el cuidado de nosotros mismos, los otros, el mundo y la vida. Este anhelo lo podemos avivar. Aquí encontraremos un hogar y una calidez que nos acompaña, da sentido y cuida. Recordemos que salud viene de salus o salvatio y consiste en estar en condiciones de poder superar un obstáculo. Filosofía no es otra cosa que esta vida y el recorrido que vamos haciendo mientras la vida nos va viviendo." Nacho Bañeras. La revuelta íntima del corazón. P. 6

 

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Estoy de acuerdo, pero creo que transformar el mundo que tenemos tiene dos dimensiones. Una la de ir afinando las instituciones y reduciendo mínimamente el poder y, otra, que es radical, pero no por ello inmediata, es la de transformarnos a nosotros mismos. Sin la transformación de nuestra consciencia, que se encuentra en un estado mítico egoico de pertenencia o excluyente, siguiendo a Ken Wilber, toda transformación política e institucional no nos lleva a ninguna parte. No produce realmente una transformación. En última instancia las instituciones las llevan personas y lo mismo los que administran el poder, pero si estos, y la ciudadanía en general, no cambian hacia un estado racional y libre de consciencia, seguirá habiendo poderosos que abusen del poder y ciudadanos que estén mejor siendo esclavos, obedeciendo consignas e ideologías nacionalistas y separatistas, frente al cosmopolitismo, la fraternidad y la libertad pública y privada. Esto requiere esfuerzo por parte de todos y valor. Aquí Kant “¿Qué es la Ilustración?” sigue estando vigente.

 

Nos creamos-renacemos cada vez que pensamos. Los pensamientos producen un estado de ánimo y estos una acción. Luego se produce un feedback o retroalimentación. De ahí que hay que observar continuamente nuestros pensamientos y nuestros estados de ánimo. Ver qué pensamos y cómo este pensamiento modifica nuestro estado interno y nuestra conducta. Observar cómo nuestro estado de ánimo retroalimenta un pensamiento oculto en nuestro inconsciente. A medida que vamos siendo, vamos desapareciendo-muriendo y renaciendo. Pero hay un fondo, una Consciencia Testigo que nos permite un buen renacer. Sólo hay que observar para tomar la mejor elección. Y esa elección es la que hace posible la transmutación de la oscuridad en virtud, según Spinoza. O alumbrar la sombra, según Jung.

 

                                                                                                              12-12-22

 

"El verdadero camino espiritual se halla en la encrucijada de la realidad, no en el laberinto de la muerte." Paco Grande, Hendiduras.

 

Mientras que nos perdemos en los laberintos de la mente, en sus vericuetos, en sus elucubraciones y teorías, necesarias, pero no hay que quedarse en ellas porque uno se pierde y cae en el orgullo, la vanidad y en forjarse una caricatura de la realidad a su medida, nos quedamos petrificados en la encrucijada de la realidad. La realidad requiere acción. Pero la acción requiere un pensamiento y un estado mental-emocional. Habrá equilibrio entre el pensamiento y la realidad que vivimos cuando experimentamos la no resistencia. Pero todo ello requiere de nuestro pensamiento y de permanecer, el justo tiempo en él, para pasar a la acción. Cuidado con la acción, que hay muchos tipos de acción, no la que cada cual se pinta en su pensamiento e intenta imponer a los demás. El problema es cuando nos quedamos petrificados en las encrucijadas que, cada momento, nos plantea la realidad y a las que respondemos, habitualmente, de forma inmediata, casi intuitiva. Lo malo es cuando nos quedamos en esa situación de no hacer, no saber ni qué pensar. Entonces es cuando nos perdemos en los laberintos de la mente y nos construimos todo un mundo interior para intentar dar respuesta en el que nos extraviamos sin ser capaces de distinguir entre la “realidad” y “nuestra ficción.”

 

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De una carta a Jorge Riechman.

P.D. Gracias por tu opinión sobre el artículo. Está escrito para un periódico de la región en el que escribo desde que se fundó. También escribí uno sobre el tema de los científicos y su rebelión pacífica. Es la manera que tengo, desde mi entorno más cercano, de actuar mientras el Titanic se hunde; utilizando tu metáfora. Sí, es ahí donde más se ve esa tendencia. He leído, más o menos, toda tu obra. A veces pienso que la sabiduría está en el silencio, como dice Iñake Preciados, que sostiene el Taoísmo en su obra: "Los libros del Tao. La ruta del silencio." Quizás sea cierto. Pero se puede estar en silencio interior, en una profunda paz, y, sin embargo, el anhelo de justicia y de salvar lo bello y maravilloso que ha producido la humanidad te impulsa a hablar; aunque uno piensa que grita en el desierto. No lo veo como un deber kantiano, no es un imperativo; es algo que surge de dentro y fluye con alegría, como diría Spinoza. Desde un discurso absoluto uno está en la calma, el silencio, la vacuidad, ni bien ni mal, lo que hay es lo que acaece, desde un discurso relativo uno se mueve, por necesidad, en la plaza del mercado (budismo zen) o la caverna y allí ha de bregar con la ignorancia, el odio y la agresividad humana, pero desde la compasión de un Bodhisatva. 

 

                                                                                                              13-12-22

 

"El camino espiritual se inicia como alpinista y se concluye como espeleólogo." Paco Grande.

 

 

 

Me acabo de encontrar este fantástico texto de una joven filósofa con el que, cuando era joven, me hubiese sentido plenamente identificado. Ahora pienso, o lo siento, que la trascendencia e integración del artista, el místico, el filósofo,...pasa por su inadaptación al mundo normalizado, por la aspiración a lña infinitud y culmina en la vuelta a la caverna, a la plaza del mercado. Y, curiosamente, es esto lo que viene a decirnos Paco Grande en su aforismo. La huída a la infinitud, si bien necesaria, si se hace permanente, o es escapismo, o es psicosis. Somos humanos y entre los humanos, nos realizamos, nos cueste más o menos. Mientras menos nos cueste (menos juicios negativos) más habremos integrado y comprendido la naturaleza humana y a los hombres en concreto.

 

 

                                                                                                              15-12-22

 

La sombra y la integración del mal

 

“Si después de mucho tiempo no puedes cambiar un defecto personal o una circunstancia, considéralo un mensaje de Dios.” Paco Grande.

 

Podría tener muchas lecturas, pero ya que andamos con la sombra y son aforismos de la individuación pues debe estar relacionado con ella. Mensaje de Dios es lo enigmático. Dios puede ser tomado por la sombra o, más en concreto, por la sombra o el inconsciente colectivo. Los arquetipos de la humanidad. Y, curiosamente es algo de lo que quería hablar hoy.

 

“La sombra.—Hace mucho tiempo que no te oigo hablar; quiero ofrecerte la oportunidad de que lo hagas.

El caminante.—¿Quién es? ¿Dónde hablan? Me parece que me oigo hablar, aunque con una voz más débil que la mía.

La sombra.—(Tras una pausa) ¿No te agrada tener la oportunidad de hablar?

El caminante.—¡Por Dios y por el resto de cosas en las que no creo! ¡Es mi sombra la que habla!: la estoy oyendo, pero no me lo creo.

La sombra.—Supongamos que así es. No pienses más en eso. Dentro de una hora habrá acabado todo.

El caminante.—En eso precisamente estaba yo pensando, cuando en un bosque de los alrededores de Pisa vi unos camellos, primero dos y luego cinco.

La sombra.—Bueno será que tanto tú como yo seamos igualmente pacientes con nosotros mismos, una vez que nuestra razón guarda silencio; de este modo, no usaremos palabras agrias en nuestra conversación, ni nos pondremos reticentes el uno con el otro si no nos entendemos. Si no se sabe dar una respuesta completa, basta con decir algo; es la condición que pongo para charlar con alguien. En toda conversación un tanto larga, el más sabio dice por lo menos una locura y tres estupideces.

El caminante.—Lo poco que exiges no es muy halagador para el que te escucha.

La sombra.—¿Es que tengo que adularte?

El caminante.—Yo creía que la sombra del hombre era su vanidad y que, en tal caso, no preguntaría si había de adular.

La sombra.—Por lo que yo sé, la vanidad del hombre no pregunta, como he hecho yo dos veces, si puede hablar: habla siempre.

El caminante.—Observo que he sido muy descortés contigo, querida sombra, aún no te he dicho cuánto «me agrada» oírte, y no sólo verte. Tú ya sabes que me gusta la sombra tanto, como la luz. Para que un rostro sea bello, una palabra clara y un carácter bondadoso y firme, se necesita tanto la sombra como la luz. No sólo no son enemigas, sino que se dan amistosamente la mano, y cuando desaparece la luz, la sombra se marcha detrás de ella.

La sombra.—Pues yo aborrezco la noche tanto como tú; me gustan los hombres porque son discípulos de la luz, y me alegra la claridad que ilumina sus ojos cuando esos incansables conocedores y descubridores conocen y descubren. Yo soy la sombra que proyectan los objetos cuando incide en ellos el rayo solar de la ciencia.” Nietzsche “El viajero y su sombra”

"Hoy, como en cualquier época, es importante que el hombre no pase por alto el peligro del mal que acecha en él. Por desgracia, es un peligro demasiado real, y por lo tanto la psicología debe insistir en la realidad del mal y rechazar toda definición que quiera concebirlo como insignificante o incluso inexistente. (...) »No es fácil llamar a lo que en nuestros días (siglo XX) ha sucedido y sucede en los campos de concentración de los estados dictatoriales, una "falta accidental de perfección"; sonaría como un escarnio[6]." Jung.

 

 

La sombra, como arquetipo junguiano representa todo aquello que hemos reprimido, sea bueno o malo para nosotros y los que nos rodean, con el fin único y último de adaptarse a las circunstancias que en determinado momento de la infancia nos tocó vivir. Por tanto, la sombra es una construcción para nuestra supervivencia. El problema es que, al ser la sombra, no la conocemos, es lo inconsciente. El trabajo con la sombra es sacar a la luz lo que en ella se encuentra. Y a esto se le llama el proceso de individuación. Porque no se trata de sacar mecánicamente algo a la luz, sino de integrar aquello que nos va a doler cuando lo reconozcamos. El primer paso es el de reconocer la existencia de la sombra como tal. Eso es ya un gran choque. Descubrir que hay algo, muy grande que está determinando el conjunto de nuestras creencias, la base de ellas totalmente, nuestras emociones, la forma de sentir al otro y al mundo (en definitiva, nuestra incapacidad de acceder al otro, porque a la base está el miedo a que el otro pueda tocar nuestra herida originaria) y nuestra forma de actuar.

 

Estoy poniendo un esquema y no la forma de trabajo; es decir, qué herramientas se pueden utilizar. En segundo lugar, una vez identificada nuestra sombra toca comenzar a trabajar con ella; así, hay que integrarla, de lo contrario nos hayamos en una situación muy delicada; porque cuando no reconocíamos la sombra, éramos totalmente inconsciente de ella, pues nos poníamos nuestra máscara y representábamos los papeles que nos hayan tocado interpretar; esto es, los que nosotros mismos nos fuimos fabricando para sobrevivir y proteger nuestra herida. Pero, en esa situación de inconsciencia, en la que se haya la inmensa mayoría, ni hay consciencia de la sombra, ni de la máscara. Es decir, que no se sabe que se interpreta un personaje y que es a través de la máscara como nos relacionamos con nosotros mismos (nos identificamos con él), con los demás y con el mundo.

 

Cuando tomamos consciencia de la sombra hay que vérselas con los contenidos de ella, en segundo lugar. Todo el proceso está guiado por la valentía y por la necesidad, el ímpetu de conocerse a sí mismo. Lo que decía Jung llegar del personaje al Sí mismo. Y esa es la individuación. Uno no se disuelve en el Sí mismo, hay una individuación, una singularidad dentro del Sí mismo, sin que deje de ser el Sí mismo. Cuando la identificación es total, entonces lo que hay es un escapismo, una huida de nosotros mismos, de los contenidos de nuestra sombra y un refugiarse en una ilusión que es la del “sentimiento oceánico” de la que hablaba Freud. Nos fundimos con la totalidad y nos olvidamos de nuestro yo, o nuestra individualidad. En otras palabras, nos negamos a atravesar la “noche oscura del alma”, que es el proceso de individuación. De ahí la necesidad de valentía y de un afán incansable de conocerse a sí mismo, de seguir hasta el final de nuestros días, el mandato de Delfos: “Conócete a ti mismos y conocerás a los demás y a los dioses”. Cuando empezamos a vérnosla con los contenidos de la sombra empezamos a ver todo lo reprimido. Es decir, que no sólo vemos e identificamos la sombra, sino, nuestra sombra individual e irrepetible. Cada cual tiene su sombra, aunque haya arquetipos comunes, pero el contenido de esos arquetipos variará. Nos llevaremos grandes sorpresas, unas procedentes de todo aquello negativo que escondimos en la sombra y otras de aquello positivo que, desgraciadamente o, por necesidad, tuvimos que reprimir; pero que ahora afloran con fuerza y vigor y nos permitirán una autorealización mayor, más auténtica. En cualquier caso, el reconocimiento de la sombra y el trabajo con sus contenidos nos transforma y nos va llevando por el proceso de individuación hacia nuestro Sí Mismo (anima o animus), nuestro Ser auténtico. Y, por primera vez, durante este proceso, experimentaremos una apertura al mundo. Una relación con éste, con nosotros mismos y con los demás desde nuestro propio Sí Mismo, no desde la máscara. De ahí que nuestra vida deje de ser un sepulcro blanqueado, deje de ser hipocresía inconsciente o ignorancia y se convierta en algo auténtico. Este proceso de individuación no termina nunca, al menos en la mayoría de los que lo inician, pero sus frutos, aunque surjan del dolor, de las crisis sucesivas que la vida por sí misma nos da, más la individuación, nos traen y son cada vez más abundantes y jugosos.

 

Pero aquí no se acaba la sombra. Algunos, por ser más sensibles, no por méritos propios, sino porque las circunstancias y su sombra, que procede de ésta, más la carga genética, los han hecho así; se las tienen que ver, nada más y nada menos, que, con la sombra colectiva, el inconsciente colectivo. Y esto son palabras mayores. Han de ser capaces de integrar el Mal, con mayúsculas. Es decir, reconocer, sentir, vivenciar, el Mal como algo connatural a nuestra individualidad. Al Ser que Somos. También, igual que en la sombra individual, están las virtudes humanas, por supuesto, además, lo mismo que en el trabajo con la sombra individual, nos van a servir para transmutar (como en Spinoza) nuestros demonios en ángeles, los vicios en virtudes. Pero, en el caso de la sombra colectiva se trata de hacerse cargo del mal de otro, de la humanidad en su totalidad, pasada, presente y futura: del hambre, la pobreza, los genocidios, la corrupción, los maltratos, la envidia, los celos, el odio, el sistema capitalista (u otros) que ahonda las desigualdades y las injusticias, el deterioro del planeta hasta el límite, no sólo de acabar con millones de especies, que, en sí, todas tienen el mismo valor, sino con nuestra propia especie, que es igual a las demás pero tiene consciencia de sí misma y de las demás. Nuestra especie, siendo evolutivamente igual que las demás, tiene la singularidad de la autoconsciencia; esto la convierte en una especie a través de la cual se manifiesta, no solo la consciencia; sino el ser de la Consciencia Universal, porque lo primero ocurre en cualquier ser: mineral, vegetal o animal, pero la autoconsciencia de la Consciencia Universal es lo característico del homo sapiens. Esto no quiere decir que sea superior. Esto último es una confusión del propio hombre y procede, precisamente, de su sombra.

 

"En este sentido, la escritora Connie Zweig y el terapeuta junguiano Jeremiah Abrams (1998, p. 21) afirman que: "La sombra colectiva -la maldad humana- reclama por doquier nuestra atención: vocifera desde los titulares de los quioscos; deambula desamparada por nuestras calles dormitando en los zaguanes; se agazapa detrás de los neones que salpican de color los rincones más sórdidos de nuestras ciudades; juega con nuestro dinero desde las entidades financieras; alimenta la sed de poder de los políticos y corrompe nuestro sistema judicial; conduce ejércitos invasores hasta lo más profundo de la jungla y les obliga a atravesar las arenas del desierto; trafica vendiendo armas a enloquecidos líderes y entrega los beneficios a insurrectos reaccionarios; contamina ríos y océanos y envenena los alimentos con pesticidas invisibles." José González.  "Cómo integrar tu sombra." P. 81

 

Así, vérselas con la sombra colectiva es tener que integrar el Mal radical que se nos presentará en forma de arquetipos, pero esto ahora no viene al caso, tan solo el del Héroe que es el Arquetipo de los arquetipos en este nivel. La cuestión es que la integración del Mal colectivo es saber, comprehender, que el mal que hace el otro lo hace, de alguna manera, por mi participación (por acción u omisión) Pero, claro, esto nos lleva más lejos. El mal que hace el otro, por muy Mal radical que sea (genocidio, maltrato, violaciones masivas, desigualdad social y económica…) habita dentro de mí. Yo no soy yo sin ese mal. Negarse a admitir esta realidad, como negarse a admitir nuestra propia sombra, que es en realidad lo que hacemos, nos pone en una situación peligrosa psicológicamente, porque ya no estamos en la ignorancia, sino en el saber que se niega a sí mismo, o bien que se acepta con todas las consecuencias. Si nos negamos caemos en una disociación que nos hace cínicos o narcisistas, rencorosos, resentidos, odiamos a la humanidad y a nosotros mismos, en el fondo. Y, en el peor de los casos, la imposibilidad de integrar la sombra nos lleva a la psicosis y la esquizofrenia. (No intento reducir las enfermedades mentales a una mala integración de la sombra; sino que es un modelo más que nos ayuda a entenderlas y, sobre todo, a la psicoterapia. Por supuesto, en combinación con otra, o con medicación añadida, si así lo considera el especialista)

 

Pero la tarea es la de integrar esa sombra. Y éste es el viaje a los infiernos. Es el viaje del héroe que dura toda su existencia y que no sabe si morirá en cualquier momento, porque el camino está lleno de peligros. Como la salida de la Caverna de Platón y su vuelta. Es el viaje de la salida de sí para volver al Sí Mismo Universal, como Consciencia, no sólo de uno mismo, sino de la humanidad y el mundo. Ya lo decía la sentencia del templo de Delfos, todo esto es muy antiguo y recorre el trasfondo de toda la historia, pero no la historia de los vencedores, sino la que se ha ido ocultando, reprimiendo. También se toma consciencia de esto y se integra. Uno ni forma parte de los vencidos, ni de los vencedores, sino de los dos. Integrar es armonizar, nunca polarizar y, menos aún, negar o ignorar alguno de los polos. Integrar es vivir el Bien y el Mal dentro de sí. Viéndose con la capacidad de cometer las mayores atrocidades que uno pueda imaginar. No se trata de un cuento de niños para asustar, sino de una realidad que asumir o integrar, como se dice en la jerga. Todos hemos hecho cosas que ya habíamos pensado que eso nunca lo podríamos hacer, y un día, sin saber por qué, lo haces. Pero no es sólo el hacer, que no es más que la punta del iceberg, todos tenemos deseos y pensamientos inconfesables. Algunos tan inconfesables que hasta nos los hemos ocultado a nosotros mismos. Es decir, que hemos negado nuestra propia naturaleza y vivimos en la fragmentación de nuestro yo, en la desintegración. Dar luz a esas tinieblas, bajar al infierno de nuestra naturaleza humana es el primer paso de la individuación de la sombra colectiva, de la integración del Mal radical. Y salir con vida de ese infierno, parte del viaje del héroe, es nuestra gran liberación y, de alguna manera la liberación de todo lo demás. De ahí que el Budha dijera: “He alcanzado la iluminación y conmigo todos los seres del universo.” Esto es, sería como una especie de redención. De ahí que Jesús, o Dionisos y muchos otros dioses mistéricos…, tengan que bajar a los infiernos y sufrir toda clase de tentaciones (el Mal) para redimir a sus semejantes. Pero esta redención no es la que se entiende por parte de los vencedores de la historia, que no han integrado el mal, lo viven cínicamente (ésa ha sido su salida, no es que no lo conozcan, sino que les ha faltado valor y han sucumbido a las tentaciones. Pero esto también es comprensible en la medida que forma parte de nuestra naturaleza), sino que consiste en mostrar que todos podemos redimirnos, utilizando el lenguaje psicológico junguiano, que todos podemos integrar la sombra del Mal universal. Y esa es nuestra autorealización. La armonización, en el Sí Mismo del Yin y el Yang. Entonces es cuando podemos hablar de fluir, porque en realidad somos Uno, pero diferenciado, individualizado, con la naturaleza, con los otros y con el universo. Pero, insisto, todo el que se haya tropezado con la sombra de la humanidad, además de sanar-integrar su sombra, ha de hacer lo mismo con la sombra colectiva y ello consiste en la integración del mal; lo cual supone un viaje al inframundo (como anunciaba Parménides y se nos habla en las religiones mistéricas del Mediterráneo, entre ellos, los famosos misterios Eleusinos.) Éste viaje es el del héroe. Arquetipo fundamental y que hay que reinterpretar. El héroe no es el que se nos ha hecho ver por la cultura de masas. El que representa al bien y lucha con el mal, sin matices ninguno. En este sentido es interesante ver el cine clásico del western, cuando este llega a lo que se ha llamado, la fase crepuscular del western en el que el héroe lleva una gran lucha interior que lo va transformando hasta llevarlo a su renacimiento tras la muerte del viejo yo. Un ejemplo clásico y obra maestra del cine universal es “Centauros del desierto”. Sino el que lleva una intensa lucha en su interior entre el bien y el mal, el que vive en los infiernos, agónicamente. De ahí lo del proverbio budista que dice: “Cada vez que te cruces con un hombre no olvides que lleva el infierno dentro”. Son los dos lobos que llevamos en nuestro corazón, que dice la mitología india: el de la ira y el odio, o el del amor y la alegría. Los dos luchan entre sí por el alimento. Hemos de alimentarlos de forma armoniosa, sin que haya conflicto, transmutando la ira en amor, la avaricia en generosidad, la envidia en compasión… Pero todo sigue existiendo, dinámicamente, en perpetuo cambio impermanente…de ahí que siempre haya de ser vigilado y requiera de nuestra consciencia. Nuestra autorealización, o liberación, que así me gusta llamarla, no es un final, sino un punto de llegada, de amplitud de consciencia que llega a la no dualidad, pero en el que hay que seguir vigilantes…

 

                                                                                                              16-12-22

 

"Enfrentarse a uno mismo no debe estar exento de arrojo. Enfrentarse a Dios, de prudencia." Paco Grande.

 

El enfrentarse a uno mismo es enfrentarse a la totalidad de lo que uno es. Y ahí entra Dios, entendido éste como lo inconsciente, la sombra colectiva. El acercamiento a uno mismo requiere valor, aunque más, si uno se acerca a la sombra individual que nos lleva a la de la familia y aquí las cosas se pueden ir complicando. Pero, verdaderamente, cuando no sólo hay que ser valientes, sino prudentes, es cuando nos enfrentamos al mal radical. No está mal esto de utilizar la palabra Dios, porque el problema fundamental con el que se encuentra la justificación de un Dios personal y creador es el de la existencia del Mal en el mundo. Ése es el problema de la teodicea.

 

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Frente al psicologismo.

 

Es muy importante tener en cuenta al psiquiatra Estanislao Groft y su teoría de las "emergencias espirituales"; aperturas a la espiritualidad que acaban en una hipermedicación o en una reclusión. Todo esto no niega la enfermedad mental, sino la actitud reduccionista y, sobre todo, algo que a mí particularmente me molesta mucho y es que alguien se quiera hacer pasar por tu salvador. Eso es arrebatarte tu libertad. Seguro que la mayoría de los suicidios son un sinsentido, que las adicciones a sustancias: cocaína, alcohol, tabaco,...son una huida de sí mismo, un miedo a verse a sí mismo, seguro que crean un gran malestar (propio y en los seres queridos) y una privación de libertad en el que la padece; pero no todo se acaba ahí. El por qué se consumen drogas tiene mucho que ver con lo que dicen los psicólogos, pero no se acaba ahí. Hay mucho más. El psiquiatra Groft, que trató a su mujer en el alcoholismo durante 17 años, habla del alcohólico como aquel que tiene tantas ansias de realización última y plena, debido a la herida psicológica que sea, eso se aborda también, pero aparte, que usa el alcohol como un medio para llegar a la identificación con lo absoluto. El alcohol, frente a otras drogas, disuelve el ego, de ahí esa sensación eufórica a la que le sigue la sensación de unidad con todo y la ausencia de ego y, con ello, el que todo va bien y no hay roce con nada, ni con nadie…lo malo es que la cosa no acaba ahí. Otras drogas fomentan e hinchan el ego, por eso no son emergencias espirituales en el mismo sentido que el alcohol, aunque partan de la carencia que es algo más amplio de lo que el psicólogo nos dice, aún, siendo verdad lo que se nos dice. Claro, el error es que ese medio es, psicológicamente, un bypass, un atajo y, psicobiológicamente, una autodestrucción que produce sufrimiento en los seres queridos, en los otros. No obstante, en casos límites, el drogadicto (adicto a sustancias, porque hay adicción a muchas otras cosas que no están mal vistas, están normalizadas: avaricia económica, envidia, competitividad, celos, adicción emocional a personas porque uno no puede enfrentarse a sí mismo, no es capaz de estar solo,...) puede tener la intención de poner fin a su vida de una forma lenta. Como aquel del chiste: "El tabaco mata", - Es igual no tengo prisas." Y eso nos lleva al suicidio. ¿Qué psicólogo se atrevería a abordar la obra de Mäilander: "Filosofía de la redención" y su posterior suicidio, sin etiquetar, con ninguna enfermedad mental, que no son más que nombres para encubrir nuestra ignorancia ante el suicidio lo que hay detrás de esa obra y ese suicidio? Las etiquetas son muy fáciles, pero son construcciones. Lo mismo nos pasa con la mística, la genialidad, la extravagancia… El suicidio, cuando ocurre, sobre todo, si es de un ser cercano, nos deja en jaque, a veces, en jaque mate. No encontramos respuesta, pero es que tampoco la encontramos para nosotros. Toda respuesta no es más que una construcción a partir del instinto de supervivencia.

Hay que ser un poco realista y honestos. El que se dedica al alpinismo tiene una gran probabilidad de morir en una escalada por múltiples motivos. ¿Es acaso su elección de ser alpinista un acto suicida?, ¿Se lo vamos a prohibir desde el ministerio de salud pública?, ¿Le vamos a hacer un test psicológico a ver qué carajos le pasa que quiere ser alpinista? Eso es una visión mecanicista del ser humano que acaba en totalitarismo mediatizado por la ciencia de los nuevos redentores.

¿Por qué no nos fijamos en que la economía que tenemos, comunmente aceptada, puesto que seguimos votando, es una forma de genocidio, ecocidio y exterminio masivo de especies y de personas? ¿Cuánto sufrimiento permitimos? ¿No somos sepulcros blanqueados al aceptar todo esto, al no escandalizarnos continuamente, sino sólo cuando se filtra un caso de corrupción? Como decía Zizek en el propio título de un artículo, que tengo el placer de haber sido el último que comenté en clase, junto con el libro de Chul Han, "Psicopolítica", "El escándalo es que no nos escandalicemos." Creo que con esa frase queda todo dicho.

 

                                                                                                              18-12-22

 

El problema actualmente de hablar de felicidad es que se considera algo externo que se puede adquirir, no algo interno que ha de descubrirse y cultivarse.

 

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Gran parte de la filosofía, por diversos motivos, se va convirtiendo en algo académico. Algo que habla de sí mismo constantemente, que no da respuesta a las preguntas con las que se inició, que no parte de la curiosidad, el asombro y la perplejidad, sino que es un pavoneo literario ante el oponente. Es un delirio porque está completamente separada de la realidad. Son señores que utilizan palabras para hablar de palabras y crean un mundo imaginario que, por lo demás, nadie escucha y el que lo hace, pues se ríe de él y se pregunta para qué sirven estos señores. Pero estos señores, al estar en un delirio, están ofuscados y no ven más allá de sus narices. Por eso son el sujeto de la crítica de la ciencia; y, con razón, la ciencia al menos intenta cartografiar el objeto, aunque confunda el objeto con la realidad, en ocasiones y las teorías o leyes como la Verdad; así como el peor de sus defectos, alimentado por el delirio de los filósofos, de considerar que el único discurso válido es el científico. Entonces caemos en el cientificismo, un mito, en el sentido de delirio, no de símbolo, que se apoya en el mito del Progreso. Y los científicos no son plenamente responsable de ellos, como los políticos de su mala política y su corrupción. Los filósofos tienen mucho que ver con ello, en primer lugar, porque sus teorías o ideas generales, como decía Kant, son el paradigma que subyace a la ciencia, como a las ideologías políticas. Y, en lugar de analizarlo y lanzar nuevas propuestas, que no lo hacen, curiosamente eso lo hacen los científicos, ya en su madurez, cuando reflexionan sobre la ciencia y sus logros particulares. Pero al científico le falta formación filosófica, de ahí que caiga en reduccionismos y simplezas, pero no intencionadas, sino por desconocimiento. Decía que los filósofos, en lugar de estar en la brecha, al pie del cañón, en la realidad; pues viven atrincherados en el lenguaje, su zona de confort, como se dice ahora tomado de la psicología y de la new age, aunque no me guste. Me gusta más lo de Kant, por pereza y cobardía. Mientras los filósofos juegan con las palabras, al igual que los músicos del Titanic, la sociedad se viene abajo. Pero esto es aún más grave cuando el problema por el cual todo se derrumba es de naturaleza filosófica y ética y los que tendrían que estar en primera fila serían los filósofos.

                                                                                                              19-12-22

 

La ortodoxia académica, tanto en ciencia como en filosofía, salvaguardan el saber, pero matan la creatividad y la innovación. Siempre he optado por el saber autodidacta. Los títulos sólo sirven para poder trabajar, para acreditar una profesión, no un saber. Y, menos, la sabiduría.

 

                                                                                                              20-12-22

 

El amor no posee, al contrario, ofrece libertad.

 

                                                       ---o---

 

A todos nos tiene que gustar lo mismo y no puede uno pensar, ni tener gustos diferentes. A todos ha de gustarnos el futbol y está mal visto que uno diga que vayan a ahorcar a un futbolista cerca de donde se ha celebrado el mundial por defender que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres. Y no está bien visto que se hable del capitalismo salvaje, que junto con el fanatismo religioso han acarreado centenares de muertos de trabajadores en Qatar, país futbolero donde los haya, y han sido explotados, si no tratados como esclavos.

A cosas semejantes y aún peores nos ha traído el relativismo y el respeto de las opiniones que se ha confundido con el respeto a la persona y ha acabado en la tiranía de las opiniones (el futbol te gusta quieras o no y te lo tragas hasta en la sopa) y en que como toda opinión es relativa y la sostiene alguien; hay que respetar a ese sujeto, lo cual se confunde con respetar su opinión. Al final, lo que sucede, es que la opinión más válida es la del más fuerte. Lo cual es el fin del diálogo y la racionalidad, la tiranía de la palabra (demagogia desbocada) y del más fuerte (el que tiene más pasta y al que obedecen los partidos políticos, sino se les cierra el grifo y los medios de comunicación o control de masas) En fin, a Ortega, por decir cosas semejantes y calificar de "señoritos satisfechos", a estos nuevos esclavos, se le calificaba de elitista e intelectual. Eso de intelectual siempre ha sido un insulto en este país, bueno, yo creo que más o menos en todos. El librepensamiento es una bella idea, que como una bella dama, es tan bella, que se hace inaccesible. Como decía Brassens, "La mala reputación"

 

                                                                                                              21-12-22

 

"Ser verdaderamente religioso, hoy por hoy, implica saber dudar." Paco Grande

 

La duda es el inicio de la sabiduría. Cuando no se duda se está en una supuesta certeza que nos gobierna e, incluso, tiraniza. La duda es poner entre paréntesis todo nuestro sistema de ideas y creencias. Esto se dice muy pronto y parece muy fácil. Pero requiere de una vida entera de dedicación. Y el hecho de dudar transformará nuestro carácter, nuestras emociones y nuestras reacciones a éstas. Cuando dudas cortas la influencia directa de las ideas y creencias sobre nuestros estados emocionales. Y cuando esto ocurre, la reacción, la acción que se puede desencadenar de forma automática queda en suspenso. Cuando la duda es continua, es nuestra forma de ser, cuidado, que estoy hablando de dudar (no sé qué nivel de certeza tengo, ni puedo tener), entonces la acción deja de ser automática. Dejamos de funcionar en modo de “piloto automático”, que dicen los neurofisiólogos y, curiosamente, somos conscientes de nuestras respuestas. Esto es curioso porque nuestro cerebro funciona de tal forma que las emociones activan el sistema frontal y las respuestas se dan (claro, aquí residen nuestras ideas y creencias) automáticamente sin posibilidad de decisión, aunque yo crea que lo he hecho, que he decidido. Pero eso es un mecanismo del cerebro que produce la sensación de yo. Pero, en realidad, no hay ni yo, ni decisión. Ahora bien, sin llegar a estas honduras filosóficas, basta con probar en suspender nuestro juicio sobre lo que pensamos: el conócete a ti mismo que nos lleva implacablemente al sólo sé que no sé nada, para darnos cuenta de que nuestra acción automática, queda en suspenso y hay un mínimo margen de respuesta consciente; como demuestra la física y neurocientífica, Nazareth Castellanos. Y esto requiere unas pocas semanas de entrenamiento cerebral nada más.

 

De ahí la importancia del saber dudar, que no es sólo una duda retórica o intelectual, sino vivencial y experiencial. Hasta que no tenemos la experiencia vivida de la duda, no nos damos cuenta de lo que significa internamente, y las excelentes consecuencias que conlleva, el sólo sé que no sé nada. Nos sobra dogmatismo, que sólo engendra fanatismo y violencia y estamos muy escasos de docta ignorancia, como decía Nicolás de Cusa. La docta ignorancia es el saber que no se sabe; y, nuevamente, este saber no es meramente retórico, sino vivencial.

 

En este sentido, los efectos neurofisiológicos de la duda, como la atención plena o Mindfulness o Meditación, que suspende igualmente todo saber, son iguales, no semejantes, sino iguales. La meditación baja la atención al cuerpo, extiende la inteligencia al cuerpo, lo deja hablar y expresarse. Se hace consciente de él, lo escucha sin emitir juicio, sin opinar, desde la ignorancia. Ahí, como en la duda, se produce como un shock y es como si se reiniciase el cerebro y nuestra perspectiva del conocimiento. Pasamos del creer saber al saber que no sabemos. Y, de esta manera, nuestros actos cambian. Y esto es muy importante cuando hablamos de Dios, de religión, de política, de ideologías… Porque la ignorancia sobre todo ello, el creer que sabemos, pero realmente no sabemos, nos ha llevado a las grandes catástrofes de la humanidad

 

                                                                                                              22-12-22

 

Liberar-se es llegar a ser el que eres. Pero hay un problema en esto muy complejo y que José Antonio Marina analiza en su último libro. "El deseo interminable. Las claves emocionales de la Historia." Curiosamente se da la paradoja de que el hombre se puede hacer libre a través del sometimiento. Pero se trata de someter al fuerte, al tirano para poderse autogobernar. Lo paradójico es que hay una inmensa mayoría de personas, y todos por muy individualistas, autónomos y libres que nos consideramos o lo seamos realmente lo hemos experimentado, que prefiere obedecer. Y esto no sólo lo vemos en la Historia, en la sociedad actual, la política; sino en cualquier grupo que se forme. Incluso este grupo que tiene como fin la autoliberación está regido por esta paradoja y muchas otras, claro.

 

El libro es muy interesante porque es una investigación abierta a los factores emocionales (estudios por parte de la psicología y neurociencias), grupales (antropología, sociología,...) éticos (etología, ética,...) que puedan dar una aproximación a porqué la historia ha ocurrido como lo ha hecho. No es una narración de la Historia, ni si quiera de las explicaciones políticas, militares, económicas...sino que hay debajo de eso, que emociones gobiernan el poder. El mandar y el obedecer. La historia no es tan sencilla como la división de clases, los buenos y los malos, los ricos y los pobres. No, esto es como el mal que veíamos el año pasado: Ana Conde Carrasco. "Decir el mal. Comprender no es justificar", (hay grabación en youtube de las tres sesiones.) Se trata de que hay una responsabilidad de todos en ser o que somos y que viene justificado por mecanismos psicológicos,...

 

                                                                                                              26-12-22

 

Bueno, voy a dar por terminado este diario filosófico que comenzó hace seis meses y que una serie de vicisitudes han hecho que tome la determinación de adentrarme de lleno en mi sombra. En concreto, en mi sombra familiar. Sí, ya sé que no hay separación, pero sí metodológicamente. Así que intentaré distinguir entre lo mío y lo mío heredado inconscientemente de la familia. Digamos que lo mío sería aquello con lo que he lidiado, me las he visto, que es consciente y que tiene que ver con asuntos externos a la familia y, lo familiar es lo inconsciente, pero que lleva toda la vida pugnando por aparecer. Sé que ambas cosas están ligadas y, es más, están ligadas al inconsciente colectivo o de la humanidad al que la sombra de la familia me ha llevado desde muy joven. La sombra de la familia junto con acontecimientos externos. De modo que con estas palabras pongo punto y final a este diario filosófico y me adentro en un diario psicológico-filosófico y simbólico.

La sombra y la integración del mal

La sombra y la integración del mal

 

“Si después de mucho tiempo no puedes cambiar un defecto personal o una circunstancia, considéralo un mensaje de Dios.” Paco Grande.

 

Podría tener muchas lecturas, pero ya que andamos con la sombra y son aforismos de la individuación pues debe estar relacionado con ella. Mensaje de Dios es lo enigmático. Dios puede ser tomado por la sombra o, más en concreto, por la sombra o el inconsciente colectivo. Los arquetipos de la humanidad. Y, curiosamente es algo de lo que quería hablar hoy.

 

“La sombra.—Hace mucho tiempo que no te oigo hablar; quiero ofrecerte la oportunidad de que lo hagas.

El caminante.—¿Quién es? ¿Dónde hablan? Me parece que me oigo hablar, aunque con una voz más débil que la mía.

La sombra.—(Tras una pausa) ¿No te agrada tener la oportunidad de hablar?

El caminante.—¡Por Dios y por el resto de cosas en las que no creo! ¡Es mi sombra la que habla!: la estoy oyendo, pero no me lo creo.

La sombra.—Supongamos que así es. No pienses más en eso. Dentro de una hora habrá acabado todo.

El caminante.—En eso precisamente estaba yo pensando, cuando en un bosque de los alrededores de Pisa vi unos camellos, primero dos y luego cinco.

La sombra.—Bueno será que tanto tú como yo seamos igualmente pacientes con nosotros mismos, una vez que nuestra razón guarda silencio; de este modo, no usaremos palabras agrias en nuestra conversación, ni nos pondremos reticentes el uno con el otro si no nos entendemos. Si no se sabe dar una respuesta completa, basta con decir algo; es la condición que pongo para charlar con alguien. En toda conversación un tanto larga, el más sabio dice por lo menos una locura y tres estupideces.

El caminante.—Lo poco que exiges no es muy halagador para el que te escucha.

La sombra.—¿Es que tengo que adularte?

El caminante.—Yo creía que la sombra del hombre era su vanidad y que, en tal caso, no preguntaría si había de adular.

La sombra.—Por lo que yo sé, la vanidad del hombre no pregunta, como he hecho yo dos veces, si puede hablar: habla siempre.

El caminante.—Observo que he sido muy descortés contigo, querida sombra, aún no te he dicho cuánto «me agrada» oírte, y no sólo verte. Tú ya sabes que me gusta la sombra tanto, como la luz. Para que un rostro sea bello, una palabra clara y un carácter bondadoso y firme, se necesita tanto la sombra como la luz. No sólo no son enemigas, sino que se dan amistosamente la mano, y cuando desaparece la luz, la sombra se marcha detrás de ella.

La sombra.—Pues yo aborrezco la noche tanto como tú; me gustan los hombres porque son discípulos de la luz, y me alegra la claridad que ilumina sus ojos cuando esos incansables conocedores y descubridores conocen y descubren. Yo soy la sombra que proyectan los objetos cuando incide en ellos el rayo solar de la ciencia.” Nietzsche “El viajero y su sombra”

"Hoy, como en cualquier época, es importante que el hombre no pase por alto el peligro del mal que acecha en él. Por desgracia, es un peligro demasiado real, y por lo tanto la psicología debe insistir en la realidad del mal y rechazar toda definición que quiera concebirlo como insignificante o incluso inexistente. (...) »No es fácil llamar a lo que en nuestros días (siglo XX) ha sucedido y sucede en los campos de concentración de los estados dictatoriales, una "falta accidental de perfección"; sonaría como un escarnio[6]." Jung.

 

 

La sombra, como arquetipo junguiano representa todo aquello que hemos reprimido, sea bueno o malo para nosotros y los que nos rodean, con el fin único y último de adaptarse a las circunstancias que en determinado momento de la infancia nos tocó vivir. Por tanto, la sombra es una construcción para nuestra supervivencia. El problema es que, al ser la sombra, no la conocemos, es lo inconsciente. El trabajo con la sombra es sacar a la luz lo que en ella se encuentra. Y a esto se le llama el proceso de individuación. Porque no se trata de sacar mecánicamente algo a la luz, sino de integrar aquello que nos va a doler cuando lo reconozcamos. El primer paso es el de reconocer la existencia de la sombra como tal. Eso es ya un gran choque. Descubrir que hay algo, muy grande que está determinando el conjunto de nuestras creencias, la base de ellas totalmente, nuestras emociones, la forma de sentir al otro y al mundo (en definitiva, nuestra incapacidad de acceder al otro, porque a la base está el miedo a que el otro pueda tocar nuestra herida originaria) y nuestra forma de actuar.

 

Estoy poniendo un esquema y no la forma de trabajo; es decir, qué herramientas se pueden utilizar. En segundo lugar, una vez identificada nuestra sombra toca comenzar a trabajar con ella; así, hay que integrarla, de lo contrario nos hayamos en una situación muy delicada; porque cuando no reconocíamos la sombra, éramos totalmente inconsciente de ella, pues nos poníamos nuestra máscara y representábamos los papeles que nos hayan tocado interpretar; esto es, los que nosotros mismos nos fuimos fabricando para sobrevivir y proteger nuestra herida. Pero, en esa situación de inconsciencia, en la que se haya la inmensa mayoría, ni hay consciencia de la sombra, ni de la máscara. Es decir, que no se sabe que se interpreta un personaje y que es a través de la máscara como nos relacionamos con nosotros mismos (nos identificamos con él), con los demás y con el mundo.

 

Cuando tomamos consciencia de la sombra hay que vérselas con los contenidos de ella, en segundo lugar. Todo el proceso está guiado por la valentía y por la necesidad, el ímpetu de conocerse a sí mismo. Lo que decía Jung llegar del personaje al Sí mismo. Y esa es la individuación. Uno no se disuelve en el Sí mismo, hay una individuación, una singularidad dentro del Sí mismo, sin que deje de ser el Sí mismo. Cuando la identificación es total, entonces lo que hay es un escapismo, una huida de nosotros mismos, de los contenidos de nuestra sombra y un refugiarse en una ilusión que es la del “sentimiento oceánico” de la que hablaba Freud. Nos fundimos con la totalidad y nos olvidamos de nuestro yo, o nuestra individualidad. En otras palabras, nos negamos a atravesar la “noche oscura del alma”, que es el proceso de individuación. De ahí la necesidad de valentía y de un afán incansable de conocerse a sí mismo, de seguir hasta el final de nuestros días, el mandato de Delfos: “Conócete a ti mismos y conocerás a los demás y a los dioses”. Cuando empezamos a vérnosla con los contenidos de la sombra empezamos a ver todo lo reprimido. Es decir, que no sólo vemos e identificamos la sombra, sino, nuestra sombra individual e irrepetible. Cada cual tiene su sombra, aunque haya arquetipos comunes, pero el contenido de esos arquetipos variará. Nos llevaremos grandes sorpresas, unas procedentes de todo aquello negativo que escondimos en la sombra y otras de aquello positivo que, desgraciadamente o, por necesidad, tuvimos que reprimir; pero que ahora afloran con fuerza y vigor y nos permitirán una autorealización mayor, más auténtica. En cualquier caso, el reconocimiento de la sombra y el trabajo con sus contenidos nos transforma y nos va llevando por el proceso de individuación hacia nuestro Sí Mismo (anima o animus), nuestro Ser auténtico. Y, por primera vez, durante este proceso, experimentaremos una apertura al mundo. Una relación con éste, con nosotros mismos y con los demás desde nuestro propio Sí Mismo, no desde la máscara. De ahí que nuestra vida deje de ser un sepulcro blanqueado, deje de ser hipocresía inconsciente o ignorancia y se convierta en algo auténtico. Este proceso de individuación no termina nunca, al menos en la mayoría de los que lo inician, pero sus frutos, aunque surjan del dolor, de las crisis sucesivas que la vida por sí misma nos da, más la individuación, nos traen y son cada vez más abundantes y jugosos.

 

Pero aquí no se acaba la sombra. Algunos, por ser más sensibles, no por méritos propios, sino porque las circunstancias y su sombra, que procede de ésta, más la carga genética, los han hecho así; se las tienen que ver, nada más y nada menos, que, con la sombra colectiva, el inconsciente colectivo. Y esto son palabras mayores. Han de ser capaces de integrar el Mal, con mayúsculas. Es decir, reconocer, sentir, vivenciar, el Mal como algo connatural a nuestra individualidad. Al Ser que Somos. También, igual que en la sombra individual, están las virtudes humanas, por supuesto, además, lo mismo que en el trabajo con la sombra individual, nos van a servir para transmutar (como en Spinoza) nuestros demonios en ángeles, los vicios en virtudes. Pero, en el caso de la sombra colectiva se trata de hacerse cargo del mal de otro, de la humanidad en su totalidad, pasada, presente y futura: del hambre, la pobreza, los genocidios, la corrupción, los maltratos, la envidia, los celos, el odio, el sistema capitalista (u otros) que ahonda las desigualdades y las injusticias, el deterioro del planeta hasta el límite, no sólo de acabar con millones de especies, que, en sí, todas tienen el mismo valor, sino con nuestra propia especie, que es igual a las demás pero tiene consciencia de sí misma y de las demás. Nuestra especie, siendo evolutivamente igual que las demás, tiene la singularidad de la autoconsciencia; esto la convierte en una especie a través de la cual se manifiesta, no solo la consciencia; sino el ser de la Consciencia Universal, porque lo primero ocurre en cualquier ser: mineral, vegetal o animal, pero la autoconsciencia de la Consciencia Universal es lo característico del homo sapiens. Esto no quiere decir que sea superior. Esto último es una confusión del propio hombre y procede, precisamente, de su sombra.

 

"En este sentido, la escritora Connie Zweig y el terapeuta junguiano Jeremiah Abrams (1998, p. 21) afirman que: "La sombra colectiva -la maldad humana- reclama por doquier nuestra atención: vocifera desde los titulares de los quioscos; deambula desamparada por nuestras calles dormitando en los zaguanes; se agazapa detrás de los neones que salpican de color los rincones más sórdidos de nuestras ciudades; juega con nuestro dinero desde las entidades financieras; alimenta la sed de poder de los políticos y corrompe nuestro sistema judicial; conduce ejércitos invasores hasta lo más profundo de la jungla y les obliga a atravesar las arenas del desierto; trafica vendiendo armas a enloquecidos líderes y entrega los beneficios a insurrectos reaccionarios; contamina ríos y océanos y envenena los alimentos con pesticidas invisibles." José González.  "Cómo integrar tu sombra." P. 81

 

Así, vérselas con la sombra colectiva es tener que integrar el Mal radical que se nos presentará en forma de arquetipos, pero esto ahora no viene al caso, tan solo el del Héroe que es el Arquetipo de los arquetipos en este nivel. La cuestión es que la integración del Mal colectivo es saber, comprehender, que el mal que hace el otro lo hace, de alguna manera, por mi participación (por acción u omisión) Pero, claro, esto nos lleva más lejos. El mal que hace el otro, por muy Mal radical que sea (genocidio, maltrato, violaciones masivas, desigualdad social y económica…) habita dentro de mí. Yo no soy yo sin ese mal. Negarse a admitir esta realidad, como negarse a admitir nuestra propia sombra, que es en realidad lo que hacemos, nos pone en una situación peligrosa psicológicamente, porque ya no estamos en la ignorancia, sino en el saber que se niega a sí mismo, o bien que se acepta con todas las consecuencias. Si nos negamos caemos en una disociación que nos hace cínicos o narcisistas, rencorosos, resentidos, odiamos a la humanidad y a nosotros mismos, en el fondo. Y, en el peor de los casos, la imposibilidad de integrar la sombra nos lleva a la psicosis y la esquizofrenia. (No intento reducir las enfermedades mentales a una mala integración de la sombra; sino que es un modelo más que nos ayuda a entenderlas y, sobre todo, a la psicoterapia. Por supuesto, en combinación con otra, o con medicación añadida, si así lo considera el especialista)

 

Pero la tarea es la de integrar esa sombra. Y éste es el viaje a los infiernos. Es el viaje del héroe que dura toda su existencia y que no sabe si morirá en cualquier momento, porque el camino está lleno de peligros. Como la salida de la Caverna de Platón y su vuelta. Es el viaje de la salida de sí para volver al Sí Mismo Universal, como Consciencia, no sólo de uno mismo, sino de la humanidad y el mundo. Ya lo decía la sentencia del templo de Delfos, todo esto es muy antiguo y recorre el trasfondo de toda la historia, pero no la historia de los vencedores, sino la que se ha ido ocultando, reprimiendo. También se toma consciencia de esto y se integra. Uno ni forma parte de los vencidos, ni de los vencedores, sino de los dos. Integrar es armonizar, nunca polarizar y, menos aún, negar o ignorar alguno de los polos. Integrar es vivir el Bien y el Mal dentro de sí. Viéndose con la capacidad de cometer las mayores atrocidades que uno pueda imaginar. No se trata de un cuento de niños para asustar, sino de una realidad que asumir o integrar, como se dice en la jerga. Todos hemos hecho cosas que ya habíamos pensado que eso nunca lo podríamos hacer, y un día, sin saber por qué, lo haces. Pero no es sólo el hacer, que no es más que la punta del iceberg, todos tenemos deseos y pensamientos inconfesables. Algunos tan inconfesables que hasta nos los hemos ocultado a nosotros mismos. Es decir, que hemos negado nuestra propia naturaleza y vivimos en la fragmentación de nuestro yo, en la desintegración. Dar luz a esas tinieblas, bajar al infierno de nuestra naturaleza humana es el primer paso de la individuación de la sombra colectiva, de la integración del Mal radical. Y salir con vida de ese infierno, parte del viaje del héroe, es nuestra gran liberación y, de alguna manera la liberación de todo lo demás. De ahí que el Budha dijera: “He alcanzado la iluminación y conmigo todos los seres del universo.” Esto es, sería como una especie de redención. De ahí que Jesús, o Dionisos y muchos otros dioses mistéricos…, tengan que bajar a los infiernos y sufrir toda clase de tentaciones (el Mal) para redimir a sus semejantes. Pero esta redención no es la que se entiende por parte de los vencedores de la historia, que no han integrado el mal, lo viven cínicamente (ésa ha sido su salida, no es que no lo conozcan, sino que les ha faltado valor y han sucumbido a las tentaciones. Pero esto también es comprensible en la medida que forma parte de nuestra naturaleza), sino que consiste en mostrar que todos podemos redimirnos, utilizando el lenguaje psicológico junguiano, que todos podemos integrar la sombra del Mal universal. Y esa es nuestra autorealización. La armonización, en el Sí Mismo del Yin y el Yang. Entonces es cuando podemos hablar de fluir, porque en realidad somos Uno, pero diferenciado, individualizado, con la naturaleza, con los otros y con el universo. Pero, insisto, todo el que se haya tropezado con la sombra de la humanidad, además de sanar-integrar su sombra, ha de hacer lo mismo con la sombra colectiva y ello consiste en la integración del mal; lo cual supone un viaje al inframundo (como anunciaba Parménides y se nos habla en las religiones mistéricas del Mediterráneo, entre ellos, los famosos misterios Eleusinos.) Éste viaje es el del héroe. Arquetipo fundamental y que hay que reinterpretar. El héroe no es el que se nos ha hecho ver por la cultura de masas. El que representa al bien y lucha con el mal, sin matices ninguno. En este sentido es interesante ver el cine clásico del western, cuando este llega a lo que se ha llamado, la fase crepuscular del western en el que el héroe lleva una gran lucha interior que lo va transformando hasta llevarlo a su renacimiento tras la muerte del viejo yo. Un ejemplo clásico y obra maestra del cine universal es “Centauros del desierto”. Sino el que lleva una intensa lucha en su interior entre el bien y el mal, el que vive en los infiernos, agónicamente. De ahí lo del proverbio budista que dice: “Cada vez que te cruces con un hombre no olvides que lleva el infierno dentro”. Son los dos lobos que llevamos en nuestro corazón, que dice la mitología india: el de la ira y el odio, o el del amor y la alegría. Los dos luchan entre sí por el alimento. Hemos de alimentarlos de forma armoniosa, sin que haya conflicto, transmutando la ira en amor, la avaricia en generosidad, la envidia en compasión… Pero todo sigue existiendo, dinámicamente, en perpetuo cambio impermanente…de ahí que siempre haya de ser vigilado y requiera de nuestra consciencia. Nuestra autorealización, o liberación, que así me gusta llamarla, no es un final, sino un punto de llegada, de amplitud de consciencia que llega a la no dualidad, pero en el que hay que seguir vigilantes…

Pensamiento asilvestrado. Vuelta a la consciencia originaria.

Pensamiento asilvestrado. Vuelta a la consciencia originaria.

El relativismo, en todos los ámbitos es la mayor señal de los tiempos de crisis, pero una mala señal, porque no es una salida de la crisis, sino una profundización en la misma, una corrupción, ignorancia, hedonismo, egoísmo, perversión…Esto lo hemos aprendido de la historia, por eso nuestra época nos lo muestra con total claridad. Aberrante.

Es muy fácil, y muy cómodo liberarse de los juicios ante el mal radical, como está de moda en la nueva espiritualidad con su relativismo buenista de respetar todas las creencias y las actitudes,... Es lo que el poder quiere, que no pensemos, que no pongamos nada entre paréntesis para actuar impunemente. De lo que se trata es de no juzgar al otro, pero sí, de mostrar el error, para que el otro sea capaz de caminar por sí mismo, sea libre de sus pasiones y de su ignorancia. De la misma manera yo, o cualquiera, me sano o aprendo cuando enseño. Y siempre habrá alguien que me enseñe mis errores, y seguro que no será un alguien con doctrinas, no, será mi hijo, un amigo, la pareja, si se tiene, y si no, también,...son las enseñanzas de la convivencia, de habitar en la plaza pública, en el interior de la caverna.

Yo no puedo aceptar a un Franco, aunque sé que llevo uno dentro, como todos, por lo demás. Lo puedo comprender históricamente, ideológicamente, psicológicamente,...en muchas dimensiones, pero me niego a aceptar su actitud de genocida; aun sabiendo que para que Franco lo fuese hubo de contar con el consentimiento y la mirada para otro lado de millones de personas.

La palabra como vehículo de sanación de la ignorancia y lo políticamente correcto.

La palabra como vehículo de sanación de la ignorancia y lo políticamente correcto.

Que la palabra es un vehículo de sanación es el gran descubrimiento griego. Pero no es de Hipócrates, que es griego, sino algo más antiguo y que no se le puede atribuir a nadie en concreto. Es lo que se llama, no muy correctamente, el paso del mito al logos (palabra, discurso) Pero, en realidad, lo que aparece es otra forma de ver el mundo a través de otra forma de hablar, porque son discursos que tienen un significado y que curan también o mantienen la enfermedad, como los mitos fundantes del cristianismo que analizamos este curso y que aún persisten. Me refiero a los del Génesis. (Justifican la desigualdad, el patriarcado, el sistema de producción en el que nos enfrentamos a la naturaleza y explotamos al otro porque no lo consideramos otro, sino un mero objeto de producción, un producto del mercado, una cosa con un valor de uso, meramente). La palabra puede curar y puede enfermar. La sofística y la erística son perversiones del logos, del diálogo socrático que pretende sanar a los ciudadanos atenienses; que, por cierto, no se sanan y deciden ajusticiar a Sócrates y éste se sana de la ignorancia de los atenienses bebiendo la cicuta. Como respuesta a esta incomprensión de los atenienses uno de los discípulos más cercanos a Sócrates: Antistenes, decide sustituir la ironía, que es el arte del discurso por el cual Sócrates intenta sanar la ignorancia del pueblo ateniense, por el sarcasmo y el ejemplo de la experiencia vital, la praxis, el hacer, no sólo el decir. El ejemplo más notorio de esto es el de su discípulo Diógenes de Sinope apodado el perro. Por su lado, Platón, optó por construir por medio de la palabra un discurso para interpretar el mundo. También dijo aquello de que la dialéctica (discurso, palabra, diálogo, conversación, filosofía) es al alma lo que la medicina al cuerpo. La Filosofía (no la académica, eso es una enfermedad, es la única terapia del alma. Lo que hoy se llama psicología y psicoterapia no son más que desarrollos, más o menos acertados, de la filosofía como terapia) Al final, históricamente, vence el discurso platónico, del que somos herederos y el que lo pone en duda y lo derriba a martillazos, junto al cristianismo, que es platonismo para el pueblo, con la fuerza de las palabras, para curar con ello a Occidente, es Nietzsche, que es el que realmente nos enseña la libertad que reclamaron los cínicos y que eran lo único reconocido. Pero libertad vital, existencial,...no meramente formal como tenemos, o teníamos, ahora. Pero la libertad implica el desasimiento de todo, de todo lo social, porque todo es convencional. Se trata de la vuelta a la naturaleza, pero no en el sentido literal, sino la recuperación de la mente originaria.

Os dejo un ejemplo del poder y uso de la palabra en Diógenes el perro: "De entre todos los perros, él fue el más fiero, y pasó a la historia por la deslenguada franqueza con la que juzgaba a sus vecinos. Sus hirientes ironías fueron un instrumento pedagógico para obligarlos a reflexionar y a replantearse su sistema de valores. Un día apareció por el ágora y gritó a los que allí se encontraban: «¡Eh, hombres!»; entonces muchos se aproximaron para escuchar lo que el filósofo tenía que decir, pero en esa ocasión Diógenes no disertó, sino que comenzó a golpearlos con su bastón y les dijo: «Pedí hombres, ¡no desechos!». Sus famosas diatribas fueron los ladridos de un perro amigo que alerta del peligro. Una vez se puso a caminar hacia atrás, y cuando los que lo observaban comenzaron a reírse de él, les dijo: «¿Y no os avergonzáis de recorrer el camino de la vida al revés?». Otro día, mientras andaba por la calle, vio a un niño que desde la ventana se entretenía tirando piedras a la gente; Diógenes se acercó al jovencito y, sabiendo que era hijo de una afamada prostituta de la ciudad, le reprendió así: «Niño, deja de tirar piedras a la multitud, que puedes dar a tu padre». En otra ocasión encontró a un joven rico y presuntuoso practicando con el arco, y este era tan poco diestro que Diógenes se situó frente a la diana; cuando el arquero le pidió que se apartase para no herirle, el cínico le respondió que con lo mal que tiraba, ese era el único lugar seguro en el que podía estar. Le encantaba censurar y provocar a los demás, pero no por desprecio a la humanidad, sino por amor a ella; actuaba con sus congéneres como un médico compasivo que se apiada de los que conviven con la enfermedad. Un símbolo de su manera de hacer filosofía es la anécdota que cuenta que entró al teatro cuando los demás salían y, al ser preguntado por el motivo, dijo: «Es lo que me he dedicado a hacer toda mi vida». Por acciones como estas algunos pensaron que estaba loco, pero se equivocaban; como él solía decir: «No soy un hombre sin juicio, sino que no tengo el mismo juicio que vosotros»." Eduardo Infante. No me tapes el sol.

El cínico, como todo filósofo que se atreva a honrar su título, no el de papel, sino el vital-existencial, es un filántropo disfrazado; que muerde a sus semejantes con la intención de sanar su juicio y sacarlos de su ignorancia, de la ilusión, del engaño,...

Confianza

Confianza.

“Dios escribe recto con líneas torcidas.”

Albert Einstein

“Ábrete al milagro. El que no cree en milagros no es realista.”

David Ben-Gurión

 

Einstein concebía a dios en el sentido spinozista; es decir, panteísta. Hoy diríamos, panenteista. “Dios o naturaleza, naturaleza o dios.” Pero la unidad no elimina la diferencia. Es más bien una unidad esencial. O, dicho de otra manera, la ola es ola a pesar de ser océano: lleva el océano dentro. En esta frase Einstein utiliza una imagen de dios antropomórfica, cosa en la que él no creía. Pero tiene un sentido más hondo. La confianza es no dudar de la ley de la naturaleza, del orden cósmico superior. Orden que subyace al mismo mundo, que es el mundo, lo que hay y lo trasciende. Confiar en ese orden, es rendirse a él. Sería rendirse a dios o la naturaleza. Pero, para ello, es necesario confiar, que no es lo mismo que la fe ciega. Este tipo de fe genera fanatismo, superstición y, a la postre, violencia. Por el contrario. La confianza en el orden de la naturaleza es no forzar el orden natural, sus ciclos, sus cambios, su orden interno y externo,… Pero, claro, para ello tenemos que estar en consonancia con la naturaleza. Es decir, haber escuchado la voz de la ley de la naturaleza en nuestro interior. Dicho de otro modo, conocernos a nosotros mismos. Al realizar esta tarea descubrimos que no somos seres especiales; sino que somos un ser más de todo lo que hay. Una expresión o manifestación más de la Naturaleza, el Ser. Y entender esto es seguir a la ley natural, al Tao que no se ve, que diría el Taoísmo, o al Logos, que es lo común, que diría el gran maestro y sabio: Heráclito.

Este es también el sentido de la segunda sentencia sobre el milagro. No se habla de milagro en el sentido de salirse del orden, sino, de todo lo contrario, es el maravilloso orden del universo el que es un milagro. Cuando hablamos de milagro no es en sentido religioso; sino en un sentido más profundo que es el hecho de que todo lo que hay sea y eso que hay es el mismo orden, el mismo Logos, o Tao, o dharma,…da igual cómo lo llamemos; el caso es que ante ese orden nos quedamos maravillados y contemplamos su belleza y nuestra ignorancia. Y nos rendimos a él. Pero no caemos en la superstición. Buscamos explicación de ese orden a través del Logos, nuestra razón particular. Y aquí está lo maravilloso, el milagro. Nuestra razón, nuestro Logos, es el mismo que el Logos cósmico. El Tao que no se ve se hace manifiesto. Somos el Ser, o lo que hay, conociéndose a sí mismo. Somos el conjunto de átomos y partículas subatómicas que nos forman los que toman autoconsciencia de sí. Es un milagro, pero, cuidado, no es el Logos la única forma que tiene el Ser de conocerse. Hay diferentes grados de conocimiento. No es lo mismo el conocimiento objetivo de la física que el conocimiento práctico de la ética, o la acción ética propiamente dicha, ni es lo mismo todo esto, que el conocimiento de la belleza a partir de algo bello. El milagro es conocer la belleza a través de una puesta de sol, sin ser nombrada. También es milagro el conocimiento objetivo y científico de en qué consiste una puesta de sol y por qué vemos lo que vemos. Por tanto, reconocer el milagro de todo lo que hay es rendirse a la naturaleza, al “deus sive natura” de Spinoza y Einstein, a toda la belleza recreada por el hombre y la Ley que es el propio orden de lo que Hay.

Apertura

Apertura

"Sólo cerrando las puertas detrás de uno, se abren ventanas del porvenir."

Francoise Sagan

"Cuando dejamos de ser el centro dramático de nuestras propias vidas, logramos una expansión que nos da la paz."

Alice A. Bayley

La cuestión es que no existe un uno. Somos seres en construcción. Somos procesos: eterno fluir. Nunca estamos completos. Nos engañamos al tener una idea de nosotros como seres, en lugar de como procesos. No somos estáticos. La ausencia de movimiento es una ficción. Y todo movimiento es un dejar. Pero no estamos preparados para dejar, para soltar. Nos da miedo el abismo, el vacío que se abre ante nuestros pies. Por eso nos aferramos a un pasado muerto, inexistente que nos permite seguir viviendo en nuestro sueño, en la ficción. El gran reto es la apertura. Atreverse a ver el pasado como un eterno fluir que ya no es, que no significa nada, que no existe, salvo en nuestra memoria. Pero nuestra memoria lo modifica. La memoria es selectiva e intencional. Crea el sentido del ser que quiero ser y niega el del Ser que realmente Soy. La memoria es la forma suprema de nuestro autoengaño. La memoria es significativa, no es neutral. De ahí que, si queremos estar abiertos a lo que somos hemos de cerrar las puertas del pasado. Clausurarlo. Realmente lo está, pero me engaño creyendo que no es así y, de esa forma, obtengo un significado ficticio de mi vida. La vida sólo es en el instante presente. Y eso es: la eternidad, ausencia de tiempo. Por eso no tiene sentido, simple y llanamente ES. Pero hace falta valentía para atreverse a SER, para permitir que se abran las ventanas y entre el frescor del amanecer.

Nuestra forma de entendernos es siendo el centro del mundo, de nuestro mundo, de todo lo que nos rodea. Otorgamos el sentido de lo que ocurre en la medida en la que nos sostiene. Es toda una invención. Una forma de sobrevivir, no de VIVIR. En realidad, es una forma de engañarnos, engañar y culpabilizar. Una manera de manipular nuestro entorno, las relaciones y el mundo. El melodrama lo vamos tejiendo a base de interpretar un mundo que nos acecha, que nos acosa, que conspira contra nosotros. De esa manera, yo no tengo nada que hacer, solo gimotear y promover la lástima. De esta manera nada saldrá de mis manos, ni mis manos se harán cargo de mí. La apertura requiere de valentía y de amor de sí mismo. Y el que se victimiza no se ama, se desprecia porque no se valora y guarda rencor y resentimiento contra el mundo. La apertura es amor de sí y aceptación. Pero una aceptación activa y transformadora, no meramente pasiva. Si se hace pasiva se vuelve a caer en el victimismo. La aceptación implica amor y éste es dinámico y creador. La victimización es autodestructiva y vengativa. El que acepta vive en el presente. El que va de víctima vive en el pasado y en el futuro. Guarda rencor y desea venganza. La apertura es ACEPTAR DESDE EL AMOR INCONDICIONAL.

Confianza

Confianza.

“El momento más oscuro de la noche de la vida, ocurre un instante antes del amanecer.”

Vicente Ferrer

La confianza es la apertura al Ser. Dejar que lo que Es sea. Es no luchar contra la necesidad, no ser necio, como decían los estoicos, sino sabios y fluir conforme la ley del universo, aunque no la conozcamos, pero lo intuimos y no hacemos nada, salvo el hacer que requiere el dejarse llevar. Eso es wu wei…”ser como el agua”, fluir, pero estar actuando sin resistencia.

En la máxima oscuridad de nuestra vida hay luz. Sólo hay que saber esperar. Somos luz y sombra., la luz nunca nos abandona del todo. Y tras las tinieblas y la oscuridad aguarda un amanecer.