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Filosofía desde la trinchera

Suscribo totalmente tus palabras. Es más, creo que son un desarrollo perfectamente consecuente de mis breves palabras. Muy interesante e ilustrativa la comparación del final en el que se ve la verdadera importancia de la burocracia educativa: ninguna. Interesante e imprescindible, también, señalar el absurdo kafkiano de la misma que nos lleva directamente al totalitarismo y fascismo del pensamiento. Sería necesario añadir, también, el carácter orweliano de la neolengua de la secta pedagógica que vacía de contenidos el pensamiento y elimina o reconvierte los valores.

 

Gracias por tu comentario y por ilustrarlo con las palabras de Junger. Pero veo cierto peligro en el pensamiento de Junger. Creo que no hay que confundir una educación meritocrática y elitista, pasando siempre por el derecho universal a la educación, que no tienen nada que ver con la obligatoriedad que ha dado lugar a la mediocracia, con cierto racismo o etnocentrismo que acaba con el exterminio del disidente. De todas formas esto se escapa a lo que venimos planteando aquí. Gracias de nuevo por tu ilustración.

 

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            Probablemente la mayor tragedia ecológica de la historia, la de BP y la fuga de petróleo del golfo de México. La cordura de la humanidad está en entredicho. No podemos estar cuerdos cuando nos empeñamos en seguir con la explotación de los recursos fósiles que, por un lado, se agotan, y, por otro, producen el calentamiento global. El mundo va a la deriva si no soluciona estos problemas. Lo peor es que actuamos estúpidamente. Nos gastamos un dineral en la explotación de estas energías que nos llevan ya a la ruina y tenemos abandonado la búsqueda de alternativas energéticas para poder sobrevivir, así como alternativas de organización económico-políticas que nos vuelvan a humanizar. Mal asunto, si seguimos por este camino.

 

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            Vaya mito que nos estamos tragando por culpa del pensamiento políticamente correcto, que es el pensamiento único y que podemos llamar neoliberalismo. El mundo va perdiendo progresivamente el estado de bienestar. Es una guerra de los muy ricos contra el poder político, por eso la crisis es política. Se podrían haber, y se pueden hacer, otras cosas. Resulta que los países más desarrollados de Europa son los que tienen un estado de bienestar más desarrollado también, es decir, los que tienen más gasto público. Por tanto el aumento de gasto público no tiene nada que ver con la crisis. Al contrario, tiene que ver con el principio de justicia y equidad. El catecismo neoliberal receta, para salir de la crisis, disminuir el gasto social, para que los bancos se fíen más de los estados. Esto es una barbaridad, porque en definitiva es aumentar la crisis y producir tremendas desigualdades. El problema es que estas cosas no se conocen, el pensamiento único ha calado en las conciencias de tal manera que no cabe la posibilidad de plantearse otros caminos. Y los dueños de los medios de comunicación son los que mantienen los intereses del status quo.  Si no hay un cambio de conciencia los estados (la política) perderán todo su poder y regirán el mundo las grandes corporaciones multinacionales. Habremos perdido doscientos años de desarrollo ético-político.

 

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            Manolo, muy interesante la reflexión sobre el teorema de juegos y el dilema del prisionero. Es uno de los principios más universales que existen, junto con el principio de entropía. A mí siempre me ha atraído el tema de la teoría de juegos y el dilema del prisionero aplicado a la evolución (etología) y a la ética. Es más, intento relacionar ambos campos en una ética naturalista. El dilema del prisionero nos muestra que la cooperación, simbiosis, es mejor para la supervivencia (teoría de la evolución) que la competencia. Hay una visión ideológica de la derecha más reaccionaria sobre la teoría de la evolución. En ella se dice que la supervivencia es la del más fuerte y que lo que hay es una lucha por la vida. Esto fue una visión interesada de la derecha y que tuvo tremendas repercusiones en el siglo XX y que las sigue teniendo en la economía neoliberal. Ahora bien, precisamente la evolución se produce por cooperación y por simbiosis. Esto es una verdad establecida por Lyn Margulis, que al principio fue olvidada y denostada, cuando probó el origen simbiótico de las mitocondrías de las células. Ello probaría la cooperación. Pero hay que señalar una cosa muy importante que tiene que ver con la etología, y, luego, con la ética humana. La gran crítica que se le hizo a la sociobiología, cuando apareció hace unos treinta años, era que cómo se podían explicar los comportamientos “altruistas” entre las especies sociales y, en particular, en el hombre. La sociobiología, actualmente psicología evolutiva más etología, reducía al hombre al resto del reino animal, no observando ninguna particularidad que hiciese una diferenciación cualitativa entre éste y el resto de los primates. Las diferencias serían graduales. Esta crítica produjo ríos de tintan y grandes investigaciones etológias con los animales sociales hasta que se llegó al concepto de “altruismo recíproco”. Diríamos así: tú me rascas mi espalda yo te rasco la tuya. Si cooperamos nos va a todos mejor, individual y colectivamente. Y éste es el mensaje que intentan transmitir los genes, que son los que quieren sobrevivir. por tanto, efectivamente hay cooperación, pero esa cooperación tiene un fin egoísta, pero es común o compartido y permite el mayor bienestar individual y la mayor supervivencia y adaptabilidad del grupo. Aunque, en última instancia, el que mande es el “gen egoísta” de Dawkins.

 

            Pero resulta que como la diferencia entre humanos y el resto de los primates es sólo de grado, pues nos encontramos que la base de nuestro comportamiento moral se engarza con el principio de altruismo recíproco. La ética o el comportamiento moral crecen a partir de la etología. Por eso defiendo una ética naturalista con toda las implicaciones que ello conlleva, para empezar, la eliminación del antropocentrismo que ha de ser sustituido por el ecocentrismo. Y, de ahí para adelante toda una construcción ética que no podemos desarrollar aquí, aunque sí queda anclada en el mundo animal.

 

            Y, para terminar, la grave situación mundial de hoy en día se puede entender desde el dilema del prisionero. Nuestra supervivencia depende de que apostemos por la cooperación o por la competencia. Lo que sí está claro es una cosa. Si apostamos por la competencia individualista, es nuestro fin, pero no el de la ecosfera. Como bien decía la citada Margulis, no podemos acabar con la biosfera, ni aunque nos lo propusiésemos. Actualmente vivimos en un desequilibrio, semejante a un cáncer, o mejor a un virus, como señala Lobelock. Ese virus, el hombre, no puede con la totalidad de la biosfera, pero la biosfera, cambio climático, por ejemplo, sí puede exterminarlo. Es interesante a este respecto la obra de Lobelock “La venganza de la tierra”.

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