El asalto a la estatua de Hernán Cortés en Medellín, no se puede considerar sólo un acto bandálico, que lo es, por atentar contra el bien público. Pero no nos podemos quedar en esto, que es sólo la superficie. Hay que ir a las causas. La historia oficial, y el pensamiento políticamente correcto, todavía no han admitido que la conquista de América fue un genocidio y etnocidio. Y que los conquistadores fueron sus instrumentos. Por supuesto que todos estamos circunscritos a nuestras circunstancias históricas, pero estas no pueden justificarlo todo. Precisamente, lo que de glorioso surgió de la conquista y destrucción de las indias por los españoles, en primer lugar, y por el resto de potencias europeas, después, fue el surgimiento del derecho de gentes a partir de las reflexiones de fray Bartolomé de las Casas, que consideró al indio, independientemente de ser bautizado, como ser humano, persona. Por tanto un sujeto de dignidad, una criatura de dios en pie de igualdad con el cristiano. De estas reflexiones surgirán después los derechos humanos que universalizarían estos principios. Ahora bien, ni la ideología hegemónica, ni la historia, enseñan la verdad sobre la conquista de América, todavía en nuestro pensamiento se nota un regusto de reconquista, de la España espiritual y eterna. Es en este tema en el que hay que insistir y es el que señala el acto vandálico. Pero, claro, lo políticamente correcto no nos permite ni excedernos en nuestros actos físicos ni en nuestros pensamientos. Cuando se denuncian estos hechos como actos vandálicos, ipso facto, se elimina la carga crítica y de pensamiento que hay detrás. Y esto es lo que al poder le interesa. Es necesario una revisión de la historia y de nuestra política nacionalista identitaria. Hay que tener en cuenta que la conquista de América está ligada, ideológicamente, con la expulsión de los judíos y musulmanes de España. Está ligada con el fanatismo, la intolerancia, la exclusión y la imposibilidad de que en España se desarrollase una sana ilustración en contra del oscurantismo, la superstición y el poder de la iglesia y las clases reaccionarias. Y esta política identitaria sigue existiendo hoy en día tanto explicita como implícitamente
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