Un frente común contra un enemigo común.
Desde hace casi una década la vida social en nuestro pueblo se ha deteriorado bastante. No es que fuese sana, simplemente es que cuando no hay problemas, no se discute y no surgen las diferencias. Pero lo que todo ello nos ha enseñado, que son muchas cosas y sólo señalo alguna, es que lo necesario para resolver los problemas en democracia es el diálogo. Y si no hay diálogo entre las partes, pues la democracia tiene sus instituciones para que se pueda llegar a un acuerdo. En este caso la justicia ha dado la razón a los once imputados y, con ello a la Plataforma Ciudadano en contra de la refinería y, por otro lado, el gobierno se ha pronunciado con una DÍA negativa para el proyecto. No nos entendíamos, no hubo diálogo. Es más, hubo coacción por parte del poder, multas, imputaciones, se prohibieron manifestaciones que hubo que recurrir el TSJ y fueron legitimadas como derecho básico de los ciudadanos. Se dijo que no habría debate mientras no se disolviesen las manifestaciones en el parque. Esa sentencia es una amenaza y una conculcación del derecho básico de concentración y reunión. El rodillo del poder absoluto luchó con todas sus fuerzas pero perdió. El entusiasmo de unos ciudadanos convencidos de sus razones, que se informaron y aprendieron y que fueron incansables en la lucha por la dignidad les dio al final la razón y su recompensa.
Pero la brecha social que se abrió, sobre todo por parte del poder (aunque nadie está libre), puesto que el poder es para todos y aquí se ejerció sólo para algunos, sigue abierta. Y esto es penoso y lamentable. Tenemos que ir más allá de los partidos que están en el poder. Ha llegado la época de los ciudadanos, de los movimientos civiles, del pensamiento alternativo. Es la hora de provocar la caída de este sistema de partidos. Por eso es necesario escuchar todas las iniciativas y luchar todos contra un enemigo común. Y ese enemigo común es el neoliberalismo. Forma de entender el estado, las relaciones de producción y las relaciones entre las personas que reduce al hombre a un mero objeto, una mercancía, un número. Los partidos que nos gobiernan han participado de esta ideología y, peor, el partido socialista, ha sido cómplice encubierto de este pensamiento, cuando la izquierda es contraria al mismo. Pero el partido socialista se equivocó y se sigue equivocando y debe aprender. Y la forma de aprender es recuperar el pasado histórico, pero no el de la transición, ahí comienza su apuesta por el neoliberalismo, sino mucho más atrás. Hay que remontarse al final del XIX y a la segunda república. Y lo mismo sucede con IU, que es una jaula de grillos dogmáticos y que siguen la misma dinámica que los partidos mayoritarios. Pactan hasta con el diablo creyendo que esa es la forma de hacer algo y, al final, son absorbidos.
Y todo esto viene porque debemos luchar por un enemigo común. Y no debemos criminalizar a los grupos civiles emergentes que luchan por lo público por el hecho de las personas que allí estén, o algunas de las personas. Eso es tirar piedras contra nuestro propio tejado. Hay que unir fuerzas, no separar. Si lo que nos interesa es preservar los derechos civiles, laborales y sociales que durante más de doscientos años hemos ido conquistando y que estamos perdiendo aceleradamente, pues no tenemos que tener remilgos; y saber diferenciar entre los grupos civiles y los partidos políticos y los sindicatos. Hay gente que piensa que esos grupos son necesarios, pero que los partidos políticos también lo son y que esta es la vía de su regeneración. No es ésta mi opinión, desde luego, pero eso no implica que esos grupos civiles sean o se identifiquen con un partido, no señor, en esos grupos lo que está ocurriendo, precisamente, es todo lo contrario, se está poniendo en jaque a los partidos, los están desarmando, los mismos miembros del partido. Quizás algunos no sean consciente de ello, pero es así. Lo que hacen estos movimientos civiles, y me refiero a la Cumbre Social y a una de sus organizaciones, “Por la defensa de lo público”, es el trabajo que deberían hacer los partidos de la izquierda. Luchar por lo público y los derechos civiles que han sido secuestrados por el poder. Por el poder de los partidos y sindicatos y por el poder que está detrás y que, en muchas ocasiones, les acompaña: el económico. Fijemos la mirada en el enemigo, facciones, partidos e ideologías siempre habrá y siempre habrá discrepancia. Pero estas se resuelven por el diálogo, no por la descalificación. Descalificar a alguien por pertenecer a un partido es una falacia (argumento erróneo), pero además es una desfachatez y una falta de respeto. Es ahora cuando la ciudadanía tiene la oportunidad de luchar contra el enemigo común. Y somos más, pero si nosotros mismos nos dividimos entonces sí que seguro que saldremos vencidos y derrotados. Y hay que tener cuidado porque lo que se nos viene encima es la barbarie, el fascismo económico y el fascismo político. No repitamos la división y el enfrentamiento de las izquierdas en la segunda república. El enemigo es fuerte y es uno.
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