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Filosofía desde la trinchera

cura sui

El cielo y el infierno están dentro de nosotros. La paz y la guerra no son más que nuestras emociones y nuestras emociones no son más que producto de nuestros pensamientos erróneos sobre la realidad y sobre los otros. Cada vez que juzgamos, en el fondo, lo estamos haciendo sobre nosotros mismos. Si aprendiésemos que el mundo depende de nuestros pensamientos aumentaríamos la paz y disminuiríamos el odio, el rencor, el dolor y la guerra. Porque de nuestros pensamientos dependen nuestras acciones. Por tanto antes de actuar debemos saber si nuestros pensamientos son correctos y si las emociones que de ellos se derivan nos llevan a la compasión o a la guerra. Ya lo dijo Jesús de Nazaret, “Hasta que no os volváis como uno de estos (los niños) no entraréis en el reino de los cielos”. Cuidado que aquí niño significa inocencia (eternidad, ausencia de tiempo, por tanto: felicidad o paz) y que estoy hablando metafóricamente. Vamos, que no estoy defendiendo la teoría del buen salvaje. Estoy un paso más allá de la razón, que es el de la intuición. También se puede ilustrar con un conocido cuento del budismo zen. La sabiduría es milenaria y procede toda ella de la época axial. Es aquí donde deberían volver los filósofos y donde deberían estudiar los psicopedagogos.

 

“Un joven guerrero Samurái se paró respetuosamente ante el anciano maestro Zen y dijo: “Maestro, enséñame sobre el Cielo y el Infierno”.

 

El maestro se volteó rápidamente con disgusto y dijo:“¿Enseñarte a ti sobre el Cielo y el Infierno? ¡Pues dudo que ni siquiera puedas aprender a evitar que tú propia espada se oxide! ¡Tonto ignorante! ¿Cómo te atreves a suponer que tu puedes entender cualquier cosa que yo pudiera tener que decir?”

 

El anciano siguió así, lanzándole cada vez más insultos, mientras que la sorpresa del joven espadachín se convertía primero en confusión y después en ardiente coraje, aumentando por momentos más y más. Maestro o no maestro, ¿quién puede insultar a un Samurái y vivir?

 

Finalmente, con los dientes apretados y la sangre casi hirviendo de rabia y furia, el guerrero ciegamente, desenfundó su espada y se preparó para acabar con la lengua filosa y la vida del anciano, todo en un solo golpe de furia.

 

En ese mismo instante, el maestro miró directamente a sus ojos y le dijo suavemente: “Ése es el Infierno”.

 

Hasta en la cúspide de su rabia, el Samurái comprendió que el maestro de hecho le había dado la enseñanza que él había pedido. Lo había llevado al Infierno viviente, conducido por un coraje y ego incontrolable.

 

El joven, profundamente impactado, guardó su espada y se inclinó en reverencia a este gran maestro espiritual. Mirando hacia arriba y viendo la cara anciana y sonriente del maestro, sintió más amor y compasión que en cualquier momento de su vida.


En ese momento, el maestro levantó su dedo índice y dijo gentilmente:

 

“Y ése es el Cielo”

“Estamos unidos al inconsciente colectivo. A cualquier acción que hagamos, aunque sea anónima, el mundo le da una respuesta. Lo que le hacemos a los otros nos lo hacemos a nosotros mismos.” A. Jodorowsky

“Todo lo que necesitas, incluido a Dios, está en ti, no fuera de ti.” Aforismo Sufi.

Está claro que la línea sapiencial es única y que se ha expresado de diversas maneras a lo largo de milenios. Esto es lo mismo que el consejo y la vida socrática, las enseñanzas advaitas, las de los evangelios o las budistas.

                               La filosofía aplicada o Cura sui. (Curarse a sí mismo)

Tú también vas a perecer;
sabiendo esto, ¿cómo puedes pelearte?
Aforismo Budista.

 

Mis estimados y sufridos lectores, si alguno queda. Me propongo anunciarles un giro en mi filosofía que quizás pueda sorprenderles. Si alguno me ha seguido, algo he anunciado en dos artículos en la edición digital. Llevo muchos años dedicado a la actividad filosófica como un conocimiento del mundo, para tener una idea general de él, y como conocimiento de las ideas y creencias que uno tiene, junto con los semejantes, para, a través de este autoconocimiento intentar, desenmascarar lo que considero apariencias y, de esa manera, encaminar la mirada, tanto mía, como la de aquel que me escucha a la búsqueda de la verdad, el bien y la justicia. Considero que este es un camino legítimo, muy noble y virtuoso. Pero quizás sea un luchar contra molinos de viento. Y no significa esto una renuncia. Sino otra forma de luchar a través de una transformación interior muy profunda y guiada por la mano de la filosofía. No abandona uno el campo de batalla, ni deja de ver las injusticas del mundo, ni la miseria, ni la barbarie del poder. Me retiro a mi interior para entender mejor todo ello desde el conocimiento de mí mismo. Es decir, doy un paso más en el conocimiento de sí mismo socrático.

Me gustaría explicarles dos cosas, de momento. La primera de ellas es qué es la filosofía y en qué se ha convertido. Bien, la filosofía nace en Grecia en torno al siglo VII antes de C., pero esto no quiere decir que no existiese un saber tanto en Grecia como en otras zonas del mundo, como en China, la India, Mesopotamia, Egipto, por mencionar las más importantes y conocidas por los propios griegos. Pues bien, en el comienzo, la filosofía y hasta Sócrates incluido, que sigue siendo mi inspirador con su “Conócete a ti mismo” estaba unida a la sabiduría. Y, qué quiero decir con ello, pues lo que quiero decir es que el saber y el ser coincidían. Es lo que podemos llamar consistencia moral o ética. El filósofo era lo que decía. Y el caso de Sócrates es paradigmático, pero, como él vivieron todos los presocráticos. Pues bien, el descubrimiento griego fue que el Logos, la razón, el lenguaje, el discurso era lo común, lo común entre los hombres y lo común entre el hombre y la naturaleza. De ahí que el Ser y Pensar sean una y la misma cosa y que es necesario seguir al Logos, tanto para entender la naturaleza, como para entendernos a nosotros mismos, como para gobernarnos (democracia, darnos el logos, la ley a nosotros mismos). Claro, esto significa que el afán del filósofo no solo es el conocer. Sino que su conocer implica una transformación de su ser. Por eso, en la antigua Grecia estos filósofos eran tenidos como sabios, es decir modelos ejemplares de vida. Aunque hubiese diferentes escuelas. Pero, tras la muerte de Sócrates, un acto de su vida, que como sabio ejemplar, lo convierte en acto pedagógico (disculpen mi radicalismo, pero desde entonces se terminó la pedagogía). Es una de las cosas que uno ha descubierto o lo está haciendo en su viaje interior: que la sabiduría es antiquísima, que la superficialidad y que la ignorancia y la estupidez nos mantienen entretenidos mientras olvidamos nuestro interior. Como iba diciendo, tras la muerte de Sócrates es cuando aparece la filosofía como conocimiento desligada del ser. Sobre todo con su discípulo Aristóteles. De la figura de Sócrates se desprenden dos corrientes. La línea platónica en la que ser y conocer se comienzan a separarse. Llegando a la barbarie de las facultades de filosofía de hoy en día en las que existe una hiperespecialización de no sé qué saber que sólo sirve para dar de comer al que lo enseña, un saber académico y estrictamente profesionalizado y que intenta imitar a la ciencia, cayendo en el mito del cientificismo. Ya renuncié hace muchos años a esto y me dediqué a la filosofía mundana. Término inventado por Kant y me refugié en una forma de escribir cercana que fuese el artículo periodístico y el ensayo. Ahora he dado un paso más en el autoconocimiento en el que vamos a intentar recuperar esa vivencia de la filosofía en tanto que saber igual a ser. Por supuesto, sin caer en dogmatismos, ni fanatismos, ni new age. Se trata de hablar desde el interior, de sugerir, de no enjuiciar. De hacer pensar por la metáfora y con ironía, no con el ataque directo, ni la crítica racional. Se trata de enseñar la virtud y la felicidad como una conquista interna y, con la convicción de que la gran revolución surge del cambio en las conciencias. Y me agrada coincidir aquí con mi amigo Riechmann, también un antiguo luchador desde las trincheras, pero que piensa que el verdadero cambio y la única posibilidad para la humanidad es el cambio individual de las conciencias. Y es ese cambio individual el que se tiene que transmitir por osmosis, sino, nos vamos al garete, y ni a la tierra, ni al universo le importa. No somos nada en la eternidad del cosmos. Primera lección para el poder. Somos todo en el cosmos, puesto que somos el cosmos en tanto que todas nuestras partes son “polvo de estrellas” organizadas de una forma particular en este momento. Otra forma de expresar el “Dios o naturaleza” de Spinoza. Primera lección para todos los individuos. Por tanto, tenemos que ser Uno con el cosmos y la naturaleza. Y lo segundo que les quería contar lo dejaremos para futuras entregas. La paz consigo mismos les llevará a la paz con los demás.

 

El cielo y el infierno están dentro de nosotros. La paz y la guerra no son más que nuestras emociones y nuestras emociones no son más que producto de nuestros pensamientos erróneos sobre la realidad y sobre los otros. Cada vez que juzgamos, en el fondo, lo estamos haciendo sobre nosotros mismos. Si aprendiésemos que el mundo depende de nuestros pensamientos aumentaríamos la paz y disminuiríamos el odio, el rencor, el dolor y la guerra. Porque de nuestros pensamientos dependen nuestras acciones. Por tanto antes de actuar debemos saber si nuestros pensamientos son correctos y si las emociones que de ellos se derivan nos llevan a la compasión o a la guerra. Ya lo dijo Jesús de Nazaret, “Hasta que no os volváis como uno de estos (los niños) no entraréis en el reino de los cielos”. Cuidado que aquí niño significa inocencia (eternidad, ausencia de tiempo, por tanto: felicidad o paz) y que estoy hablando metafóricamente. Vamos, que no estoy defendiendo la teoría del buen salvaje. Estoy un paso más allá de la razón, que es el de la intuición. También se puede ilustrar con un conocido cuento del budismo zen. La sabiduría es milenaria y procede toda ella de la época axial. Es aquí donde deberían volver los filósofos y donde deberían estudiar los psicopedagogos.

 

“Un joven guerrero Samurái se paró respetuosamente ante el anciano maestro Zen y dijo: “Maestro, enséñame sobre el Cielo y el Infierno”.

 

El maestro se volteó rápidamente con disgusto y dijo:“¿Enseñarte a ti sobre el Cielo y el Infierno? ¡Pues dudo que ni siquiera puedas aprender a evitar que tú propia espada se oxide! ¡Tonto ignorante! ¿Cómo te atreves a suponer que tu puedes entender cualquier cosa que yo pudiera tener que decir?”

 

El anciano siguió así, lanzándole cada vez más insultos, mientras que la sorpresa del joven espadachín se convertía primero en confusión y después en ardiente coraje, aumentando por momentos más y más. Maestro o no maestro, ¿quién puede insultar a un Samurái y vivir?

 

Finalmente, con los dientes apretados y la sangre casi hirviendo de rabia y furia, el guerrero ciegamente, desenfundó su espada y se preparó para acabar con la lengua filosa y la vida del anciano, todo en un solo golpe de furia.

 

En ese mismo instante, el maestro miró directamente a sus ojos y le dijo suavemente: “Ése es el Infierno”.

 

Hasta en la cúspide de su rabia, el Samurái comprendió que el maestro de hecho le había dado la enseñanza que él había pedido. Lo había llevado al Infierno viviente, conducido por un coraje y ego incontrolable.

 

El joven, profundamente impactado, guardó su espada y se inclinó en reverencia a este gran maestro espiritual. Mirando hacia arriba y viendo la cara anciana y sonriente del maestro, sintió más amor y compasión que en cualquier momento de su vida.


En ese momento, el maestro levantó su dedo índice y dijo gentilmente:

 

“Y ése es el Cielo”

 

Como pienso que eso del progreso es un mito y, en cualquier caso, mirad dónde nos ha traído, pues he vuelto a los orígenes siguiendo la máxima socrática, como siempre, del conócete a ti mismo y ando, incluso, antes del logos. O en el momento mismo de su aparición. Así que estoy en un solo sé que no sé nada existencial estrictamente hablando.

Que va, aquí no se está hablando en el nivel espiritual, sino en el entramado de los tres niveles. Si quieres tener alienado los tres niveles, no vale echar balones fuera. Si tú eres uno, tú eres responsable de todo. “Cada cosa en su sitio” jaja, eso es una expresión de autoafirmación del yo. Recuerda, es el miedo. El miedo a dejar de creer en todo lo que creemos. Es curiosa una cosa que dice Juan Manzanera en el video. En un monasterio hay menos limitaciones, cierto, pero eso no implica que esas limitaciones no existan, lo que pasa es que no las tenemos resueltas dentro de un monasterio. No estoy hablando de vida espiritual. Sino del día a día.

Si el problema es que es de cajón, lo entendemos, pero no lo comprehendemos, hace falta más hemisferio derecho. Si yo ante la violencia actúo con violencia aumento la violencia. Si yo respondo con la no violencia, corto la violencia, incluso si me matan, pero ahí desaparece la cadena. Si yo critico e insulto a los políticos, introduzco odio en el mundo, luego introduzco desorden. ¿Qué hacer? No juzgar. Todo lo más describir y comprender por qué actúan como actúan que a mí no me gusta y me cabrea, que, por cierto, a mucha gente, entre otros los que les votan, no les cabrea. Algo anda mal en mi juicio. El mal dependerá de mí. Ser responsable, que no culpable. Entonces, para empezar, ni juzgar. (Recuerda lo que dice el evangelio “así como vosotros juzguéis, así seréis juzgados”, y no se refiere al cielo, sino a la vida misma, a la vida diaria.) De esa forma ya introduzco algo de paz y mejoro el mundo más que con mi crítica. Ésta es la revolución individual de las conciencias que tiene que haber. No hay nada nuevo en el mensaje. Lo dijeron Sócrates, Jesús de Nazaret, Buda, Lao Tse. Es la Paz, que sólo existe en la Unidad y somos “parte” de la unidad.

Un cuento del budismo zen dice, más o menos, lo que sigue. Un samurái enloquecido que había arrasado toda la comarca llegó a un templo y le preguntó al monje más sabio que le dijese cuál era el cielo y cuál el infierno y que si no se lo decía le cortaría la cabeza. El monje no respondió, muy enojado se lo volvió a preguntar y le amenazó con matarlo. El monje guardó silencio. El samurái desenvainó su espada y, entonces, el monje dijo: eso es el infierno, y cuando el samurái guardó su espada, dijo: y eso es el cielo. Es sabio y bello ¿eh? Buenas noches, mañana seguimos.

                                               ---o---

Vaya, mira que lo estaba pensando, pero estaba muy cansado. Se me olvidó lo de la crianza. Iba a decir precisamente lo que dices tú. En la crianza y, sobre todo, cuando estamos hablando de un bebé, éste no es responsable de nada, cargará con la responsabilidad en el futuro de una mala crianza. La responsable de la mala crianza es la madre y los que la rodean (instituciones, familia,…). Todo es una cadena. El niño, de más mayor, sufrirá una mala crianza, y esa mala crianza dará lugar a pensamientos y emociones de los cuáles, aunque la causa de que se desencadenen esten en la crianza, él es responsable. La idea es que si uno quiere sanarse, y no hablo ya de espiritualidad, sino de tener sentimientos saludables (sin ira, sin rencor, sin vergüenza, sin timidez,…) pues tiene que actuar sobre todos sus pensamientos que causan esos comportamientos que le hacen infeliz. Luego puede venir el salto a la espiritualidad, pero eso es otra cosa. Yo hablo de psicoterapia. Pero es que además, el psicoterapeuta tampoco te cura, eres tú. Esta idea es muy importante porque estaba en el fondo del psicoanálisis. No importa que todos tus males vengan de la infancia, pero eres tú el que te tienes que hacer responsable de ellos. Y ser responsable es cargar con ellos, pero sin culpabilidad. Y sanarte es, una vez que los conoces, dejarlos ir. Y eso se hace mediante la compasión y autocompasión, el Amor y la paz. Y todo eso se transmite a tu alrededor. Si yo no cambio de actitud, mi grupo no cambia de actitud, cada vez son más mansos. Les estoy ayudando a conocerse, mientras me autoanalizo yo y me curo (cuido) de mis malos pensamientos. Se cura, curándose uno a sí mismo. Es curiosa la absoluta coincidencia entre el curso de milagros y el ho-oponopono. La diferencia es que éste es muy fácil de entender y, en la teoría, no produce reacciones, sí, en la práctica. Porque la práctica es la de pedir perdón continuamente. Pero pides perdón a tu yo superior. Es decir, de lo que se trata es de establecer un diálogo interno entre tus tres yoes, el inconsciente que es el cuerpo más material, las pulsiones, emociones y sentimientos, que tienes que amar, reprimir (no se elimina al cuerpo) en la terapia y autoterapia (sí en la filosofía, porque el cuerpo no es más que una manifestación de lo Uno, que es el Yo Soy, pero eso no nos interesa ahora) y de ese diálogo interno surge la perfecta alineación, utilizan la misma palabra que tú, entre esos tres yoes, que además representan lo que tú dices, cuerpo, mente y espíritu. Para ello hay que partir de que tú eres responsable de tus pensamientos (eso no quiere decir que tú seas responsable de una mala crianza, pero sí de lo que ahora mismo piensas, venga de donde venga. Te tienes que sanar tú, no odiar a tu madre, a la sociedad,…) y de que tus pensamientos construyen tu mundo. La causa del episodio de bulimia que tuviste, cualquiera sabe dónde está, pero tú lo solucionaste porque te hiciste responsable de ella, en primer lugar y, en segundo, porque decidiste amarte, cuidarte, de lo contrario hubieses seguido así hasta la muerte. Como le ocurre a cualquier drogadicto, no es más que un suicidio a largo plazo, no se quieren, ni quieren el mundo que sus pensamientos ha construido y deciden aniquilarse como les gusta. Y esto no es un juicio, es una descripción. A mí me da igual lo que hagan, son ellos los responsables. Yo lo he hecho y puedo volver a hacerlo. Eso nunca lo sabe uno. Creo que hay una confusión en ti entre responsabilidad y culpabilidad. Esa confusión es la herencia de la cultura cristiana. La responsabilidad es hacerse cargo de lo que uno tiene. Y qué tiene: un mundo que no le gusta y le hace infeliz. Y eso ¿por qué?, porque nuestros pensamientos los producen. Pues hagámonos cargo de nuestros pensamientos. La culpabilidad es un concepto cristiano de sumisión al poder, de anulación. Y, precisamente, todas estas tradiciones sapienciales, incluida la ética evangélica, son autoafirmaciones del Yo Soy. La culpabilidad implica sacrificio. La responsabilidad se resuelve con el ofrecimiento, expiación, de tus formas erróneas de pensar, es tu yo superior el que te cura cuando eres capaz de reestablecer el diálogo. Y, para eso es necesario, la compasión, como dicen los budistas o el amor como dice el cristianismo y el ho-oponopono. Pero, es curioso. Se empieza por la autocompasión y por el amor a uno mismo. Sufrimos porque no nos queremos lo suficiente. Si tenemos autocompasión (que es lo mismo que hacerse responsable, decirse sí a uno mismo) entonces podremos tener compasión. El sano egoísmo da lugar al verdadero altruismo. Muy buenos días.

 

Claro, dios, la naturaleza, el universo son armonía. El odio, la venganza, todas las emociones negativas son procedencia de nuestra proyección en el otro. El mal y el bien lo inventamos nosotros, nuestro ego, como éste no existe, tampoco existe el mal y el bien. El primer paso es la compasión y la autocompasión que te ayudan a desprenderte del yo, pero, en realidad es que si lo que existe es la unidad, no hay lo particular, no hay el mal, porque no hay opuesto. Eso es la no dualidad. Ahora aplícalo a lo concreto. Ahí reside el problema y las resistencias. Hay que disfrutar de las manifestaciones armónicas y pacíficas del universo, pero no son totalmente reales, lo real está aún más allá y es El Uno, el Yo Soy, el Ser. Por eso la actitud en este mundo de apariencias es la de la paz. Hay que transmitir la paz a nuestro alrededor. Y eso exige de una mente en calma, sin deseos, ni pasiones. Una mente que esté y contemple.

Claro, de todas formas el Ho-oponopono coincide más con lo que tú dices. Es que el curso de milagros es radical e inapelable. El cuerpo está ahí, lo "real" está ahí, lo que sucede es que no tiene significado, ni sentido, para el que lo ha trascendido, no significan nada. Eso no quiere decir que no "estén ahí" como manifestación incorrecta del ego. Dá miedo las últimas consecuencias del pensamiento místico. Pero sólo hay Amor o miedo. Sí seguimos al miedo seguimos al engaño. El miedo es también apego a los deseos, porque también hay alegría en lo aparente. Se producen tremendas resistencias.

                                               ---o---

jaja, ya te estás "rayando" como dicen mis alumnos cuando les hablo del mundo externo, de las pruebas de la verdad, del escepticismo…

No, no se trata de vaciarse del todo como un “místico total”, es que es lo que dice la mecánica cuántica. Y, la neurofisiología, de otra manera, todo está en el cerebro. De lo que se trata es de saber y ser. Ese es el principio de la filosofía aplicada. Ahora bien, a pesar de ello, nosotros llevamos una vida normal y corriente, pero sí sabemos esto, pues deja de tener importancia y de afectarnos nuestro yo y el mundo y, encima, si te dedicas a tu perfeccionamiento interior ayudas más a los demás. La paz se contagia y hace feliz. El miedo que genera todos los vicios hace infeliz. A pesar de conocer que la realidad no es la realidad, sino apariencias o maya, pues vivimos en ella, entonces nos la tomamos como un juego. Esa es la inocencia. La transformación del león en niño, que decía Nietzsche. Y, en la inocencia, no hay tiempo, se vive el instante.

Las teorías científicas son hipótesis, más o menos acertadas, de cómo puede ser el universo. La moderna teoría de cuerdas habla de un universo de once dimensiones, nosotros sólo conocemos cuatro, imagina qué curioso. Nunca podremos imaginar ningún humano ese universo. Sólo unas cuántas mentes matemáticamente privilegiadas son capaces de pensarlo matemáticamente. Pensarlo, no visualizarlo. Pero, es curioso, en los estados alterados de conciencia, como en algunos sueños, podemos visualizar cosas que no podemos pensar.

Todo esto viene de dos cosas que están ligadas. La primera es que no hago más que reflexionar para buscar un fundamento al libro de milagros. Y, me parece que se lo he encontrado: la mecánica cuántica. Otra es una meditación que hice ayer en la que, si tienes suerte y alcanzas una gran relajación y consigues un estado alterado de conciencia pues aprendes un montón de cosas intuitivamente. Como los chamanes que se meten de todo para ponerse en contacto con los espíritus, jaja. Pues bien, se trataba de ponerte en contacto con la unidad del cosmos a través de los “Espíritus de luz”, los “ángeles”, lo que sea, tu “yo superior” o tu “espíritu”, da igual, eso es todo cultural y nominal y sirven como guía de la meditación. El caso es que cuando supuestamente llegas guiado por aquel al que has elegido al lugar donde se te va a mostrar lo que sea. El que lleva la meditación te deja con tu guía para que te “muestre”. Es aquí donde alcanzas el máximo estado de conciencia alterada. Yo contemplé, varias cosas y una de ellas era cómo las fronteras de mi cuerpo (vistas desde la mecánica cuántica) se difuminaban en el universo, sin dejar de ser consciente, pero, más aún; imagina la conciencia de plenitud que puede tener uno al sentir en sí mismo todo el universo. Ya digo, esto es todo un estado alterado de conciencia, es una vivencia que no se puede describir. A la que podemos llegar por la meditación o por las drogas. Por cierto. Está meditación estaba ayudada por música binaural que altera las ondas neuronales facilitando la relajación profunda. Y ahora caigo, una de las cosas que aprendí fue cómo entender el curso de milagros. Porque la meditación la hice anoche y la interpretación se me ha ocurrido ahora.

En conclusión, jaja, seguimos sin intentar atravesar las puertas, pero sabemos que no hay que ser un fantasma y que, probablemente, otra dimensión, de las once, nos lo permitiría. Que con el cuerpo hay que convivir, pero que a las emociones no hay que hacerles caso, igual que vienen se van y proceden todas del miedo, excepto el Amor, que es, en última instancia, la fuerza de la unidad, la unión de la apariencia de los opuestos. Esto parece algo increíble, pero es tan increíble como que un gusano entienda las meninas de Velázquez, o la teoría de la evolución. Imagina un ser inteligente que sea capaz de captar en las once dimensiones de la teoría de cuerdas y que en lugar de pensar con doce conceptos como nosotros piense con cincuenta. No podríamos entenderlo jamás. Pues eso es lo que nos permite el cerebro cuando lo utilizamos, como en la meditación, y no cuando razonamos o seguimos nuestros estrechos cinco sentidos. ¿O la realidad se reduce a los cinco sentidos? No. Pues lo mismo ocurre con la razón. Vaya rollo que me he marcado hoy. Jaja.

Absolutamente cierto. La racionalidad humana es una parte mínima de la condición humana. Pero, desde hace quinientos años se ha reducido todo a la racionalidad. Y, dentro de éstas hay muchas, pues primero se redujo a la racionalidad matemática, luego a la instrumental y más tarde a la mercantil. Triunfando hoy en día ésta última. Sólo hay que echarle un vistazo a los currículos del estado, todas las disciplinas están orientadas desde la racionalidad, como siempre, pero en la nueva ley se ha introducido como competencia (más o menos aquello que es imprescindible saber, por traducir el pseudolenguaje de la pseudopedagogía), el del emprendimiento y la empleabilidad. Hasta los conocimientos, aunque esto viene ya de la LOE, modificación de la LOGSE, se han convertido en competencias básicas. La palabra misma está tomada de la economía. Y de paso vamos destruyéndonos y destruyendo el mundo en el que viven  miles de millones de especies, incluidos nosotros. Por cierto, Riechamann saca nuevo libro titulado, precisamente “Autoconstruirnos”. Y, dice, que la solución del problema es individual, un cambio de conciencia. Cuántas veces lo he discutido con él por correo electrónico. Yo decía que era una cuestión política y él añadía que además de política, fundamentalmente, ética y me explicaba que había que volver al epicureísmo. Y, ahora le doy la razón. Y es curios, me siento en paz y ligero (ya no más luchas inútiles: compasión y autocompasión), me he quitado una gran carga de encima: el responsable de todos los males del mundo no soy yo, ni tengo que atacar a nadie, ni hacerlo responsable. Eso sí, yo tengo que cambiar para cambiar el mundo. Primero he criticado al mundo, me transformé de camello en león, fiero, incansable y mordaz, pero ahora tiene que venir la última transformación: el niño que juega en el instante presente.