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Filosofía desde la trinchera

cura sui

“No hay mayor bien para el hombre que reflexionar cada día sobre su vida y sobre todo aquello que vosotros me habéis oído hablar, examinándose a sí mismo y examinando a los demás, porque vivir sin examinarse a sí mismo no es vivir.” Platón. Apología de Sócrates.

Pocas palabras más esclarecedoras de lo que debe ser un hombre y un ciudadano. El análisis de uno mismo es el autoconocimiento y éste nos lleva a el reconocimiento de nuestras falsas ideas que no son más que prejuicios y creencias infundadas. Y estos pensamientos y creencias falsas nos producen un sentimiento y una forma de actuar. Lo que propone Sócrates es que para mejorar la ciudad tenemos, previamente, que conocernos a nosotros mismos y esto abrirá la puerta a la transformación de nuestros actos lo que conlleva, de suyo, la transformación de la Polis. De tal forma que podemos decir que la política no cambia a las personas, sino que somos las personas las que cambiamos la política. De modo que si tenemos la política que tenemos y no hacemos más que quejarnos, pues ya sabemos quiénes son los responsables…

La última frase es muy importante. “Vivir sin examinarse a sí mismo no es vivir”. Dicho de otra manera, es ser un esclavo. Por ello es el conocimiento de sí mismo lo que nos hace libres. Este conocimiento que nos lleva a la libertad y a los demás va acompañado de la compasión.

“Quien depende de sí mismo “está preparado para alcanzar la mejor vida, mientras que el que se deja llevar por el capricho, está condenado a vagar de aquí para allá desorientado. La enkrateia (poder sobre nosotros, fuerza, valor) es la victoria sobre nosotros mismos, que es, de todas las victorias, la primera y la mejor, mientras que ser vencido por sí mismo, es, de todas las derrotas, la peor y más vergonzante.” Platón. Leyes. El reto que nos lanza Sócrates con la enkrateia es el de liberarnos de los malentendidos sobre nosotros mismos.” Gregorio Luri ¿Matar a Sócrates?

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La filosofía está más allá del ámbito de la verdad entendida al modo científico. La filosofía es, fundamentalmente, crítica de las opiniones. Un análisis del pensamiento y su función. Es un desenmascarar lo que pensamos sobre la realidad. Es trascender las apariencias. Y luego tiene una versión práctica que es la ética, es un modo de vida, un ideal de ser y de felicidad, individual y colectiva. La filosofía es una forma de trascender lo meramente aparente, es una forma de ver, una mirada hacia el interior para descubrir tu propia nada y tu propia ficción que es el mundo que te has inventado para vivir. Y cuando trasciendes esa ficción, pues te encuentras con el Ser, la Nada o el vacío y todo carece de importancia. Porque los que valoramos somos nosotros, el universo, lo que hay, no valora ni tiene valor en sí. Si por un instante dejamos de juzgar nos acercamos a nuestra naturaleza primigenia. Bueno, pues aquí tienes una visión teórico-práctica y mística de la filosofía.

¿Se puede alcanzar la verdad absoluta?

Si entendemos por verdad, la científica, pues no. Porque no tenemos criterio para saberlo y el conocimiento tiene unos límites. De modo que no podemos conocer el universo en su totalidad ni en su profundidad ni en su extensión. De todas formas hay defensores de la teoría del todo, como Hawking, que dicen que sí.

Desde el punto de vista de la intuición, no de la razón y la experiencia, sí. Lo que ocurre es que esta verdad se nos señala, el camino lo tiene que recorrer uno sólo y si se alcanza (el ideal del sabio en el que coinciden ser y saber) es una verdad inefable, que no se puede decir, se muestra en el Ser.

En todo caso se vive en la provisionalidad, por eso nuestra mente, que no puede soportar este estado de duda permanente, crea creencias y mitos en los que se apoya para poder vivir. El camino de la verdad, en el segundo sentido, lo que hace es ir desenmascarando esos mitos. En el primer sentido lo que intentamos es un conocimiento objetivo, no introspectivo, como la segunda vía, racional y empírico del mundo y nosotros mismos y con la posibilidad de aplicación para transformar el mundo y a nosotros mismos. También este camino es lento y trabajoso y es el que desmitificó, la realidad, en la Ilustración y desde el Renacimiento, que el poder de la iglesia tenía bajo la superstición.

 

 

“Por suerte para nosotros Sócrates existió. Y existió también un Platón que se empeñó en recoger su mensaje. Por eso mismo buena parte de nuestra cultura puede entenderse como un ejercicio permanente de profundización en nosotros mismos. Hay un hilo de unión, una comunidad de sentido entre, por ejemplo La apología de Platón. Las confesiones de san Agustín y Rousseau, el psicoanálisis de Freud, la literatura de Proust, la filosofía de Husserl, La Soge Heideggeriana…” Gregorio Luri.

Genial el texto. Una auténtica verdad. Toda la historia de la cultura occidental y los momentos más álgido, de los que se citan algunos, casi que arbitrariamente, aunque no del todo, no son más que un camino del hombre hacia el conocimiento de sí mismo, y del individuo en particular también. Hoy en día no hemos salido del conocimiento socrático del conócete a ti mismo. Y, hoy en día, más que nunca, es necesario ese ejercicio de profundización en nosotros mismos porque andamos absolutamente perdidos. Hemos perdido nuestro norte como seres humanos. Nos hemos convertido en meras máquinas de obedecer y consumir, aborregados, pacientes y sumisos. Y se está haciendo un ataque feroz al pensamiento. Porque el pensamiento está contra el status quo, es peligros. Pasa como con Sócrates, o Sócrates o Atenas, y por eso Sócrates, de alguna manera, no murió injustamente, todo lo contrario, Sócrates era un peligro para Atenas. Había que terminar con el pensamiento. Lo mismo ocurre hoy en día. Por eso se está terminando con el pensamiento. Lo cual me recuerda al final de la película Blede Runner, cuando muere el último replicante y pongo la cita porque nunca me cansaré de escucharla y de compararla con nuestra “realidad”. https://youtu.be/3d3nrRuJ_bs

“Atenienses, si me matáis a mí, no encontraréis fácilmente otro ciudadano -.lo digo aunque pueda parecer ridículo- enviado a Atenas por el Dios para que actúe como un tábano, azuzando a un corcel, noble y generoso, pero indolente por culpa de su misma grandeza.” Apología de Sócrates.

Más claro no se puede expresar la muerte del pensamiento, del individuo frente a la comunidad, que con estas palabras. Palabras ciertas, pero que le llevan por su orgullo a la muerte. Sócrates hace una mala defensa porque escucha a su daimon (a su yo interior, libertad, su dios particular) y no a la política. Pudo haber salvado su vida perfectamente, pero no quiso. Hace una mala defensa, e incluso pone en evidencia al tribunal, a sus acusadores y a los mismos atenienses. Ejerce de tábano con ironía e imperturbable. Aunque sea una visión legendaria de Platón es un imaginario de la cultura occidental, como es la muerte de Jesús, similar en muchos aspectos, ambas son voluntarias y pudieron ser evitadas. Lo que ocurre es que nos ofrecen dos imaginarios distintos. La muerte de Sócrates nos ofrece también la inevitable tensión entre La polis (política) y el pensamiento, el individuo (la ética.) Una tensión inevitable que ha recorrido toda la cultura occidental y que debemos examinar para seguir en ese camino de autoconocimiento. Se nos expresa también en esa sociable insociabilidad de la que nos hablaba Kant. O lo que hoy en día llaman los biólogos, egoísmo recíproco, o los más remilgados, altruismo recíproco. El caso es que andamos en esa escisión y no salimos de ella. Por mi parte insinúo que la recuperación de la conciencia yace en la búsqueda de la Unidad y que Sócrates era consciente tanto de la escisión como de la unidad. Porque es en él donde se produce. Y todo el ejercicio de conocimiento de nosotros mismos es la búsqueda de nuestro fundamento, de nuestra unidad por la vía de la razón. De ahí las confesiones de Agustín de Hipona, o las de Rousseau, y el psicoanálisis. Pero es necesario tener en cuenta también a Nietzsche y su filosofar con el martillo. Buscar el fundamento de la cultura occidental es la deconstrucción de la cultura occidental misma, precisamente, desde Sócrates para acá. Y la última transformación de Nietzsche es la del león, que dice, No, a la del niño, que, simplemente, juega poniendo sus reglas, crea. Está en la unidad con el sí mismo y con la naturaleza, no hay escisión. La cultura es la escisión. En el fondo de nuestro yo está la Unidad. Tal Unidad parece que Sócrates nunca la perdió y es esa unidad, otra semejanza con Jesús de Nazaret, es la que le lleva a la muerte. Y esa unidad es la que persiguen los estoicos, los cínicos… y muchos otros que permanecen ocultos en la historia de la cultura oficial de occidente.

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Voy poco a poco. En Grecia no tiene el origen del pensamiento dual. Yo creo que va apareciendo poco a poco con el neolítico. Es anterior a las religiones del libro que pertenecen a nuestra tradición. Porque en ellas ya se hace mención a la escisión y cómo trascenderla. En Grecia lo que pasa es que se toma conciencia racional de esa escisión. Los primeros filósofos, que siguen siendo míticos, en parte, muchos reclaman la unidad, como Parménides y Heráclito. Y todos buscan el arjé (que es el principio unificador de las apariencias que son múltiples y son lo que observamos por los sentidos.) Lo que afirman es que la razón nos llevará a la unidad.

Separar la vida privada de la pública, yo creo que está en los orígenes y eso se va cuajando en el neolítico. De todas formas siempre la vida pública fue muy importante: excepto para los esclavos y las mujeres. Ya en la época griega había esta separación, pero los hombres libres llevaban una vida pública importante y, su vida privada tenía que ser ejemplar públicamente, con lo cual no era tan privada. Y aquí es donde reside el caso de Sócrates, que es el que introduce la eticidad o la ética o a la persona frente a la Polis. Por eso se le acusa de impiedad, por no aceptar los dioses y las tradiciones (que en apariencia si lo hace), pero sigue a su daimon (dios particular: voz interior, la libertad, vamos) Y entonces se abre una escisión: La colectividad frente al individuo, la ética frente a la política. Pero él cree que esa escisión se puede eliminar siguiendo a la razón. Y eso es lo que hace Platón, pero llega a un autoritarismo político en el que elimina al individuo. Los otros herederos de Sócrates, renuncian a la Polis y afirman al individuo: estoicos, epicúreos, cínicos y escépticos. Algunos se identifican con la naturaleza y la política con el cosmopolitismo. Esta línea, que es la de la unión, es la que no ha triunfado en occidente. Triunfó Platón por la vía del cristianismo. Como dice Nietzsche: “El cristianismo es platonismo para el pueblo.”

Efectivamente, si vamos desde Platón a nuestros días hemos ido alimentando, salvo excepciones esa dualidad principal. Y hoy en día estamos en el máximo estado de alienación (como lo llamaba Marx) o escisión y división que nunca. Por eso el mundo, si lo miramos fríamente y sensatamente, pues, simplemente, nos parece una locura. Y es lo que es. Porque vamos contra nuestro propio ser y eso es una locura. Hay que seguir el Ser que es la unidad. Muy interesante lo de una globalización de la conciencia. Lo apunté hace poco: la globalización de la conciencia debe pasar por una toma de conciencia ética universal. Una conciencia ecocéntrica, que elimine el antropocentrismo y que, reconozca, que somos un elemento más de la biosfera. Que constituimos una unidad. Si no damos ese paso ético, lo damos al abismo. Pero a la naturaleza no le importa nada. El sufrimiento y la angustia sólo son humanos.

Efectivamente, somos esclavos de nuestra ignorancia. Es un estado de ceguera. Como bien nos señala en su novela Saramago “Ensayo sobre la ceguera”

 

“Mientras un mal acto cometido no da su fruto, durante ese tiempo el necio lo cree tan dulce como la miel, pero cuando el mal acto madura, el necio se enfrenta al dolor.” Buda. El camino de la rectitud.

Además del contenido de esta sentencia de Buda y su “verdad” ética, lo que resulta interesante es su equivalencia con la sentencia socrática que también ha sido olvidada en nuestra ética, tanto a nivel personal como social. Nos dice Sócrates. “Es mejor padecer una injusticia que cometerla”. Está claro que cometer una injusticia al principio puede procurarnos placer, pero cuando madura en nuestra alma nos produce dolor.

“Tal como el fuego cubierto de cenizas arde, así el mal acto persigue al necio quemándolo.” Buda. Y se equipara al que no actúa rectamente como necio. Es decir ignorante. Lo mismo que el intelectualismo socrático. El vicio procede de la ignorancia como en Sócrates. En realidad nuestra vida infeliz procede de la ignorancia. Y la ignorancia es la separación del Ser. La pérdida de la Unidad.

Tienes razón, pero eso sería un nivel más alto de abstracción. En el nivel de la reflexión, que es en el que estamos, podemos hablar de camino. Este nivel es más accesible para nosotros, los que pertenecemos a la cultura occidental. Pero, en el nivel superior, se trata, no de un camino, sino de una decisión que te lleva de la ignorancia (que es ilusión y no existe: esto se consigue por la vía de la meditación y la compasión) a la sabiduría en que te das cuenta que sólo existe ese estado: el del Ser, o el todo, o el tao, o la vacuidad, depende de la tradición. En definitiva: lo inefable.

"Ser inconscientes de nuestro propio comportamiento y de nuestra actitud mental nos hace perder nuestra humanidad" Venerable Lama Thubten Yeshe. Seguimos con la relación entre ignorancia y mal en la tradición oriental. Hay que reconocer que en el principio las tradiciones no estaban separadas. Y hay que volver a ver lo que nos hizo olvidar al Ser, como decía Heidegger, en nuestra tradición. Ese olvido nos ha llevado a la escisión: la dualidad. Y ésta, en la modernidad y con la revolución industrial y la actual nos ha llevado a la cosificación del ser humano; es decir, a la barbarie. Es necesario la vuelta a identificarse con la unidad para recuperar nuestro Ser. Y esa unidad está fundamentalmente en la unidad hombre-naturaleza y hombre-hombre. Sería la ética ecológica y la unión entre ética y política (esto implica una revolución de las conciencias) Por eso, en última instancia y la última esperanza es la revolución ética.

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No, es muy curioso. Ahora mismo estoy leyendo algunos escritos budistas. Lo que se llama el canon del budismo, como puede ser el nuevo testamento para el cristianismo. Pues bien, además de las similitudes profundas de las tres tradiciones, resulta que en los famosos sermones de Buda se enseña haciendo ver, razonando cual es el camino recto. Y se utiliza, tanto el raciocinio, como la metáfora o la parábola, como en los evangelios. Y, una cosa curiosa, en la práctica de la meditación, que es múltiple, generalmente hay una parte que es la meditación analítica. Es decir, una reflexión sobre el tema sobre el que se va a meditar. Y la meditación es provocar, voluntariamente, un estado de conciencia en el que el que reflexiona, está absorto, absolutamente atento y concentrado en el análisis. No se trata de levitar y decir Om y fundirse automáticamente con el universo y comer sólo lechuga, eso son tonterías. Lo que sí es cierto es que la razón tiene su papel y es un medio de conocimiento, pero no el único. Igual que cuando uno escucha una obra musical, o ve un cuadro, o lee una poesía. Puede incluso hacer un análisis racional y después sentir intuitivamente lo que le dice. Seguro que mientras mejor comprenda racionalmente la obra más será capaz de sentir. Y lo mismo ocurre con una teoría física o matemática. Para Einstein, el criterio de verdad de una teoría estaba en su belleza matemática. Algo que se intuye, que está más allá de la razón. Aunque sin comprensión racional tampoco podemos llegar a la contemplación estética.

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Efectivamente, todo coincide. Y si lo miramos desde una perspectiva más elevada, aunque no sea científica, ni podamos tener pruebas para asegurarlo, nos damos cuenta de que hay como una confluencia entre lo que, pasito a pasito, con la razón y la experiencia, va descubriendo la ciencia, y la sabiduría milenaria que lo que nos enseña (porque date cuenta que la sabiduría es la de la época axial: el taoísmo, el hinduismo, Buda, Sócrates, Jesús que son del neolítico y han sufrido la escisión y se plantean el camino de la vuelta a la Unidad) es que todo es Uno, que la dualidad es apariencia. Y lo Uno es la naturaleza. Lo curioso es que la razón surge como unidad en los primeros tiempos de la filosofía. Pero es, precisamente, a partir de Sócrates cuando se separa y empieza la dualidad. Y, cuando el la dualidad del pensamiento filosófico se une al mito cristiano de creced y multiplicaos y dominad la tierra, entonces es cuando el saber científico que surge elimina tanto a la naturaleza, como deshumaniza al hombre y nos lleva al estado actual que es la barbarie. Pero, curiosamente, la misma investigación de base, o fundamental, tanto en física, como en bioquímica, como en las neurociencias nos llevan de nuevo al retorno de la Unidad. Como decía un cosmólogo: “El universo cada vez se parece más a un gran pensamiento.”

 

“La verdad es verdad, es una y única. No tiene matices ni caminos; ningún camino conduce a la verdad. No hay camino hacia la verdad, ella debe llegar a uno. Y solo puede llegar cuando su mente y corazón son sencillos y tienen claridad, cuando hay amor en su corazón; no si su corazón está lleno de las cosas de la mente. Cuando hay amor en su corazón, no habla de organizarse y formar una hermandad, no habla de creencias, no habla de división o de las fuerzas que crean división, no busca reconciliación. Entonces, uno no es más que un ser humano sencillo, sin etiqueta, sin patria. Esto significa que debe despojarse de todas esas cosas, y permitir que la verdad se manifieste; y ella solo se puede manifestar cuando la mente está vacía, cuando la mente deja de inventar cosas; entonces llega sin que se la invite. Llega tan rápida como el viento, inadvertida. Llega secretamente, y no cuando uno mira y desea. De repente está allí tan rápidamente como la luz, tan pura como la noche; pero para recibirla el corazón debe estar lleno, y la mente vacía. Ahora tiene la mente llena y su corazón está vacío.” Krishnamurti

Es indudable que el camino sapiencial, no el conocimiento científico, no el conocimiento erudito pone el acento, cuando se habla de conocimiento, de saber y de verdad en la unidad. Entendiendo en este caso, unidad de sentimientos y emociones con el pensar propio del intelecto. Nuestro pensar total, al que podríamos llamar el conocimiento intuitivo, el tercer género del conocimiento al que aludía Spinoza, desde el modo de la eternidad, constituye una unidad indisoluble entre la compasión y el comprender. Es más, es la compasión la que nos lleva al comprender: el mundo, a nosotros mismos y a los demás. Se me podrá objetar que el conocimiento científico es frío y calculador, pero no es cierto. No podemos confundir el acto de conocer del científico con la ciencia como institución social vinculada inevitablemente a determinados poderes que, por lo demás, hacen de ella un arma de odio y destrucción. El científico parte de la admiración por el Ser e intenta comprenderlo, ama el saber. Y, una cosa, si en la cultura científica se hubiese introducido la compasión, tendríamos resueltos los problemas éticos de la ciencia, entre otras cosas porque no se darían. Se me podrá decir, en tal caso, que soy un ingenuo. Pues creo que no, somos hijos de nuestra tradición. Y en nuestra tradición, en el origen de la ciencia moderna, se unen varias tradiciones. Por una parte la recuperación del ideal griego del conocimiento basado en Pitágoras y Platón, ambos muy relacionados, íntimamente con la ética y la política y con una visión iniciática del saber. Pues bien, para ambos el secreto del universo estaba en la matemática y ésta la unían con una dimensión mística del saber. No había un pensamiento utilitarista ni mercantilista del saber. El mismo Kepler llegaba a decir que el universo era la geometría y que el mismo dios usa de la geometría (eterna) para crear el mundo, que el propio dios es la misma geometría. Cuatro siglos después del surgimiento del conocimiento científico moderno seguimos pensando que la matematización es el ideal del conocimiento científico, aunque sabemos que el conocimiento científico no es la única vía del saber.

Pero a nuestra tradición se le une el pensamiento de F. Baçon que es el padre del pensamiento tecnológico. Y va a ser éste el que une el conocer con el poder y éste con el control y dominio de la naturaleza que después se extenderá también a los hombres. Y, curiosamente, este pensamiento se une a la tradición cristiana, más bien encuentra en ella su fundamento, en la que se nos da el mandato bíblico “Creced y multiplicaos y dominad la tierra.” Y eso es lo que hemos hecho. Pero, ¿qué quiero decir con todo esto? Pues lo que quiero decir es que lo mismo que somos herederos de esta tradición podríamos serlo de otra. Y que si reclamamos una revolución profunda que deba ir precedida por el cambio de nuestras conciencias, pues, precisamente éste es un buen cambio de conciencia. La unión de la ciencia con la compasión y ahí desaparece, también, de un plumazo, el problema de las dos culturas. Que es, por otro lado, un falso problema, derivado del hecho de la dualidad en nuestro pensamiento, dualidad que no es real, sino, cultural.

Es obvio que esto que se nos dice más abajo es lo mismo que nos aconsejaba el viejo maestro Sócrates con su conócete a ti mismo y aquello de que una vida sin análisis no merece la pena de ser vivida. Cada vez estoy más convencido de que la filosofía es praxis, acción. E incitar a la acción. Si los filósofos, en lugar de académicos y profesores hubiésemos sido filósofos en el sentido antiguo de la palabra, no habría habido una desbandada de la ciudadanía despistada hacia el esoterismo, la magia, el pensamiento oriental. Y no niego que hay mucha verdad en esto, pero también mucho oportunismo. Y, de paso, no seríamos calificados de inútiles, ni los psicólogos hubiesen usurpado nuestro lugar.

“Es evidente que un cambio radical en el ser humano, en uno mismo, producirá un cambio radical en la estructura y naturaleza de la sociedad. Creo que es necesario comprender con total claridad que la mente humana, con toda su complejidad y su mecanismo enrevesado, es parte de este mundo externo. 'Usted' es el mundo, y generar una revolución fundamental, no comunista o socialista, sino una clase de revolución por completo diferente dentro de la estructura y naturaleza de la psique y en uno mismo, producirá una revolución social. Debe hacerse, no en lo externo sino internamente, porque lo externo es el resultado de nuestra vida interna privada.

Cuando se produce una revolución radical en la misma estructura del pensamiento, del sentimiento y de la acción, entonces, como es obvio, se genera un cambio en la estructura de la sociedad.”

Conversaciones con estudiantes Krishnamurti

La naturaleza del mal.

"Todo es mal. O sea, todo lo que existe es mal; que las cosas existan es un mal; cada una de las cosas existe con la finalidad del mal; la existencia es un mal y se ordena al mal; el fin del universo es el mal; el orden y el Estado, las leyes, la trayectoria natural del universo no son sino mal, ni están encaminadas a nada que no sea el mal". Leopardi.

En primer lugar este pesimismo no nos lleva a nada, salvo a atacarnos a nosotros mismos. Dicho de otra manera atacamos al mundo porque nosotros nos sentimos mal. Proyectamos el mal en el otro, porque el mal lo tenemos nosotros. Y nuestro mal son nuestros pensamientos erróneos sobre el mundo y los otros. Y esos pensamientos son las ideas que de ellos nos hacemos. Ello no quiere decir que no exista el mal en el mundo, pero depende de nuestro pensamiento. Si todos pensásemos correctamente no existiría el mal. Esto ha sido una explicación psicológica. Después daré una teológica. En cuanto a la escisión pues hay que explicarlo por el pensamiento dual. Nuestra civilización ha producido la dualidad, el pensamiento dual más desarrollado. Y esto se produce después de Sócrates. En el artículo “Filosofía aplicada Cura sui (curarse a sí mismo)” de la Gaceta Independiente de Mayo lo explico. Nuestro cerebro es dual, según predomine un hemisferio u otro. Siempre trabajan los dos y, por ello, siempre ha aparecido la dualidad. Pero, el pensamiento dual: sujeto-objeto, hombre-mujer, frío-caliente, arriba-abajo, bien-mal…se ha desarrollado más en unas culturas que en otras. Las que han trabajado más el hemisferio izquierdo (lógico formal) son más dualistas, como la tradición occidental, mientras que las que han trabajado culturalmente más el hemisferio derecho, son menos dualistas e, incluso, se han dado cuenta de que el problema del conocimiento, el problema de la realidad y el de la ética es el problema de la dualidad. Que en realidad no existen los opuesto, sino la unidad. Así tenemos: el taoísmo, el budismo y el hinduismo advaita. En las religiones del libro, como están contaminadas del pensamiento dual, aportado por la filosofía platónica y aristotélica, pues la dualidad es lo imperante, excepto en la mística. Todos los místicos dicen que dios es todo y buscan la unidad con dios. Por eso los místicos han sido en la mayoría de los casos perseguidos. Mientras que en Oriente el propio pensamiento es ya de por sí místico. Lo de la dualidad tiene su base biológica y cultural. Hoy hay que mirar las cosas desde la epigenética.

La explicación teológica es doble. En primer lugar desde el teísmo. Es decir, desde la existencia de dios. Si dios existe y es uno e infinito y, por tanto, infinitamente bueno, el mal no existe objetivamente. El mal, es, según la teología cristiana, privación del bien, no hay esa dualidad, porque si no dios deja de ser dios y, entonces caemos en el ateísmo. Por eso el problema del mal ha dado lugar a muchos ateos que no han sido capaces de soportar el sufrimiento. Así como muchos creyentes, han sido capaz de soportar grandes dosis de sufrimiento porque creen en dios y saben que todo procede de su voluntad y su voluntad no puede ser nunca mala.

Desde el punto de vista panteísta (que es en el que yo me sitúo), tampoco puede existir el mal. El panteísmo considera que lo que llamamos dios es todo lo que hay, pero que no es personal, ni creador, ni se ha encarnado. Es, y punto. Entonces todo lo que hay es parte de dios y dios no es ni bueno ni malo. Lo bueno y lo malo son percepciones nuestras que ocurren dentro de dios. El mal serían modos de ser inadecuados, por tanto deben ser corregidos: científicamente lo llamamos: errores, éticamente, lo llamamos: mal. Por ello, si corregimos nuestro pensamiento, porque en el fondo lo que hay es lo que pensamos, corregimos el mal. El mal es nuestro pensamiento erróneo (odiar) y nos hace infeliz. El bien es el pensamiento adecuado (la compasión) y nos hace feliz. Pero es que además, si lo que existe es dios o el Ser, pues no hay nada más, y tampoco el tiempo, con lo que esto no es más que un sueño o una realidad virtual (una simulación informática), es decir, apariencia. Y, claro, si lo que existe es el Ser, pues no puede existir el tiempo, con lo cual volvemos de nuevo a la mística. Somos uno con el cosmos y, lo demás es apariencia. Un “bostezo del ser”. Esto tiene algo bueno, seríamos eternos, pero no tal y como nos pensamos porque nos pensamos desde la idea inadecuada del tiempo. El tiempo matemático no tiene nada que ver con el psicológico. O, como decía Agustín de Hipona, el tiempo, si nadie me lo pregunta se lo que es, pero si me lo preguntan, pues no sé qué contestar.

Y, por último, el ateo, que es igual que el panteísta, pero eliminando el ámbito de la espiritualidad.

Y, ¿Quién es mi prójimo?

 

25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?

26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?

27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.

28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.

29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Parábola del buen samaritano. Lucas 10:25-37Reina-Valera 1960 (RVR1960)

 

 

 “Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno” Terencio.

 

La parábola del buen samaritano es uno de los pilares fundamentales de la ética evangélica. Si bien hay que entender aquí dos éticas, que quizá, se puedan fundir. Una es la ética milenarista. La que anuncia la renuncia a todo porque el fin de los tiempos es inminente y la que por medio del ejemplo, la metáfora, la parábola enseña un modo de vida a imitar que sirve como ejemplaridad de vida moral para salvarse. También habría que analizar qué se entiende en los evangelios por  salvarse. Es otra metáfora, como la del reino de los cielos. Pero eso lo dejaremos para otras entregas. La gran importancia de la parábola del buen samaritano es que en ella se nos promete la salvación. Lo que se pregunta es qué he de hacer para salvarme. Y aquí hay un juego muy interesante. En primer lugar es un intérprete de la ley el que pregunta a Jesús (un don nadie, que se hace pasar por el Mesías, como otros muchos) que qué debe hacer. Y Lucas nos cuenta que Jesús cambia el giro y el sentido al convertirse él en el que interpela. Si es un intérprete de la Ley él sabrá lo que tiene que hacer. Y, efectivamente, el intérprete de la ley responde con un perfecto conocimiento de ella: “Amarás a Dios…y al prójimo como a ti mismo.” Lo primero que hay que señalar es que lo del prójimo ya está en el judaísmo, pero en un sentido más restringido. Y Jesús responde que ya que lo “sabe” tan bien lo que tiene que hacer, si quiere alcanzar el reino de los cielos, es hacerlo. Aquí vemos la ironía de Jesús, que no es poca en sus enseñanzas y que nos recuerda a la de otro gran sabio maestro de la ironía: Sócrates. Permítaseme decir que en las enseñanzas de Jesús hay más de ironía que de culpa, redención, resentimiento, pecado y sacrificio. Todo esto último no es más que una invención de la iglesia que ha superpuesto su interpretación literalista de unos evangelios, por lo demás, elegidos arbitrariamente, sobre una interpretación ética de la vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret. Puro mito y superstición para dominar al pueblo y mantenerlo en estado de miedo y esclavitud. Y es necesario señalar aquí, que esos conceptos creados por el cristianismo, como el de culpa, pecado, obligación y muchos otros siguen en nuestras conciencias, operando en nuestros sentimientos produciendo dolor y sufrimiento, por muy no creyentes que sea la gente. El peso del inconsciente colectivo de dos mil años no se quita con un simple no ir a la iglesia. O, con ese absurdo de decir: “creo en dios, pero no en la iglesia”. En fin, sigamos. La ironía de Jesús provoca la ira del intérprete de la ley, que quiere dejar en evidencia al que se llama Maestro. Y aquí viene la pregunta crucial que hace el escriba. “¿Y, quién es mi prójimo?” La respuesta de Jesús es una parábola. Pero antes hay que explicar lo del concepto de prójimo en el antiguo testamento. Nuestro concepto de prójimo no cuadra con la idea que tienen los judíos de pueblo elegido, ni con la masacre de otros pueblos, que los judíos ayudados por dios hacen por mero capricho o por cualquier nimiedad. El caso es que también hay citas en el antiguo testamento en la que se considera al prójimo alguien que está más allá del judío y se hace referencia al éxodo y el exilio del pueblo judío y a los que les ayudaron. En todo caso la interpretación dominante es que el prójimo (aunque la idea ya había aparecido, también lo había hecho quinientos años antes con la idea de compasión el budismo y también en la filosofía, concretamente, en los estoicos) es el cercano, el familiar y el amigo, el que forma parte de tu mismo pueblo. En griego, que es como se escribe el evangelio se utiliza la palabra con este significado y en latín se traduce por proximus, que es cercano, próximo. Por eso hay un salto en la ética evangélica, una novedad, aunque ya hubiese sido descubierta en otros pueblos y culturas. La parábola no tiene desperdicio. Hay un herido en el camino y el primero que pasa es un sacerdote, un guardiam del templo y de la Torá y sigue su camino, después pasa un levita, una casta dentro de los sacerdotes. Y también pasa de largo frente al herido. Es decir que aquellos que conocen la ley no ayudan al que lo necesita, incluso siendo de su pueblo. Sin embargo, baja un samaritano y le ayuda, sin ser un cercano, sin ser proximus. Y Jesús sigue con su mayéutica y pregunta, quién crees tú que actuó conforme a la ley. Y el intérprete de la ley dice que aquel que le ayudó. No se atrevió ni siquiera a decir que el samaritano. Los samaritanos eran considerado una raza impura. Judíos mezclados con gentiles. Eran considerados despreciables entre los más despreciables.

De modo que, alguien ajeno al pueblo judío, ayuda a alguien que es del pueblo judío y ese es el que obedece la ley judía de amar al prójimo como a uno mismo. La revolución moral aquí, es que el prójimo deja de ser el prximus para convertirse en todo aquel sujeto que esté padeciendo dolor, miseria y sufrimiento. Es decir, que el prójimo es cualquiera que sufre. Que está antes el dolor del otro que mis creencias religiosas, políticas, mi lengua…y esta es la gran enseñanza moral que no puede caber en la mente judía. Ni prácticamente cabe en la mente humana. Nosotros sólo amamos al prójimo de forma abstracta, de ahí que la fraternidad, como ideal de la Ilustración, se haya convertido en solidaridad. Para ser solidario no es necesario amar. Ahora bien, desde luego que, desde el entendimiento no se puede amar al prójimo, ni se puede imponer como un deber. Pero, sí se puede sentir desde la compasión, como bien han dicho los budistas. Y, además, nuestro cerebro está preparado para ello. Si tú ves el sufrimiento de otro, aunque no sea próximo, por lo que se llama empatía  (está tan desvirtualizada esta palabra en manos de los psicólogos) sientes compasión. Y lo mismo ocurre si sólo lo imaginas. Y, la compasión incita a la acción por amor, por semejanza. Amar al semejante como a uno mismo. Lo amo porque es semejante o, dicho de otra manera, porque me amo a mí mismo. ¡Cuidado con esto, no se confunda con el egoísmo! El egoísmo en el cristianismo es otro mecanismo de control. no hay nada mejor que amarse a sí mismo porque eso conlleva el amor a Dios. Y ya nos lo decía San Agustín. “Ama y haz lo que quieras.” Y, decía, una de las formas de amor a dios es a través del conocimiento de uno mismo. Conocimiento es: filosofía: amor a la sabiduría. Teológicamente el fundamento está claro. Si todos somos hijos de dios y todos hemos sido creados iguales y a imagen y semejanza de dios, entonces todo el mundo es nuestro prójimo. Y nunca puedo desear el mal del prójimo y, mucho menos, hacerlo. Ya lo dijo también Sócrates. Es mejor sufrir una injusticia que cometerla. Si yo cometo una injusticia entonces la injusticia se vuelve contra mí porque he atacado a un semejante que es, como yo, hijo de dios. Mi hermano, un igual, sea del país, o sea un inmigrante ilegal, o un asesino. Tampoco soy nadie para juzgar. Y también nos enseñan esto los evangelios y también lo comentaremos. Hay una bella discusión en España, aunque detrás de ella hay millones de muertos, que es la que mantuvo Fray Bartolomé de las Casas con la ortodoxia de la iglesia en la que se discutía si los indios eran o no hijos de dios antes de ser bautizados. La postura, durante mucho tiempo fue que no, imagínense ustedes la cantidad de cosas que se les podría hacer a un no humano, a una bestia. Sólo hay que pensar lo que se hacía con los herejes en la época de la inquisición. Ya hablaremos de algún hereje aquí, como Cusa o Bruno, que siguieron la línea sapiencial de la filosofía práctica y acabaron en la hoguera, victimas del poder, la ambición, la vanidad y la ceguera. Todo lo contrario del amor al prójimo. No se entienda esto como acusación. El primer principio de la filosofía práctica es no juzgar. No emitir juicios de valor.

Pero, además, nos encontramos con un fundamento filosófico al que se alía el cristianismo y es el del estoicismo. Los estoicos consideran que la razón universal lo gobierna todo. La razón es el Logos y el logos es lo común, a la naturaleza y al hombre. Somos iguales en tanto que tenemos logos. Y, nuestro logos sirve para comunicarnos y para seguir a la naturaleza. Y el logos es la ley universal de la naturaleza, la providencia, que lo dirige todo incluido al hombre. Y, por eso está por encima de las leyes de los hombres, porque las leyes de los pueblos, son particulares y obedecen a intereses y no a la naturaleza. Porque naturaleza y logos, además se identifican. Ya tenemos el primer pensamiento ecologista de la historia. Si el hombre sigue al logos, se sigue a sí mismo y sigue a la naturaleza. Y seguir a la naturaleza es, en griego, cosmos. Por eso el hombre es un cosmopolita, un habitante del cosmos, del mundo. Y, como somos iguales, somos hermanos, de ahí el concepto de fraternidad universal que sacará el cristianismo y que, después, secularizará la Ilustración. Por tanto el mensaje ético que se nos da desde la época axial: Compasión budista, amor al prójimo del cristianismo, justicia socrática y cosmopolitismo estoico está aún por realizar. Y se requiere un cambio, no político, que también, sino en la conciencia de los individuos para que podamos “salvarnos” (que no tiene nada que ver con ir al cielo, o sí, pero de otra manera)

 

El sentido de la resurrección es la resurrección a la vida del espíritu. Es, como señalaba Agustín de Hipona, la resurrección del hombre nuevo. O, mejor, si nos vamos al evangelio, la resurrección es volver a la inocencia de la infancia (tomando esto como metáfora.) Los evangelios hay que leerlos como una gran metáfora, independientemente de que, además no son libros históricos, sino de leyendas y enseñanzas ejemplares. Otra cosa es lo que la iglesia ha querido hacer de ellos. Y la metáfora que recoge a todas las demás es que el cielo y el infierno, la felicidad y el sufrimiento están dentro de uno y a nuestro alcance en un mismo instante y, nuestra libertad consiste en elegir uno u otro. Y, esta libertad está como siempre condicionada por la ignorancia. Elegir la felicidad es elegir la libertad, porque la desgracia, la infelicidad y el vicio es la esclavitud. Pero elegir la felicidad es elegir: Ser. Elegir: la eternidad, el Ahora, la inocencia, la tercera transformación de Nietzsche: de león a niño. Renunciar a la culpabilidad que nunca hemos tenido, pero tomar la responsabilidad que conlleva nuestra libertad. Hemos de morir para renacer. Hemos de romper las cadenas de la culpabilidad, del rencor, del resentimiento, de la venganza, de la ira y del odio, la vergüenza, para alcanzar la libertad del instante presente: la eternidad.