Blogia
Filosofía desde la trinchera

Heterodoxias

Una pura accidentalidad en la historia de la vida esa es la historia de la humanidad.. El más mínimo cambio daría al traste con mi existencia. Una accidentalidad en la historia del planeta tierra; un mínimo cambio sería nefasto para la posibilidad de la vida. Una probabilidad cuántica del universo. O hubiese sido otra y tendríamos otro universo. ¿Cómo nos atrevernos a considerarnos tan importantes? Este conocimiento nos lleva al abismo. Es una vía de acceso al nirvana. Dos caminos que confluyen, la ciencia y la religión. Todo es apariencia, velo de Maya, el yo, la conciencia, una construcción del cerebro, pura bioquímica regida por el fondo cántico del azar y la necesidad.

 

                                   ***

La insociable sociabilidad que decía Kant, o el altruismo/egoísmo recíproco que dicen los etólogos de hoy en día. Es decir, que somos seres sociales por necesidad, no por bondad originaria. Ese altruismo es inconsciente y sin él no podríamos sobrevivir. Por eso las religiones –que emanan de la naturaleza biológica- nos han enseñado, la compasión (el budismo), la caridad, el cristianismo… Lo que está por ver es si vencerá la empatía o el odio. Nos hayamos en un momento crítico.

 

Es la estructura de la iglesia la que ha mandado a callar a esos que hacen una labor humanista cristiana y revolucionaria. Por esos son desconocidos. Y porque si se siguiese su práctica nos quedamos sin iglesia. La iglesia tiene que optar o bien por el dogma o bien por la ética de la justicia universal. No tiene alternativa. Y la iglesia, desde que se establece como religión del imperio romano del que hereda sus estructuras jerárquicas aún vigentes, elige el dogma. De ahí que ese sea el momento del inicio de la persecución del hereje, que significa en griego disidente, es decir, el que piensa de otra manera. Por eso al cristiano de a pie, se le produce una tremenda esquizofrenia, creen en el mensaje evangélico, pero no se ven reflejados en la doctrina oficial de la iglesia ni en su práctica. Y estos dos últimos papas han retrocedido más de cien años con respecto al innovador y aperturista Concilio Vaticano II que es el que inauguró la doctrina social de la iglesia de la cual emergen todas esas nuevas teologías, como la teología de la liberación, que anteponen la ética al dogma. Por eso su insignia es “Fuera de los pobres no hay salvación”, sin embargo el lema de la iglesia es “Fuera de la iglesia no hay salvación.”

            Efectivamente, en el pecado va la penitencia, y el infierno está en uno mismo y en el otro en el que te reflejas y te conoces. Por eso, mantengo desde hace tiempo, que los textos sagrados no son más que una gran metáfora para conocerse a sí mismo y alcanzar, la bondad, la justicia y, con ello, la sabiduría.

            Curiosamente este curso me he dedicado accidentalmente al estudio de la ética cristiana en su versión misionera. Es decir, como mensaje de justicia social y universal, por un lado y en diálogo con el resto de las grandes religiones del mundo, por otro. Lo que ando buscando son los rasgos éticos que hay en común en la humanidad y que se han manifestado de muchas formas. Todo ello con la intención de dotar de contenido empírico el ideal ilustrado y Kantiano del cosmopolitismo. El ideal kantiano es formal, hay que darle contenido, pero, a su vez, ese contenido no puede ser dogmático, tiene que ser el fruto del diálogo entre religiones, que, por cierto, el actual Papa, ha cerrado estableciendo la verdad universal del catolicismo (dogmatismo y fanatismo) es decir que el hombre vive la realidad desde una visión religiosa, política e ideológica que son diferentes, pero que tienen puntos en común universales. Es éste uno de los sustratos de la globalización que hay que buscar para volver a dar sentido al hombre, en tanto que humanidad y en tanto que particularidad. Para mi, por supuesto un sentido siempre provisional.

La cuestión sí es filosófica y se basa en la creencia en el mito del progreso. Es más, en la necesidad del autoengaño. Creer en el progreso y la salvación. Es la nueva religión que resurge con fuerza en la Ilustración, pero que en su mismo seno tuvo su crítica. Rousseau nos avisaba de que el progreso tecncientífco no es necesariamente progreso humano. Es más, puede desencadenar la inmoralidad. Por tanto, el progreso debe ir dirigido ético-políticamente. El progreso es contingente, como diría Kant, no necesario, como dicen los tecnófilos, partidarios de un principio pseudofilosófico que es el imperativo tecnológico. Hay que recuperar la tradición crítica de la Ilustración, un proyecto ético y político inacabado. La discusión es compleja y de lo que hagamos depende el futuro de la humanidad. Pero este posmodernismo que nos inunda la plantea como un espectáculo simplón. El hombre no da para más, ni la educación que tenemos para adentrarse en demasiadas complejidades. Las mentes se han vuelto planas.

 

                                               ***

Pues son majaderías. De momento todo se reduce a un discurso religioso redentor, como todos los discursos. Lo que ocurre es que éste se rodea del halo de la verdad científica. No obstante, no descarto, y creo que será así, que el futuro del Homo sapiens sapiens está contado y que se ha iniciado una tecnoevolución que se superpone a la evolución natural y eso dará lugar a los cyborgs de los cuáles ya se anuncian algunos, como cualquier ser humano que tenga una prótesis interna que le permita seguir una vida normal. De ahí a la aplicación de la IA al cerebro sólo será cuestión de décadas, eso si sobrevivimos. Quizás este nuevo ser de un futuro a medio plazo sea superior moralmente a nosotros, o carezca totalmente de moral. Desde luego no seré yo el que defienda al hombre. Soy partidario de las tesis de la historia de Walter Benjamín y considero que la historia, y su mito del progreso, han dejado las cunetas llena de escombros, los cadáveres de la humanidad en nombre del progreso y el paraíso.

 

 

La historia debería ser maestra moral y política. Pero vivimos en la posmodernidad. Más allá de la historia. Lo que interesa es la competitividad y la producción. Y, si no, vean los planes de estudio y el plan Bolonia. El triunfo del mercado es absoluto y los genocidios del siglo XX no son nada para los que se están cometiendo en nombre del progreso y el crecimiento.

Para mí no creo que sea muy importante, sí para toda la industria del periódico y del libro, el formato en el que vayamos a seguir leyendo. Pero lo que sucede es que éste nuevo formato dará lugar a la disolución del libro como tal. Cualquiera puede escribir y publicar en la red. Si a esto le añadimos que la lectura en la red es superficial y no lineal, entonces, lo que se nos avecina es una nueva mentalidad en la que, entre otras cosas, lo histórico carece de sentido, lo único válido es el instante, que a su vez, es absolutamente efímero. Me reitero en que, a pesar de los avances tecnológicos, la seducción de las nuevas tecnologías, que están hechas para eso, para seducir –nuevo opio del pueblo- la estética del mundo contemporáneo es fea, vacía, efímera, superficial y subyugante, nos esclaviza.

¿Son posibles los cantautores hoy en día? La dictadura está diluida y no es identificable. Ya no hay a qué agarrarse, el tardocapitalismo aunado con el posmodernismo ha vaciado todo relato de sentido, ha eliminado el sentido que está en el tiempo, porque se ha tragado el tiempo y lo ha reducido a un instante efímero. Hoy el hombre es un vasallo-tirano, inconsciente, sumiso, caprichoso y domesticado. Mal mimbre éste para los contestatarios. Hoy poseemos la libertad material, una pequeña libertad material y una tremenda esclavitud espiritual e intelectual. No es tiempo ni para la lírica, ni para la épica. Todo se diluye en un clic de ordenador. El presente se hace eterno y vacío. Nirvana budista pero sin espiritualidad. Han conseguido transformar la conciencia en una máquina inconsciente que pretende existir a base de estar informado de lo que nunca cambia, la condición humana. Han creado el espejismo del cambio para mantenernos ocupados y la tecnología que sirve de vehículo de esa ocupación. La liberación de la tecnología se ha convertido, paradójicamente en nuestra tirana. Soy filósofo y no profeta, pero esto parece el principio del fin. Se han creado las condiciones, pero a lo grande, de la posibilidad del gran exterminio, como ocurriera en la Alemania nazi, los judíos dejaron de ser personas y eso fue lo que hizo posible su exterminio y la connivencia pasiva de la población. Hoy hablamos a nivel mundial. Siguiendo la teoría de los colapsos civilizatorios de Desmond, éste, al ser global puede ser definitivo.

La fugacidad. Se ha perdido el sentido del relato, del tiempo, de la pausa, del deleite. La información al instante es nuestra tirana. Tan tirana que si no estamos en el instante creemos no existir. Hay que derrumbar esta ideología porque sin pasado no hay ni biografía ni historia y eso es lo que persigue el ensalzamiento del instante.

 

                                   ***

 

Hay que trascender las siglas. No basta tampoco con decir que no se está de acuerdo, es necesaria la argumentación. La idea del artículo no es ésa exactamente, lo que usted pone es una idea secundaria, algo que se deriva de la idea principal que es que la policía surge como instrumento que utiliza el poder para mantener el poder en nombre de la seguridad. Con respecto a los controladores aéreos puede ser, no estoy informado, que fuese una huelga brutal. De ahí, a sacar al ejército y declarar el estado de excepción es un exceso de poder único, y no porque fuese el PSOE, sino porque era el poder. Y o de los crímenes de estado sólo existe en las dictaduras y eso lo hizo el PSOE, muy bien, pienso yo también lo hubiese podido hacer el PP si hubiese estado el poder y la situación de extrema violencia de ETA hubiese sido la misma. En ambos casos es la misma lectura. Desde hace tiempo defiendo la abstención masiva que llevaría a la disolución de los partidos porque se han convertido sólo en representantes de sí mismos. Han eliminado la democracia y la han transformado en partitocracia. Lo que curre es que tememos el que haremos sin esos partidos. Habría una transformación una refundación republicana representativa del estado en la que existirían partidos con listas abiertas, autosubvencionados y ciudadanos indepedientes (grupos o aislados) y el distrito electoral sería, o bien la comunidad, o bien el distrito único. Éste sería más democrático, pero nos plantearía el problema de las autonomías, eterno problema español con el que debemos convivir. Los partidos, igual que nacieron se desarrollaron, pues tienen que morir en su forma actual, pues carecen de sentido. Son mastodontes orgánicos de poder que engullen a la democracia y al ciudadano. Una democracia republicana es la idea. Y ello consiste en que la soberanía, el poder, este lo más cerca del pueblo que se pueda. Que sea el pueblo. Eso fomentaría la virtud cívica y la ejemplaridad, participar de la cosa pública, la política y eliminar el poder ajen al ciudadano.

 

                                               ***

 

Ese narcisismo imperante que es la base del sujeto posmoderno, de ahí la letra de la canción, es la ideología que tiene idiotizados a la juventud, alienados en lenguaje más filosófico. Engañados, sumisos, domesticados, sin capacidad de empatía, ni de fraternidad, la gran olvidada de la Ilustración. Ese narcisismo ególatra de sujetos egoístas y hedonistas es el opio de la nueva religión del pueblo (esclavos) o mejor vasallos-tiranos que los adormila en un sueño prepotente cuando en realidad son monigotes de trapo en manos del poder. Y, mientras, el orden establecido por la democracia, por los derechos humanos, por los derechos laborales se derrumba.

 

Por qué cada vez leo menos literatura.

 

            Ayer, en el campo, durante la sobremesa, entre sol y sombra salió el tema de los libros. Es decir de los libros que cada uno estaba leyendo, de los que últimamente había leído y lo que les habían parecido. Por su puesto, todos ellos de literatura, contemporáneos fundamentalmente y buena literatura, dentro de lo que cabe, alguna muy buena. El caso es que yo permanecí callado. En realidad, porque no tenía nada que decir por una razón muy sencilla, no había leído esos libros, algunos de ellos ni los conocía. He sido un lector voraz de literatura, hubo un tiempo en que mi biblioteca se reaprtía equitativamente entre la literatura y la filosofía. Pero, sin darme cuenta, he dejado de leer literatura, escasos libros al año que se pueden contar con los dedos de una mano, comparado con las decenas de tratados, ensayos, biografías… Ha sido este un tema que me ha preocupado, o, más bien, me ha hecho pensar. La verdad es que lo que me sucede es que la literatura, así, dicho claramente, me aburre, no me llega, no es suficiente alimento para el cerebro. Es como si a un carnívoro lo quieres convertir en herbívoro. Hay un dato claro, realmente no dispongo de tiempo suficiente y entonces es cuestión de prioridades. Pero, me temo, que si dispusiese de más tiempo lo dedicaría a la lectura de ensayos que están en un segundo plano en mis intereses intelectuales.

 

            Y todo esto por qué. Por qué he dejado de leer literatura. Entre los que estábamos allí uno citó la última obra de Umberto Eco. Obra que, por cierto, compré el verano pasado, circunstancialmente, me había quedado sin la llegada de mis pedidos, cosa que es fácil que ocurra en verano. Pues bien, tenía este libro para tales ocasiones. Lo empecé, y le puse empeño, pero me aburrí, estaba ante uno de los mayores escritores del siglo XX y estaba aburrido. La verdad es que creo, sin criterio suficiente que esta obra El cementerio de Praga es peor que sus últimas tres novelas. El nombre de la rosa, El péndulo de Foulcoult y La isla del día de antes. Lo sorprendente es que estas tres obras las leí con una tremenda pasión. Y las leí en un largo periodo de tiempo, según las sacó el autor. Es decir que la última la ley a los treinta y pocos y la primera a los veinte, más o menos. Qué es lo que ha ocurrido.

 

            Pues creo que la respuesta está clara. La literatura habla a la sensibilidad, a la facultad del conocimiento que llamamos de la sensibilidad. La buena literatura hace que a través de la sensibilidad el autor se plantee cuestiones psicológicas, filosóficas, históricas, medite sobre la condición humana. Pero sobre todo la literatura lo entretiene y le proporciona el placer de la sensibilidad. La literatura no debe perseguir la evasión, a no ser que consideremos como evasión todo el mundo de la cultura, la huida de nuestro sufrimiento originario como diría Freud en El malestar en la cultura. La buena literatura, por sí misma produce placer y es precisamente porque habla a la sensibilidad. Pero la buena literatura no se queda ahí, señala más, quiere mostrar el mundo, la vida, la condición humana. Pero la literatura como arte sólo puede mostrar, de ahí que el lector se deleite con la literatura y ésta te lleve a la meditación. Pero ésta última sólo insinuada. Y es aquí precisamente donde encuentro el hecho de por qué cada vez leo menos literatura. Los tratados, las memorias, las biografías y sobre todo, el ensayo, se dirigen a la razón y a la sensibilidad. Un ensayo trata los temas desde la razón, pero tiene que conmover primero, es decir, que tiene que proceder de la sensibilidad. Por eso en un ensayo hay mucho de demostración y poco de mostración. El ensayo no pertenece al arte por mucho que se lo pueda clasificar como un estilo literario. El ensayo persigue el saber, de ahí que el ensayo, riguroso racionalmente y bello estilísticamente es la unión entre las facultades de la sensibilidad y la razón. Con razón dice Adela Cortina que toda razón auténtica es razón cordial. Es más, no se puede separar la razón del corazón. Lo que ocurre entonces es que la lectura de ensayos y tratados es el plato fuerte en el que encontramos lo que nos insinúa la literatura, pero sólo al nivel del mostrar. Desde luego que nunca hay tanto deleite en el ensayo como en la literatura. Pero la literatura, que siempre está ahí, como fondo, y aquí me refiero a los clásicos, que son los que han tocado alguna tecla de la condición humana, sólo muestra y no enseña. Su problema no es la verdad, sino la belleza y lo sublime. El nivel de enseñanza de la literatura es el de adentrarnos en los misterios de la condición del hombre, de la vida y del universo. Los cuentos infantiles abren el mundo al niño de lo posible y lo imposible, les ofrece los arquetipos cognitivos y afectivos que se han ido fijando filogenéticamente en nuestra evolución y que son los a prioris de nuestro cerebro que nos permiten entender el mundo. Por eso la literatura en la infancia y en la juventud juega un papel formador importantísimo y casi imprescindible porque todavía no se tienen los instrumentos del análisis. Pero pasada cierta edad, o bien la literatura es un mero entretenimiento, un pasar el tiempo, ya digo que quizás toda la vida no sea más que eso mientras que dejamos nuestros genes asegurados, no es un desprecio a la literatura, o un deleite de la facultad de la sensibilidad, en este caso sólo para la buena literatura y los clásicos. Pero sin ningún afán de enseñar. Los temas sólo quedan sugeridos. La literatura es una expresión de algo que hay más abajo y es la realidad social y es ésta la que el análisis de los ensayos y tratados analizan aunando sensibilidad y razón. De ahí que cada vez lea menos literatura. Lo que se dice en un libro de trescientas páginas se reduce a un párrafo bien escrito, expresado y constatado. Por eso el ensayo me parece el mejor vehículo para aunar las facultades de la sensibilidad y la razón. Pero con la ventaja de que el ensayo, si está bien escrito, además de mostrar, demuestra. Su discurso es universal es un instrumento que deleita e ilustra. Y lo que hace falta es ilustración, no distracción. Y tras la ilustración la acción. Pero la literatura no mueve a la acción, sino a la contemplación, mientras que el ensayo mueve al diálogo, base de la democracia, a la crítica y, por último, a la acción.