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Filosofía desde la trinchera

El tábano.

Libertad de educación y educación para la libertad.

Podría seguir hablando largo y tendido, pero ésta será mi última entrega de lo que ha constituido una trilogía sobre la enseñanza de la religión. Que nadie se me asuste cuando hablo de educación para la libertad como un posmoderno coaching, ni nada por el estilo. Tranquilos, no me he movido de la Ilustración Kantiana. Para concluir esta trilogía no me voy a centrar sólo en la religión, sino más en la educación, mejor, enseñanza en general. He mantenido en los artículos anteriores dos tesis: la necesidad de la enseñanza del hecho religioso y dos, la necesidad de eliminar la enseñanza de la religión confesional, todas, especialmente la católica por ser la mayoritaria. Ahora lo que voy a defender es que la enseñanza no es más que un adoctrinamiento del poder y que por tanto no debe ser en ningún caso obligatoria, aunque sí universal con la intención de eliminar la desigualdad, manteniendo la libertad.

El sistema social o la sociedad que hemos creado es una aberración comunitaria que anula al individuo. Y una de las formas de anulación del individuo es por medio de la enseñanza. Ahora bien, la anulación del individuo es la anulación de su libertad. A mayor número de leyes y de normativas, a mayor burocratización de las relaciones sociales, menor libertad en estas mismas relaciones. La enseñanza es uno de los mejores vehículos clásicos, ahora existen otros más sutiles y eficaces, de dominación. La educación no se hace obligatoria con la buena intención que el poder tiene de que todos tengan acceso a la educación y a través de ella lleguen a ser ciudadanos libres, iguales, críticos, cultos, reflexivos y bla, bla, bla… esto es una sarta de mentiras ideológicas que lo mismo aparece en la LOGSE que en la LOMCE. Pero si después uno va a la normativa de educación y a los currículos se da cuenta de que no todo el monte no es orégano, que hay una mano que dirige el sentido de la educación y que nada tiene que ver con la basura ideológica que destilan los preámbulos. Todo ley de educación obligatoria que, para empezar, debería llamarse enseñanza, -porque la educación es privada, es dominio de la familia y no se la puede arrebatar- es una intromisión en la libertad de las personas. Lo que se pretende con la educación es una formación reglada dirigida a unos intereses marcados por el poder y por las modas educativas que el poder utiliza como vehículo de cambio. El sistema obligatorio de educación, no sólo pervierte la intimidad del ciudadano que será educado parcial e interesadamente en los fines que el poder tiene pensado para él, sino que también formará a un ejército (el profesorado, las juntas directivas, la inspección…) obediente, sumiso y fiel a la norma y que no osará plantearse la cuestión mínima de por qué este currículum y no otro. Por hablar de mi especialidad y siguiendo a M. Onfray, no por usar el argumento de autoridad, sino porque en su obra se encuentra la argumentación debida, por qué después de Sócrates explicamos a Platón y a Aristóteles y después damos el salto a la filosofía cristiana. Por qué no cogemos la otra rama, igualmente heredera de Sócrates, pero que optó por el individuo, la autonomía, el ateísmo, la crítica social frente al autoritarismo comunitario que viene a defender Platón, perpetúa, Aristóteles y, después, dando el salto al cristianismo se extiende por toda Europa como verdad universal. Es la historia de los vencedores. Por qué no se explica la ciencia y la filosofía islámica, precisamente desarrollada en Al-Ándalus, sin la cual hubiese sido posible el Renacimiento y, en realidad, Europa. Y, por qué no hablar de los ultras de la Ilustración, que eran los auténticos ilustrados: ateos y materialistas y nos conformamos con el moderado Voltaire. Y Por qué no se explicar a Spinoza, el filósofo judío de origen español que abre el paso a la Ilustración con su concepto de tolerancia y de la separación entre el estado y la iglesia. Y abre una nueva visión del mundo panteísta que elimina la dualidad cuerpo-alma y abre realmente el camino para construir la ciencia rompiendo con todos los prejuicios de la tradición religiosa. Y así podría seguir. Y en Historia y Literatura igual. Y por qué es más importante las Matemáticas y la Lengua, que se han dado en llamar, instrumentales, que la educación artística, o humanística. Por qué no hay una armonía. Por qué la Ética, que, por cierto ya hasta ha desaparecido junto con la Filosofía, es una maría, cuando nos enseña a vivir, y la Química, la Física, la Biología son imprescindibles, junto con la Economía, la Contabilidad, el emprendimiento como valor transversal. Como si el que está enfrascado en la construcción de un poema no estuviese emprendiendo algo.

En conclusión defiendo la educación libre, que significa un currículum libre del que cada institución de enseñanza sea responsable y los padres, lo suficientemente libres, como para llevar a su hijo a un determinado sistema de estudios o a otro. Y una enseñanza para la libertad en el sentido de que la adquisición de los conocimientos forme a un individuo que se transforme en persona. Es decir, en un ser autónomo: alguien que se da la ley a sí mismo por encima del miedo y la comodidad. Pero el ejército que ha sido creado por el poder es obediente y sumiso. No quiere la libertad, prefiere la sumisión. ¿Cómo va a producir a hombres libres? La enseñanza, si no es libre es una forma de perpetuación del poder. Desengañémonos y admitamos que habitamos en la caverna y que permanecemos en ella por un tejido de cobardía y comodidad.

 

Sin conciencia no se puede transformar la historia y sin conocimiento no hay conciencia. Pero, igualmente, es necesaria la voluntad de transformación es imprescindible Toda revolución tiene que venir desde abajo, desde la transformación individual de la conciencia.

El eterno tema de la esperanza. Sin esperanza la vida y la historia son imposibles. La esperanza es el origen de las religiones y de las utopías políticas. Ambas han sembrado la historia de cadáveres. Mejor quedarse con la esperanza con minúsculas de la que nos habla el sabio Manuel Freijó. Y ésta es la que nos construimos cada día, la que le damos, fragmentariamente, a la historia. La que fomenta el diálogo entre las religiones. La que nos habla de que el camino de la sabiduría es diferente en apariencias, pero en el fondo es común. Y que la guerra es fruto de las apariencias y del ansia del poder de los hombres. Mientras que las creencias se utilizan como ideología para que los hombres luchen entre sí. Pero en el fondo de las religiones, de las visiones filosóficas, hay una sabiduría común que tiene más que ver con la fraternidad (la gran olvidada de la Ilustración y descubierta ya en la época axial: Sócrates, el budismo y el cristianismo evangélico) que con la guerra y el odio entre los hombres. No olvidemos la sabiduría estoica: “hombre soy y nada de lo humano me es ajeno” que decía Terencio. Por eso estos días de ensalzamiento ritual de la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús, dividen y enaltecen más que unir. Hacen falta más actos y menos rituales. Más ética y menos moralina. Menos golpes de pecho y más meditación sobre el mensaje interno de los evangelios del que otro día hablaremos.

“Y es que, cuando nos golpea la desgracia, los humanos nos hacemos especialmente conscientes de que siempre son necesarias las dos cosas: retirar escombros y alumbrar nuevas constelaciones de sentido, hacer frente a lo perentorio y pensar en futuros más halagüeños y esperanzadores.”

“Proponemos, más bien, continuar “a vueltas con la esperanza”. La esperanza con minúsculas tiene larga vida asegurada; sin ella todo se seca, la vida se torna lánguida e imposible. La otra esperanza, la de las religiones, la que promete el final de la hegemonía maldita de la muerte como último destino de los seres humanos, está al borde de lo desorbitado, pero no es imposible adherirse a ella. De hecho, millones de cristianos lo hacen estos días, con la mirada puesta en el destino de Jesús de Nazaret.” Manuel Freijó.

Polvo de estrellas

Vida cíclica.
Ciclos largos
ciclos medianos,
o cortos,
círculos que se cierran,
círculos que abren,
curvas, ondas
y espirales infinitas.
Desde la quietud
todo es movimiento.

Cada vida es un mosaico,
con piezas en continuo cambio,
interactúan las piezas,
mosaicos que se mezclan,
nunca morimos,
pues nacer y morir es lo mismo.

Somos la misma materia,
la misma energía cambiante,
dentro de un todo,
indescriptible,
no hay palabras,
las palabras engañan,
porque dan forma
a lo que no tiene forma.
Palabras huecas o llenas,
sólo eso, palabras.
Hablar con voz muda,
silencio para decir.

Opuestos que se entrelazan,
dentro del mismo cuerpo,
latimos,
naciendo y muriendo cada instante,
respiramos del mismo pulmón,
sin forma,
sin tiempo,
somos polvo de estrellas.

Miriam Al Adib Mendiri. 28-03-15

 

Efectivamente, a mi parecer lo que has escrito es la clave de la sabiduría. El Ser es lo que es y todo lo que es, es el Ser. “Ser y pensar son una y la misma cosa” Parménides. “El devenir es el eterno fluir de los contrarios” Heráclito. “El Logos (que es lo mismo que el Ser, la aclaración es mía) es lo común” “Hay que seguir al Logos”. Heráclito. Por eso dice: ”…el mundo de los que duermen es diferente para cada cual, mientras que el mundo de los despiertos (los que siguen lo común, que es el Logos o el Ser. Aclaración mía) es común a todos.

En el pensamiento presocrático no existía la dualidad. La verdad era Aletheia: revelación: quitar el velo. No había objeto del conocimiento y sujeto que conoce. La dualidad se introduce con Platón y Aristóteles, auténticos padres del conocimiento científico. Y, desde entonces, hemos vivido el olvido del Ser. Y si a esto le sumamos la absorción de Platón y Aristóteles por el cristianismo, tenemos como resultado la perpetuación de la dualidad ante y mediante una moral de los débiles, los resentidos, los obedientes, los sumisos, los que predican la humildad desde el resentimiento, los dominados y miserables, los que renuncian a la libertad y la mayoría de edad. Frente a los dominantes, los fuertes, que están por encima del bien y del mal y que son el Poder. Con lo cual, nuestra existencia se ha ido alienando, ha perdido su anclaje en el Ser. Se ha vuelto inauténtica y sin sentido, una locura en la que el hombre vive aislado y perdido en la maquinaria del el ser para la utilidad: el nihilismo. El Ser, es, no es para, no tiene finalidad. Ni valor, y, mucho menos, precio. “Es de necio confundir valor y precio” A. Machado, pues más aún Ser y precio, que es lo que hace el mundo contemporáneo. Porque el Ser del hombre es “Ser en el mundo”: Dasein, que dice Heidegger, no ser frente al mundo. Eso es alienación, falsa conciencia o locura. El Ser es la reconciliación de los contrarios. “La armonía no percibida es más profunda que la armonía percibida” Heráclito. O, lo que es lo mismo: El Tao, o, en palabras del mismo Lao Tse en el Tao Te King “El Tao que puede conocerse no es el Tao.
La sustancia del Mundo es solo un nombre para el Tao.
Tao es todo lo que existe y puede existir;
El Mundo es solo un mapa de lo que existe y puede existir”

                        La muerte del pensamiento y las nuevas religiones.

“Los que velan tienen un mundo en común, pero los que duermen se vuelven cada uno a su mundo particular”. Heráclito.

            Está claro, es evidente y palpable, que no son buenos tiempos para el pensamiento. Que el mundo, como dice el tango, es un cambalache. Un cambalache moral e intelectual. El hombre es un ser de creencias. Un ser religioso. En el sentido en el que necesita sentirse anclado a algo para poder soportar la soledad de la existencia o, por decirlo de otra manera, el mundo al que hemos sido arrojados y la vida que se nos ha dado vivir, tanto biológica, como culturalmente. Igual que es un ser religioso es un ser social, un animal gregario, más parecido a las torpes ovejas que a las inteligentes abejas. Por eso el hombre no puede estar solo. Y también hay otro factor que nos hace humanos y es la capacidad del lenguaje, la aparición del lenguaje simbólico y abstracto. Esto nos permitió una comunicación intensa de nuestro estado interno, como el conocimiento (teoría de la mente lo llaman los psicólogos) del estado intelectual y afectivo del otro, siendo capaz, incluso, de anticipar antes de ser comunicado. Y bien, esta capacidad del lenguaje nos dio la posibilidad de construir toda una mitología en torno a nuestras creencias y todo un ritual, que se convertirían a la larga en religiones. Estas religiones, tenían y tienen una función esencial importantísima que es la cohesión social mediante la donación de sentido a nosotros mismos y a nuestra comunidad. Con la contrapartida de que nuestro conjunto de creencias se establecen como dogmas de fe que no pueden ser contradichos, cualquier disidente es un hereje y cualquier otra religión es falsa y el castigo por herejía, ateísmo o práctica de otra religión fue siempre la muerte. Y, es lógico, constituye la amenaza más seria a la unidad social. Hoy en día, en las llamadas sociedades desarrolladas ya no se estila eso de cortar cabezas, torturar o quemar, se condena al ostracismo, ser expulsado de la sociedad. Pues este es el problema y el dilema.

Dejando a un lado la religión en su sentido sapiencial que está ligada a la filosofía perenne y que podríamos llamarla, estrictamente, filosofía en el sentido de búsqueda de la sabiduría y de la que hablaré en otro lugar. Pues ha ocurrido que, desde la Ilustración para acá, hemos padecido la muerte de dios y todo lo que con ello conlleva. La muerte de dios, el ateísmo, de cualquier origen: filosófico, antropológico, ético, político…nos ha llevado a dos cosas. La primera fue el endiosamiento de la razón (las dos cosas persisten en la actualidad y son o constituyen una perversión intelectual y moral de la humanidad), es decir, la consideración de que la razón lo explica todo y se reduce ésta a la, pura y estrictamente, científica. De modo que el resto de saberes carece de sentido. Esto da lugar al cientificismo que llega hasta nuestros días (economicismo, digitalismo, la confianza ciega en la tecnología, la ciencia en general y, la medicina, en particular por tener que ver con nuestra salud. Ahí bajamos del todo nuestras defensas de autonomía y libertad y el miedo y la cobardía nos atenazan) pero, lo curioso, es que la actitud que tenemos ante todo esto, es la actitud de la creencia. Y la actitud de la creencia es la de la minoría de edad, la de no ser capaz de pensar por uno mismo. Y esto es la libertad, pero también la soledad.

Pero, la razón entra en crisis, una serie de sucesos históricos, de la más alta importancia, como son la primera y segunda guerra mundial, así como la crisis económica del 29 y la carrera armamentística hacen que una serie de señores, la escuela de Frankfurt, critiquen, no sin motivo, a la razón ilustrada. La razón ilustrada había hecho lo contrario de lo que prometía. En lugar de liberar al hombre, lo había instrumentalizado, lo había convertido en objeto. La construcción social, siguiendo las normas de la razón ilustrada (esto sigue, contradictoriamente, aunque vivamos en una sociedad posmoderna), convertían al hombre en mero objeto, tanto, desde el punto de vista político, como desde el punto de vista científico y económica. Pero, paradójicamente, las ciencias, desde la ideología del cientificismo, se iban convirtiendo en religiones. La muerte de dios significaba la pérdida del sentido en todos los niveles humanos y sociales. Aquí es donde cobra sentido el grito de Nietzsche que acusa de asesinos y de no saber lo que han hecho a los que han matado a dios. Pero esta carencia de sentido se amplia, incluso, a la razón. La razón es tan tremenda y totalitaria como la superstición y las religiones tradicionales. De modo que renunciamos a los grandes relatos. Todo es un engaño, todo pasa a ser relativo. Y aparece el perverso pensamiento débil cuyo fruto ha sido, al final, el dominio del más fuerte. Pero, como hemos dicho, el hombre es un animal social y religioso. Tiene que vivir en sociedad y la religión le ayuda a ello. De tal forma que empiezan a proliferar discursos parciales, sin intención de universalidad a la que la gente se adhiere, no en vano, ya dijo Nietzsche que no nos veremos libres de dios mientras no nos veamos libres del lenguaje. Dios se nos cuela por el lenguaje que es la expresión de nuestro ser social. Es decir, llanamente, que necesitamos de los demás y que la creencia en algo (lo cual implica exclusión) nos es imprescindible para vivir. Es decir que la religión, como antes, se nos cuela por la puerta trasera. Y por eso nos encontramos ahora con discursos débiles y particulares a los que las gentes, según sus gustos, se adhiere religiosa e intolerantemente (porque es la forma de sobrevivir sino quiere uno ser condenado al ostracismo) como pueden ser: la religión de las nuevas tecnologías, el feminismo, el ecologismo, el ecofeminismo, el digitalismo, el transhumanismo, el psicologismo, las nuevas pedagogías, el mundo redentor de las finanzas, el neodarwinismo social, el transhumanismo…y así habiendo para el gusto de todos. Eso sí, cada uno con su verdad. Y como el posmodernismo ha matado a la razón y ha proclamado la equivalencia de las opiniones. Pues cada uno con su verdad y, aquí paz y después gloria. Y que nadie intente decir nada. Ya no hay lugar para el diálogo. Para eso está el sacrosanto dogma del respeto a las opiniones. Y mientras se nos tiene entretenidos con este circo y este baile de máscaras, el mundo está gobernado por un poder que es el de los más fuertes que se divierte engañándonos haciéndonos pensar que vivimos en el mejor de los mundos posibles, que somos libres y pensamos lo que queremos y somos lo que queremos, que somos libres de hacer nuestro proyecto de vida, de creer en lo que queramos, que todo progresa hacia un mundo mejor y que la historia y la humanidad tienen un sentido. Y todos nos sentimos protegidos por esta gran religión y enorme superstición. Porque el castigo para el disidente, el escéptico el ateo es la muerte social, la soledad, el ostracismo. Con razón los griegos consideraban a éste el peor de los castigos. Supongo que esto será la paradógica condición humana que Kant reflejó en su enigmática y sabia sentencia: “la sociable insociabilidad humana”

Lo políticamente correcto es muy peligroso y más si viene defendido con una pseudocultura libresca. El pensamiento políticamente correcto es uno de los lobos del poder de hoy en día. Por eso se pretende descuidar la educación del niño hablando de la necesidad de cuentos edificantes. Pero, qué es un cuento edificante. Muy sencillo, aquel que oculta la realidad. Nuestra condición humana, nuestros sentimientos y afectos. El Poder y su poder sobre nosotros. Aquel que anula la libertad porque sólo enseña una cara de la realidad, aquel que nos tiene atados en el fondo de la caverna. Aquel que teme a los traumas, como si las heridas no enseñasen, como si fuese posible criar a alguien en una pompa de jabón. Lo políticamente correcto es el control de las emociones a través del control del pensamiento. Es lo establecido en nombre del bien del niño para poder controlarlo. Es la difusión de lo pueril, de lo ingenuo, de lo controlable y maleable. Es preparar al individuo para convertirlo en ganado, al ser que llevamos dentro para ser domesticable. Eso es lo políticamente correcto. El autoritarismo sin fuerza. El autoritarismo de la transparencia, como dice el filósofo coreano de moda Han. Lo políticamente correcto es parte de la ideología posmoderna del poder neoliberal que ha vaciado el yo de contenido y lo ha reducido a la supuesta libertad de un “me gusta” en una red social.

 

La escuela es parte de ese mundo mediático que nos narcotiza y esclaviza. Y el debería ser (el ámbito de lo ético, que debería corresponder a la escuela para formar ciudadanos libres y autónomos) me parece que ha desaparecido, para la inmensa mayoría, docentes incluidos, de su horizonte vital. Vivimos en el mundo del ser, de la tecnobarbarie, del paraíso prometido de las TICs, del ludismo hedonista y egoísta. Del entretenimiento banal, de la mediocridad. Vivimos allá donde el ser coincide con el deber ser, estamos viviendo el inicio de la utopía. Que, como cualquier otra, es el inicio de una época de barbarie, estulticia y esclavitud. De modo que la escuela ni es, ni puede serlo, paréntesis de nada. Al contrario, cada día se diluye más en la sociedad. Se puede ampliar escuela a toda la enseñanza sin ningún problema.

La libertad frente al estado intervencionista.

Mucho se ha defendido y se defiende la socialdemocracia y el estado del bienestar. Y yo no seré el que ataque a los derechos del ciudadano que tanto han costado conquistar, tanto ética, como políticamente. Pero soy un defensor de la libertad y creo que justicia, entendida como equidad, y libertad deben coexistir. Me explico, a mi manera de ver, y a la de muchos teóricos, el estado del bienestar se ha transformado en un estado benefactor, protector y, en la máquina de vigilancia del individuo. Dicho de otra manera, la socialdemocracia aparece como una forma alternativa de desarrollo de la democracia al liberalismo o las llamadas democracias liberales. Y nace como una forma de control del capitalismo en la que la riqueza ha de repartirse, el objetivo es la justicia social. Esto está muy bien. Pero aquí, lo que ha pasado es que el triunfo se lo ha llevado el neoliberalismo. Y la cosa está bien clara. La socialdemocracia y su estado de bienestar asociado no ha sido más que otra forma que ha tenido el capital para transmutarse y seguir existiendo y desarrollándose. De tal manera que, a partir de los años setenta, se empieza a fundir con el capitalismo y la democracia liberal. Pero, claro, lo que ha ocurrido es que como la socialdemocracia tenía acceso a los individuos, de forma política. Y, la política ha ido deviniendo en una unión con el capital. Pues el capital, a través de la mano política se ha introducido en nuestras vidas para controlarnos. El sistema que nos salvaba de los desmadres del capital nos hace sus esclavos y sin darnos ni cuenta. No hay lucha, aceptamos lo que el estado nos ofrece/obliga y le estamos muy agradecidos. Y, de paso, el estado se convierte en el gran hermano (Big Brooder) que nos vigila. Es decir, se nos ha robado nuestra libertad sin ser consciente de ello porque nos sentimos absolutamente libres y que se preservan nuestros derechos. Éste es el gran engaño que impide la resistencia, porque estamos satisfechos, nos creemos libres, estamos anestesiados por el opio del consumo y hemos perdido la capacidad de la fraternidad, de ponernos en el lugar del otro y en nuestro propio lugar. Porque cuando se habla de emprendimiento de lo que se está hablando es de autoesclavizarte. Es decir, que sufres una doble alienación, la propia del trabajo y la explotación que tú a ti mismo te impones. Pero lo haces alegre y contento. Esto es lo que subyace al discurso del emprendimiento, la doble explotación del capital, que ya no tiene nada que perder. Se convierte en el amo absoluto del ciudadano que deja de ser tal, para ser cosa: una mercancía al servicio del capital y autoexplotada, es decir, doblemente alienada.

            Pero voy más lejos. Se utilizan los derechos humanos como ideología para la alienación y absorber tanto nuestra libertad empírica, como nuestra libertad política. El estado del bienestar, en nombre de la justicia, debe garantizar el acceso de la ciudadanía a los derechos básicos. Y aquí, también hay una cosa importante. Tus derechos son tus deberes. Lo que ha sucedido es que las sociedades del bienestar, al ser paternalistas, han anulado la conciencia del deber en los ciudadanos y los han convertido en “señoritos satisfechos” que, no respetan lo público y sólo son conscientes de que tienen derechos. Cuando, en realidad, ontológicamente hablando, nadie tiene derechos. Éstos se los da el hombre a sí mismo. Pero no quiero extenderme en esto, sólo señalarlo porque es un grave problema ético, puesto que a cada derecho corresponde un deber y a cada deber una responsabilidad. Pero si se rompe la cadena con lo que nos encontramos es con individuos irresponsables. Es decir, desde el punto de vista ético: sinvergüenzas. Aquellos que no sienten vergüenza de no cumplir con su deber y, por ello, se convierten en inmorales y corruptos.

            Pero vamos más allá todavía. El estado del bienestar, convertido en estado benefactor y, tutelado por el capital, decía, nos roba nuestra libertad. Pongo un ejemplo que es esencial y, además el fuste de una sociedad y que de él depende el tipo de sociedad que tengamos. Todos tenemos el derecho a la educación. Perfecto. El estado debe garantizar este derecho. Pero esto no es lo que pasa. El estado interfiere en nuestras vidas de una forma perversa y descarada robándonos absolutamente nuestra libertad. En primer lugar, el estado declara la educación (que tendríamos que distinguir también, porque la confusión ha sido interesada por la neolengua del poder, entre enseñanza y educación, la primera es la transmisión del saber de la humanidad, unido a los valores implícitos en el propio saber, como son: el amor al saber, el respeto por el saber y por quien lo transmite, la capacidad del diálogo para avanzar en el saber, lo que implica la tolerancia y la diversidad de ideas que se pueden discutir teniendo en común la razón, el valor del esfuerzo, la autodisciplina, el orden… mientras que la educación es algo que depende de los padres) como obligatoria. Si la educación es obligatoria se me está privando de mi libertad. Hoy en día el estado, por boca del capital, nos habla de la formación permanente, como si hubiesen descubierto algo nuevo. Cualquiera que sienta pasión por una disciplina sabe que le dedicará toda su vida al estudio, como han hecho sus predecesores. Pero no, ahora la formación permanente es una forma de enriquecimiento de la industria educativa privada en connivencia con las empresas. Son los famosos masters que comenzaron a aparecer hace unas décadas, cuando antes eran cursos o cursillos, si eran menores. Pero, en fin, el caso es que esa formación permanente es la manera de tener esclavizado, de por vida, al supuesto ciudadano, porque es un esclavo y autoesclavo, a la cadena de montaje del sistema de producción capitalista que ha absorbido a la enseñanza. Pero hay más. La educación no sólo es que sea obligatoria. Es que tú vas a estudiar el curriculum que al estado le dé la gana, perdón, al capital (no se vea éste como algo abstracto, está personificado en gente de carne y hueso, los superricos que son los dueños de la banca y las multinacionales, un puñado, en definitiva). Es decir, que con la sopa boba del derecho a la educación te están explotando desde la cuna hasta la tumba. Y no sólo explotando, sino vaciando tu cerebro de la capacidad de pensar, que es en lo que consiste la libertad, y adoctrinándote en una serie de valores y quehaceres, con lo cual te están robando tu libertad empírica, es decir, lo que tú querrías ser en tu vida. Tú serás lo que el sistema haga de ti, no lo que tú quieras ser, que ni si quiera tendrás la posibilidad de pensarlo. Pero sin sentimiento de obligación ni de trauma, sino alegre, contento, satisfecho y agradecido. Un vasallo ejemplar.

            Y el poder y su adoctrinamiento se extienden por las redes sociales, Internet, que se nos prometía, como el refugio de la libertad. Las redes sociales son formas sibilinas de adoctrinamiento y de control y vigilancia del individuo. Cada vez que le damos al botón me gusta, comulgamos con el sistema, además de ser observados por el Gran Hermano. Las redes sociales son las catedrales de la nueva religión. ¿Es posible la resistencia? Me pregunto y os pregunto.