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Filosofía desde la trinchera

                                   28 de octubre de 2009

 

            Magistral el libro de José M. Ridao La paz sin excusas. Un libro de ensayo histórico-filosófico y político de envergadura. Pone sobre el tapete las apariencias con las que se nos pretende engañar desde el poder. Nos intenta explicar la realidad que subyace a las ideologías que, en definitiva, lo que buscan es la justificación de la violencia. Coincido plenamente con las tesis del autor. Voy a hacer una reflexión sobre algunos de los aspectos del libro que, a su vez, tienen que ver con el asunto del choque de civilizaciones, aunque Ridao no nombra al autor de esta tesis política, pero está en el fondo de su argumentación. La tesis de Huntington es que a lo largo de la historia se han producido una serie de choques, que se expresan por medio de la guerra entre civilizaciones. Las civilizaciones se caracterizan por un modelo cultural; esto es, de costumbres, moral, política, religión, ciencia, etc, que las hace incompatibles entre sí de tal forma que su contacto acaba en un choque inevitable por una imposibilidad de entendimiento. Pero, también, lo que mantiene Huntington es que entre las diversas civilizaciones que han sido y son ahora mismo, hay una que es claramente superior a las demás. Nos referimos a la civilización occidental cristiana. Pues bien, a mi modo de ver, esto no es más que una ideología, en el sentido marxista, falsa conciencia, enmascaramiento de la realidad, que tiene como objetivo la creación de un estado de conciencia de los ciudadanos que va directamente encaminada a la justificación de una serie de políticas de guerra. En este caso la tesis de Huntingnton se une al pensamiento único de Fukuyama. Ambos filósofos han consolidado la base ideológica de la política internacional estadounidense que se extiende a nivel mundial. Si nuestra civilización es la más avanzada, la más desarrollada, la que ha generado la justicia y la democracia, el resto de las civilizaciones que coexisten en la actualidad con ella son una amenaza, por tanto, está justificada la guerra preventiva. De lo que se trata es de producir un pensamiento ideológico que enmascare la realidad, de tal forma que el ciudadano común no pueda pensar de otra manera. La religión es opio del pueblo, las ideologías políticas, en lo que tienen de religiosas, también. Dos son los pilares de la ideología hegemónica neoliberal en la que estamos instalados, a pesar de la crisis. En primer lugar la creencia de que la única forma posible de organizarse sociopolitica y económicamente es la economía neoliberal de libre mercado, el segundo pilar es el pensamiento de que nuestra civilización tiene una identidad que reside en sus orígenes griegos, que no le debe nada a ninguna otra civilización y que las que actualmente existen, fundamentalmente la islámica, también la asiática, indochina, son una seria amenaza para la supervivencia de la civilización occidental cristiana que se supone que es la garantía del progreso y de la libertad.

 

            Pues bien, esto no es más que mera ideología, pensamiento para dominar al pueblo, para justificar las guerras, la violencia, la tortura y el colonialismo, con lo que esto conlleva de saqueo de otros países y culturas. No es más que una justificación del poder. Y como todo ideología lo que intenta es enmascarar la realidad, es decir, fomentar el olvido a través de la creación de una historia inventada, construida a posteriori y que tiene como objetivo la justificación de la acción política que se persigue. En realidad no se trata de protegerse, sino de aniquilar otras formas de civilización. Pero para eso es necesario la creación de una identidad que es, como señala Popper y veremos, una ficción, un mito. Las supuestas identidades no son más que construcciones históricas a posteriori que tienen como misión mantener una unidad nacional y estatal de carácter político, militar y económico. La ideología de la identidad y la nacionalidad (el nacionalismo irracional del XIX) no es más que la máscara que se le pone al pueblo, para que no vea, en última instancia, la lucha de poder que subyace a esa ideología. Por su puesto, también, para crear el sentimiento psicológico de la identidad o pertenencia y, como consecuencia, el sentimiento del miedo y la angustia de perder esa identidad sin la cual nuestras vida no tiene sentido. En realidad la ideología de la identidad de las civilizaciones, además de enmascarar la realidad, como demostraremos más adelante, intentan producir un estado de ánimo en el pueblo a partir del cual éste se ve arrastrado por las pasiones y es incapaz de pensar. Con respecto al pensamiento neoliberal que es el otro pilar del pensamiento único hegemónico, en este momento no voy a decir nada, lo he analizado en otras partes, simplemente decir que es un conjunto de creencias, que además se han venido abajo con la crisis anunciada y para la cual no se han propuesto de momento un recambio de modelo productivo. Nos vamos a ceñir aquí al asunto del choque de civilizaciones y como se configuran éstas como justificación de la violencia y el colonialismo.

 

            Como decía la base de la construcción de un modelo de civilización es la creación de una supuesta identidad histórica, desde el punto de vista cultural y de las ideas, que justifica la posesión de una posición geográfica. El modelo de la identidad no se apoya en los límites geográficos, sino a la inversa, un conjunto de ideas, que constituyen la civilización, son los que demarcan los límites geográficos. Así nace el mito de la civilización griega o europea u occidental. Se nos viene a decir que la cultura occidental es la del diálogo, el pensamiento, la crítica, la que genera los valores universales y que encuentra su cuna en el supuesto milagro griego que se entiende como el surgimiento de la ciencia y la filosofía. A este primer pilar habría que añadirle el segundo que es el religioso, el jedeocristiano, y aquí nos encontramos con los textos fundacionales de occidente, que son los textos bíblicos. Pues bien, antes de analizar esto errores, que se han convertido en una ideología y que además es objeto de estudio en escuelas, institutos y universidades –con lo cual se garantiza el vehículo de transmisión de la ideología del choque de civilizaciones- hay que analizar dos ideas filosóficas que subyacen al invento y construcción de una identidad histórica.

 

            Pasemos a la primera. La crítica la encontramos en la obra de Popper, La sociedad abierta y sus enemigos. Nos referimos en primer lugar, al mito de la caída. Toda teoría de la identidad nacional o civilizatoria se basa en este mito que nos viene a decir que hubo un tiempo primitivo idílico, que es el tiempo de los orígenes, el tiempo fundante, tras el cual se produce la caída. De lo que se trata, entonces, para recuperar nuestra identidad es poner los medios para acceder a ese tiempo primitivo en el que reconocemos nuestra identidad. Esto ocurrió, como veremos, en el renacimiento cuando se pretendió recuperar la cultura clásica, como forma de identidad europea, para ello lo que se hizo es, en primer lugar, renegar de lo islámico y, en segundo lugar, falsificar las fuentes de la herencia musulmana que habían configurado la cultura occidental. El segundo pilar filosófico del concepto de identidad en las civilizaciones es el de la concepción determinista de la historia. Se piensa que la historia es un desarrollo determinado desde el inicio y encaminado a un fin último. Curiosamente, el principio y el fin son los que coinciden con los ideales identitarias creados por la civilización en cuestión, en nuestro caso, la occidental cristiana que es la hegemónica. Lo que se intenta marcar es una línea histórica, en la que los sucesos están perfectamente determinados, que va desde el origen fundante, hasta la recuperación última de la identidad, que no es más que la realización de los ideales de esa civilización (occidental) que pasa, obviamente, por la eliminación histórica, y de hecho, de cualquier otra civilización. De esta manera se muestra la verdad última de nuestra civilización. Pero lo que aquí no hay que olvidar es que todo esto no es más que una construcción a posteriori para justificar una serie de acciones políticas que justifican la violencia, nos referimos en la actualidad a la supuesta guerra contra el terrorismo, de origen islámico, por ejemplo. Hay mucho más en al ámbito del colonialismo del mundo en su totalidad, a través de la ideología de la globalización neoliberal. Pero resulta que la historia no tiene nada que ver con un proceso determinista ni con que los acontecimientos se reduzcan a un conjunto de causas que van encaminadas a la consecución de un fin último. Nada más alejado de la realidad. Por un lado, esta concepción de la historia elimina al individuo como soporte de la misma, elimina la dignidad y la libertad. Es un pensamiento cerrado y, por esto, excluyente. Se excluye al individuo, porque no es más que un peón de la historia embarcado en un fin más alto, y se excluye a las otras civilizaciones como formas perversas de la humanidad que se empeñan en poner cortapisas al desarrollo de la civilización occidental. En la historia hay tendencias y la base de la construcción social deben ser un conjunto de ideas abiertas, no excluyentes, que fomenten el dialogo con otras culturas y que puedan constituir la base de la construcción de sociedades abiertas y democráticas. Por su puesto, nunca como imposición, porque esto no seria más que la justificación del colonialismo. Y este pensamiento abierto tiene que tener a la base un concepto humanista universal. Nada de lo humano nos es extraño. Un principio moral, en definitiva, que subyace al cosmopolitismo, ser capaz de reconocer en el otro a la humanidad, por tanto, que el otro, por muy distinto a mi que sea es un sujeto de dignidad.

 

            Varios son los momentos históricos en los que apreciamos la creación de este mito de la identidad que, en última instancia, hoy en día, son aprovechados para la justificación de la violencia contra los otros y la supuesta verdad del choque de civilizaciones al que determinísticamente estaríamos abocados. En primer lugar se intenta crear una identidad europea a partir del surgimiento del pensamiento racional y crítico en Grecia. No vamos a discutir aquí lo que de particular ocurre en Grecia y que hace posible el surgimiento de la filosofía. Pero de ninguna manera se puede encontrar aquí una identidad, un tiempo mítico origen de todos los tiempos. En la historia no existen esos saltos, no hay milagros, hay un desarrollo causal y azaroso en el que se entremezclan los acontecimientos. Con esto quiero decir que no podemos entender el surgimiento del pensamiento griego, del que somos herederos, sin la cultura babilónica, sin la cultura egipcia, tremendamente atrayente para los sabios griegos y a la que tanto le debían, a la civilización indú, recordemos los gimnosofistas. Por su puesto, hay factores de carácter estructural como es el desarrollo de las actividades comerciales y artesanales que libera de las cadenas naturales de la producción agrícola, lo cual crea la posibilidad de más tiempo para pensar y contemplar, también favorece la emergencia de la democracia, condición política del diálogo y del pensamiento. Pero en realidad, no existe ningún texto fundante de la tradición occidental en Grecia, es una fusión de culturas, de ideas, de técnicas de producción y científicas (astronomía, matemática) que confluyen dando lugar a lo griego que es común a occidente pero que hunde sus raíces en otras culturas. Claro, cuando decimos esto, estamos diciendo que otras culturas pueden entender y desarrollar el pensamiento racional. Pero los partidarios de la identidad civilizatoria lo que piensan es que esto es un fenómeno exclusivo y excluyente. Las otras civilizaciones no podrían alcanzar las cotas de desarrollo de la civilización europea, con lo cual deben ser relegadas, en nombre del progreso, la libertad y la democracia, al cajón de la historia; pero esto pasa por el exterminio físico y la colonización. Y aquí es donde nos damos cuenta de lo peligrosas que son las ideas de la identidad.

 

            U segundo momento histórico que se considera fundante de la identidad de la civilización occidental es el de sus orígenes cristianos, por eso se proponen como textos fundantes los de la Biblia, fundamentalmente el Génesis y se declara que esto es un fenómeno exclusivo de occidente. Pero la verdad es que al basarse en el mito de la identidad lo que ha hecho la cultura occidental es ocultar los orígenes de esos textos y, también, la semejanza con otros de culturas más antiguas. El mito del génesis es casi calcado a los mitos de los orígenes de los persas y de los babilónicos, de los cuales procede. Pero esto se intentó ocultar siempre y por dos razones. Había que mantener el origen divino de nuestra civilización, lo cual garantiza su superioridad, y, en segundo lugar, había que eliminar de la memoria histórica la existencia de textos similares, lo cual hacía de nuestra civilización algo exclusivo. Es decir, que todo ello constituye una falsificación y recreación de la historia.

 

            Otro momento histórico es el del renacimiento en el que como venimos diciendo se intenta reafirmar la identidad y superioridad de la civilización occidental. Y este es importante por dos razones. La primera es que en el renacimiento empieza la mundializacion, que no es más que la colonización del mundo por parte de la civilización occidental, con lo cual era de vital importancia reafirmar nuestra identidad. En segundo lugar, en el renacimiento hay que afirmarse contra la gran civilización que había sido hegemónica durante ocho siglos, nos referimos a la árabe musulmana. Claro, lo que se hizo sustancialmente en el renacimiento fue negar las raíces islámicas de la civilización occidental cristiana. Dos cosas hay que merecen la pena sercomentadas aquí. En primer lugar la discusión que hubo sobre la influencia en textos similares de la cultura islámica en La divina comedia. Lo que se intentó por todos los medios, y remito a la obra de Ridao para apoyar documentalmente esta tesis, es borrar todo rastro de esta influencia y todos los libros que hablasen de ella. De lo que se trataba era de proponer La divina comedia como uno de los textos fundantes de la modernidad. Pero los estudios históricos han ido demostrando progresivamente lo contrario. Hay una fusión entre el Islam y occidente fruto de ocho siglos, es más el Islam fue el vehículo de transmisión de la cultura. Y esto último tiene que ver con otro de los puntos que quería tratar: el surgimiento de la ciencia. Se considera que el surgimiento de la ciencia moderna es un fenómeno estrictamente europeo y que encuentra sus raíces en la recuperación que se hizo durante el renacimiento de la cultura grecolatina. Pues nada más lejos de la realidad como han demostrado historiadores de la ciencia de la talla de Joan Varnes y Koyre. Ambos consideran y prueban con una documentación exhaustiva y detallada el origen islámico de la ciencia moderna. Incluso se llega a decir que el renacimiento tiene lugar o sus raíces en la España musulmana del siglo XI a partir de la ciencia árabe que se había recopilado en la biblioteca de Córdoba, procedente de Bagdad y de Alejandría. Varnes argumenta documentalmente que los avances de la ciencia árabe, son similares, sólo que varios siglos antes, a los del renacimiento. Por su parte Koyre nos informa de que sin la ciencia árabe y su traducción del griego y del árabe al latín, Europa hubiese seguido sumisa en una profunda ignorancia científica. Los que acudieron a los textos científicos griegos fueron los árabes y eso fue una tarea de siglos, pero no fueron meros recopiladores, como defiende el pensamiento políticamente correcto, sino, también, innovadores. Los árabes fueron el vehículo de transmisión de todo ese saber. Pero lo que se pretende con esta ocultación son dos cosas. La primera es dar una identidad a la civilización occidental que la une directamente con el saber griego y latino lo que nos mostraría su superioridad, esto es una auténtica falsificación, como hemos visto. Por otro lado, y no menos importante, de lo que se trata es de hacernos ver que de la civilización islámica no puede salir un pensamiento científico y crítico, ni puede aparecer la tolerancia, ni la interpretación libre de las escrituras, no olvidemos la teoría del filósofo musulmán español de la doble verdad, algo que el cristianismo intenta refutar por todos los medios, hasta que se llegó a la teoría tomista, aún hoy en día aceptada por los teólogos, de la subordinación del saber científico racional a la verdad de fe. En fin, lo que se pretendía era la eliminación del Islam como algo inferior y degradado, una cultura que ha de extinguirse.

 

            Pues bien, todos estos mitos tienen hoy en día más actualidad que nunca, justifican las guerras que protagoniza EEUU y a las que a ONU se suma como comparsa. La lucha contra el terrorismo se confunde con la guerra contra la civilización islámica y con la progresiva colonización del mundo vía globalización neoliberal. Hay que defender el choque de civilizaciones y la superioridad de la occidental cristiana, para justificar la violencia del poder. Como alternativa tenemos que recuperar el humanismo al estilo de Erasmo que criticaba al poder de la iglesia y al político con el fin de alcanzar la paz en el infierno de las guerras de religión que asolaron Europa. De lo que se trata es de recuperar el liberalismo en el sentido de la recuperación de una sociedad abierta, basada en la tolerancia y el respeto, que tiene una idea universal del hombre, sin eliminar las diferencias y que, como pensamiento abierto que es, fomente el diálogo y el enriquecimiento; y que tiene a la base la idea kantiana del hombre como fin en sí mismo y la paz perpetua como una asociación cosmopolita de repúblicas libres. Éste es el largo camino que hay que recorrer y para eso se requiere luchar contra el poder, contra la tergiversación de la realidad que lo pretende justificar. El pensamiento es desenmascarar, al menos, el pesamiento crítico.

 

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