La libertad no es un don. Es una conquista ético-política de la humanidad.
"Sólo hay una actividad en que el hombre puede ser radical. Se trata de una actividad en que el hombre, quiera o no, no tiene más remedio que ser radical. La filosofía es formalmente radicalismo porque es el esfuerzo para descubrir las raíces de lo demás...La Filosofía es una ocupación que no vive de sus consecuencias; que no se justifica por su logro..." ORTEGA Y GASSET
"La doxa es la opinión espontánea y consuetudinaria, más aún, es la opinión "natural". La filosofía se ve obligada a desasirse de ella a ir tras ella o bajo ella en busca de otra opinión, de otra doxa más firme que la espontánea. Es, pues, paradoxa." ORTEGA. "Qué es filosofía.”
“De momento quisiera tan sólo entender cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soportar a veces a un solo tirano que no dispone de más poder que el que se le otorga, que no tiene más poder para causar perjuicios que el que se quiere soportar y que no podría hacer daño alguno, de no ser que se prefiera sufrir a contradecirlo. Es realmente sorprendente –y, sin embargo, tan corriente que deberíamos más bien deplorarlo que sorprendernos–, ver cómo millones y millones de hombres son miserablemente sometidos y sojuzgados, con la cabeza gacha, a un deplorable yugo, no porque se vean obligados por una fuerza mayor, sino por el contrario, porque están fascinados y, por decirlo así, embrujados por el nombre de uno, al que no deberían (puesto que está sólo), ni apreciar (puesto que se muestra para con ellos inhumano y salvaje)”. Y más adelante apunta: “¿qué ocurre? ¿cómo llamar a ese vicio, ese vicio tan horrible? ¿Acaso no es vergonzoso ver a tantas y tantas personas no tan sólo obedecer, sino arrastrase? No ser gobernados, sino tiranizados, sin bienes, ni parientes, ni mujeres, ni hijos, ni vida propia. Soportar saqueos, asaltos y crueldades, no de un ejército, no de una horda descontrolada de bárbaros contra la que cada uno podría defender su vida a costa de su sangre, sino únicamente de uno solo. No de un Hércules o de un Sansón, sino de un único hombrecillo, las más de las veces el más cobarde y afeminado de la nación, que no ha siquiera husmeado una sólo vez la pólvora de los campos de batalla, sino apenas la arena de los torneos, y que es incapaz no sólo de mandar a los hombres, ¡sino también de satisfacer a la más miserable mujerzuela! ¿Llamaremos eso cobardía? ¿Diremos que los que se someten a semejante yugo son viles y cobardes? Si dos, tres y hasta cuatro hombres ceden a uno, nos parece extraño, pero es posible; ... pero si cien, miles de hombres se dejan someter por uno sólo, ¿seguiremos diciendo que se trata de falta de valor...? ... ¿cómo llamaríamos eso? ¿Cobardía?... ¿qué es ese monstruoso vicio que no merece siquiera el nombre de cobardía, que carece de toda expresión hablada o escrita, del que reniega la naturaleza y que la lengua se niega a nombrar?” La Boétie. “La servidumbre humana voluntaria.”
“La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad... El mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración.
La mayoría de los hombres, a pesar de que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena (naturaliter maiorennes), permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía. Por eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! “ Kant. ¿Qué es la Ilustración.?
La libertad no es un don, es una conquista histórica y biográfica. Es, siguiendo con la cita del filósofo Ortega que hace el autor al comienzo, una tarea. La libertad es siempre libertad condicionada. De ahí también lo de Ortega de yo soy yo y mis circunstancias. Pero la segunda parte de esta frase, la menos conocida, es la importante: y si no salvo a éstas no me salvo yo. Es decir, si no soy dueño de mis circunstancias ellas lo serán de mí. Por tanto estaré sometido a ellas sin conocimiento siquiera de tal sumisión.
Tampoco la libertad tiene nada que ver con vivir en equilibrio con uno mismo. Esto es serenidad. La libertad es esfuerzo, valentía y, a veces, tragedia. Libertad es lo que hace Héctor por el honor de Troya y Elena, salir a luchar contra Aquiles, a pesar de saber que morirá en la batalla. Eso es valentía, coherencia y consistencia. Por su puesto que esa actitud nos lleva a la paz con nosotros mismos porque cumplimos con nuestro deber. Porque la libertad es el cumplimiento del deber. Y del deber como imperativo. “Actúa siempre de tal manera que consideres al otro como un fin en sí mismo y no como un simple medio” es decir, que todo acto debe ir dirigido a la mejora de ti mismo en tanto que ser humano y a la mejora del otro en tanto que el otro es otro yo. Por eso la libertad es la asunción de la dignidad del otro.
De ahí que la libertad esté reñida con el mesianismo. El mesianismo es una concepción del hombre histórica, religiosa e ideológica que instrumentaliza al hombre porque sólo ofrece una salida a su salvación, como bien señala el autor. Quien en nombre de la libertad promete un futuro perfecto intenta, a sabiendas o no, esclavizar al otro. Mesianismo y libertad son contradictorios. De ahí que me choque la cita de Juan del final del artículo. Si se defiende la libertad no entiendo esa cita mesiánica.
Y también la libertad exige la posibilidad del diálogo puesto que se basa en el respeto al otro como otro yo, lo que hemos hablado de la dignidad. Por eso tampoco entiendo lo que dice el autor de las opiniones cuando dice que su opinión al menos es o debe ser tan válida como la de los demás. Aquí el autor comete un burdo error que al poder le ha interesado inocular en nuestras conciencias. Es la equivocación entre la libertad de expresión y opinión y la equivalencia de nuestras opiniones. Las opiniones, disculpe señor Mariano, no son equivalentes, las hay más válidas y menos válidas. Es más, el conocimiento, la filosofía, que decía el filósofo que encabeza el artículo, es paradoxa, ir más allá de la doxa, de la opinión. Las opiniones son particulares, no son un saber y no son respetables, son discutibles. La libertad política es la del sujeto que porta esas opiniones. Es decir, que puede opinar libremente, pero su opinión está sujeta al tribunal de la razón. Y este tribunal se ejerce por medio de la razón, el diálogo. Y diálogo significa que la razón está entre medio de dos que hablan o de los que hablan, que la razón no pertenece a nadie. Si confundimos la libertad de opinión con la equivalencia de las opiniones, entonces caemos en el relativismo, en el todo vale, que es uno de los motivos de la crisis actual. Pero cuando todo vale, lo que vale es lo que imponga el más fuerte. Y eso es precisamente lo que ocurre. La ideología predominante no es la verdadera, ni el único pensamiento, es el pensamiento impuesto por el más fuerte que, además, nos engaña con la idea de que somos nosotros libres y dueños de nuestro pensamiento.
Disculpe el autor que un escéptico dude de todo esto. No admito la verdad, porque nos lleva a totalitarismos, no nos hace libres, nos esclaviza, no admito la equivalencia de las opiniones porque nos lleva al poder del más fuerte, no admito el mesianismo porque tras la redención llega, por el contrario, el infierno. La verdad es provisional y fruto del esfuerzo conjunto de los hombres. La libertad es la forma de alcanzar la verdad o, mejor, las verdades. Pero, un escéptico como yo, aunque valore la libertad como el mayor bien, en equivalencia en el ámbito social de la justicia, piensa que la libertad es una carga demasiado pesada para el hombre. Somos demasiado débiles y cobardes. Y la libertad exige, valentía y soledad. De ahí que La Boétie ya lo dijera en su famoso libro “La servidumbre humana voluntaria”. Aceptamos la servidumbre voluntariamente porque nos es más cómodo obedecer y la sumisión dentro del grupo que la rebeldía solitaria y el enfrentamiento contra el poder. Y por eso también Kant aseguraba que la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad, es decir, no ser capaz de servirse de su propia razón para ser libre, se debía a la cobardía y la pereza. Y por eso nunca llegaremos a una época ilustrada, ni conquistaremos un ideal democrático digno, porque nuestra naturaleza es contraria a ello. Preferimos que nos gobiernen a autogobernarnos. Ahora bien, ello no implica, de ninguna manera, y ese es mi empeño, igual que detecto también es el del autor, el luchar por conseguir esa sociedad libre, plural y justa.
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